martes, 29 de marzo de 2011

Libia: 10 rodeos y una respuesta final

Por Óscar Mateos. Mi amigo me pregunta: ¿estás a favor de la intervención en Libia?
  • Hombre, lo cierto es que la posibilidad de una masacre en Bengasi por parte de las tropas leales a Gaddaffi resulta espantoso. Srebrenica, Sarajevo o Ruanda realmente son episodios demasiado frescos que pesan sobre la conciencia colectiva.

Bien, pero no me has respondido, ¿estás a favor de la intervención militar en Libia?

  • A ver, esta vez la intervención cuenta con la cobertura legal del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, e incluso con cierto respaldo de la Liga Árabe, a diferencia de lo que fue Kosovo a finales de los noventa y, especialmente, Irak, en el 2003.

Pero, entonces, ¿estás a favor o no?

  • Es que masacres se pueden producir en muchos lugares. A menor escala ya están teniendo lugar en Bahrein, Yemen, Arabia Saudita, Jordania o Siria. No sé cómo va actuar la comunidad internacional en el caso de que algunos de estos contextos derive en una situación similar a la de Libia.

¿Eso qué quiere decir?

  • Además, hay que tener en cuenta que aplicar ese criterio debería haber llevado al mismo Consejo de Seguridad o a otras instituciones a adoptar soluciones drásticas en coyunturas como la de Gaza, las constantes masacres que hoy día continúan en el este de la República Democrática del Congo (4 millones de muertos desde 1996 y una respuesta patética de la misión de Naciones Unidas más importante de la historia, MONUC) o la sistemática violación de derechos humanos que tiene lugar desde 2003 en la región oeste de Sudán, Darfur.

Por favor, una respuesta ya…

  • Y está el petróleo… siempre he defendido que las guerras no son sólo por petróleo o recursos (tampoco lo fue en Irak, donde había otros componentes que también pesaban, como el carácter mesiánico de Bush y sus halcones). Ese (el del petróleo) me parece un argumento demasiado simple para entender la verdadera complejidad de las cosas. Pero está claro que Gaddaffi ha tenido el control del grifo de unos recursos que Occidente necesita, y sin él las cosas serán más fáciles.

Eso hay que tenerlo en cuenta, pero ante la intervención, ¿qué dices?

  • Es que no sé si la comunidad internacional es muy consciente de dónde se está metiendo. En Libia ha estallado una guerra civil, la resolución va a proteger a la población civil, una parte de la cual también está armada. ¿Y quiénes son los rebeldes? ¿qué va a suponer respaldarles y su aparente victoria? ¿Cómo se abordará la posterior reconciliación del país?, ¿a qué tipo de divisiones sociales se está contribuyendo?

Sí, pero, la población libia podía haber sido masacrada, sigues sin contestar la pregunta…

  • También es cierto que es imprevisible los escenarios que se pueden derivar: ¿una victoria rápida y contundente y la claudicación del líder libio?, ¿ayudará a una rendición y al inicio de una transición?, ¿se enquistará la guerra?, ¿cuánta gente morirá en ese proceso?, ¿la comunidad internacional persistirá en su empeño a pesar del elevado coste económico de la operación?, ¿se abandonará Libia como hoy se ha hecho con Irak?, ¿qué tipo de transición se favorecerá?, ¿regímenes cocinados, artificiales y potencialmente insostenibles como en Afganistán e Irak?, ¿quién tutelará todos esos procesos?

No has contestado todavía…

  • Sin duda, Gaddaffi es un personaje siniestro (por cierto, él y su Libro Verde fueron objetos de culto y seguimiento para muchos sectores intelectuales africanos a finales de los setenta y en los ochenta), ha financiado guerras, entrenado guerrillas como la del Frente Unido Revolucionario que tanto daño hizo en la Sierra Leona de los noventa, o suministrado armas a personajes como Charles Taylor, hoy juzgado en La Haya por el Tribunal Especial de Sierra Leona… por cierto, también me gustaría saber cuándo, como sociedades, estaremos dispuestos a reivindicar de manera contundente la imputación de Bush o Blair por los crímenes en Irak, o cuando vamos a poner fin al horror casi invisible de Guantánamo, o a las torturas que está sufriendo el soldado Manning en EEUU por filtrar los cables a wikileaks…

De acuerdo ¿pero?

  • También es cierto que a la construcción del hoy “monstruo” y demonizado Gaddaffi, de algún modo u otro, en mayor o menor manera, han contribuido nuestros líderes políticos, con alfombras rojas, grandes recepciones y la venta de armas… era una pieza clave en un escenario geoestratégicamente siempre complejo para los intereses occidentales (lucha contra el terrorismo, controles migratorios, …).

Oye, ¿sí o no?

  • ¿De verdad se habían agotado todos los mecanismos diplomáticos? ¿Era imposible frenar la entrada de Gaddaffi en Bengasi y en otras poblaciones y evitar una matanza? El uso de la fuerza siempre es perverso, genera más violencia, es el fracaso de la inteligencia humana, “el último recurso del incompetente”…

Me quedo sin respuesta…

  • Creo que mi respuesta es que no… No estoy a favor de las intervenciones armadas en un contexto en el que existen tantas contradicciones, en el que las reglas de juego son tan injustas, tan mal hechas y tan asimétricas o en el que el doble rasero y la doble moral se pasean con tanta impunidad. Pero, por otra parte… ¿y la población de Bengasi?, ¿y la de Gaza? ¿Y la del Kivu Norte?…

sábado, 26 de marzo de 2011

Un encuentro que cambia la vida

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial, Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.» La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.» La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.» Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.» La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.» Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo.» En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.» (Jn 4, 5-42)
Por Redacción AJ. El evangelio de este domingo nos presenta el encuentro de Jesús con una mujer de Samaría. Desde el primer capítulo, el cuarto evangelio nos va introduciendo progresivamente en el misterio de Jesús. En una dinámica de encuentros y signos milagrosos sucesivos, Jesús va descubriendo su identidad a aquellos/as con quienes comparte la mesa, la palabra, los caminos y la vida. Frente a su persona no es posible mantenerse al margen: o se confiesa la fe en El o se rechaza abiertamente su testimonio. A través del encuentro, percibimos igualmente a una mujer, que se erige como modelo de discipulado.

La escena se desarrolla en territorio samaritano, es decir, en una región heterodoxa, despreciada y símbolo de prostitución. Jesús traspasa una frontera espacial, pero no es la única. Entabla conversación con una mujer, que además, es presentada como pecadora pública (4,18). Samaritana de nacimiento (4,7), sufre una nueva discriminación en relación al pueblo judío por pertenecer a un pueblo de herejes. Por tanto, se trata de una mujer situada en los márgenes de la historia: por su condición de mujer, por su forma de vivir, por el grupo cultural al que pertenece y por la religión que profesa. Por tanto, Jesús franquea también otras barreras, las de género, de raza y de religión.

El diálogo con esta mujer sin nombre comienza a partir de una necesidad que siente Jesús. Tiene sed (4,7) y está fatigado del camino (4,6). El reconocimiento de su necesidad de agua posibilita que ella muestre su hospitalidad y acogida con el forastero. Jesús se hace el encontradizo, allí donde la mujer está, en la vida cotidiana de ella, y llega a ella como debilidad que fortalece. Y al recibirle, la mujer despliega toda su capacidad para dar y darse. Teresa, una gran maestra de espíritu, dirá “nada puede el alma sin que se lo den; y ésta es su mayor riqueza” (Camino de Perfección 32, 12). A su vez, la respuesta ofrecida por la mujer hace posible que Jesús comparta con ella el agua de vida que brota de su fuente inagotable. Un intercambio de amor que subraya la reciprocidad de la relación y donde emergen las dos identidades ofreciéndose lo mejor de sí mismos.

Jesús ha transgredido fronteras (espaciales, de género, de religión…) para llegar a entabla el diálogo con esta mujer de Samaría. Se muestra ante ella con un profundo respeto. Cree que ella es digna de atención y no de desprecio. En un comentario de Pedro Poveda a este texto, califica el encuentro diciendo “aquí todo es sencillez, dulzura y franqueza… [Jesús] Le habla el lenguaje que ella entiende. Sorprendida queda la mujer. ¿Y cómo no?”.

Con sus palabras Jesús también despierta en la mujer su anhelo profundo de vida (4,15). La seduce desde la hondura de su ser. Le hace desear el agua que ha de calmar definitivamente su sed, la acoge y reorienta los deseos de su corazón integrándolos en una dinámica de salvación y liberación. De la mano de Jesús, la samaritana inicia un primer éxodo que implica dar el salto de las necesidades sentidas (materiales, psicológicas...) a una reestructuración personal que tiene su punto de partida en la acogida del Dios de la Vida. Sus viejos deseos insatisfechos han quedado polarizados por el Dios, que en Jesús la acoge con una inmensa ternura, que establece con ella una palabra no de condena, sino de salvación, que la reconoce en la legitimidad de sus aspiraciones como ser humano. Es la experiencia de Jeremías: “me sedujiste, Señor, y me dejé seducir” (Jr 20), o la experiencia que deja traslucir la parábola del tesoro en el campo y la perla (Mt 13, 44-46).

