jueves, 28 de febrero de 2013

Segunda oportunidad


En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”.

Y les dijo esta parábola: “Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.

Dijo entonces al viñador: ‘Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?’

Pero el viñador contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas’”. Lc 13,1-9
Por Redacción AJ. Vamos avanzando en este tiempo de Cuaresma. Después de los evangelios de las Tentaciones y de la Transfiguración de las semanas anteriores, en este tercer domingo nos encontramos con unas palabras de Jesús centradas en la necesidad de la conversión. Una conversión que está llamada a expresarse dando fruto.
Lucas coloca estas enseñanzas de Jesús en el contexto de su viaje hacia Jerusalén. El evangelio de hoy, contiene dos unidades literarias interesantes: una reflexión a propósito de algunos sucesos ocurridos en el entorno y que han sacudido la vida del pueblo (vv.1-5) –la muerte de unos paisanos a manos de Pilato y la tragedia de la torre de Siloé- y una parábola para ilustrar, la de una higuera que no da fruto (vv.6-9).
El diálogo de la gente con Jesús parte de hechos concretos, “se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos”, uno de tantos actos de represión contra un pueblo sometido. Poco antes les había llegado la noticia de otro infortunio, una torre se desploma y ocasiona dieciocho muertos. En aquella época y ahora hay situaciones que nos indignan y que hieren la dignidad humana. ¿Contemplamos lo que ocurre a nuestro alrededor? ¿Nos dejamos cuestionar, fascinar, admirar por lo que acontece? “Se presentaron algunos a contar”. También nosotros podemos hablar de hechos que suceden cerca o lejos de nuestros entornos cotidianos y que nos hacen pensar, hechos que nos invitan a salir de nuestro yo, que nos urgen a cambiar la manera de ver y de hacer… ¿hablamos con Jesús de ellos? ¿De qué conversamos con Él?
La reflexión que Jesús, al hilo de la vida, tiene una doble dirección. Por un lado desautoriza una idea ya arraigada en su tiempo, la de que las desgracias personales son castigo divino. Por otro, les inculca la idea de que todos estamos en situación de pecado y por ello necesitados de conversión. ¿Pensáis que sois mejores que las víctimas de tantas guerras, que tantos “sin papeles” que se juegan el tipo cada día, que quienes no tienen un trabajo digno o no lo tienen…? Podría preguntarnos Jesús. Y con su grito -“Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”- nos está diciendo que hemos de ir hacia otro estilo de vida, que hemos de ser capaces de crear alternativas evangélicas en este mundo.
El núcleo de la parábola de la higuera estéril es el diálogo entre el dueño de la viña y el viñador paciente. La higuera, como la viña, era el símbolo de Israel. Entre el Padre (el dueño) y el viñador (Jesús) se establece una relación de intercesión por la viña, un pueblo árido e indiferente que no responde a su ser. El dueño mismo viene año tras año a buscar el fruto de la higuera. Y volverá a venir. Y volverá a esperar. Cuando parece que se acaban las oportunidades, Jesús sale defensor nuestro “déjala todavía este año” y se compromete “yo cavaré alrededor y le echaré estiércol”, todo para que el árbol fructifique. El final ciertamente no puede dejarnos indiferentes “Si no, la cortas”. Convertirse significa dar fruto.
En los tres últimos domingos de Cuaresma, por cuestiones pastorales, se pueden cambiar las lecturas propias del Ciclo litúrgico correspondiente –este año el C- por las de los domingos del Ciclo A; en ese caso estaríamos ante el encuentro de Jesús y la samaritana. Puede acudirse al comentario: Un encuentro que cambia la vida.

lunes, 25 de febrero de 2013

Gestos invisibles


Por Mónica, militante de AJ. Hace casi dos años, después de la preciosa experiencia de ser oferente en el Voto de Covadonga, muchas personas del entorno IT que habían leído mi testimonio me hicieron llegar su agradecimiento y su cariño. Una de ellas fue Carmen Carreño. Llegué un lunes al Colegio Mayor y me encontré con un regalo especial: un pequeño icono de la Virgen con el Niño, lo había hecho ella misma. La llamé a su casa de la calle Regalado para darle las gracias, y en esa conversación me expresó con sencillez cuánto le habían gustado mis palabras, al detalle del icono le quitó importancia.

