Por Mónica,
militante de AJ. Hace casi dos años, después de la preciosa experiencia
de ser oferente en el Voto de Covadonga, muchas personas del entorno IT que
habían leído mi testimonio me hicieron llegar su agradecimiento y su cariño.
Una de ellas fue Carmen Carreño. Llegué un lunes al Colegio Mayor y me encontré
con un regalo especial: un pequeño icono de la Virgen con el Niño, lo había
hecho ella misma. La llamé a su casa de la calle Regalado para darle las
gracias, y en esa conversación me expresó con sencillez cuánto le habían
gustado mis palabras, al detalle del icono le quitó importancia.
En estos años, lo
más probable es que Carmen y yo nos hayamos cruzado en la Sede, en misa o
sencillamente por la calle en alguna ocasión. No hablé con ella más que aquella
vez, nunca le puse cara; sin embargo, su icono ha estado en mi mesita de noche
desde entonces, y muchas veces, rezando, lo he sostenido entre las manos.
Cuando Loli me
invitó a comer a Regalado la semana pasada, le dije que mejor esperábamos a la
siguiente semana, puesto que Carmen estaba en el hospital y no estaba muy claro
cuándo iba a salir. Entre tanto, otras andaban preparando su fiesta de 90
cumpleaños, que era dentro de poco, para cuando estuviera recuperada. Salió
hace unos días, pero no se ha podido celebrar ninguna fiesta, porque hoy ha tenido
que volver al hospital para quedarse. La estaba esperando el Señor.
Esta tarde he ido
a misa y me he llevado su icono en el bolsillo. Me ha resultado casi imposible
prestar atención a la homilía, y me he quedado pensando en Pedro, Juan y
Santiago que “se caían de sueño” mientras estaban en la montaña orando con
Jesús. Solo un suceso extraordinario consigue arrancarles de su ensimismamiento.
Y por dentro yo pensaba en qué me hubiese costado andar diez minutos, conocer a
Carmen y darle las gracias en persona, en lugar de llamarla por teléfono.
¿Cuántas cosas me
perderé en esos ratos en los que “me caigo de sueño”? Esta semana,
precisamente, he tenido muchos. Gracias a Dios, que nos despierta de golpe y
porrazo para recordarnos que su Evangelio no se puede vivir adormilada,
observando pasivamente. Torpeza nuestra, tan humana, el no saber reconocer el
valor de las pequeñas cosas… qué pena que, a veces, solo algún suceso de esos
que te remueven de arriba abajo logre hacernos salir de nosotros mismos y “espabilar”
nuestro corazón.
Creo que hoy, por
primera vez en mi vida, me he sentido unida a alguien a quien jamás vi. Es
precioso descubrir cómo Dios va tejiendo en nuestras entrañas, con amorosísima
paciencia, eso que llamamos “comunidad”. Hoy me parece como si la comunidad fuese
un sentimiento… y creo que es, sencillamente, porque nunca lo había sentido de
esta manera: tan inmaterial, tan en soledad.
Hoy quisiera agradecer el
amor derramado en tantos gestos invisibles que, de pronto, colman de sentido esos
ratos perdidos de sueño e inundan el alma de nostalgia y de ternura.
Lo he leído con un nudo en el corazón... Gracias por compartirlo. Besos. P.
ResponderEliminarM'encanta sa relació tan bona que has tengut amb Carmen Carreño. Vertaderament la edat no és obstacle perquè existesqui una bona relació. Encomenem-nos a ella , que faci fructificar l'amor i l'amistat a la Institució.
ResponderEliminarMe encanta tu relación tan buena que has tenido con Carmen Carreño. Verdaderamente la edad no es obstáculo para que exista una buena relación. Encomiendo a ella, que haga fructificar el amor y la amistad a la Institución.
Qué bonito Mónica...
ResponderEliminar