lunes, 30 de mayo de 2011

Imagen y Apuntes para una mirada contemplativa (II)

El pasado 10 de mayo Teresa Lozano nos ofrecía una imagen para una mirada contemplativa. Hoy continuamos el comentario con unos apuntes que le han ayudado en esa búsqueda:
"Este efecto transformante creador de una NUEVA VIDA, la del Resucitado, se verifica y nace en la oración de entrega, y está sellada con la palabra y la vida de los místicos y verdaderos orantes: Aunque nos parezca osadía, bueno será releer sus palabras de ánimo y disponernos en lo que esté de nuestra parte, confiando sobre todo, en el Don de Dios. "
Por Teresa Lozano. Con esta finalidad os ofrezco algunos apuntes que a mí me han servido para “situarme” ante la realidad desde una nueva dimensión. Una mirada contemplativa a uno mismo, al mundo y a la historia no se improvisa. Requiere un aprendizaje.

Santa Teresa habla de la necesidad de cultivar el deseo inicial de oración y lo llama "determinada determinación". Dice también que a orar se aprende orando, "sin desfallecer". También Teresa advierte de la necesidad de pureza de corazón: "Buscar no los consuelos de Dios, sino el Dios de los consuelos" El orante va a dar su vida, su ser, su "nada" a Dios.

San Juan de la Cruz, en su libro "Llama de amor viva" (III,36) escribe: “ que en cuanto el alma comience a entrar en ese estado sencillo y sereno de la contemplación… nunca deber intentar figurarse cualesquiera meditaciones o agarrarse a consolaciones espirituales.”

Es importante recordar que esta oración, aunque tiene voz desde el Espíritu, nace en lo más hondo de nuestro corazón. WILLIGIS JÄGER Teólogo, benedictino y maestro zen decía recientemente que “El camino para captar esa presencia del Señor (en el mundo) consiste en la oración de contemplación” y que “Tenemos en nuestro interior posibilidades para comprender la realidad de un modo que no puede abordarse con la razón… Se trata de un nuevo nivel de la conciencia… de ser más plenamente humano… (Entrevista concedida en el Ateneo Jovellanos de Gijón ).

Esta dimensión de una mayor conciencia, de algún modo nosotros la podemos “cultivar”: Yo la siento muy vivamente como algo necesario en la sociedad en la que vivimos. Es preliminar a todo lo que hemos visto que es la oración. Es una necesidad básica, fundamental, que nace del propio SER. Es un tiempo que tengo que darme yo, que no excluye ningún aspecto de la vida y contribuye a un plus de humanidad y reorientación como persona. Es como ponerme en pie y SER yo misma Solo desde ahí, sin miedo, a pesar de mi fragilidad SER PARA EL MUNDO Y ABRIRME, SIN ROMPERME, A LA REALIDAD QUE VIVO. En la Psicología humanística se habla muchas veces de la necesidad de darse TIEMPO PARA EL SER. Estaríamos en un primer nivel de interiorización y de búsqueda.

Todos los experimentados en la contemplación, insisten también en decir que esta oración abre nuestra consciencia espiritual a los niveles más profundos de nuestro ser y que la conciencia ordinaria, se va haciendo cada vez más profunda. Se encuentra "envuelta en el misterio de Aquel que, aun oculto, se ha manifestado, algo más".

Creo que tenemos que creer que es posible “acercarnos” a la mística y la contemplación, no como una conquista, que vamos a conseguir o un programa a tener en cuenta, sino cultivando el deseo y sabiendo que puede entrar en nuestro pequeño horizonte personal, porque como también decía la Santa “su Majestad es muy Amigo de ánimas animosas y pobre alma la que hasta en deseos se contenta con poco”. De eso se trata hoy aquí. De saber que esto es posible. La mística es, un camino de oración... Y muchos cristianos llegan a una frontera con su oración verbal dirigida hacia un Dios personal y entonces entran en una nueva forma de oración. Esa oración es una nueva experiencia de lo que llamamos Dios. Es lo que la tradición llama oración contemplativa.

Por eso, algunas escuelas de oración que se basan en Mateo 6,6: La oración en secreto a la que nos invita Jesús, hablan de que la “oración Centrante” (Keating,) nos lleva a la contemplación. La definen como “ver lo sagrado en todo….” y conduce a la ''unión transformadora: experimentar la presencia de Dios constante en cada uno de nosotros, y en el universo”.

Metodológicamente los grandes Maestros de oración de todos los tiempos y en todas las religiones coinciden en decir que para disponernos a la oración de contemplación, podemos servirnos en un principio de la imagen, de los mantras, de la respiración, de “la aplicación de sentidos” (S. Ignacio), de la “Atención”, de la “Advertencia” (S. Juan de la Cruz) y nada o muy poco de la razón.

Teresa de Jesús siempre decía que para esta oración de contemplación se requiere soledad y silencio: Hay que empezar por crear soledad. "Así lo hacía El siempre que oraba", Soledad para entender "con Quién estamos". Silencio del cuerpo y de la mente para buscar a Dios en nuestro interior. “Las cosas que suceden en el alma son como algo que sucede en las profundidades del mar. Arriba en el mar hay turbulencia, pero mientras más se baja, hay total y absoluto silencio”. El deseo de buscar silencio y soledad es un síntoma de que estamos llegando a la verdadera oración, y tiene ya en sí mismo un efecto transformante que en cierto modo “verifica” la verdad de nuestra oración.

