“En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:«Una voz grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
elévense los valles,
desciendan los montes y colinas;
que lo torcido se enderece,
lo escabroso se iguale.
Y todos verán la salvación de Dios.»” (Lc 3, 1-6)
Por Redacción
AJ. Situado en la historia, mientras este era rey y el otro gobernador… Ahí
sucedió. Ahí vino la palabra de Dios, ahí entró en la historia, en la vida de
un hombre concreto - Juan, el hijo de Zacarías. Una persona concreta como tú y
como yo - entraba dentro del plan de salvación-. Ese plan contaba, sigue
contando, con personas concretas.
Esto
pasa mientras Juan está en el desierto. El desierto puede ser un lugar y el
desierto puede ser un estado interior;
lugar de lo esencial, de la verdad radical donde uno descubre porqué realmente
vive, en la desnudez de cosas, en el vacío … ¿y si hoy hiciéramos un espacio de
desierto?
¿Dónde
estoy? ¿Dónde habito? ¿Qué me importa realmente? ¿Tendría coraje para dejar lo
superfluo, lo que me distrae y quedarme sin protección ninguna, a la brava,
esperando la Palabra de Dios sobre mí?
Allí
- en la experiencia de desierto – viene sobre Juan la Palabra y le hace voz,
voz que clama que hay que preparar el camino al nuevo mundo posible según el
sueño de Dios. ¿Cómo? Quizás estamos un poco cansados de escuchar y
decir palabras que no salvan, pero las
palabras torcidas pueden ser enderezadas, hay palabras que pueden allanar
senderos, facilitar el camino de los otros, palabras de aliento…
Quizás
más de una vez has sentido la necesidad de cambiar tú, quizás has sentido la
añoranza de otro mundo donde la igualdad sea la pauta, un mundo de hermanos y
hermanas donde al mirar a los ojos a la otra persona la descubrimos en su
profundidad, quizás has soñado con ser parte de gente que junta su voz para
construirlo.
¿Y
si hoy comprendiéramos que a este mundo le falta una voz la mía, la tuya, la que
has escuchado, la que has acogido, la que trae la Palabra que viene? Si
escucharais su voz, no endurezcáis vuestros corazones… haceos voz como Juan,
hazte clamor…
Vino
la palabra- la Palabra era la luz que ilumina….
A
través de la historia ha habido mucha gente que ha soñado con ello, ha habido
personas que han tenido el valor de ponerse a ello. Ellos y ellas han dejado un
rastro de luz. Ellos y ellas han empezado por aquí, por atreverse a hacer
espacio interior, a mantenerse desnudo y libre ante la Palabra y escucharla,
hasta dejarse ser voz, tener el contenido que Dios quiere porque sólo Él salva,
solo Él libera, solo Él sabe cómo allanar caminos torcidos por la avaricia de
las cosas, por el afán de dominio; y sólo Él sabe llevarnos a la desnudez
radical que nos hace personas verdaderamente auténticas y sólo Él, su Palabra,
puede llenarnos de ternura, la ternura de Dios para amar con amor fuerte, “con
amor de obra y de verdad” a un mundo que marcha sediento de palabras
verdaderas, que den vida, de voces que clamen desde el testimonio, que amen la
vida y su contexto “hasta la locura” porque “sólo el amor engendra la
maravilla”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario