Por Marta Ortega, militante de AJ. 12 de abril, ¡llegó el día! – me
dije.
Maleta preparada, cojines
ubicados a presión, mañana completita en la uni y ¡rumbo a Galapagar!
El viaje fue largo, pero
llevadero; momentos de risa, bailes, cantos y la pregunta del premio final:
¿Cómo será lo que nos tiene preparado Elia Fleta? La verdad es que iba
asustada, y sin comprender muy bien que íbamos a hacer allí, incluso no me veía
yo en situación, pero sí que iba con ganas de enfrentarme y dispuesta a
aprovechar el momento.
¡Y aprovechado fue! No podía imaginar
que con unas palabras, lecturas y música, yo pudiese llegar a hacer silencio en
mi misma, escucharme por dentro y escuchar a Dios, relajarme y dejar la mente
libre de problemas y preocupaciones, dejando actuar al cuerpo orar como en ese
momento necesitase.
La verdad es que fue una
experiencia muy apropiada para la rutina que llevo. Creo que he aprendido algo
nuevo y muy útil en estos dos días, ¡incluso hubiera estado otro día más!
Al regresar a Jaén me pregunté:
¿Seré yo capaz de seguir este ritmo de meditación sola?
Pues pasada una semana puedo decir que la
respuesta a la pregunta anterior era: ¡SI!
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