En estos años, lo más probable es que Carmen y yo nos hayamos cruzado en la Sede, en misa o sencillamente por la calle en alguna ocasión. No hablé con ella más que aquella vez, nunca le puse cara; sin embargo, su icono ha estado en mi mesita de noche desde entonces, y muchas veces, rezando, lo he sostenido entre las manos.

Cuando Loli me invitó a comer a Regalado la semana pasada, le dije que mejor esperábamos a la siguiente semana, puesto que Carmen estaba en el hospital y no estaba muy claro cuándo iba a salir. Entre tanto, otras andaban preparando su fiesta de 90 cumpleaños, que era dentro de poco, para cuando estuviera recuperada. Salió hace unos días, pero no se ha podido celebrar ninguna fiesta, porque hoy ha tenido que volver al hospital para quedarse. La estaba esperando el Señor.

Esta tarde he ido a misa y me he llevado su icono en el bolsillo. Me ha resultado casi imposible prestar atención a la homilía, y me he quedado pensando en Pedro, Juan y Santiago que “se caían de sueño” mientras estaban en la montaña orando con Jesús. Solo un suceso extraordinario consigue arrancarles de su ensimismamiento. Y por dentro yo pensaba en qué me hubiese costado andar diez minutos, conocer a Carmen y darle las gracias en persona, en lugar de llamarla por teléfono.

¿Cuántas cosas me perderé en esos ratos en los que “me caigo de sueño”? Esta semana, precisamente, he tenido muchos. Gracias a Dios, que nos despierta de golpe y porrazo para recordarnos que su Evangelio no se puede vivir adormilada, observando pasivamente. Torpeza nuestra, tan humana, el no saber reconocer el valor de las pequeñas cosas… qué pena que, a veces, solo algún suceso de esos que te remueven de arriba abajo logre hacernos salir de nosotros mismos y “espabilar” nuestro corazón.

Creo que hoy, por primera vez en mi vida, me he sentido unida a alguien a quien jamás vi. Es precioso descubrir cómo Dios va tejiendo en nuestras entrañas, con amorosísima paciencia, eso que llamamos “comunidad”. Hoy me parece como si la comunidad fuese un sentimiento… y creo que es, sencillamente, porque nunca lo había sentido de esta manera: tan inmaterial, tan en soledad.

Hoy quisiera agradecer el amor derramado en tantos gestos invisibles que, de pronto, colman de sentido esos ratos perdidos de sueño e inundan el alma de nostalgia y de ternura.

jueves, 21 de febrero de 2013

Escuchadle


Por Redacción AJ.
 
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.
Jesús “coge” a sus amigos, los suyos, los íntimos y los lleva al monte, fuera del tráfico diario; va a ser una experiencia para que les llene los sentidos, una experiencia para escuchar, necesitan silencio, intensidad, disponibilidad, apertura. Dejarse coger por Jesús para ir a estar con Él, a saber cómo es, es tener coraje. Y también lo es el invitar a tus amigos a orar, a compartir tu verdadero rostro, ese que eres tú de verdad porque es quien eres frente a Dios. Dejarte ver con el rostro iluminado por su amor y su ternura, dejar ver de qué te vistes… dejar que Jesús te regale con su amistad y que te comparta -así en amistad- lo que Él vive de su Padre, lo fascinante de su vida profunda, quién realmente es Él.  
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Hablaban de su muerte que iba a consumarse en Jerusalén, en la ciudad, abajo, en el tráfico de fuerzas, de poderes y de intereses, su muerte, su entrega iba a consumarse. Por eso les prepara con esta experiencia. Tienen que acopiar sentido, tienen que grabar fuerte el rostro iluminado de Jesús, sentir fuerte su amistad para poder entregarse en verdad luego en el momento de mayor dificultad o en la entrega diaria. Jesús invita a sus amigos a mirar su muerte desde una experiencia de amor del Padre y eso se vive, se acoge con coraje, se apoya y no se dice nada. Todo lo demás es queja superficial. Se aguanta, se ama, sin más.  
Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:- «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía.
¡Qué bien se está aquí! Y sin embargo hay que tener coraje para subir con los amigos al monte a orar. ¿Es que tenemos miedo de que nos falten/ les falten los ruidos que entretienen y atontan para no mirar, escuchar, celebrar la verdad profunda de que Él nos ha elegido como amigo, como amiga?, ¿es que tienes miedo de que Él te deje ver y entender quién es Él y quien eres tú y tus amigos para Él?, ¿tienes miedo de que Jesús te defraude o les defraude?, ¿es que tienes miedo de saberte y sentirte amada, amado por Él?

