lunes, 30 de abril de 2012

Va con nosotros

Por J. A. Pagola para Eclesalia. El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.

No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús buen pastor se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de ellas.

El “pastor bueno” se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida abandonando al rebaño. No le importan las ovejas.

Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importan sobre todo los más desvalidos.

Pero hay algo más. “El pastor bueno da la vida por sus ovejas”. Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor que no huye ante el peligro sino que da su vida por salvar al rebaño.

Por eso, la imagen de Jesús, “pastor bueno”, se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me falta… aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo… Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida”.

Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús. Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas o perdidos y desorientados.

Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades…, corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero, ¿quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor? (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

viernes, 20 de abril de 2012

No temáis, soy yo


En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: “¿Por qué os alarmáis?, ¿porqué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo”
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tenéis ahí algo que comer?”. Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros; que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse”.
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto”. (Lc 24, 35-48)
Por Redacción AJ. Los tres primeros domingos del tiempo de Pascua el evangelio nos hace escuchar las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos. Tenemos la continuación del relato de la aparición a los discípulos de Emaús. El texto contiene los rasgos comunes en todas las apariciones: el saludo dador de paz; el susto y el miedo por parte de los presentes; las dudas que acompañan el encuentro; el soplo del Espíritu; y el envío a anunciar la Buena Noticia en todo el mundo.
En el evangelio que se proclama este tercer domingo, se evoca de nuevo el primer día de la semana, aquel en el que dos discípulos volvían a casa desconcertados, se encuentran con un peregrino que camina con ellos, en la aldea de Emaús reconocieron en él a Jesús y salen a toda prisa para dar cuenta de lo ocurrido a los demás discípulos. Hablan de cómo Jesús les había acompañado cuando volvían a Emaús y de cómo lo habían reconocido al partir el pan. El compañero de camino les ayudó a leer la historia. Una historia que habían considerado de fracaso total. Y se les abrieron los ojos y el corazón. Mientras se explican, Jesús se presenta en medio de ellos. Les cuesta creer. Están muertos de miedo.
¿Por qué os alarmáis? Soy yo en persona. Jesús se hizo presente en el camino como un compañero más de viaje, como un amigo que se preocupa por el desánimo que llevan. Ahora se presenta mientras comparten sus experiencias, mientras comen. Se hace presente en la más sencilla cotidianidad. Los amigos no pueden quedar bloqueados por el miedo y la incertidumbre del futuro. Lo que han vivido con el maestro no es una historia pasada.
Lucas remarca la identidad entre el Jesús que se les aparece y le crucificado. Soy yo en persona. Es la misma humanidad que sufrió y murió en la cruz la que ha sido resucitada. Es el mismo Jesús que ha convivido con ellos. El que ha comido tantas veces como ahora come “un trozo de pez asado”.
Era necesario que así fuese, repite el evangelista varias veces. Se tenían que cumplir las Escrituras.
Con la resurrección de Jesús empieza el evangelio para el mundo. Como a los de Emaús (Lc 24,27 y 32), Jesús “abre el entendimiento” de los discípulos para que entiendan las Escrituras, el único medio para conocer a Cristo y transmitir su mensaje de salvación. La misión de la Iglesia, que nace de la misión de Cristo, consiste en predicar la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos.
Jesús resucitado invita a rehacer el camino de la esperanza y del compromiso. No hay lugar para la decepción paralizante. Hay que permanecer en una actitud de esperanza crítica. De esperanza transformadora. Hay que insistir en recomponer los puentes rotos del diálogo. Y en volver a empezar. Volver a construir espacios para la misericordia y el perdón. Jesús también nos avisa, a nosotros caminantes del s.XXI, y nos dice que no podemos mirar para otro lado, que nuestras energías deben orientarse a cambiar el corazón de nuestro mundo. Que la Eucaristía que celebramos ha de ser otra vez aquella tarde-noche de Emaús en el que reconocemos a Jesús caminando a nuestro lado y nos lanza a contar a los demás qué nos ha pasado por el camino y cómo lo hemos reconocido al partir el pan.