Reorientada en un nuevo espacio salvífico, Jesús la invita a adentrarse en su historia de dolor y sufrimiento (4, 16-19). La ayuda a pasar de las “pequeñas preguntas cotidianas” a la “PREGUNTA”, es decir, hace de partera con ella para que alumbre la pregunta por el sentido de su vida, por el horizonte desde el que quiere que su vida se oriente y se dinamice. Jesús la orienta hacia nuevos ámbitos de realidad, nuevos ámbitos de construcción de su existencia en relación, y lo hace acompañándola en el proceso de sanación y restauración que se va a ir dando en ella. Y la mujer consiente.


Ella se visibiliza como palabra de verdad y autenticidad (“no tengo marido”). El reconocimiento de su historia personal así como es, hace posible que, a su vez, acceda a un nuevo descubrimiento de Jesús: “Señor, veo que eres un profeta” (4,19). En ese diálogo libre de prejuicios morales, la fe de la mujer va creciendo, hasta confesar su fe en el Mesías (4,29). Se deja interrogar, pero también interroga, razona, pide explicaciones, discierne con las luces recibidas su herencia religiosa y se abre definitiva y confiadamente al Dios que, con tanta sabiduría y tanta ternura la conduce por los nuevos caminos apenas vislumbrados. Tiene inquietud de preguntar, de buscar una explicación consistente a su interrogante vital, y desde ahí inicia el éxodo de sí misma para abrirse a quien la habita en lo más profundo de su ser y la hace “repuntar” a la vida. Ella, dirá Juan Crisóstomo, un autor del siglo IV, que “pregunta… por las verdades de fe” (Homilía sobre el evangelio de San Juan, 32,3), y muestra una gran capacidad igualmente de escucha: deja que las palabras de Jesús resuenen en su interior, permaneciendo junto a Jesús.


El relato de Juan nos deja ver también a una mujer que destaca por su capacidad de confiar, que en nada la anula, sino que la potencia y la hace fecunda para ella misma, para otros y otras, para el Reino. Cara a cara con Jesús (cf. Gn 32,31), se va dejando conducir hacia un futuro que no estará ya sostenido por sus propias fuerzas, sino por las del Dios que habitándola la hace vivir en plenitud.

Su palabra creyente le vale ser presentada como discípula en abierto contraste con los judíos (2,18-20) e incluso con la figura de Nicodemo, que la precede (3,10). El discipulado incipiente de la samaritana se manifiesta en su disposición a beber del agua que Jesús le da, la cual se convertirá en ella en “un manantial del que surge la vida eterna” (4,14). Una imagen semejante a la de la vid y los sarmientos y que, en el sentir de la comunidad joánica resume los rasgos del verdadero discípulo/a.

A partir del diálogo con Jesús a esta mujer se le reconoce, por último, una palabra de anuncio (4,39.42). Se siente provocada a llevar la buena nueva y la esperanza a su comunidad. Su modo de hacerlo a partir de una pregunta revela la no imposición de su mensaje. Quiere para su pueblo un descubrimiento como el suyo, un camino progresivo y personal de desvelamiento del Misterio de Amor. A través de ella, los de Samaría accederán al Dios desvelado en Jesús. Es portadora de un mensaje de salvación que rompe con los límites impuestos por el judaísmo. Ella es ahora fuente de credibilidad y de confianza para su comunidad, y esto recrea las relaciones y establece nuevos parámetros de comprensión. De ella dirá Juan Crisóstomo que esta mujer de quien destaca “su diligencia y su sagacidad, “una vez que encontró la fuente verdadera”, dejó atrás otras preocupaciones y centró todas sus energías en torno a lo realmente importante. Por ello, ella, dirá este autor, “ha llevado a cabo, aunque en un grado mayor, lo mismo que hicieron los discípulos. Aquéllos, llamados, abandonaron las redes; ésta, en cambio, espontáneamente, sin que nadie se lo ordene, abandona el cántaro y, transportada por la gracia, asume el papel de los evangelistas. Y no llama a una o dos personas, como Andrés y Felipe, sino que poniendo en pie a toda la ciudad, a mucha gente, los condujo hacia él”. Poveda dirá “Ella fue un apóstol de Jesús. ¡Qué dicha!”.

Se acerca a sus vecinos y persuade, no impone, deja que sean los varones y mujeres de Samaría quienes se acerquen a Jesús y descubran por sí mismos lo que ella misma ha vivido”. Y eso, continuará el Crisóstomo, porque sabía con seguridad que, una vez que hubieran probado de aquella fuente, creerían las mismas cosas que ella” (Homilías sobre el evangelio de San Juan, 34,1).

martes, 22 de marzo de 2011

¿No arde nuestro corazón?

