“Jesús nació en Belén de Judea en tiempo del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: "¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". Al enterarse el rey Herodes se sobresaltó y todo Jerusalén con él; entonces reunió a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos contestaron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta: ´Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo, Israel`". Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran la fecha en que había aparecido la estrella y los envió a Belén, diciéndoles: "Id y averiguad cuidadosamente qué hay de ese niño, y cuando lo encontréis, avisadme para que yo también vaya a adorarlo”. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarles hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños la advertencia de que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.” (Mt 2, 1-12)
Por Redacción AJ.
El Evangelio que la liturgia presenta para el
primer domingo del año que, casualmente, coincide con la fiesta de la Epifanía
del Señor, es un episodio narrado exclusivamente por el evangelista Mateo: La
adoración de los magos; situado dentro de los relatos de la infancia que constituyen una especie de epílogo del
primer evangelio. Tras la larga genealogía de Jesús, el evangelista narra el conocido
texto de la adoración de los magos, para concluir con la huida a Egipto y la
vuelta a Galilea. Es fácil deducir que estos dos capítulos, pensados y bien estructurados
tienen una intencionalidad muy clara: mostrar que en Jesús se cumplen, conforme
a las Escrituras, las promesas hechas al pueblo de Israel. Que Jesús, nacido de
la estirpe de David, es el Mesías.
Mateo escribe su evangelio después del año 70, cerca de los
80 dicen los exegetas, y lo dirige fundamentalmente a gente procedente del
judaísmo convertida al cristianismo después de la muerte-resurrección de Jesús,
gente, por tanto, del pueblo que no reconoció a Jesús como el Salvador, y que
conoce bien la Ley de Moisés y los profetas. Desde aquí se entiende la
insistencia de Mateo en poner de relieve que Jesús no solo cumple la Ley sino
que la lleva a su plenitud, no
circunscribiendo el mensaje de salvación a un pueblo determinado, a un pueblo
elegido, sino que su mensaje es universal, se dirige a todos los pueblos, a todas las naciones, a
todos los tiempos.
El relato de la adoración de los magos pertenece a un género
literario llamado midrash, utilizado en el Antiguo Testamento para describir el
nacimiento de personajes célebres como Moisés, Samuel, etc. Su intención más que destacar la historicidad
de los hechos, pone de relieve su significatividad, es decir, la enseñanza que
se quiere transmitir.
Profundizamos en qué
nos dice a nosotros HOY este texto y en cómo puede ayudarnos en nuestras vidas. Para ello, vamos
a detenernos en primer lugar en los PERSONAJES principales del texto, en lo que
hacen, lo que dicen, como actúan: los magos, el Rey, un niño con su madre… y
una Estrella. La función de la estrella es clave en el texto. Es la que atrae a
los magos y despierta su interés, los guía, los ilumina y acompaña en el
camino, y les conduce a la meta.
1. Unos magos de Oriente. Representa a la gente que busca,
está atenta, es capaz de distinguir entre los millones de estrellas que lucen
en el firmamento una que brilla con luz especial y que parece indicar algo
diferente. Gente capaz de contrastar sus búsquedas, compartir lo que ven en el
horizonte, lo que van descubriendo y se arriesgan a ponerse en camino… no saben cuándo llegarán, ni si tendrán
éxito, pero saben qué es lo que los ha puesto en marcha, una llamada
irresistible surgida en su interior al mirar la estrella.
- ¿Qué hay en nosotros de esa actitud de búsqueda?
2. Un rey con nombre propio Herodes conocido por su
crueldad. Fiel vasallo del poder del imperio romano al que el pueblo judío está
sometido. A este rey que controla todo, le coge desprevenido la visita de los
magos y más aún el motivo de la visita.
Llama a sus asesores, a los entendidos de la ley judía, quienes para
sorpresa suya, confirman lo que dicen los magos: que en una pequeña ciudad de
sus territorios, en Belén, nacerá el Pastor de Israel. Desconcertado, lleno de
miedo, necesita quedarse sólo para maquinar qué hacer ante quien ya desde ahora
vive como rival.
- ¿Cómo nos situamos ante hechos inesperados de la vida? ¿Descubrimos en nosotros actitudes de cerrazón y miedo ante quien puede quitarnos protagonismo, invadir nuestro espacio, etc.?
3. El niño con su madre. El niño aunque no es llamado por su
nombre tienen la certeza de que es Aquel a quien buscan. La madre es presentada
por su nombre, María.
Y los magos conducidos por la estrella hasta este lugar,
entraron en la casa. Necesitaron entrar dentro para que ocurriese lo que dice
el texto:
vieron al niño, con María su madre,y cayendo de rodillasle adoraron.
ENTRAMOS ACTIVAMENTE EN LA ESCENA
Somos invitados como los magos a entrar en la casa donde
habita Dios, esa casa que desde que “puso su tienda entre nosotros” somos
nosotros mismos y es el mundo. Todo el mundo y nuestro mundo. También el de
hoy, con sus crisis y desajustes, con su enorme complejidad, con sus cerrazones
y cegueras. Es ahí en nuestra realidad concreta donde somos llamados a entrar,
a aprender a superar los obstáculos y a distinguir las señales, aunque sea de
noche, que nos conducen a donde está Dios. Ese Dios que pasa inadvertido, que
no deslumbra, que no vive en lujosos palacios, sino que se presenta en la
sencillez de una imagen cotidiana, la de un niño con su madre. Es la imagen que habla de vida regalada,
recibida y acogida; de vida por cuidar,
alimentar y ayudar a crecer; de vida con sentido, inserta en un plan de
justicia y liberador; de vida entregada para todos.
Esta visión nueva de las cosas, de la realidad, e incluso de
la imagen que tenemos de Dios, provoca la actitud de postrarse en adoración. En
un lenguaje más cercano, significa hacer
silencio, dejarse inundar por la presencia callada de la Vida, significa bajar
las defensas y las resistencias, y abrirse a la novedad del Misterio.
De esta experiencia de contemplación y encuentro con el niño
en brazos de su madre, que nos muestra a un Dios que rompe todos los esquemas,
brota el ofrecimiento de lo que se tiene. Oro, incienso, mirra... Lo mejor de cada uno puesto a los pies del
niño, con conciencia de que es insignificante pero que agrada al Señor. Esta experiencia transforma la vida en compromiso de anuncio.
Los magos tras haber encontrado la Luz que señalaba la
estrella, Luz de donde dimana toda luz, vuelven a su cotidiano por otro camino,
para seguir alentado las búsquedas de quienes de tantos modos, se ponen hoy en
camino hacia la Estrella.
- ¿Dónde me encuentro respecto de los elementos señalados en este punto?
- ¿Qué es lo que más me cuesta? ¿En qué me siento más fuerte?
- ¿En qué siento que puedo ayudar o sostener a otros?
No hay comentarios:
Publicar un comentario