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:- «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.» Cuando sonó la voz, vieron solo a Jesús vieron solo a Jesús. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Mira a Jesús con su rostro cambiado por la experiencia de confirmación: Tú eres mi Hijo. ¿Qué vive Jesús? Es la cima de la experiencia: escuchar la voz de Dios, haber oído personalmente que Él es el Hijo predilecto, el escogido. “Lo que nuestros ojos vieron y nuestros oídos escucharon”… eso es lo que os contamos. Es una experiencia personal y constitutiva y a la vez es una experiencia de grupo, que da profundidad y arranca de lo superficial. “Escuchadle” ¿es una petición?, ¿es un ruego? Escuchadle en la oración, abrid todo el ser en la acogida. Dejad que todo Él os hable. Escuchadle también abajo, escuchadle en los que mueren como Él, en los indefensos, en los vulnerables desde donde Él os habla. Ellos también son el Hijo predilecto y hay que tener el coraje de mirarles a su cara transfigurada, de escuchar su voz a veces sin palabras. Escuchad a los que como Él se entregan a la muerte y a la vida y la enfrentan cara a cara y la viven con verdad y con pasión. Escuchadle, escuchadle… porque cuando sonó la voz, ya desde entonces, vieron solo a Jesús.

Es la cima de la experiencia, escuchar la voz de Dios que te dice hoy también a ti: “Tú eres mi hijo, tú eres mi hija amada”. Orar es escuchar libre, desnudamente, esa voz, acogerle a Él, dejarse transfigurar por Él, dejar que su palabra se haga vida en nosotros y que salga también para ser escuchada en su nombre en el monte con los cercanos y en el valle, en la ciudad donde se aguarda la esperanza quizás sin saberlo.

lunes, 18 de febrero de 2013

Lincoln


Por Isabel Romero. Hoy he ido a ver Lincoln, la película de Spielberg. La verdad es que he ido muy bien predispuesta. Las críticas excelentes. Daniel Day-Lewis dando la garantía de un trabajo actoral magnífico. Caracterización y ambientación precisas. Y Spielberg que, como director nunca falla. Me puede gustar más o menos el tema de la película que haga, pero la hará impecablemente. Ha tocado todos los géneros y en todos sale airoso.

Sin embargo, aquí hace una película anómala en su filmografía. En ella no hay melodrama. Sólo el drama íntimo y político de un hombre que sabía que ocupaba un lugar de la Historia que no podía ni quería abandonar.

Abraham Lincoln es, desde hace muchos años, una persona inspiradora para mí. He leído mucho de su vida, de su muerte y de su etapa como presidente de su país.

Pero no conocía el empeño que se describe en la película, de los últimos meses de su vida, por que se aprobara la decimotercera enmienda a la Constitución estadounidense. Esa en la que el país prohíbe la esclavitud en sus territorios para siempre.

No bastaba con el Decreto de Emancipación, que había sido proclamado durante la guerra y era, por tanto, una medida provisional, había que asegurar legalmente para siempre que "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo" no podía asentarse sobre dos criterios antagónicos: la consideración de que negros y blancos eran iguales y la contraria.