lunes, 16 de abril de 2012

Encuentro de los grupos AJ de Andalucía


Por Pablo Sánchez. El día: 14 de abril de 2012. El lugar: Colegio Santa Teresa, Málaga. El pasado sábado 190 jóvenes y animadores de todos los grupos de Acit Joven de las ciudades de Sevilla, La Línea, Córdoba, Granada, Jaén y Málaga para pasar un día de encuentro y celebrar la Pascua juntos. Fue para todos un día de ilusión que os queremos contar aquí.
El día empezó con la llegada de los diferentes grupos al colegio Santa Teresa, donde los animadores y jóvenes de Málaga les esperaban para darles la bienvenida. Teníamos muchas ganas de volver a vernos, algunos desde el EDIT, otros desde las Jornadas de verano. También venían nuevos chicos y chicas a los que acogimos con ilusión y alegría. Sólo faltaba por llegar el grupo de Jaén y Granada, quienes tuvieron un pequeño problema con el autobús y llegarían más tarde.

Empezamos el encuentro con una dinámica de presentación preparada por los grupos de Convocatoria de Málaga. Cada uno teníamos una tarjeta en forma de pieza de puzle con nuestro nombre, y detrás había un número. Formamos grupos de personas con el mismo número, y nos dieron hojas de periódico sobre las que teníamos que jugar al "juego de la silla": bailar agarrando una cinta elástica mientras sonaba la música. ¡Más de uno acabó por el suelo! Después nos fuimos presentando a la gente de nuestro grupo con nuestro nombre, nuestra edad, la ciudad de donde veníamos y nuestro animal favorito (se oyeron respuestas tan curiosas como "perezoso", "koala" o "lince", aunque el más común fue el perro). Y entonces oímos voces de gente fuera: ¡el grupo de Jaén y Granada ya había llegado!
Cuando ya estábamos todos, los animadores de Málaga nos introdujeron en la dinámica de la mañana: una gymkhana por el recinto del colegio preparada por los grupos de Iniciación de Málaga. A través de las diferentes pruebas fuimos conociendo y recordando los rasgos de Acit Joven: como los primeros cristianos, presentes en el mundo, con María... Allí bailamos, cantamos, nos reímos, jugamos y aprendimos cosas interesantes.

Con tanto movimiento necesitábamos cargar las pilas, así que nos reunimos en el comedor del colegio para almorzar los bocadillos y las cosas para picar que traíamos.

Aunque el cielo nublado nos había dado una tregua por la mañana, empezó a llover cuando salíamos del comedor, por lo que fuimos a refugiarnos al auditorio. Allí escuchamos un concierto de pop cristiano (¡con coreografía incluida!) y nos presentaron las Jornadas de verano. Algunos de los que fueron el año pasado compartieron sus experiencias y vimos vídeos de jornadas de otros años.
Luego nos dividimos por etapas para profundizar sobre un rasgo concreto de Acit Joven: "Somos Iglesia, pueblo de Dios", "Jesús en el centro", "Presentes en nuestro mundo" y "Como los primeros cristianos". Para conocer lo que las otras etapas habían trabajado, pusimos en común nuestras conclusiones sobre unas cartulinas.

El encuentro se iba acabando. En la oración de envío nos impulsamos a continuar el encuentro en nuestras ciudades y a celebrar la Pascua de Jesús resucitado. Y para acabar ¡cómo no! una foto de familia.
Algunos estaban tristes por la despedida, pero pensad que ya queda menos para volver a encontrarnos. ¡Un abrazo Jaén, Córdoba, Granada, Sevilla, La Línea, Málaga!

viernes, 13 de abril de 2012

¡Vuelve a la vida!


"Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre." (Jn 20, 19-31)
Por Redacción AJ. Jesús se hace presente entre sus discípulos asustados, con las puertas cerradas por el miedo. Lo hace deseándoles la paz, mostrándoles las señales de la Pasión y dándoles el Espíritu Santo y con ello una misión.

Jesús trae la paz. ¿Qué paz? En muchas ocasiones, cuando nos sentimos con ansiedad, con nervios, podemos adentrarnos en la oración y experimentar paz; sentimos entonces que algo en nuestro interior se calma, entramos en contacto con nuestro interior y el Dios que nos habita y desde ahí notamos que algo se recoloca, se resitua. Nuestros ímpetus de dar respuesta a todo, de omnipotencia se reducen, porque tomamos conciencia de nuestro ser finito, de que somos hijos creados y criados, en manos de Alguien más grande, infinito, que nos ama y vela por nosotros. Es verdad, Jesús da la paz. Pero también hay otro tipo de paz don de Jesús Resucitado, la que vence los miedos y abre las puertas. La que nos permite decir una palabra y tener un gesto aunque vaya contracorriente de lo que la sociedad dicte, o nos imponga la "herencia" recibida en nuestra familia o la idea que nos hemos ido haciendo de nosotros mismos. Esta paz también es don de Jesús Resucitado, porque moviliza frente a la injusticia y la propia vida "acomodada" en la que todos podemos sentirnos tan "a gustito". Nos mueve a abrir puertas, a salir y dejar entrar a otros, a decir y escuchar, a buscar ir más allá del terreno conocido, confiados/as en "Aquel que nos conforta".

Jesús Resucitado les muestra, nos muestra, sus heridas. Las que le llevaron a la muerte, las que le produjeron dolor. Al resucitar, no lo hace "como si nada hubiera pasado", Él sabe que sí, y también sus discípulos. Cuando atravesamos experiencias de dolor y somos capaces de elegir la vida que se nos regala, cuando se nos hace presente el Señor, nos muestra sus heridas, reconociendo las nuestras, invitándonos a no quedarnos en ellas, a no quedarnos en los caminos de muerte. "Esperamos ahorrarnos el descenso a nuestras profundidades, la búsqueda de la verdad sobre nosotros mismos: Dios lo hará todo por mí; puesto que es mi padre, solo tengo que recibir; lo único que tengo que hacer es exponerle mis problemas. Apartamos a un lado la invitación a la conversión, el principio de realidad y el camino de la Pascua. Imaginamos que la oración arreglará milagrosamente una situación difícil sin tener que implicarnos (operaciones quirúrgicas, ayuda psicológica, etc.) o a las leyes naturales. Pensamos poder resucitar sin cicatrices. Mas la Resurrección muestra que la Pasión no se ha olvidado: Jesús resucita con las heridas no cicatrizadas"(S. Pacot, "¡Vuelve a la vida!", pp. 68-69, Ed. Narcea). "Jesucristo nos enseña a vivir, como hijos e hijas de Dios, sucesos dramáticos, situaciones sin salida; nos enseña a seguir siendo, por su gracia, artesanos de vida en medio de la muerte; nos invita a permitir que se siembre la semilla de la resurrección." (Ib., pg. 95)

Jesús nos da el Espíritu Santo, y con Él, una misión«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Gran responsabilidad la misión que nos es encomendada, porque los pecados que perdonemos serán perdonados, pero los que sean retenidos... "¿Adónde irán los besos que no damos?" pregunta Víctor Manuel. ¿Adónde irán los "perdones" que no damos? ¿Qué queda en nosotros si retenemos? ¿Y en los demás? ¿En qué solemos poner el punto de mira, cuándo hablamos del pecado? ¿En qué no? Porque eso también habla de nosotros mismos, no solo del otro. ¿A qué le doy importancia y qué considero "lo normal"? ¿Con qué pacto, para que no me toque a mí? Gran responsabilidad... ¿Es necesario que cada vez que en la eucaristía se proclame un texto que incluya la palabra "fornicar" haya una homilía en la que se juzgue y denigre en base a la orientación sexual o si se está o no casado/a? Es verdad que no todo ayuda y que en muchas ocasiones las personas nos adentramos por caminos que creemos que son de felicidad y que en realidad nos dejan vacíos, o en los que usamos a otros o nos despreciamos a nosotros mismos como hijos de Dios. Caminos de afectividad y sexualidad, caminos de poder, caminos de corrupción, de falta de ética, de avaricia... ¿Cómo acompañarnos unos a los otros en busca de los caminos de vida, de resurrección, sin caer en juzgar, ni machacar, ni culpabilizar? ¿Cómo ayudarnos a volver a los caminos de vida (y vida en abundancia)? Juan Masiá nos recuerda en una entrevista hecha por Alandar lo siguiente: "En su pastoral sobre la vida los obispos japoneses proponen moral sexual con tres preguntas: “¿Soy sincero conmigo mismo? ¿Soy respetuoso con mi pareja? ¿Soy responsable de las consecuencias de la relación?” Sin más detalles, dejan la respuesta a la conciencia." 



