lunes, 14 de mayo de 2012

Colligite fragmenta

Por Francesc Tous. Barcelona se ha convertido últimamente en una de las capitales europeas de esto que se suele llamar la “nueva evangelización”, principalmente por haber sido a lo largo del tiempo cuaresmal una de las doce ciudades participantes en la Misión Metrópolis, una iniciativa surgida directamente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. En el conjunto de eventos organizados, los jóvenes han contado con su propio espacio: el 10 de marzo tuvo lugar un acto especialmente pensado para ellos, con la presencia del arzobispo Martínez Sistach, que dio una catequesis entorno a la pregunta “¿Quién es Jesús para vosotros?”. Si leéis la noticia a la que os remite el vínculo anterior, veréis que al final se habla de una edición especial del evangelio de San Marcos pensada para la ocasión y se destaca que el arzobispo animó a los jóvenes a ofrecerla a “algún amigo que esté en búsqueda”. De hecho, el reparto de evangelios de san Marcos fue la acción estrella de la Misión, o en todo caso la más transversal. Algunos utilizaron la imaginación para cumplir con el encargo, como por ejemplo los integrantes del Movimiento Universitario de Estudiantes Cristianos, que el 23 de abril, el día de Sant Jordi, el día que Barcelona se llena de libros y rosas, repartieron evangelios acompañados de abrazos y deseos para un mundo mejor.

Más allá de la Misión, en el marco de la cual se han organizado otras acciones como ésta, la “nueva evangelización” continúa muy presente en las actividades que se ofrecen a los jóvenes de la diócesis. Sin ir más lejos, un par de fines de semana atrás varias diócesis catalanas organizaron un curso llamado “Una luz en la noche”, impartido por los Sentinelle del matino. Si echáis un vistazo a la página web de esta iniciativa italiana, la relación entre el proyecto y la “nueva evangelización” es explícita. La idea básica del curso propuesto es convertir a los jóvenes católicos en agentes activos de evangelización allí donde se encuentran los jóvenes, es decir, en el mundo de la noche.

Dejemos aparcada la “nueva evangelización” por el momento. En lugar de asistir a este curso, el sábado 5 de mayo dediqué la mayor parte del día a participar en el I Fórum Fragmenta. Os estaréis preguntando de qué va esto. La editorial Fragmenta nació hace cinco años y sus responsables decidieron celebrarlo organizando una jornada que pusiera en contacto a los lectores con los autores, y viceversa. En uno de los talleres en los que participé, los editores revelaron a los asistentes cómo funcionaba la editorial por dentro. Entre otras muchas historias, los fundadores de Fragmenta explicaron cómo habían dado con el nombre adecuado para una editorial de sus características. Según sus propias palabras, Fragmenta publica “libros no religiosos sobre religiones”. Ponen a disposición de los lectores traducciones de textos clásicos de diversas tradiciones religiosas y ensayos sobre tema religioso desde una perspectiva aconfesional. Así pues, el nombre con el que se debía presentar el sello editorial tenía que evitar connotaciones confesionales. La inspiración les llegó leyendo a Raimon Panikkar, que no en balde es uno de los autores tótem de la empresa. En La intuición cosmoteándrica, Panikkar toma una frase prestada del Evangelio de Juan para encabezar la primera parte del libro: Colligite quae superaverunt fragmenta, ne pereant (“Recoged los trozos que han sobrado, para que nada se desperdicie”, Jn 6,12). Dice Panikkar: “Nada se desprecia, nada se deja de lado. Todo está integrado, asumido, transfigurado... Pensar todos los fragmentos de nuestro mundo actual para reunirlos en un conjunto no monolítico, pero sí armónico”. La labor de Fragmenta siempre se ha desarrollado bajo este signo, bajo la idea de que ninguna tradición puede reclamar para sí el conocimiento completo de la Realidad, sino que sus intuiciones forman parte de una unidad más amplia.