Por Pilar Fernández Padierna y Sofía  Militantes de Acit Joven en León. "¿No arde nuestro corazón? Ese lema fue el que nos guió a lo largo del encuentro de militantes celebrado en Los Negrales los días 12-13 de marzo. Para todos fue un lugar de reencuentro y caras desconocidas provenientes de toda España (Madrid, Málaga, Barcelona, Valencia, Valladolid, Mallorca, Córdoba… e incluso Dublín). En total éramos 38 personas reunidas. Viajando en el tren de ida hacia los Negrales, me invadía la incertidumbre de qué iba a encontrar allí, pero de una cosa estaba segura: sería único, irrepetible, inolvidable. Y, afortunadamente, así fue. Nada más llegar allí me sentí como en casa, en familia; pero también me vinieron viejos recuerdos de estancias atrás, en otras épocas y ambientes. En recepción me embriagó un olor asociado al lugar: la lavanda, esa flor que purifica el espíritu y baña el ambiente de paz y serenidad. Cuán fue mi sorpresa cuando nos dijeron que íbamos a los nuevos pabellones, pues creía que dormiríamos en el nuevo alberge recién inaugurado. Y lo primero que pensé nada más verlo fue: ¡Esto es como un hotel! Allí el placer de encontrarte con viejos amigos y ver gente nueva me daba seguridad. Lo mejor del viernes fue la noche, donde rompimos el hielo mediante algún que otro juego de lo más amistoso. Paseando por la zona y reflexionando acerca del camino de Emaús hubo un texto que me impactó y que comparto con vosotros: “Enséñame a esperar contra toda esperanza, a saber que los hombres somos injustos, y pese a ello seguir luchando por la justicia. A saber que somos egoístas y aún así seguir luchando por el amor. A ver que el mundo no tiene arreglo y por eso dar la vida para arreglarlo.” Mi compañera me dio una enorme lección: a veces nuestras preocupaciones son insignificantes cuando conocemos otras personas con verdaderos problemas. Somos egoístas en un mundo egoísta, que no se para a pensar que no todo es YO, sino los demás. “Podrá decir que ama, pero no saber amar, porque amar es ser capaz de arriesgar por otro”. Juntos en la capilla, ante Pedro Poveda, pusimos en común nuestras vivencias personales. Ya por la tarde, en pequeños grupos, discutíamos sobre qué es la identidad y el compromiso. Pablo dio en el clavo. Al parecer en la sociedad hay dos tipos de personas: las que son ensalada, es decir, la zanahoria es la zanahoria, el tomate es el tomate, la lechuga es la lechuga…Y las que son puré, todas juntas pero sin tener personalidad propia. La conclusión a la que llegamos es que tenemos que ser una ensalada aliñada, tener identidad personal y a la vez compartir como grupo. Esto es Acit Joven. siempre habrá alguien dispuesto a tender la mano en cualquier momento bueno o malo. Fúndete, pero reconócete. Por la noche tuvimos cine: “La casa de mi vida”, una de esas películas que recomiendo, ya que nos hace reflexionar si merece la pena vivir sin vivir o vivir la vida al máximo y ser feliz. En definitiva, la “casa” que vamos construyendo a lo largo de nuestras vidas es un reflejo de nosotros mismos. El domingo, nada más levantarme, me embargó un sentimiento de tristeza porque ya todo estaba acabando, pero me propuse aprovechar al máximo el día que tenía por delante. Fue una mañana para acercarnos a la realidad e intentar transformarla, a través de una vivencia personal y a la vez muy actual: ¿qué hacer cuando cuestionan nuestra fe? ¿Cómo actuar ante esta situación? Lo que me llevé de ese momento es que no hay que avergonzarse de lo que somos, hay que tener las ideas muy claras ante una sociedad que se empeña en atacarnos sólo para sentirse por encima de nosotros. Es cierto que nuestra sociedad actual tiene una visión estereotipada de los jóvenes cristianos, pero eso no impide que vivamos nuestra fe abiertamente. Fue un encuentro acogedor pero breve. Hemos compartido y nos hemos reencontrado con otros y con nosotros mismos. No quiero acabar sin dar las gracias a todos los militantes por hacerme sentir que no estoy sola en esto, que hay más gente ahí fuera que comparte mis ideales y mis creencias; estando con vosotros me siento como dentro de una gran familia, en la cual no me podría sentir más cómoda. Con vosotros el tiempo pasa demasiado rápido. No me gustaría despedirme sin felicitar a la Institución Teresiana por el enorme esfuerzo de haber mantenido esa llama que Pedro Poveda en su día encendió, hace ya 100 años en Covadonga. Desde ese momento en que Poveda creyó, ¿cuántas personas hacemos realidad sus sueños?
Por todo ello gracias… porque ya estoy deseando que volvamos a vivir más encuentros como este. Y aquellos que todavía no lo habéis descubierto… ánimo, porque merece la pena vivirlo.

domingo, 20 de marzo de 2011

Camino hacia la Pascua...

"En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos»
". (Mt 17, 1-9)
Por Redacción A.J. En este itinerario que recorremos hacia la pascua, las lecturas de este domingo son como “un alto en camino”, un aviso de lo que nos espera al final de este recorrido que hacemos en la cuaresma.

Jesús en el Evangelio está con Pedro, Santiago y Juan. Los tres fueron llamados por Jesús, los tres respondieron e iniciaron la aventura del seguimiento. Para ellos no fue un camino fácil: Jesús, a veces, les desconcertaba, rompía sus expectativas, no respondía a sus impaciencias.
A los discípulos les hizo falta la convivencia estrecha con Jesús, escuchar su palabra, sorprenderse ante sus gestos, entrar poco a poco en su lógica (una lógica distinta a la del poder, el éxito o la imposición…), les hizo falta acompañar a Jesús a Jerusalén y experimentar el desconcierto y la crisis de ver cómo el Maestro era crucificado.
Sólo al final del camino, el encuentro con el resucitado les abrirá los ojos y el corazón, y –mirando hacia atrás- comprenderán, ahora ya a fondo y con una luz nueva, quién es este Jesús que ahora siguen experimentando vivo y presente entre ellos.
Pero ya antes han tenido ocasión de descubrir, de intuir… El seguimiento de Jesús de Pedro, de Santiago, de Juan, estuvo también preñado de fe en Jesús, de confianza en él, de vislumbrar la presencia sanante, poderosa y misericordiosa de Dios en él y con él.
El evangelio de este domingo, nos presenta –en condensado- uno de esos momentos: Jesús se transfigura ante ellos (su rostro como el sol, sus vestidos blancos como la luz) y los discípulos experimentan –como en un anticipo- la identidad de este Jesús al que quieren y siguen.
En este camino de cuaresma también nosotros hacemos experiencia de caminar con Jesús hacia la pascua. Es probable también que podamos sentirnos identificados con la experiencia de aquellos primeros discípulos: que la lógica de Jesús muchas veces nos descoloca (la lógica de la entrega por amor, del servicio desinteresado, de la debilidad, de la misericordia...). Tal vez experimentemos que caminar hacia Jerusalén nos da miedo, que nos cuesta aceptar el paso por el dolor, el sufrimiento y la muerte.
Y también, en este camino, Jesús nos invita a “subir a la montaña”. Posiblemente podemos compartir experiencias en las que nuestra fe se fortalece, en las que la alegría se crece y en las que, ya ahora, y en medio del camino, sentimos la presencia de Jesús que nos anima a no tener miedo, a seguir acompañándole hacia la Pascua, a vivir, con él y como él, la lógica del amor que es más fuerte que la muerte.

Miedo a Jesús

Por A. Pagola para Eclesalia. La escena conocida como "la transfiguración de Jesús" concluye de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: «Este es mi Hijo amado»: el que tiene el rostro transfigurado. «Escuchadle a él». No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Escuchad a Jesús. Sólo a él.

«Al oír esto, los discípulos caen de bruces, llenos de espanto». Les aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.
La actuación de Jesús es conmovedora: «Se acerca» para que sientan su presencia amistosa. «Los toca» para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables: «Levantaos. No temáis». Poneos de pie y seguidme. No tengáis miedo a vivir escuchándome a mí.
Es difícil ya ocultarlo. En la Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los pasos de Jesús, nuestro único Señor.
Tenemos miedo a la innovación, pero no al inmovilismo que nos está alejando cada vez más de los hombres y mujeres de hoy. Se diría que lo único que hemos de hacer en estos tiempos de profundos cambios es conservar y repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en "odres nuevos" el "vino nuevo" del Evangelio?
Tenemos miedo a unas celebraciones más vivas, creativas y expresivas de la fe de los creyentes de hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento generalizado de tantos cristianos buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con lo que allí se está celebrando. ¿Somos más fieles a Jesús urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos da miedo "hacer memoria" de él celebrando nuestra fe con más verdad y creatividad?
Tenemos miedo a la libertad de los creyentes. Nos inquieta que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en voz alta sus aspiraciones, o que los laicos asuman su responsabilidad escuchando la voz de su conciencia. En algunos crece el recelo ante religiosos y religiosas que buscan ser fieles al carisma profético que han recibido de Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el Espíritu puede estar diciendo a nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el Espíritu en el pueblo de Dios?
En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras: «Levantaos. No tengáis miedo».

lunes, 14 de marzo de 2011

Poder y responsabilidad

Por Tusta Aguilar. En el comentario del lunes 21 de febrero de 2011, "Foro Juvenil: Culturas Juveniles, Contextos Desafíos y Transformaciones" se hacía referencia a esta conocida cita de P. Poveda a los jóvenes:
Preguntarán: ¿Qué podemos hacer?
"Ustedes pueden trasformar el mundo, ni más ni menos."
(Pedro Poveda)
Hace unas semanas escribía sobre el “árbol de la crisis”. Si alguien se animó a hacerlo, sería interesante que nos lo envíe y lo podamos conocer, completar y, sobre todo, tenerlo en cuenta por si, quizás sin saberlo, estamos fortaleciendo sus raíces, robusteciendo su tronco y/o manteniendo sus frutos en lugar de arrancarlos.