“Inspíranos, Señor, el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado” (Plegaria Eucarística V/b) y líbranos de caer en la tentación de cerrar las puertas a la vida, propia o ajena. 

lunes, 9 de abril de 2012

Teología y feminismo: una espiritualidad sin patriarcado es posible

Por Sonia Herrera.

“No permitiré a una mujer enseñar o tener autoridad sobre un hombre, ella debe permanecer en silencio”.
1 Timoteo 2:12

Mi intención con este artículo no es realizar un análisis profundo sobre la investigación teológica feminista que se ha desarrollado en las últimas cuatro décadas, sino aportar algunos documentos interesantes para propiciar la reflexión al respecto reforzando la esperanza de que otra Iglesia menos patriarcal es posible.

Las obras de autores cristianos aún hoy muy laureados como San Agustín y San Juan Crisóstomo promovieron la imagen negativa de la mujer que actualmente mantiene la Iglesia Católica. Hasta la segunda mitad del siglo XX, fueron muy pocas las protagonistas femeninas de la historia del cristianismo: María, madre de Jesús, María Magdalena, Marta y María… Pero fueron más.

Hace unas semanas, en el I Congreso Internacional de Comunicación y Género que tuvo lugar en la Universidad de Sevilla, Amelia Sanchís, profesora de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad de Córdoba, empezaba su intervención citando al escritor y dramaturgo japonés Yukio Mishima: “La habían educado de tal manera que no veía lo que no se debe ver”.

Eso es precisamente lo que a menudo sucede con nuestra manera de “leer” la sociedad en general y de “asumir” la Iglesia en particular: se naturaliza la invisibilidad de las mujeres y se justifica apelando a la tradición. Una tradición, por cierto, cargada de discriminaciones históricas, desigualdades e injusticias que en otros ámbitos nos resultan inaceptables y vergonzosas.

La lista de mujeres cristianas apartadas del discurso institucional es larga. Traeré aquí a algunas de ellas, para recordar el largo camino andado por muchas mujeres que a lo largo de la historia han denunciado el carácter machista existente tanto en la jerarquía eclesial, como en los preceptos y doctrinas que aparecen surgidos de los concilios y aparecidos en las propias Escrituras.

La activista abolicionista y sufragista, Elizabeth Cady Staton, en su obra The Woman's Bible afirmó que “la Biblia degrada a la mujer desde el Génesis hasta el Apocalipsis”.

Otro ejemplo lo encontramos en la figura de Sojourner Truth, de la que Antumi-Toasijé
escribió: “Tanto la faceta de resistencia a la esclavitud de Sojourner Truth, como sus ideas sobre la mujer han sorprendido a los estudiosos. Profundamente cristiana se aproxima a ambos problemas desde un discurso directo y sin concesiones. Su capacidad oratoria y su carisma incuestionable contribuyeron a la popularización del discurso de la mujer negra, un feminismo específico primordialmente abolicionista. Aunque sus actividades no se quedaban en el abolicionismo, el rescate de personas esclavizadas o el feminismo activo, abarcando otros aspectos nacidos de un humanitarismo cristiano vigoroso, como la oposición a la pena de muerte”.