La igualdad ante la ley, por encima de prejuicios, ignorancia o sentimentalismos, se erige en el elemento central de la película, porque ya lo era de la convicción política lincolniana.

Ver esas escenas, esos debates, a menudo en interiores alumbrados por lámparas de gas, durante noches insomnes y vigilantes, ha sido como respirar lo mejor del espíritu humano.

Esta película viene a alimentar la memoria humana con los hechos que nos han dado el ser.

No puedo menos de sentirme agradecida. Esto, ahora, en 2013, no sólo tiene que ver con EE.UU., sino con la humanidad, con cada uno de nosotros, como la Declaración de los Derechos Humanos, los esfuerzos de las sufragistas inglesas o la plantada de aquel joven chino antes los tanques, en 1989, en la plaza de Tiannanmen.

Esta visión de Lincoln agotado e irreductible, viejo e idealista, puro y manipulador, pacífico y guerrero, me ha hecho el efecto de una ráfaga de aire limpio.

La corrupción que parece acosarnos, el tema nacionalista, la rapiña de los que siempre quieren más, el desprecio a los que nada tienen..., nada de esto puede vencer. Nada de lo que aliena a las personas, de lo que las somete y las confunde, podrá erigirse como verdadero o justo.

Lincoln animaba a mantener la fe en la razón. Dio su vida por ello.

jueves, 14 de febrero de 2013

Dos proyectos en juego


Por Redacción AJ. La liturgia del primer domingo de cuaresma, este tiempo fuerte de preparación a la Pascua, nos presenta a Jesús en combate abierto con el diablo. El pasaje está tomado del Evangelio de Lucas. También Mateo y Marcos recogen este relato en sus evangelios. Los tres lo sitúan inmediatamente después del Bautismo de Jesús en el Jordán, y al comienzo de su predicación. No es un dato irrelevante como veremos a continuación.
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo:
- «Si eres Hijo de Dios, dile a estas piedras que se conviertan en pan.» Jesús le contestó:
- «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre":»
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
- «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí todo será tuyo. »
Jesús le contestó:
- «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".»
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
- «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".»
Jesús le contestó:
- «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".»
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión. (Lc 4, 1-13)

UNA CIFRA Y UN LUGAR
Cuarenta días permaneció Jesús en el desierto. Cuarenta es una cifra que designa un período de tiempo largo e indeterminado. Evoca el tiempo que Moisés estuvo en la montaña “hablando” con Dios; simboliza igualmente los cuarenta años que el pueblo de Israel estuvo en el desierto caminando hacia la tierra prometida. La cuaresma, los cuarenta días que preceden al triduo sagrado y que la Iglesia propone como tiempo propicio para la conversión, se inspira en este número simbólico.
La escena ocurre en el desierto. Lugar inhóspito, de calor y frio, de viento, polvo y arena.  Lugar donde se experimenta la prueba, la soledad, el miedo, el hambre y la sed. El desierto es lugar de sorpresas y de riesgos, y es también lugar idóneo para el silencio, la búsqueda y el encuentro con uno mismo y con Dios.
 UNA PREGUNTA
Y cabe preguntarse: ¿Por qué va Jesús al desierto? ¿Qué le mueve a ello?
Era habitual que los profetas se retirasen al desierto. El mismo Juan elije como ámbito de su predicación el desierto. ¿Quiere Jesús hacer lo mismo? ó ¿tal vez necesita rumiar y tratar de comprender las sorprendentes palabras escuchadas en el Bautismo? “Tú eres mi Hijo amado…” Nos inclinamos por lo segundo.
Si nos fijamos detenidamente el texto dice que Jesús “lleno del Espíritu Santo era conducido por el Espíritu en el desierto”. Lucas desea subrayar que la iniciativa de ir al desierto la toma el Espíritu y es Él quien conducirá a Jesús en esta travesía dura y hostil. El evangelista da a entender que la fuerza del Espíritu recibido en el bautismo sostendrá a Jesús en la prueba contra el enemigo y en la tentación.  
La tentación entendida como aquello que pone en peligro la realización del proyecto de Dios. Aquello que nos desvía del seguimiento de Jesús. Eso, ya sean: cosas, personas, bienes, planes, deseos, afectos…  que aparecen en nuestra vida con pretensión de totalidad, imponiéndose  sutilmente y exigiendo de manera engañosa que nos sometamos a ellos; ídolos que pretenden ocupar en nuestras vidas el lugar que sólo corresponde a Dios. Ídolos y falsos dioses, omnipresentes a la condición humana que hay que descubrir para poder hacer frente. A ello nos ayudará profundizar en el texto de Lucas.
JESÚS ES TENTADO TRES VECES.
La primera tentación: “Haz que estas piedras se conviertan en pan”. En principio es un deseo legítimo, saciar el hambre. No parece que haya nada malo en ello. Pero detrás está la imagen de un dios “varita mágica”, un dios “tapagujeros” que en el fondo se puede manipular; un dios hecho al antojo y la medida del hombre. Al que se acude para saciar necesidades pasajeras, y que oculta al Dios que Jesús empieza a descubrir en el desierto, al que se acude desde la libertad, la gratuidad y el amor, el Dios que alienta y posibilita vivir en plenitud, desde los deseos más hondos del ser.
La segunda tentación: “Todo esto te daré si postrándote en tierra, me adoras”.  Es la tentación del  poder, de la riqueza y del prestigio.  No es que esto, en sí mismo, sea malo. ¿Dónde está el engaño? El texto señala que Jesús es llevado a un “lugar alto” donde divisar bien todo lo que se le dará en posesión. La intención del tentador es clara: que el prestigio, el poder, la fama, el engreimiento, etc. que dan la riqueza y los bienes materiales, sean dioses, los únicos dioses a los que adore el hombre. Jesús rechaza radicalmente esta oferta porque va comprendiendo, que su plan de salvación se sostiene en otros pilares, y pasa por el abajamiento, por hacerse pequeño, por pasar desapercibido, por estar con los últimos, por ponerse a servir, por entregar la vida...
La tercera tentación es muy sutil pues Jesús es llevado a Jerusalén, al alero del templo situándolo en el ámbito de lo sagrado. “Si eres el Hijo de Dios, tírate aquí abajo porque está escrito, los ángeles te sostendrán para que tu pie no tropiece…” De nuevo la tentación es clara, pretender adorar a un dios distante, alejado de la realidad y desencarnado que choca con la imagen del Dios que a Jesús se le está revelando. Un Dios capaz de asumir la fragilidad, el dolor y el límite. Un Dios que no evita el riesgo de la libertad, la equivocación y el fracaso.
DOS PROYECTOS EN JUEGO
Tres tentaciones y la misma dinámica: la confrontación de dos proyectos. Dos planes de felicidad están en juego. Uno el que presenta el tentador. El otro el que va descubriendo Jesús en su estancia en el desierto, y que en el contraste con el diablo se le va haciendo evidente. El proyecto de ser y de vivir como hijos de Dios. “Si eres hijo de Dios …”  
Este es el mensaje que escuchó Jesús en el bautismo. “¡Tú eres mi hijo amado. Yo te he engendrado hoy!” Aquí está el núcleo central de la predicación de Jesús y la novedad de su anuncio y misión. Mostrarnos que somos con El, hijos de Dios y estamos llamados a vivir desde esa condición y dignidad. 
La Cuaresma es tiempo favorable para desentrañar a través de la oración personal, de la reflexión y el compartir en nuestros grupos, de la escucha atenta de la Palabra, 
  •  Lo que significa vitalmente ser engendrados por Dios,
  •  Las tentaciones con las que nos topamos a diario,
  •  En qué se traduce,  en nuestro día a día, vivir sabiéndonos hijos amados de un Dios que es Padre.

lunes, 11 de febrero de 2013

Empieza en ti


Por Diana Bonilla, Santander. Hablan de crisis. De una crisis que va más allá de la economía, algo más profundo y, aunque muchos no lo vean, más alarmante. Nos encontramos ante una crisis de valores enorme.