Todos los Maestros también coinciden en decir que la contemplación nunca se consigue por nuestro esfuerzo, o voluntad. Es un don, que Dios da cuando, como y a quien quiere. Sta. Teresa tiene muy claro, "que no se puede merecer", aunque también dice: “pero sí sabemos que a Dios se le gana con la humildad” . “Por eso es bueno reconocerse "nada" ante Dios … pues lo somos” …”Dios es libre de dar su don”.

De ahí que para algunos Maestros lo primero que nos urge es vivir nuestra pobreza radical: Cristina Kaufmann, Carmelita Descalza, en su escrito “La contemplación en el claustro” lo describe muy acertadamente: “Lo primero que me urge es vivir mi pobreza radical ante Dios, conocida a través de la contemplación, cada vez más profundamente, dejarme poseer por El y que El disponga de mí; La solidaridad con los pobres de este mundo tiene que pasar por Cristo. Dejarnos identificar con El; por El nos acercaremos verdaderamente a los pobres y percibiremos la revelación que nos hacen de Dios. La contemplación en el Claustro es una escuela en la que se aprende a ser sin tener y a vivir sin aparentar”.

Y Teresa de Ávila dice que la Oración de Contemplación requiere una entrega total y abandono, a sus planes: "ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor" . No imponer a Dios nuestra propia voluntad. "Su Majestad sabe mejor lo que nos conviene; no hay para qué aconsejarle lo que ha de dar”… "Entregar nuestra libertad para que El pueda hacer en nosotros según Su Voluntad”.

Ese reconocimiento de la pequeñez que es la verdad sobre nosotros mismos, es una actitud que además de atraer el don de Dios, nos lleva a la alabanza. También nos lleva al sentimiento de confianza y filiación, de la sencillez de hacerse niño. Nos sabemos capaces de poder recibir en la oración la Sabiduría que viene de Dios. Si no fuera así, no sería justo creer en el Dios que “siempre está deseando como dice Sta. Teresa darnos más mercedes que las que le pedimos”. El mismo Jesús dice: "Yo te alabo, Padre, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así te pareció bien" (Mt 11, 25). Hacerse niño es creer y confiar en Dios nuestro Padre.

Hay muchos otros efectos vinculados a la contemplación que el mundo de hoy nos reclama: La relación fraterna, la verdad de uno mismo, la solidaridad y la amistad, la naturaleza como imagen de Dios. Cito, por la evidencia de su testimonio a dos mujeres Cristina Kaufman y Teresa de Jesús, separadas por más de medio siglo de existencia en el Carmelo:
El vivir y convivir se realiza desde la experiencia esencial de convivir con Dios. De ahí un respeto, una veneración, una gratitud peculiar al tratar con los hermanos, una capacidad de silencio reverente ante el misterio del otro, una generosidad ante la libertad del otro y admiración por la forma de estar presente Dios en el otro. Al mismo tiempo, es una ocasión de absoluta verdad en la propia vida.” (“La contemplación en el claustro” ) Cristina Kaufmann
Más llanamente Teresa de Jesús dice a este propósito con toda sencillez y claridad:
"...porque poco me aprovecha estarme muy recogida a solas, haciendo actos con nuestro Señor, proponiendo y prometiendo de hacer maravillas por su servicio, si en saliendo de allí, que se ofrece la ocasión, lo hago todo al revés". (Moradas 7, cap. 4,7)

“La contemplación y la amistad son dos dones divinos que tocan lo más profundo del ser humano, que convergen en lo más hondo, allí donde todo está abierto hacia el Otro, donde nace la esperanza y el anhelo del Tú para poder ser plenamente yo. La contemplación es la amistad con Dios. La amistad entre los hombres, si es auténtica, es participación de la contemplación divina”. Cristina Kaufmann

"Cuanto más santas, dirá Teresa de Jesús, más conversables". (Camino, cap. 41,7)
Finalmente y de nuevo Cristina, nos invita a “sentir” la contemplación porque ésta:
“afina la sensibilidad por la presencia silenciosa y solitaria de todas las cosas. El cielo, los pájaros, las plantas, las piedras, la tierra, las flores, el mar, las nubes, la lluvia y el sol, los animales, el día y la noche, el frío y el calor, el viento y la tormenta, son presencias que simbolizan nuestra soledad, nuestro propio silencio, y a la vez les damos sentido en solidaridad con ellos ante el Creador. La contemplación debería despertar en nosotros un respeto grande ante la creación, una veneración que no es ecologismo de moda, sino que tiene que ver con aquella transparencia que tienen todas las cosas para quien ha sido mirado por Dios y mira con los ojos de Dios”.
Sería tener la experiencia de la realidad cósmica.

viernes, 27 de mayo de 2011

¿Dónde estás?