Porque tenemos poder para cambiar más de lo que pensamos. Al menos para no mantener lo que no queremos y, además, tal como expresa esta imagen: nuestro poder es nuestra responsabilidad.

A modo de ejemplo: seguro que conocemos algo de lo que está pasando en países del norte de África (Túnez, Egipto, Libia…). ¿Qué ha hecho posible que Ben Ali, de ser un presidente, reconocido por los estados europeos, “buen amigo” e incondicional colaborador de intereses, no claramente confesados, haya huido a “los países del golfo” según nos cuenta la prensa? Convendría analizar y celebrar quiénes lo han hecho posible, quiénes han dejado de mantenerlo, cómo lo han conseguido…

Quizás estos análisis y estos agradecimientos nos animen a retirarnos también nosotros de algunos pedestales que mantenemos (con nuestras acciones y/o omisiones) para poder caminar en libertad. Y sobre todo para que nuestro mundo sea un espacio de Vida para todos. Porque la transformación del mundo, y de pequeños “mundos”, también depende de nosotras y nosotros.

viernes, 11 de marzo de 2011

Palabras que liberan

"Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Pero él le contestó: “Está escrito: ‘No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’”. Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: ‘Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras’”. Jesús le dijo: “También está escrito: ‘No tentarás al Señor, tu Dios’”. De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: ‘Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto’”. Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían." (Mt 4, 1-11)


Por Redacción AJ. Estamos estrenando la Cuaresma, la comenzábamos el miércoles con la imposición de la Ceniza, un tiempo oportuno para revisar y renovar nuestra condición de hijos disfrutando de los dones recibidos en el bautismo. Una invitación a centrarnos en la persona de Jesucristo, superar la rutina y el conformismo -que, sin darnos cuenta, penetra en nuestra vida-, y caminar hacia la inmensa alegría de la Pascua. Tiempo oportuno, camino, itinerario de fe que no está exento de esfuerzo y lucha. Quizás el inicio tenga que ver con reconocer nuestra fragilidad, por eso al imponernos la ceniza apelaban a la memoria: “recuerda que eres polvo…”


Mateo nos presenta a Jesús en el desierto, allí ayuna durante cuarenta días y es tentado. El texto está precedido por el relato del bautismo y la teofanía del Jordán (3, 13-17), ha quedado patente que es el Hijo amado de Dios. La misión de Jesús comienza para el evangelista con un “combate” del que sale victorioso, aunque no será la única vez que Jesús puesto a prueba, mucha gente le cuestionará sobre su manera de ser y vivir como Hijo de Dios. En este primer domingo de Cuaresma los textos bíblicos con los que Jesús responde al tentador nos sirven de clave para situarnos en la experiencia de los cuarenta años del pueblo de Israel de travesía por el desierto. Jesús revive las tentaciones del pueblo, pero se mantiene fiel a Dios, su Padre. Esas tentaciones son la de un mesianismo materialista (las piedras que se transforman en pan); de un mesianismo mágico, fantástico (descenso desde el alero del templo); y de un mesianismo político (la idolatría del bienestar y del poder).


“No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Y nosotros básicamente nos alimentamos del propio pan que nos amasamos; nos sostenemos en nuestros propios proyectos, en nuestros éxitos, ... lo nuestro, lo mío, yo.


“No tentarás al Señor tu Dios”. Junto a esta afirmación de Jesús, que viene repitiéndoseme a modo de mantra durante toda la semana, han ido brotando a modo de imágenes: Tentamos a Dios cuando olvidamos su amor y adoramos otras cosas. Tentamos a Dios cuando nos mostramos tan autosuficientes que rechazamos cualquier tipo de ayuda. Tentamos a Dios cuando nos decimos hijos suyos pero descuidamos a todos los que también lo llaman Padre. Tentamos a Dios cuando nos creemos más que nadie, cuando nos parece que nos lo merecemos todo, cuando buscamos el reconocimiento. Tentamos a Dios cuando pretendemos ser el referente de la justicia, del amor…

“Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”. ¡Creyentes y no creyentes adoramos tantas cosas! El cuerpo, la propia imagen, las ideologías, los grupos humanos, los bienes…

“El Espíritu llevó a Jesús al desierto”, así comienza la perícopa. El desierto es el lugar de la prueba, de la tentación. En él se vive el límite, se siente el abandono, la soledad, el sinsentido. Pero el desierto es también el espacio habitado por Dios; el lugar para la posibilidad del encuentro y del auxilio de Dios. Allí está Él acompañando, sosteniendo, escuchando, dando de beber, consolando. El profeta Oseas (Os 2,16ss) afirma que es el lugar oportuno para la seducción, entiendo que se refiere a apartar del camino que se ha tomado para reconducirse, el lugar donde puede darse la conversión, y es el lugar para las confidencias y la intimidad.