Nos hemos acostumbrado a ver por la televisión imágenes de las pocas guerras que nos quieren mostrar (porque hay muchas en el silencio), noticias de maltratos, de corrupción, de pobreza, de injusticias, de terrorismo... Ese es el problema, que nos hemos acostumbrado. Nos hemos vuelvo impasibles, insensibles.

Hay a quienes sí se nos remueve algo en la cabeza al observar la información sesgada que nos llega de los medios de comunicación y lo que vemos (cada vez más y cada vez más cerca) a nuestro alrededor. Pero ¿qué podemos hacer?  La sociedad es injusta, no es nuestra culpa. La sociedad es hipócrita, no es nuestra culpa. La sociedad favorece a unos pocos y priva de los derechos más básicos a otros muchos. Pero no es nuestra culpa, no.

¿Alguna vez te has preguntado qué es la sociedad? Mucho me temo (y esto no es fácil de admitir, te advierto) que tú lo eres. Yo también. Todos juntos formamos la sociedad, pero es curioso cómo hablamos de ella en tercera persona, como si no tuviera nada que ver con nosotros.

Por ello, para cambiar esta sociedad (que creo que estamos de acuerdo en que al menos hay algunos aspectos de ella que no nos gustan mucho) tenemos que empezar por cambiar nosotros mismos. Supongo que ya lo habrás oído más de una vez. Pero las cosas, de tanto oírlas, se convierten en tópicos vacíos.

Me gustaría que todos llenáramos ese tópico de verdadera voluntad y acción de cambio. Si comenzamos por cambiar nuestra mente y nuestra manera de actuar, iremos transformando la sociedad. Porque esa es la parte buena de formar parte de ella, también puedes cambiarla.

¿Qué te parece?



jueves, 7 de febrero de 2013

Ser lo que somos

Por Redacción AJ. Nos encontramos ante un texto clave del evangelista Lucas en el que nos narra la vocación cristiana, simbólicamente centrada en la vocación de los primeros discípulos de Jesús: dos parejas de hermanos Simón y Andrés; Santiago y Juan.

Otros evangelistas lo narran de diversas maneras (Jn 1,35-51; Mt 1, 16-22; Mc 1, 16-20). Cada uno de ellos sitúa el marco en diferente contexto, lo cual expresa que más que estar interesados en los datos históricos les importa el significado teológico de la narración. 

Este texto de Lucas está lleno de simbolismo, y contiene las características de los relatos de vocación:
  • la iniciativa no parte de los sujetos sino de Dios en el Antiguo Testamento, de Jesús en el Nuevo y esa iniciativa acontece en medio de la cotidianidad de la vida;
  • el sentimiento de admiración, sorpresa, indignidad que aquí pone  el evangelista en boca de Pedro; la llamada no depende de los méritos sino de la gratuidad, es siempre pura gracia;
  • el anuncio de una vocación-misión: "ser pescador de hombres”, una expresión simbólica que habla de la vocación fundante de todas las personas seguidoras de Jesús; 
  • una llamada a “remar mar adentro” a pasar de nuestro yo superficial a nuestro yo profundo, a la hondura de nuestra verdad; 
  • la consciencia de la radicalidad de nuestra vocación cristiana: “dejándolo todo le siguieron”.
Vamos a desarrollar algunos de estos elementos para, una vez más, volver a escuchar que esa llamada nos concierne a todas las personas que queremos seguir a Jesús.
La iniciativa de Jesús les sorprende en medio de sus tareas cotidianas
Los discípulos se encuentran en sus barcas, vienen desanimados porque no han pescado nada en toda la noche y al llegar a la orilla se encuentran con la sorpresa de que Jesús que está allí, rodeado de gente, les sale al paso, necesitándolos: “vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de ellas… Se sentó y desde la barca se puso a enseñar a las multitudes.”

A veces esperamos que la presencia-llamada acontezca en situaciones especiales y se nos puede pasar inadvertida esa presencia en medio de la cotidianidad, de las tareas ordinarias de nuestra vida.

