"Cuando
Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando
terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo
supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una
jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no
encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo
encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y
haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento
y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su
madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te
buscábamos angustiados.» Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais
que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron lo que
quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre
conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en
estatura y en gracia ante Dios y los hombres." (
Lc 2, 41-52)
Por Redacción AJ. Celebramos este domingo la fiesta
de la Sagrada Familia que se constituye como fiesta litúrgica en el siglo XIX, exactamente en el
año 1893. Fue el papa León XIII quien la introdujo en el calendario
litúrgico. Era un momento de cambio significativo pues la revolución industrial provocó la aglomeración urbana, y cambios
significativos en el modo de vivir las relaciones familiares. Comienza ya a percibirse una pérdida
significativa de los valores tradicionales de las familias cristianas. Por ello
se decidió crear una fiesta con liturgia completa, centrada en el ejemplo e
intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, constituida por Jesús, María y
José.
El relato evangélico de este domingo
(Lc 2, 41-52) está escrito ochenta años después
de los hechos; por lo tanto no tiene garantías de historicidad. Sin embargo, es
muy rico en enseñanzas teológicas.
Nos encontramos ante un texto que
guarda mucha similitud con relatos legendarios de personajes famosos de la
antigüedad, a los que se les atribuía, ya desde niños, unos conocimientos
especiales. Episodios como éste se cuentan de Ciro, Alejandro, Epicuro, Solón,
Cicerón... Parece que, de acuerdo con esa costumbre, Lucas ha construido un
relato con el que busca subrayar la sabiduría de Jesús, retrotrayéndola
a su infancia.
Un dato significativo de este relato
es que Marcos pone de relieve que sus padres no lo comprendieron,
poniendo en labios de María una queja angustiada, y en los de Jesús una
reacción de sorpresa. El evangelista subraya este tema, que ha sido difícil de
asimilar en la tradición cristiana pero que aparece en otros evangelistas y en
distintas ocasiones:
Marcos es el evangelista que más claramente lo
expresa: "fueron para llevárselo, pues decían que estaba trastornado"
(3, 21) y añade la sorprendente respuesta
de Jesús a quienes le hablan de su madre y sus hermanos: "¿Quiénes son
mi madre y mis hermanos? Y mirando entonces a los que estaban sentados a su
alrededor, añadió: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la
voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»" (Mc 3,33-35,
par Mt 12, 46-50 y Lc 8,19-21.).
Lo que pretendía su familia era
impedir que siguiera por el camino que había emprendido. Trataban de evitar una
catástrofe, para él y para todos los suyos.
Pero Jesús les remite a lo
constitutivo de su nueva familia, no serán los vínculos de la sangre lo
definitivo de sus seguidores y seguidoras sino la Voluntad de Dios, su
sueño, su proyecto: formar una familia de hijas/os; hermanas/os desde la
seguridad del amor incondicional de Dios ¡Abba!
Hoy celebramos la fiesta de las
familias cristianas, sin duda una fiesta que busca profundizar en la
consciencia de lo que es el proyecto de familia desde los valores y el espíritu
de Jesús.
La familia no fue para Jesús un
absoluto, ni una institución intocable.
Todo para él era mediación, camino para hacer realidad el Reino. Por
tanto sería bueno aprender de Jesús a no sacralizar ninguna institución. Las
instituciones son instrumentos que tienen que estar siempre al servicio de la
persona humana, de la familia humana, de la vida y la casa común.
Sin duda que la familia es nuestro
primer lugar de socialización, de educación, de aprender los valores y las
creencias nucleares sobre la vida. El ser humano sólo puede crecer en humanidad
a través de sus relaciones con los demás. La familia es el marco insustituible
para esas relaciones profundamente humanas. En ese sentido sigue siendo un
lugar privilegiado de crecimiento y maduración o de heridas y desestabilización.
Pero lo que ayuda a crecer y madurar es la calidad de las relaciones entre sus
miembros, la apertura solidaria a la familia más amplia que formamos todos los
vivientes y no el "modelo" de familia.
Los lazos de sangre pueden ser
puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás,
favoreciendo el despertar de nuestra capacidad de entrega y servicio. Las
relaciones familiares pueden ser un lugar privilegiado para enseñarnos a dejar
nuestro individualismo y egoísmo. Si en la familia superamos la tentación del
egoísmo amplificado, aprenderemos a tratar a todos con la misma humanidad.
La familia de Nazaret, más allá de
idealizaciones, nos habla no sólo de cómo cuidar nuestra relaciones familiares
desde la tolerancia, el respeto, la comprensión, el diálogo... sino de
ampliar nuestra perspectiva "familiar" más allá de la carne y la
sangre, para poder sentirnos familia humana, hijos e hijas de Dios
comprometidos con hacer verdad la fraternidad y el cuidado de nuestra
"casa" común la tierra.
Esas son las "cosas"
del Padre de las que Jesús dice a María y José, que tiene que atender,
aunque eso le suponga un conflicto, un disgusto grande a sus seres queridos. El
texto expresa ese dolor e incomprensión «Hijo, ¿por qué nos has tratado así?
Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Jesús les sorprende con
una respuesta inesperada: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía
estar en las cosas de mi Padre?».
Sus padres «no le comprendieron».
Solo profundizando y guardando en el corazón esas palabras y al verle actuar en
su vida posterior descubrirán progresivamente que, para Jesús, lo primero es
la familia humana: una sociedad más fraterna, justa y solidaria, tal como
la quiere Dios.
Hacemos nuestras unas sabias y
cristianas palabras de Pagola en relación a esta fiesta: "No podemos
celebrar responsablemente la fiesta de hoy sin escuchar el reto de nuestra fe.
¿Cómo son nuestras familias? ¿Viven comprometidas en una sociedad mejor y más
humana, o encerradas exclusivamente en sus propios intereses? ¿Educan para la
solidaridad, la búsqueda de paz, la sensibilidad hacia los necesitados, la
compasión, o enseñan a vivir para el bienestar insaciable, el máximo lucro y el
olvido de los demás?
¿Qué está
sucediendo en nuestros hogares? ¿Se cuida la fe, se recuerda a Jesucristo, se
aprende a rezar, o sólo se transmite indiferencia, incredulidad y vacío de
Dios? ¿Se educa para vivir desde una conciencia moral responsable, sana,
coherente con la fe cristiana, o se favorece un estilo de vida superficial, sin
metas ni ideales, sin criterios ni sentido último?"
Este reto familiar nos
atañe también a la familia teresiana, Pedro Poveda expresó con mucha fuerza que
la vida de familia es algo característico de nuestra vocación y espiritualidad.
Esa vida de familia, hoy, es una urgencia de nuestro tiempo, cuidar la
fraternidad, el cuidado mutuo, la presencia cálida, el tiempo regalado de unos
para otros... y al tiempo una llamada a hacer verdad el sueño de Dios por el que
Jesús vivió y murió: construir una humanidad nueva desde las claves de la
hermandad y la justicia.