“El Espíritu llevó a Jesús”. Quizás sea éste el tiempo oportuno para dejarnos acompañar hasta el desierto, para dejar que nuestros criterios y actitudes queden atravesados por la Palabra de Dios, para afrontar la tentación y ponerle nombres. Quizás sea el momento de recuperar la identidad recibida en el bautismo y de ir conformando nuestro corazón, nuestra mente, nuestras actitudes, todo cuanto somos, a Cristo. Y seguro que nos ayuda mucho compartir con otros caminantes –comunidad parroquial, grupo de fe, acompañante- nuestros pasos.

martes, 8 de marzo de 2011

JAP madrileños y jienenses de convivencia en Jaén

Por Irene Gregorio. El fin de semana del 12 y 13 de febrero tuvimos en Jaén un encuentro de Jóvenes Amigos de Poveda en el que nos lo pasamos muy bien. Aprendimos cosas de la Institución, conocimos a gente nueva, hicimos amigos, compartimos... y, sobre todo, nos mostraron un modo distinto y especial de disfrutar de unos días, sin consolas ni televisión.
Para los de Madrid, esa convivencia comenzó cuando el autobús se puso en marcha a las 9 de la mañana. Empezamos bien el viaje con una oración y una canción a María, el reparto de las identificaciones y con un concurso sobre Pedro Poveda: “¿Quién sabe más sobre la historia de Pedro Poveda y su obra?” Dos equipos, una pregunta y una sola respuesta. Si no recuerdo mal, hubo un claro empate. No sé quién sabría más, pero todos aprendimos algo.

Tras este intensivo concurso, ¿por qué no una ronda de chistes? Y hasta la parada a medio camino, eso fue lo que hicimos. El resto de viaje consistió en una guerra de rimas. Sí, eso he dicho, una guerra de rimas. Pareados alocados que nos dejaron atontados, jaja.
Una vez en Linares, fuimos a ver la Iglesia de Santa María la Mayor acompañados por algunos amigos de Jaén. Luego nos condujeron al Centro Cultural Pedro Poveda para comer y charlar tranquilamente en el patio. Un rato más tarde nos dieron la bienvenida “oficial” y nos hablaron de los lugares povedanos que luego visitamos a pie.
Tras coger de nuevo el autobús, llegamos al fin a Jaén. ¡Y menuda bienvenida! Carteles de colores, risas y sonrisas, saludos, ambiente de fiesta... y madrileños y jienenses conectaron enseguida. Presentación de animadores, dinámica de presentación para los animados y cine fórum. “Las llaves de casa”, eso fue lo que vimos. La historia de un chico deficiente y la relación con su padre, que le abandonó cuando era un bebé. A pesar de no verla entera, nos marcó. Nunca está de más ver películas poco corrientes que nos muestren realidades que desconocemos o ignoramos. El cine fórum estuvo muy bien llevado por el animador que lo organizó haciendo participar a más de cien chavales.
Y después... ¡a la rica cena! con platos preparados por la gente de allí. Gracias a la colaboración de muchos, platito a platito, se montó allí un banquete digno de reyes. Muchas gracias por alimentarnos durante nuestra estancia con tan deliciosos manjares.

Por la noche, la velada se dividió en dos partes. La primera consistía en conocer el colegio. Su historia y su relación con Pedro Poveda. Vimos la capilla con el (tríptico), el piano comprado con el primer sueldo de Josefa Segovia, la Virgen niña... ¡y el escalón! No nos olvidemos del escalón de piedra que trajeron de la casa donde residía Pedro Poveda cuando vivía en Jaén.
La segunda parte fueron juegos. Cuatro eran las habitaciones y cuatro los juegos. Risoterapia, macedonia, las sillas y explota el globo de tu compañero sin que exploten el tuyo. Durante una hora no se oyeron más que risas, gritos, música y toques de campana para avisar del cambio de habitación. Tras esto y dos bailes preparados por nuestros amigos andaluces (el tallarín y el waka waka) nos fuimos a dormir. Bueno, algunos más que otros. Pero finalmente, todos durmiendo tranquilamente.A toque de campana nos despertaron la mañana siguiente y tras arreglarnos un poco, bajamos a desayunar... ¡churros calentitos y chocolate! Hay que ver qué bien nos cuidan. También habían preparado algunos bizcochos caseros. ¡Ñam! Tras el desayuno, continuamos bien el día con la misa.

Después tocaba visita a la ciudad. La catedral, la casa de Pedro Poveda, la iglesia donde bautizaron a Josefa Segovia... Todo nos fue enseñado por magníficos guías que nos iban ilustrando con detalles, historias y leyendas.