"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él”. (Jn 14, 15-21)

Por Redacción AJ. Continuamos la lectura iniciada el domingo pasado. Estamos en el diálogo de Jesús con los discípulos que el evangelista Juan sitúa en el contexto de la Última Cena. Contexto de despedida y confidencias; contexto marcado por el amor fraterno y por la promesa: “no os dejaré huérfanos, volveré”.


Este texto es el primero de los cinco anuncios del Espíritu Santo que encontramos en el cuarto evangelio, y nos presenta al Espíritu “de verdad” de forma personificada, como el “Paráclito”. Un término extraño fuera del pensamiento judío, que en boca de Jesús se entiende como el que acompaña, asiste, ayuda, sostiene, aboga, procura, aconseja e intercede, el que anima e ilumina el camino interno de la fe. El Paráclito ocupa el puesto de Jesús, para que los fieles no se sientan desamparados y puedan contar siempre con su presencia y la fuerza de su palabra. La Iglesia no está sola, los cristianos no estamos solos (“huérfanos”), pues el Espíritu de verdad está en medio de nosotros como un impulso vivificador.


Jesús se dirige a sus discípulos (entiéndase la Iglesia en el evangelio de Juan). Jesús, por tanto, nos habla a la Iglesia, nos habla a nosotros. Y nos dice que el auténtico discípulo es el que ama a Cristo y cumple sus mandamientos (v.15 y v.21). En la tradición bíblica amar a Dios y guardar sus mandamientos son una sola cosa. . Ese cumplimiento es la prueba de la libertad del creyente. Y de su amor. Dios ha tenido la iniciativa de amar primero. Guardar los mandamientos es la manera concreta que tenemos de amar al Dios que, sin condiciones, siempre nos ama. El amor no consiste sólo en palabras. No basta con aceptar en teoría los mandamientos. Es preciso ponerlos por obra. Pues esos que le aman son los que tiene capacidad de recibir el don del Espíritu.


Después de su ida al Padre (muerte), Jesús volverá (resurrección) y los discípulos podrán verlo porque él seguirá vivo. Entre los discípulos –nosotros- y el Resucitado se estrecha un vínculo tan fuerte e íntimo que durará para siempre, es ese estar en del v.20: “yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros”. La consecuencia de esta profunda unión es que podemos ver a Cristo, experimentar su amor y ser testigos de la buena noticia de la salvación.

lunes, 23 de mayo de 2011

¿Época de cambios o cambio de época?

Por Óscar Mateos. No descubro nada si afirmo que atravesamos un momento histórico. No es sólo la magnitud de la crisis, son las convulsiones sociales y la intensidad con que se están produciendo, son los nuevos medios y redes sociales, los nuevos lenguajes, los nuevos relatos…Síntomas todos de que algo, a lo mejor, está cambiando en nuestra sociedad. Síntomas, a lo mejor, de que nos encontramos en un profundo corrimiento de tierras y no sólo en una simple crisis económica. Pero esto no lo digo yo, lo anuncian a menudo algunos sociólogos, y seguramente, todos, desde nuestra cotidianeidad percibimos que algo profundo se está produciendo. No sabemos si bueno o malo. Sólo intuimos que el mañana ya no será como el ayer, que nos encontramos, seguramente, ante un cambio de época.

La historia social nos demuestra que los procesos históricos son lentos, que las transformaciones muchas veces son silenciosas, pero sobre todo, que nunca es el fin de la historia, que nada es para siempre. Probablemente, Juan Luís Vives, Tomás Moro o Erasmo de Rotterdam intuían que cuando se dirigían a sus contemporáneos en pleno siglo XVI, lo hacían ya desde el desparpajo que suponía dejar atrás las sombras de la Edad Media y del sistema feudal; probablemente, los padres de la Ilustración, los que redactaron la Enciclopedia dando un portazo definitivo al mundo teocéntrico que todavía coleaba en Europa, intuían que algo importante se estaba produciendo; los socialista utópicos, y más tarde Marx o Bakunin, vieron con sus ojos como toda una sociedad proletaria era capaz de empezar a poner límites a una Revolución Industrial terriblemente despiadada con las condiciones de vida de millones de personas. Lean a Emile Zola, y verán como en su Germinal, escrito en plena crisis de la década de 1870, el propio título de su obra quería reflejar que algo estaba germinando, un nuevo sujeto histórico, en este caso el movimiento obrero, que iba a transformar por completo el futuro de la Europa que estaba por llegar.

¿Nos encontramos en uno de esos momentos? Sin perspectiva histórica es difícil y arriesgado afirmarlo con rotundidad. Seguramente, ni Vives, ni Moro, ni Marx, ni Zola, sabían con certeza que estaban siendo protagonistas (y, en su caso, inductores activos de un cambio profundo), pero sí intuían que algo importante estaba teniendo lugar. Tampoco lo sabemos nosotros. Nuestros sociólogos, politólogos o científicos arrojan datos e intuiciones que podrían indicar que algo se está cociendo en este sentido.