Ya en el siglo XX cabe destacar la labor intelectual, reflexiva y crítica de otras mujeres como la teóloga Elisabeth Schüssler Fiorenza que trabajó incansablemente por una hermenéutica bíblica feminista detectando el patriarcado y promoviendo cambios en la Iglesia y en la sociedad, o Pilar Bellosillo, auditora del Concilio Vaticano II y presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (1961-1974) que trabajó hasta su muerte en 2003 por la igualdad entre mujeres y hombres dentro de la Iglesia Católica encabezando el diálogo oficial con protestantes, anglicanas y ortodoxas y favoreciendo el diálogo ecuménico en España mediante la creación del Foro de Estudios sobre la Mujer.

Por otra parte, investigaciones recientes llevadas a cabo por la catedrática de la Escuela de Teología de la Universidad de Harvard, Karen King, han reconocido el papel relevante de muchas mujeres en los primeros años del cristianismo. Según King el Evangelio de María Magdalena demuestra que ésta ejerció un liderazgo femenino fuerte y que gozaba de influencia por su posición destacada frente al resto de discípulos, sin embargo, la imagen oficial de María Magdalena que se ha promulgado es muy distinta:

“María de Magdala es conocida en la imaginería y tradición populares de Occidente como una prostituta arrepentida, como la adúltera a la que Jesús salvó de los hombres que intentaban lapidarla, y como la mujer pecadora cuyas lágrimas de arrepentimiento lavaron los pies de Jesús a modo de preparación para su enterramiento. Sin embargo, nada de esto es históricamente exacto. Nada hay en el Nuevo Testamento ni en la primitiva literatura cristiana que aporte un atisbo de prueba que apoye este retrato”.

La discriminación sexual en el seno de la Iglesia se manifiesta precisamente en esa demonización y ocultación del liderazgo de las mujeres que fue señalado como una herejía, en la apropiación patriarcal del discurso y en la difusión de una imagen errónea de aquellas que sí lucharon por un mundo cristiano más igualitario y justo, de aquellas cuya figura es cada vez más necesario reivindicar y revalorizar para construir también una Iglesia distinta.

Enlaces interesantes:

sábado, 7 de abril de 2012

Misterio de esperanza


Por JOSÉ ANTONIO PAGOLA, para ECLESALIA, 04/04/12.- Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús resucitado por Dios, intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la Humanidad y en la creación entera.
Creer en el Resucitado es rebelarnos con todas nuestras fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, humillación y sufrimientos, queden olvidados para siempre.
Creer en el Resucitado es confiar en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podremos ver a los que vienen en pateras llegar a su verdadera patria.
Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: "Entra para siempre en el gozo de tu Señor".
Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre un "Dios oculto" del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en Jesús.
Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los últimos serán los primeros y las prostitutas nos precederán en el Reino.
Creer en el Resucitado es saber que todo lo que aquí ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra torpeza o nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.
Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las "huellas" que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.
Creer en el Resucitado es creer que un día escucharemos estas increíbles palabras que el libro del Apocalipsis pone en boca de Dios: "Yo soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial del agua de la vida". Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no habrá gritos ni fatigas porque todo eso habrá pasado.

miércoles, 4 de abril de 2012

La cruz desnuda

"¿Creerán porque habláis o escribís magniíficamente? La conversión del mundo no está vinculada a discursos magníficos o a escritos maravillosos, sino a la caridad. Bien podéis decir: si tenemos caridad mutua, si somos una sola cosa, entonces, el mundo creerá que Jesucristo es Dios. (...) Yo pido a nuestro Señor que el día de mi muerte, al dirigir mi última mirada a la Institución pueda decir: "cómo se aman, qué a gusto las dejo, porque sé que se aman". Si yo supiera que faltaba el amor mutuo, diría, "en vano he trabajado"." (Pedro Poveda, 1935)

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