"En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?» Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.» Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»" (Jn 18, 33b-37)
Por Redacción AJ. Este domingo se celebra la fiesta de Cristo Rey y para
entender el sentido histórico de esta festividad viene bien conocer que fue
promulgada en 1925 por el Papa XI en el ocaso de las monarquías absolutas en
Europa. Con esta fiesta se pretendía afirmar la soberanía de Cristo y de su Iglesia frente al avance del ateísmo.
Ante el texto evangélico de Juan, que en este domingo
compartimos los cristianos, estaría bien hacernos algunas preguntas que nos
ayuden a esclarecer el sentido que puede tener en nuestro momento acercarnos a
Jesús y su reinado:
1. ¿Cómo nos resuena hoy esta expresión de “Cristo Rey”?
2. ¿Cómo habría que entenderla a la luz del Evangelio?
3. ¿Qué nos supondría a los creyentes sentirnos implicados en
la construcción de ese reinado?
1. ¿Cómo nos resuena hoy esta expresión de “Cristo Rey”?
En primer lugar, el término “Rey” no parece ajustado a Jesús
de Nazaret ni a lo que él vivió y defendió. Tampoco es un símbolo atractivo, ni
sugerente para nuestros contemporáneos. Es más, la figura del rey es en gran
parte de nuestra cultura una figura más decorativa que efectiva, en las
actuales monarquías parlamentarias. Por tanto no parece muy oportuno seguir hablando de Cristo
Rey a no ser que, como diremos a continuación, seamos conscientes de que Jesús
en todo caso sería un rey muy particular.
2. ¿Cómo habría que entender esta expresión de Cristo Rey a
la luz del Evangelio?
Si hablamos de “Cristo Rey” en el conjunto de la vida de
Jesús, podríamos decir, como mucho, que nos referimos un rey “muy extraño”.
Sabemos que en su vida él rehusó ser proclamado rey y criticó el poder político
y religioso de su tiempo. No es un rey al estilo de Pilatos, ni de ningún
dirigente político. Su realeza procede del amor de Dios vivido en su corazón y
hecho verdad en sus gestos de cada día. Él
es rey servidor, eso supone proclamar un Reino donde todos se sientan reyes a
su estilo, es decir, que todos sus
seguidores sepamos ser servidores de todos. Como dice José Enrique Galarreta,
podemos incluso decir que es el “anti-rey”: ni poder, ni dinero, ni
reconocimiento oficial, ni armas, ni acepción de personas. Los reyes de este
mundo serán así pero Jesús no es un rey de este mundo. Sus armas son la
capacidad de com-padecer, la dedicación a curar, decir la verdad hasta la
muerte, preferir a los últimos, ponerse siempre a favor de las personas, ser
“impuro” para poder ayudar. ¡Extrañas armas y extraño rey!
Y ya que hablamos del Rey tenemos que hablar del Reino.
Jesús habló del Reino de Dios. También podríamos decir que el Reino de Dios es
el “anti-reino”. Lo que domina en gran parte de nuestra sociedad es la
necesidad obsesiva de consumir, de trepar, de competir. Lo que reina en ella es
la desconfianza, la venganza y la injusticia, el menosprecio de los pobres, la
explotación de la naturaleza… Y no es decir
que reinan porque todos sean así, sino porque eso es lo que domina, lo
que se impone, lo que aparece en los
medios, lo que se propone como éxito. Jesús propone exactamente lo inverso: que
domine, que se imponga, que se considere como éxito la solidaridad, el respeto,
la justicia, la buena fe, la reconciliación, la atención preferente a los
últimos, el amor.
El reinado de Dios revelado en Jesús, es un Reino del que
nadie debe ser excluido, que ya está aquí, en medio de nosotros, dentro de
nosotros. Dios se siembra desde dentro y hace vivir. Reina el amor. El reino de
Dios no es un lugar sino una actitud, la que reveló Jesús: el servicio en vez
del poder.
¿Reinará Dios alguna vez? Podemos tener la tentación de
pensar que no. La violencia, la rapacidad y el consumo desenfrenado parecen más
fuertes que la bondad, la generosidad, el perdón, la compasión… Pero Jesús
creía en la fuerza de la semilla, en el poder de la levadura, en la fuerza
imperante del Espíritu, del viento de Dios.
3. ¿Qué nos supondría a los creyentes sentirnos implicados
en la construcción de ese reinado?
En el contexto en el que Jesús contesta a Pilatos: “Tú lo
dices soy Rey, para eso he venido para ser testigo de la verdad”. Vemos cómo
Jesús claramente vincula su reinado con testificar la Verdad.
Ser testigos de la verdad no es serlo de una verdad
abstracta ni dogmática, sino de la verdad de nosotros mismos y la verdad del
seguimiento de Jesús construyendo su Reino..
Ser testigo de la verdad de nosotros mismos incluye el reconocimiento de la propia verdad, tanto
a nivel psicológico como espiritual. No puede estar en la verdad quien no se
acepta con toda su verdad, con sus luces y sombras. Cuando alguien se acepta a
sí mismo empieza ya a caminar en verdad. Ser de verdad uno mismo, no nuestras
falsas imágenes, usando una expresión de Pedro Poveda conocida por nosotros:
“Tú has de ser siempre tú mismo”. Esto es lo que vivió Jesús. Porque llegó a
vivir profundamente la verdad de su ser pudo decir: “Yo Soy la Verdad”.
Ser testigo de la verdad del seguimiento de Jesús
construyendo su Reino es trabajar para hacer de este mundo un reinado en el que
los últimos del mundo sean los primeros; un reinado sin tronos, ni poder, ni
ejércitos, ni palacios… sino un reinado de sencillez, servicio, perdón,
solidaridad… Un reinado de samaritanos que cuidan heridos; un reinado donde se
proclamen con la vida las bienaventuranzas evangélicas… En definitiva es hacer verdad que su señorío es de amor
incondicional, de compromiso con los pobres, de libertad y justicia, de
solidaridad y misericordia.
Finalmente en este día en el que escuchamos a Jesús decir
que ha venido a dar testimonio de la verdad, ¿no necesitaríamos hacer personal
y comunitariamente un examen de la verdad de nuestro seguimiento de Jesús?
¿Cómo mostramos este seguimiento en nuestro compromiso por construir aquí el
Reino?
¿No sería un buen momento para verificar la verdad y
libertad de nuestra persona discerniendo quién reina en mí?
¿Qué puede arrebatarnos la libertad y el señorío de nuestras
vidas?
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