Al volver al colegio tuvimos una presentación de las jornadas de Huerta Carmela y las jornadas de Acit Joven. El presente y el futuro. Para comer tuvimos hamburguesa. Los chicos bajaron al patio, disfrutando del sol, el buen tiempo, la buena compañía y la hamburguesa, claro.

Tras una despedida de igual o mayor magnitud que la bienvenida en la que los jienenses se despidieron de cada uno de nosotros con olas, gritos y aplausos, los madrileños volvimos a montarnos en el autobús, guardando todo lo que habíamos vivido en nuestra cabecita y nuestro corazón, y esperando el día en que volvamos a ver a nuestros amigos de Jaén, eso sí, la próxima vez en Madrid, con nosotros de anfitriones. Gracias por esta convivencia tan estupenda.

sábado, 5 de marzo de 2011

¿Está el amor para sacar de razón?

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día, muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados."
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»" (Mateo 7, 21-27 )
Por Redacción AJ. El texto de hoy continua siendo parte de los "consejos" que comentábamos la semana pasada. Parece que la liturgia, las lecturas, nos van preparando en este tiempo ordinario el camino hacia la cuaresma. Al fin y al cabo, al decir "tiempo ordinario" se hace eco en mi interior que es ahí, en el tiempo ordinario, en la vida cotidiana, en lo normal y no-extraordinario donde acontece la historia de salvación de cada uno y cada una. Tiempo ordinario que atravesado de Dios es tiempo "extraordinario".

Para aquellos que nos decimos seguidores de Jesús, discípulos suyos, nos suele preocupar "cumplir su voluntad" y nos preguntamos entonces por los modos, los "qués" (qué tengo que hacer, qué tengo que decir, qué tengo que cumplir...). Cuando leí el evangelio hace unos días, para saber qué decir en este comentario me quedé con lo de construir sobre roca... Sin embargo, al releerlo varias veces más, al rezarlo, me he sentido descolocada por estas palabras: "muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí."

Han profetizado en su nombre, en su nombre han echado demonios, y en su nombre han hecho muchos milagros... y resulta que no basta...

En su nombre participamos de la vida de la Iglesia, en su nombre somos parte de un grupo, de una comunidad, en su nombre animamos grupos o damos catequesis o hacemos un voluntariado y... ¿Puede ser que no baste? ¿Qué marca la diferencia para ser conocidos por Jesús o no serlo?

¿Cómo puede ser que todo esto que hacemos en su nombre puede no ser sinónimo de "El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca."? ¿Dónde está el quid? ¿Qué marca la diferencia?

Santa Teresa habla en las terceras moradas de "estas almas tan concertadas". (...) Parecernos ha que las que tenemos hábito de religión y le tomamos de nuestra voluntad y dejamos todas las cosas del mundo y lo que teníamos por El, que ya está todo hecho."

En estas moradas la persona tiene conciencia de encuentro con Jesús, pero no está dicho el sí por completo. Efectivamente puede que la persona se haya comprometido en el seguimiento, como las monjas a las que habla Teresa han tomado hábito y dejado las cosas del mundo y lo que tenían por Él, y puede parecer que ya está todo hecho...

Pero no es así... Teresa dice de estas personas "tan concertadas" (con todo tan colocado) que "no está aún el amor para sacar de razón". Queremos seguir a Jesús, sí, pero queremos seguir llevando las riendas de la vida, de nuestra vida. Hay todavía miedo a dejarle a Él llevar las riendas... Elegimos desde la prudencia...

"No está aún el amor para sacar de razón"... El amor como motor, como motivo profundo para profetizar en su nombre, en su nombre echar demonios, y en su nombre hacer muchos milagros... Amor que tiene su fuente profunda en Dios y que brota a la superficie a través de rostros y personas concretas. Amor que descoloca y no deja que hagamos las cosas desde la prudencia, desde el "yo con esto ya he cumplido"... Amor que no conoce la medida, que no lleva cuenta de lo mucho o poco que he dado, que no dice "hágase tu voluntad, pero ten cuidado con qué pides". No lo decimos así, a lo bruto, pero... nos resistimos tanto... damos tanta autoridad a los que nos "animan" a "ser creyentes pero sin pasarnos"... Parece que de lo que nos examinarán al final de la vida es de cuánto hemos amado...
"Pues, Señor mío, no os pido otra cosa en esta vida, sino que me beséis con beso de vuestra boca, y que sea de manera que aunque yo me quiera apartar de esta amistad y unión, esté siempre, Señor de mi vida, sujeta mi voluntad a no salir de la vuestra; que no haya cosa que me impida pueda yo decir, Dios mío y gloria mía, con verdad que son mejores tus pechos y más sabrosos que el vino." (Teresa de Jesús, Cantar de los Cantares 3, 15)