Pero, ¿qué es exactamente lo que se cuece? Existen, en mi opinión, tres grandes síntomas de cambio profundo. El primero se encuentra en el terreno de los relatos. Los textos de Stephan Hessel, Indignaos!; el oscarizado documental Inside Job; el contundente Manifiesto de economistas aterrados, o el libro coral Reacciona, se han erigido en una parte del hilo argumental que está tratando de explicar la crisis económica, pero sobre todo la necesidad de que la sociedad de consumo, adormecida paulatinamente en los últimos 30 años, recupere el destino de sus vidas y el significado auténtico de la palabra democracia. No es casualidad que todos estos nuevos relatos, ocupen un destacado lugar en el número de ventas: Hessel fue el autor más vendido en el último Sant Jordi, mientras que Inside Job lleva ya más de dos meses en carteleras y ampliando el número de salas en las que se está proyectando. Junto a este hecho, considero igualmente significativo la emergencia de tres figuras nonagenarias como iconos de toda una generación. Sí, personas de casi un siglo de vida, se han levantado con profunda indignación para advertirnos a nosotros, herederos de sus conquistas sociales, que estamos atravesando un momento de preocupante regresión social y democrática. Además de Hessel, del que seguro ya saben obra y milagros, me refiero a José Luis Sampedro o al recientemente fallecido Ernesto Sábato, quien desde las páginas de La resistencia ya advertía hace diez años sobre la deriva de nuestra sociedad.

El segundo síntoma es la proliferación de iniciativas sociales en los últimos meses. El estallido de movimientos de protesta, manifestaciones, acampadas, plataformas, colectivos, asociaciones o simplemente individuos que alzan su voz para decir basta creo que tiene pocos precedentes. Seguramente aquí peco de cierta miopía histórica y podrán decir ustedes que el mayo del 68, la primavera de la Europa del este, el movimiento altermundialista o las movilizaciones contra la guerra de Irak, también fueron momentos de gran efervescencia social. No lo niego. Pero, a lo mejor, una parte de la movilización actual es también heredera de todos esos movimientos precedentes y complementarios, y solo a lo mejor, los movimientos actuales son más amplios y han logrado trasladar a una población que ve cada día más mermados sus derechos sociales, la necesidad de retomar el timón de la historia. Y aquí también es nuevo, o al menos se manifiesta con una contundencia para mí sin precedentes, el cuestionamiento de las instituciones tradicionales, entre ellas los propios sindicatos y los partidos de izquierda. Y como no, el impacto de las redes sociales en esta quizá nueva cultura política y de acción colectiva, que esquiva los canales tradicionales, que es capaz de poner en jaque a todo un sistema político logrando que una palabra de denuncia se convierta en trending topic.

Finalmente, el tercer síntoma tiene que ver con los posibles horizontes. ¿Será esta efervescencia social flor de un solo día? ¿O nos está indicando cambios profundos? ¿El final de esta etapa será volver a la normalidad de antaño, recuperando los índices de crecimiento macroeconómico habituales, apuntalando nuestro maltrecho Estado del Bienestar o bien controlando un poco más los mercados financieros? ¿No tienen la sensación de que estamos en un punto de inflexión? ¿No perciben a su alrededor un todavía incipiente pero profundo debate sobre la democracia, sobre Europa, sobre el individuo en la sociedad de consumo? ¿No se sienten profundamente desconcertados y angustiados sobre el devenir, pero a la vez expectantes, inquietos, protagonistas de una etapa histórica?

sábado, 21 de mayo de 2011

Juntos andemos, Señor

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»” (Jn 14, 1-12)
Por Redacción AJ. Impresiona la contundencia de las palabras “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre”. Resuena el Cristocentrismo de Pedro Poveda, quien tenía clarísimo que Jesús debía ser la referencia absoluta de los miembros de la Institución Teresiana: “La Obra es Jesucristo. Él es el inspirador, el sostén, la vida, el modelo, la teoría, la práctica, el sistema, el método, el procedimiento, la regla, las constituciones, todo, en suma.” (Amigos Fuertes de Dios, pg. 89). Son numerosos los textos de Pedro Poveda en los que expresa que la vida de un cristiano/a verdadero/a tiene como referencia la vida de Jesús. No hay otro camino…

No resulta fácil pasar de una fe heredada a una fe personalizada. Corremos el riesgo de pensar que seguir a Jesús es solamente adherirnos a una serie de ideas y consignas, o cumplir unos preceptos y obligaciones. Corremos el riesgo de perdernos a la persona, de no adentrarnos en la relación personal con Cristo Crucificado y Resucitado, presente en nuestras vidas. Corremos el riesgo de pensar que esta relación se da y cultiva únicamente en momentos de oasis en los que nos alejamos de la realidad, ajenos a los que nos rodean…

El paso a la fe personalizada es toda una aventura en la que se nos invita a descubrir, con todas sus consecuencias, al Dios de la vida habitando en nuestro interior y en el interior del prójimo. En Acit Joven, proponemos a los jóvenes una espiritualidad de encarnación en la que Jesús es la referencia primera, con un estilo: el de los primeros cristianos. Cuando hablamos de espiritualidad no nos estamos refiriendo a algo alejado de la vida real y sus afanes, algo a cultivar en momentos de oasis, sino a algo que tiene que ver con la vida del espíritu de cada uno, con aquello que constituye lo más hondo del propio ser. La espiritualidad tiene que ver con lo que configura las motivaciones últimas, los deseos e ideales, la pasión y la mística por la que se vive y se trabaja. La espiritualidad, que se transparenta y se contagia casi sin querer, es lo que vamos dejando como huella y como impronta en lo que vivimos, decimos y hacemos.

