1. Este primer largometraje de Javier Fuentes-León (Lima, 1968), ha sido galardonado, entre otros, en el Festival de Cine de San Sebastián, 2009 (Sección Horizontes Latinos) y en el Festival Internacional de Cine de Sundance, 2010 (Premio del Público). Rodada íntegramente en Cabo Blanco (Perú), sus protagonistas proceden de distintos países del ámbito latino: Bolivia (Cristian Mercado), Colombia (Manolo Cardona) y Perú (Tatiana Astengo).
2. Sin ser una película autobiográfica, el director se reconoce en muchos de los dilemas y mucho del crecimiento personal del personaje principal. En el fondo, afirma, hay experiencias personales. En efecto, la experiencia vital del protagonista (Miguel) se presenta desde las emociones que despiertan los afectos. Más allá de su historia de amor con Santiago y su cariño hacia Mariela, se abre la complejidad del rol social que se asume y las consecuencias para el reconocimiento/rechazo grupal.
3. Significativa la honestidad con que se afrontan los sentimientos y la humanidad que se descubre en los personajes. Huyendo de maniqueísmos, la postura adoptada por cada uno de los habitantes del pequeño barrio pesquero de Cabo Blanco es reconocible en cualquier colectivo humano.
4. La película hace un guiño al realismo mágico latinoamericano, en su interés por mostrar lo irreal como algo cotidiano y común: pese a que en la mayor parte de la película el personaje de Santiago es un fantasma, el espectador puede verlo, como lo ve Miguel tras el accidente.
5. Interesante la evolución en los personajes y el grupo y los cambios en sus actitudes y reacciones, pese a la fuerza de los prejuicios. También se agradece la imagen de Iglesia que presenta, como comunidad que comparte, celebra, acoge y perdona.