Por Adriana Gil, militante de Acit Joven. Mi primera vez en una Asamblea Nacional de Acit Joven fue
hace 4 años. En diciembre del 2008 se celebraba la X Asamblea y yo, recién
llegada a la etapa de Profundización, me sentía desbordada por toda la
experiencia y los testimonios de quienes “ya sabían de qué iba la cosa”. Tan
desbordada, que es casi la única sensación que recuerdo. Sin embargo, algo
debió de cambiar en mí, porque salí de allí con deseos de afianzar mi recorrido
en Acit Joven y de poder participar de manera más activa en nuestro Movimiento.
Quería vivir otra Asamblea y poder llegar a ella más preparada.
La XI Asamblea llamó a nuestras puertas (y a nuestros
corazones) cuatro años más tarde, con la diferencia de que este año no me
pillaba desprevenida. Como equipaje, todo un año de preparación previa para
ella, mucha reflexión, aún más oración y la ilusión que Acit Joven despierta en
mí cuando alguna reunión o encuentro se acerca.
Poco puedo decir de todas las plenarias y los momentos de
trabajo en grupo. Como se leía en el maravilloso cartel que presidía la sala,
todos y cada uno nos centrábamos en la misión que se nos confiaba y aportábamos
según nuestras posibilidades. Y Dios y Pedro Poveda, representado por una
estatuilla justo delante del cartel, nos
amparaban en cada momento de dudas, reflexión, estudio y desgaste (sobre todo físico).
En cada momento para ayudar, para iluminar, para expresar, para exponer y para
compartir.
Me siento muy agradecida por todos aquellos que han hecho
posible cada uno de estos momentos. Por las personas que pusieron a nuestra
disposición para la Asamblea un lugar tan significativo como Los Negrales: la
presencia de Pedro Poveda y Josefa Segovia nos ayudaron en cada paso que dimos.
Por nuestros animadores y acompañantes que nos guiaron en todo momento. Por los
jóvenes asistentes y todo lo que me ha enseñado cada uno de ellos. Y por la
Comisión saliente, a quienes no sólo agradezco el trabajo de esta XI Asamblea,
sino que también felicito por los últimos 4 años. Sin vuestro apoyo, nada
habría sido posible.
La Asamblea es una experiencia muy intensa y completa. No
puedo decir que sea relajado, porque construir el Movimiento requiere dar lo
mejor de uno mismo, y esto no siempre es tan fácil como parece. Es una gran
responsabilidad aportar cada granito de arena, pero hay algo que nos llena y no
nos deja permanecer callados. Creemos en Acit, por eso hablamos en cada
plenaria: porque somos conscientes de que los jóvenes son “gestores del
Movimiento”, tal y como suena, con todo lo que ello conlleva. Gestores sin
medias tintas, como nos decía Poveda en sus cartas.
Por ello, en mi humilde opinión puedo decir todo lo que
salió de esa sala de plenarias fue bueno. Se plasmó en tres cosas: dos Líneas
de Acción maravillosas elegidas con unanimidad y coherencia, una maravillosa
Comisión entrante y… Una llamada a la
santidad en nuestros corazones. Todos los asistentes nos hemos hecho
conscientes de que la misión de ser santos y santas se nos encomienda desde lo
cotidiano, con aquellas personas con las que compartimos nuestro día a día, en
la sociedad que nos rodea hoy. De cara a la próxima Asamblea, puedo asegurar
que tendremos presente en cada momento esta misión que se nos ha confiado,
porque ya sabéis, en Acit Joven todo lo podemos.
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