Apoyado en tu palabra echaré la red
La propuesta de volver a pescar, cuando no han cogido nada en toda la noche, es otro gesto simbólico de la gratuidad de la “pesca”. Lo más importante de nuestras vidas es don, regalo. Siempre tenemos el peligro de apropiarnos del bien que podamos hacer a otras personas, y el texto deja claro que el fruto desborda nuestras capacidades y esfuerzos, “en tu nombre” es decir desde la confianza en su  palabra, desde sus valores, su manera de actuar y vivir… nuestras vidas serán fecundas, con una fecundidad desbordante.

Rema mar adentro
En griego “vados” y en latín “altum” expresan profundidad y ponen de relieve el simbolismo de la frase. Sólo descendiendo a lo más profundo de nuestro ser podemos sacar lo mejor de nosotros mismos. Todo lo que con ansiedad  buscamos para saciar nuestra sed está dentro de nosotros, en lo más profundo de nuestro ser.  En lenguaje poético de San Juan de la Cruz “los ojos deseados que están en mis entrañas dibujados”.

Pero descender a lo profundo del ser, a lo profundo de la vida, no es fácil, en ese camino hay que decir adiós a las seguridades de nuestro yo superficial conocido y domesticado para adentrarnos sin saber muy bien a dónde acabará llevándonos esa aventura.

Hoy como ayer sigue resonando esa llamada: Rema mar adentro, no te quedes en la superficie, en lo efímero, en lo aparente, eficaz… sigue bajando y en el fondo de la vida, de la realidad, en el fondo de cada persona  podemos encontrar esa perla preciosa por la que puede merecer la pena venderlo todo para dejarnos alcanzar por ella.

Apártate de mí que soy pecador
Un gesto de Pedro que le honra, en contraposición a su creerse mejor que todos, “Aunque todos te abandonen yo no”, la consciencia del propio pecado, de la enorme distancia que hay entre lo que deseamos vivir y lo que de hecho vivimos no es obstáculo para seguir a Jesús. Él no rechaza nunca a quienes conscientes de su pobreza la reconocen y pueden así acoger con gozo la buena noticia del perdón gratuito de Dios, que Jesús vino a proclamar. Es bueno perder nuestros miedos a reconocer nuestros fallos, deficiencias, pecados… eso sólo nos servirá por un lado, para vivir en verdad, que en definitiva esa es la humildad y, por otro, para vivir con la consciencia de sabernos siempre acogidos como hijas e hijos pródigos que, un día tras otro, recibimos del Padre-Madre buena el abrazo del perdón..

Yo te haré pescador de hombres.
“Pescar hombres” era un dicho popular que significaba sacar a alguien de un peligro, es decir ayudar a alguien a librarse de la fuerza del mal (representado por el mar). Una vez más el recuerdo de esa vocación fundante: ayudar a librar del mal, dar vida, sanar, curar… la pasión de Jesús a la que en ese texto nos vuelve a invitar a todas las personas que queremos seguirle.

Pero de nuevo nos urge la consciencia de que nuestro ayudar a otros a salir del mal supone hacer nosotros antes el camino, desde nuestra pobreza, y limitación. Pero sólo puede mostrar el camino del bien quien lo transita, aunque sea pobremente.

Y dejándolo todo lo siguieron
De nuevo el lenguaje teológico, no significa que históricamente desde ese momento Pedro y los otros hayan abandonado su modo de vivir cotidiano.

De nuevo aquí nos encontramos con una llamada a abandonar nuestros yoes superficiales como identificadores de nuestra identidad auténtica. Seguir a Jesús en primer lugar es desplegar todas las posibilidades de nuestro propio ser.

La primera vocación es la de darnos a luz a nosotros mismos, abandonando caminos que nos desorientan, conductas destructivas, hábitos rutinarios para poder desplegar nuestro verdadero ser: hijos e hijas amadas de Dios.