Hasta hace poco, Fragmenta sólo publicaba en catalán. Aunque la comunidad hispanohablante tiene la suerte de contar con editoriales muy rigurosas y activas en el ámbito en el que se mueve Fragmenta, creo que es una muy buena noticia para los “castellanolectores” que Fragmenta se haya decidido a sacar una colección de libros en castellano, que por el instante se nutre básicamente de las versiones castellanas de libros publicados anteriormente en catalán. Pero ojo, porque la colección en castellano cuenta con algunos de los best-sellers de la editorial: Monjas, de Laia de Ahumada (un libro de conversaciones con veinte monjas, entre las que se encuentran Teresa Forcades, Lucía Caram o Berta Meneses), El monje y la psicoanalista, de Marie Balmary (otra conversación: en este caso una ficción dialogada entre la autora, una psicoanalista, y el monje Marc-François, hermano de Jacques Lacan), y el más reciente Hacia un tiempo de síntesis, de Javier Melloni, un autor que empieza a ser ya imprescindible.

En el diálogo que se estableció entre los editores y los lectores que antes mencionaba, hubo un momento en el que una mujer les preguntó si eran conscientes de la responsabilidad que acarreaba una tarea como la suya, sobre todo si se tenía en cuenta que los jóvenes, en general, podían sentirse más cómodos en este contexto que en el de los ambientes más estrictamente confesionales. Y aunque hay que reconocer que, pese a la diversidad, en la jornada los jóvenes éramos minoría (pero no residual), yo asentí y pensé: “¡Exacto!”. Exacto, en el espíritu de Fragmenta, que es el mismo espíritu que el de Panikkar y el de Melloni, hay algo realmente nuevo, algo joven (como sus editores, que tenían menos de treinta años cuando fundaron la editorial), algo amplio, vasto, fresco, algo que grita por hacerse presente y que anuncia una plenitud de contornos inéditos. Y sobre todo hay algo que, como diría Wilber, no niega ni disocia, sino que integra y trasciende.

A riesgo de confundir peras con manzanas, a veces me pregunto qué sentido y qué dimensión tiene el adjetivo “nuevo” cuando en determinados contextos se asocia con el concepto de “evangelización”. De qué estamos hablando exactamente. Me pregunto si tiene algo que ver con el espíritu de Fragmenta, con la alegría de comunicar nuestro fragmentum y con el deseo de abrirse a los que lo complementan. Me pregunto si lo de adaptarse a los nuevos lenguajes y a los nuevos escenarios va más allá de una mera cirugía estética. Me pregunto qué plenitud estamos anunciando. Me pregunto todas estas cosas, pero supongo que cada uno deberá recoger sus respuestas. 

lunes, 7 de mayo de 2012

¿Qué Iglesia quieres ser?


Por Samuel Medina. En estos días volvemos a ver la campaña que la Iglesia Católica está haciendo en España para marcar la casilla que le asigna un 0,7% de nuestros impuestos de la Declaración de la Renta. Algunas cifras de lo que hacen con ese dinero se puede ver en la web de la campaña (http://www.portantos.com/hacemos/cifras.html), las cuales son realmente espectaculares. Yo marcaré la X, puesto que pienso que la labor y el dinero que recauda tiene buen fin, pero no deja de resultarme en todo caso un privilegio que la Iglesia (como institución) sigue teniendo como herencia del pasado. En todo caso, el de la Iglesia no es un excepción, pues otros muchos organismos se nutren de los impuestos que los ciudadanos pagan: Patronal, Sindicatos, Organizaciones de Interés general… ¿Qué sería de la Iglesia (como institución) si dejara de recibir esos fondos? Desconozco si cada vez la marca más o menos gente, pero paradójicamente creo que sería positivo que tendiera a financiarse con recursos propios, ajenos a la asignación estatal. Se daría un paso delante de autenticidad. No tenemos la respuesta a la pregunta, pero si es una obra de Dios, seguirá adelante, sea como sea…