Cuando hablamos de espiritualidad cristiana estamos hablando de que el seguimiento de Jesús atraviese todo eso. Hablamos de vida y de compromiso, de valores y de proyectos impregnados, atravesados por el seguimiento de Jesús y los valores del evangelio. Y hablar de espiritualidad (cristiana) de encarnación está indicando el modo, el cómo y el desde dónde vivir este seguimiento: encarnados, entrañados, mezclados en la sociedad que nos toca vivir, compartiendo con nuestros contemporáneos búsquedas, certezas e interrogantes. La realidad cambia, pero nuestra propuesta consiste, precisamente, en acompañar a los jóvenes en su realidad y ayudarles a hacer una lectura creyente de los acontecimientos que les rodean. Les proponemos una espiritualidad que les ayuda a entender la realidad y la vida cotidiana como espacios de salvación y de oportunidad, como espacios en los que son llamados a crecer como personas y como creyentes. Desde Acit Joven, bebiendo de la espiritualidad de la Institución Teresiana, les invitamos a contemplar la realidad, con una mirada positiva y fecunda a la vez que crítica y responsable; realidad en la que es posible escuchar la llamada a ser instrumentos de Dios, en la que habita la presencia sanadora y transformadora del Espíritu de Jesús.

“Juntos andemos, Señor; por donde fuereis, tengo de ir; por donde pasaréis, tengo de pasar”, decía Santa Teresa en Camino de Perfección (26, 6) y cantamos en muchas ocasiones en Acit Joven, en la Institución Teresiana. Pidamos a Dios que nos vaya dando la luz para caminar con Él, y comprender un poco mejor la Verdad, y tengamos Vida en abundancia.

lunes, 16 de mayo de 2011

Contra la crisis

Escrito por el Foro “Curas de Madrid” (comisionpermanente@forocurasdemadrid.org) para Eclesalia, 12/05/11.
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanza, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1).
Los datos macroeconómicos no son nada halagüeños. Nos preocupa en especial la evolución de un paro que sigue creciendo, con todo lo que implica de sufrimiento, precarización e impotencia para muchísimas familias. Cada día nos despertamos con noticias preocupantes envueltas en un lenguaje críptico para muchos: bajada y subida del IBEX 35, mala evolución de la EPA, aumento del diferencial… Por debajo de todo ello, los rostros sufrientes de los parados, nuestros vecinos, familiares y amigos que anhelan un puesto de trabajo.

Como personas civiles y religiosas que somos deberíamos lamentar el clamoroso silencio de la Iglesia jerárquica ante estos temas y el anquilosamiento y sacralización de sus propias estructuras que imposibilitan todo diálogo sincero y constructivo con el mundo, según el ejemplo y el mandato que hemos recibimos de Jesús.

Sin embargo nos interesa dar hoy algunas pistas que ayuden a las comunidades a las que servimos y que alienten la esperanza de nuestras gentes ante un futuro fuertemente desazonador. Es cierto que, como seguidores de Jesús, no tenemos ninguna solución técnica que ofrecer, pero nos parece responsable hacer una lectura creyente de la realidad en la que se manifiesta el mismo Dios que escuchó el clamor del pueblo oprimido en Egipto y que nunca ha sido impasible ante el dolor de los empobrecidos.

Os proponemos hoy tres actitudes básicas a adoptar como creyentes:

1.- Combatir la ignorancia como inexcusable servicio a una verdad que libera.

No se puede ocultar la tardanza del Gobierno en reconocer, asumir la crisis y adoptar medidas, algunas dudosas desde el punto de vista de la protección de los más vulnerables. Tampoco la cultura de la satisfacción en que hemos estado instalados muchos, cuando eran “otros” –especialmente los inmigrantes- los que hacían cola en las Caritas de las parroquias; hoy ya somos nosotros. Quizás hasta ese momento no habíamos caído en la cuenta de que “otros” no han salido de la crisis jamás. Hemos de reconocer que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. La crisis, en ese sentido, puede tener un carácter purificador. Pero, sobre todo, nos causa escándalo que empresas con beneficios –telefónica- tengan la indecencia de plantearse reducir plantilla. El servicio a la verdad reclama recordar una verdad evidente silenciada u obviada por nuestros responsables a la hora de tratar con el sector empresarial: el trabajo debe estar siempre por encima del capital. El trabajo no es un medio de producción o un recurso más: en él se juega la dignidad de la persona.

Nos causa también perplejidad cómo quienes privatizan los beneficios se empeñaron en socializar las pérdidas, en parte enjuagadas con dinero público sin excesivas contraprestaciones. Que el mayor propietario de pisos sea el sector financiero y que no se adopten medidas legales para renegociar las deudas, evitar que nuestra gente se quede en la calle, que se embarguen también los pisos de los padres ancianos que firmaron como avalistas resulta incomprensible.