El segundo paso para vivir nuestra verdadera vocación es recrear la hermandad, ayudarnos unos a otros a vivir de verdad como hermanos y hermanas, y eso supone abandonar nuestras actitudes individualista, egoístas, nuestros caminos egocéntricos.

Finalmente nuestra vocación cristiana nos supone implicarnos, con todas nuestras posibilidades, en ayudar a dar a luz a un mundo nuevo que ya gime entre dolores de parto, esperando una nueva oportunidad que, como se nos recuerda en toda llamada vocacional, no se hará sin nuestro consentimiento.

En definitiva un hermoso texto que nos vuelve a convocar como personas y comunidades a vivir nuestra auténtica vocación: Ser lo que somos, hacer verdad la filiación y la fraternidad.

lunes, 4 de febrero de 2013

CUIDADANÍA GLOBAL

Por Teresa Cabello García, voluntaria de InteRed AndalucíaMe gustaría que todos nos tomáramos un tiempo de reflexión acerca de un concepto, sospecho que nuevo para la gran mayoría, que desde que supe de él me ha hecho plantearme la importancia del lenguaje y de lo importante que es denominar correctamente.

Supongo que el término Ciudadanía es conocido por todos y todas, y Ciudadanía Global, aunque más reciente, ha ocupado y ocupa muchas noticias de actualidad.

Afortunadamente hay muchas personas y comunidades trabajando en la educación de una ciudadanía global con el fin de que cada uno de los ciudadanos y ciudadanas desarrollemos el sentimiento de pertenencia a un grupo local y global, pasemos de la sensibilización a la concienciación para acabar en la acción y la movilización por un mundo más justo en la que nuestra participación es necesaria y obligatoria.

Pues ahora quiero que vayamos un poco más, ¿qué pasaría si intercambiáramos el lugar de la u y la i en la palabra ciudadanía? Obtenemos la palabra CUIDADANÍA.

El término nace en Sevilla cuando se inauguró  el Centro Vecinal Pumarejo en mayo de 2004. Al descubrir la placa inaugural descubrieron un error del ceramista que la realizó, en la misma se puede leer: “…para uso y disfrute de la cuidadanía…”, en lugar de ciudadanía. A día de hoy es un término cada vez más usado y que va de la mano de otros conceptos de cambio como es el decrecimiento.

La cuidadanía reivindica poner el cuidado de la vida en el centro y no los mercados, como ocurre hoy día, el cuidado de las vidas, de todas. Debemos trabajar por una sensibilización, concienciación y posterior acción para reconocer la importancia de la gestión y mantenimiento de los cuidados diarios que actualmente son tan invisibles. Debemos educar y ser educados en un cuidado personal tanto físico como mental para pasar en cadena a los cuidados de las personas con las que convivimos y del entorno en el que nos movemos para así ir tejiendo la red de cuidados hasta llegar a una cuidadanía global. La cuidadanía sólo se entiende de manera universal, basado en un cuidado mutuo y no jerarquizado.

Para todo ello es necesario el desarrollo de conciencia crítica así como una educación motora en participación porque los cuidados implican acción y responsabilidad de todos y todas para con todas y todos.

Desde InteRed trabajamos en cuidadanía a través de la campaña “Actúa con cuidados” con la que reflexionamos sobre el valor de los cuidados, de la importante necesidad de que sean visibilizados y ocupen un lugar de prioridad en nuestra vida diaria. El actual sistema capitalista nos ha llevado a una vida donde lo importante es producir más, consumir más y obtener más beneficios individuales. Este sistema es injusto e insostenible puesto que el fin único es económico y monetario. “Actúa con cuidados” tiene el fin de darle la vuelta a un iceberg cuya base sólo es sostenible a través de un trabajo de cuidados con los que podemos mantener y reproducir la vida. pero esta base no se visibiliza, sólo vemos el pico que está por encima del agua, ese mercado que ostenta el lugar más alto pero que si se destroza la base se hunde.

Reflexionemos, movilicémonos y participemos por construir un mundo en el que el bien común sea el objetivo y esto sólo lo conseguiremos cuidándonos.