Me considero una persona creyente y profundamente “de Iglesia”. Me siento dolido, muy dolido, cuando se le critica y se sacan a relucir sus innumerables incoherencias y sangrantes heridas. Me duele porque la considero mi familia. Una familia que no es perfecta, pero familia al fin y al cabo. El símil es sencillo: Uno puede saber que su hermano/a, padre, madre, hijo/a etc. mete la pata o anda por un camino erróneo o es un inútil sin más, pero por mucho que lo sepa, no deja de resultar doloroso oír críticas y descalificaciones contra los tuyos…

Yo me siento tan Iglesia como cualquier otro bautizado, como cualquier cura, como cualquier religioso/a, como el mismo Papa. Todos tenemos roles y responsabilidades distintas, pero para los que intentamos vivir esto en serio, la “marca” se erige al ser bautizados. Por tanto, cuando se critica a la Iglesia, me siento aludido, pues me considero parte activa de ella. No me identifico con innumerables posturas, declaraciones, decisiones, pero no por ello, quiero dejar de ser Iglesia. Para mí, la pregunta clave que deberíamos hacernos es: ¿Qué hago yo para cambiar lo que no me gusta de la Iglesia? No me cabe duda de que las circunstancias harán que esta vaya cambiando y adaptándose a los nuevos tiempos motivada por elementos exógenos, por la necesidad, pero creo que la verdadera revolución debería llegar desde dentro: de nuestro comportamiento y forma de encarnar el mensaje de Cristo.

Mi experiencia en Málaga (sé que no es una situación general) es que nuestra Diócesis nos ofrece variedad de cauces sobre los que incidir. Tenemos representación en el Consejo Diocesano de Pastoral Juvenil, donde se decide conjuntamente con otros movimientos de Iglesia las actividades que se van a realizar durante el año. También, creo que gozamos de una buena hornada de gente pegada a la Diócesis que se parten la espalda por dar un testimonio de vida coherente con Cristo. Entiendo que el camino a seguir para cambiar todo lo que no nos gusta debe empezar por ahí: por encontrar a aquellas personas/movimientos exigentes, críticos, con los que nos veamos reflejados. Por sentirnos Iglesia, dejando claro que la representatividad de la misma no la ostentan aquellos movimientos/grupos que se creen dueño de la misma y se amparan bajo el paraguas de la jerarquía...

Es un hecho que desde hace ya varios años, décadas quizás, la Iglesia (institucional) se haya claramente alineada. No puedo dejar de pensar que hoy en día, en el entendimiento de mucha gente, el ser cristiano está en el mismo pack que ir a misa, tener una ideología conservadora, votar a determinado partido de centro derecha y vestir de una determinada manera. No son más que burdas etiquetas absurdas, pero que están ahí. Responden a un inusitado interés por crear un estereotipo del cristiano, pues una vez que algo se dibuja, es más fácil definirlo y por tanto, tenerlo controlado. Nosotros, como Movimiento, tenemos mucho que decir al respecto y trabajar por romper esas odiosas etiquetas.

El problema viene cuando nos dedicamos a criticar sin hacer nada al respecto. Existen cauces, una hoja de ruta a seguir, y somos nosotros los que no la aprovechamos. Cientos de excusas nos llevan a no querer representar la manera de ser Iglesia que tenemos y queremos. Sabemos que debemos  estar “ahí”, y esto es algo que llevamos años trabajando, pero no conseguimos arreglar. Creo que en el fondo subyace que “fundirnos” con los demás, es perder parte de nuestra identidad, cuando posiblemente sea así cuando más nos reafirmemos. Necesitamos defender nuestra postura, nuestra manera de ver el Evangelio, porque los que ocupan los lugares de representación, ya están copados por los de siempre. Y están, desde mi punto de vista, muy alejados del mensaje de Cristo.
Es nuestro deber y obligación demostrar que todos somos IGLESIA. La misma que erigió Cristo. La misma que sigue viva hoy en día…