Nos deja también perplejos el hecho de que no se consideren extinguidas las deudas de aquellos cuyos pisos fueron embargados. Nos desconcierta el Presidente del Gobierno negándose a estas posibilidades tanto como la oposición que tampoco aporta elementos solidarios y constructivos más allá de unas cuantas recetas de corte liberal y por tanto más de los mismo. Los mismos remedios que han causado la crisis. No menos escándalo provocan los sueldos de directivos de entidades que reducen plantilla o que han sido mal gestionadas.

2.- Debemos tomar partido por las víctimas de la crisis. La solidaridad es una virtud imprescindible tanto para elevar el listón moral de una sociedad individualista y capital-materialista, como para asegurar la supervivencia de sus víctimas. Tomar partido supone que no todo vale, y que no podemos mantener actitudes que nos tornen en poco creíbles: pactar con las macroempresas que financian nuestros eventos y necesariamente bajar el diapasón de la crítica por la consabida cita apócrifa: “no se puede morder la mano que te da de comer”. La austeridad, la comunión de bienes, el consumo responsable, la utilización de la banca ética, el apoyo material, afectivo y espiritual a los parados, la oferta de ámbitos para el encuentro, la fiesta, la reivindicación, la escucha de la Palabra que sostiene la esperanza en momentos de desespero, la celebración de la vida compartida impulsada por el Espíritu, constituyen algunas acciones que se pueden llevar a cabo en ese tomar partido por los parados y en repensar la realidad -no desde criterios localistas sino- desde el bien común y la justicia global, desde el sistema mundo que preconiza la catolicidad/universalidad de la Iglesia.

3. Mostrar el rostro de una Iglesia samaritana y amable, pero inflexible con la injusticia. Queremos ser una Iglesia que consuela, que da esperanza y denuncia la injusticia.

Para ello habremos de convertir el sufrimiento de nuestra gente no en una razón teórica, sino en aquello que nos preocupa y que nos ocupa, un tema presente en nuestras catequesis, en nuestra oración, en nuestra liturgia, porque de verdad, y no sólo teóricamente, es lo que nos quita el sueño.

Apostamos por valores alternativos a los materialistas del capitalismo salvaje, aunque se adorne en ocasiones de capitalismo compasivo, y por una Iglesia que realice el sueño de Jesús desde la sencillez evangélica, la vida compartida con los más vulnerables y una actitud continua de despojamiento que nos haga no sólo significativamente evangélicos sino, a veces, simplemente aceptables por nuestros convecinos y convecinas parados y pobres a los que debemos más que cuatro tópicos y buenas palabras.

Está en juego no sólo la visibilización de la Iglesia, sino del mismo Dios y del Evangelio de su Hijo que exige dar Buenas Noticias de su parte a quienes las están recibiendo malas de la crisis y de sus consecuencias y de sus autores.

4. Colaborar con aquellos colectivos que, desde el espacio común de la calle, reivindiquen el valor y la necesidad de lo público. Más allá de riñas callejeras, creemos en lo público, que es de todos, no tanto como recurso asistencialista o de bienestar, cuanto como expresión cierta y digna de la conciencia de sentirnos hermanos con los otros y conciudadanos con todos.

Así hemos de sumarnos a cuantos reclaman una limpieza de la mentira y corrupción de los instrumentos políticos existentes –los partidos- y una dignificación de la participación ciudadana, sin dejarnos amordazar por esas pequeñas concurrencias a que se nos llama cada cuatro años.

martes, 10 de mayo de 2011

Imagen y Apuntes para una mirada contemplativa (I)

Por Teresa Lozano. Hoy me he situado ante el blog, como una oportunidad de comunicación distinta. Decimos que una imagen vale más que mil palabras y así he querido yo ROMPER LAS COMPUERTAS que mantienen encerrado como “propiedad privada” algo que quizá ya tampoco me pertenece. Es sencillamente poner ante vuestros ojos un hayedo en tiempo de otoño, en un atardecer de un día sereno.(*)


Sería incorrecto explicar un cuadro - al que ni siquiera he querido dar hoy un nombre - pero en este caso aún lo sería mucho más. Sólo he pretendido con él, establecer un diálogo, con aquellos a quienes sencillamente les pueda servir la imagen, para introducirse más allá de lo que aparece en ella, traspasando al terreno de lo invisible, desde lo más profundo de nosotros mismos.

Estamos viviendo un tiempo Pascual. SABEMOS QUE CRISTO, EL RESUCITADO, VIVE y ha vencido a la muerte. Vivir el presente, ahora significa SABER que aquí está Dios.

Pero, ¿cómo puede ser esto así? ¿Cómo des-velar la presencia, nosotros hombres y mujeres del mundo de hoy y reconocer en este mundo a Cristo vencedor de la VIDA y de la muerte? En un momento como el que vivimos, de prisas en lo cotidiano, de priorización de lo inmediato, seducidos por la fuerza de unos acontecimientos que nos sobrepasan, llevados y con-movidos por las grandes convulsiones que azotan nuestro mundo, de con-sentir cómo se imponen situaciones tan graves, inevitable y vertiginosamente… En un momento, tan doloroso, como esperanzador, del despertar de Movimientos sociales legítimos y democráticos… Nos parece muy difícil, casi imposible, ver que Dios esta aquí. A veces, nos invade el sentimiento de impotencia y pesimismo y es como si nos faltara el aliento para respirar tan hondo como lo necesitamos.

Vivimos un momento en el que la historia se convierte en misterio... "Sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no solo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo... El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rom 8, 22-23.26).

Necesitamos dejarnos llevar por la fuerza del Espíritu, para contemplar este mundo que vivimos, desde la mirada de Dios, y des-velar su PRESENCIA, en este momento y en esta historia. Sí, la contemplación, como gracia y regalo de Dios, “los gemidos” del corazón, pueden abrir nuestros ojos para descubrirle VIVO, y "escuchando su voz" acoger el "sentido" de la historia y de nuestra propia existencia. Esta es la Resurrección y la nueva VIDA a la que estamos llamados.

Por la oración, como dicen los grandes Maestros, vamos aprendiendo a llegar hasta el corazón del mundo, y a reconocer en él la Presencia de Dios. Pero esto supone un progresivo aprendizaje que brota de un “encuentro": La pre¬sencia del Espíritu y el poder de su amor va generando en nosotros un movimiento de transformación. “El punto de llegada de todo este aprendizaje orante es el ejercicio esperanzado de "vivir en el mundo la presencia del Espíritu desde su apasionado amor por quienes viven en él". (“La oración con el sentimiento de una presencia” Fernando Manresa, SJ.)

No es mi deseo sublimar, ni mucho menos huir de la realidad, al citar estos textos que no tienen réplica. Solamente pretendía - y no es poco- situarme ante la PALABRA para establecer el diálogo con esa realidad que nos desborda y nos sorprende. Ver que Jesús camina a nuestro lado y nos va enseñando en las Escrituras, “que esto tenía que ocurrir”. Sí, necesitamos saber también que nos trae la paz, necesitamos sentir el gozo y alegría cuando se nos “aparece”, se nos “deja ver”. Aunque nos suene extraño, hay - aun en lo más doloroso - “situaciones de revelación” en este tiempo que vivimos. Por eso necesitamos orar para entrar en Dios, para ir “penetrando en la densidad de lo sensible y de lo histórico, para que, por contraste y en confrontación con ello, "aparezca" -brillante por su presencia o gimiente por su ausencia- el Espíritu de Aquel que sólo es alcanzable en la medida en que transfigura las cosas con las que tratamos y los acontecimientos que vivirnos. (“La oración con el sentimiento de una presencia” Fernando Manresa, SJ.)

Esta es la razón por la cual, por ejemplo, el "Cántico Espiritual" o el "Cántico de las criaturas" testifican no sólo los "ojos nuevos" de quienes así han "visto" al mundo, sino también la verdad última de las cosas del mundo y de los aconte¬cimientos de la historia, desvelada en una situación de revelación.

De otra parte, la oración en nosotros va polarizándonos más y más en torno a los "gemidos del Espíritu" en toda la creación. “Poco a poco, vamos siendo remitidos a aquellos lugares en donde -por contraste- el Espíritu vive "gimiendo", prisionero y atenazado”. …“De esta forma nuestra historia personal va siendo acrecentada por la donación y el servicio ("comunión")” (Fernando Manresa).

Este efecto transformante creador de una NUEVA VIDA, la del Resucitado, se verifica y nace en la oración de entrega, y está sellada con la palabra y la vida de los místicos y verdaderos orantes: Aunque nos parezca osadía, bueno será releer sus palabras de ánimo y disponernos en lo que esté de nuestra parte, confiando sobre todo, en el Don de Dios.

(*) Teresa ha pintado el cuadro que comenta.

viernes, 6 de mayo de 2011

Quédate

"Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: ‘¿Qué conversación es ésa que traéis mientras váis de camino?’. Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: ‘¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?’. El les preguntó: ‘¿Qué?’.

Ellos le contestaron: ‘Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron’.
Entonces Jesús les dijo: ‘¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?’. Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir ante; pero ellos le apremiaron diciendo: ‘Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caía’. Y entró para quedarse con ellos. Entado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: ‘¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?’. Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: ‘Es verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón’. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan
." (Lc 24, 13-35
)

Por Redacción AJ. En la página evangélica de hoy, Lucas nos cuenta una de las apariciones del Resucitado. Es la experiencia pascual la que ilumina una escena que podemos articular en tres cuadros:

• En el primero (vv. 13-21), tenemos a los protagonistas en camino, discutiendo, desconsolados, tristes, huyen para dejar atrás el fracaso del que han sido testigos. Esperaban otro desenlace. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel…. Un Mesías sufriente no entra en sus cálculos. Abandonar Jerusalén es abandonar la fe y la esperanza.
• En el segundo (vv. 25-27), la respuesta de Jesús que hace un lectura del acontecimiento pascual a partir de las Escrituras. Con la explicación de Jesús, el pesimismo comienza a diluirse. Y se despierta la esperanza, ¿no ardía nuestro corazón…? –recordarán-. Pero todavía no están preparados para dar el alto de la fe.
• En el último cuadro (vv.28-35) los discípulos se sienten atraídos por Jesús y le piden que se quede porque está anocheciendo. Jesús acepta la invitación y acto seguido lo reconocen en el gesto de partir el pan. Y en el momento sienten la urgencia de comunicar a los demás su experiencia de fe en Cristo Resucitado y regresan a Jerusalén, con los suyos. Ya no importan la noche.
Los de Emaús somos cada una, cada uno. Esta escena, colocada por Lucas en el domingo de resurrección, es también el proceso de la fe que estamos haciendo cada uno, cada una. Un recorrido que nos lleva a descubrir que el Resucitado está presente en la vida; descubrir que, de hecho, ya estaba aquí antes, cuando no lo reconocíamos. Un proceso que realizamos a través de alguien que te acompaña en el camino, a través de la escucha de la Palabra que ilumina la vida compartida, a través de los gestos-acciones-sacramentos, y a través del testimonio compartido en la reunión de los que ya han vivido de cerca esta experiencia.
Jesús Resucitado se nos hace encontradizo en casa, y en la calle, en clase, en el trabajo, en la oración y también cuando andamos distraídos. ¿Reconocemos a Jesús en la Iglesia, en la Palabra, en la Eucaristía, en el forastero? ¿Lo invitamos a que se quede con nosotros? ¿Compartimos con otros nuestro encuentro con el Resucitado?

miércoles, 4 de mayo de 2011

Como ovejas sin pastor

Por Eloísa Montero. Las cifras de parados de los que hablamos en estos meses son por lo menos indignantes. Más de un millón de familias tienen a todos sus miembros en paro. En algunas comunidades de España la cifra de paro supera el 30% (una de cada 3 personas en edad activa sin poder trabajar). El 40% de los jóvenes menores de 25 años sin posibilidad de encontrar una vía de incorporación al mundo laboral. Adultos que ven acercarse los 50 con pavor a ser despedidos. ¿Quién querrá contratar a alguien de mi edad?, suelen decir. El panorama se complica cuando pensamos, como decíamos en nuestro comentario del 27 de febrero, que el dinero que "ha desaparecido" de unos bolsillos, de los de los que están en paro, de los que están teniendo serias dificultades para llegar a final de mes, "ha aparecido" en otros bolsillos, los de los que sí puden comprarse un coche de lujo, los que se permiten hacer EREs en sus empresas pese a haber obtenido beneficios en años anteriores. ¿Cómo se pueden reducir impuestos a herencias a la vez que se planifican recortes en la sanidad? ¿Qué está pasando?

No puedo evitar que me vengan a la mente dos textos del evangelio. El primero, el que da título a este comentario:
"Al desembarcar, vio un gran gentío y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas. Como se hacía tarde, los discípulos fueron a decirle: El lugar es despoblado y la hora está avanzada, despídelos para que vayan a los campos y a las aldeas vecinas a comprar algo para comer. Él les respondió: Dadles vosotros de comer." (Mc 6, 34)
Al copiar el texto me quedo ahí, en dadles vosotros de comer, porque no puedo evitar preguntarme qué estoy haciendo yo para ayudar en esta situación, qué puedo hacer. Lo voy a dejar sin escribir, perdonadme, porque la sensación es que es todo tan difícil... y sin embargo siento que se tiene que poder hacer algo. ¡Indignaos! era la invitación del comentario de la semana pasada. En su libro dice Hessel que al perder la capacidad de indignarnos perdemos uno de los componentes esenciales que forman al ser humano: "la facultad de indignación y el compromiso que la sigue". Sí, estoy indignada. Ahora estoy buscando la forma de canalizar el compromiso que le sigue.

Os decía que había un segundo texto del evangelio que resuena en mi interior:
"Proclama mi alma la grandeza del Señor (...) Porque el Poderoso ha hecho proezas, su nombre es sagrado. Su misericordia con sus fieles continúa de generación en generación. Su poder se ejerce con su brazo, desbarata a los soberbios en sus planes, derriba del trono a los potentados y ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos." Lc 1, 46-52)
Se da en mí una mezcla de sentimientos: por un lado deseo que este texto se haga verdad, por lo de ver ensalzar a los humildes, pero también, y mucho, por ver caer a los potentados y poderosos. Por otro lado, tengo que hacer el esfuerzo de recordarme a mí misma que creo firmemente que este texto habla de oportunidad de salvación para unos y otros, no de castigo y de revancha. Desde ahí, elijo alimentar en mi interior la parte que desea la conversión del que acumula, del que especula y juega con los puestos de trabajo de otros, como si nada. "Un poco de patriotismo" pedía el presidente de Coca-Cola a propósito del ERE de Telefónica. "Un poco de misericordia y de compasión" tampoco estarían mal. ¡Juegan con la vida de personas!, señores. El fin no justifica los medios y los beneficios no pueden ser a costa de cualquier práctica.

Ambos textos citados se me unen en mi interior como fuerte llamada: "Dadles vosotros de comer y ayudad a los potentados a encontrar la salvación", tan lejana de endurecer el corazón y adorar al dios dinero.

Os invito a continuar esta reflexión con el texto publicado por Eclesalia con motivo del 1 de mayo: "Por la dignidad del trabajo". Quizás entre unos y otros podamos encontrar vías para canalizar nuestro compromiso, el que sigue a la indignación.