domingo, 18 de diciembre de 2011

Cuarto Domingo de Adviento

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando a su presencia, dijo:
- Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.
Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
- No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
- ¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
El ángel le contestó:
- El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
- Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
Y el ángel se retiró.

Por Redacción A.J.

En este cuarto domingo de Adviento, el Evangelio de Lucas nos narra el encuentro del encuentro del ángel con María.
Dios, que se ha ido haciendo presente en la historia del pueblo de Israel mostrando repetidamente su voluntad de encontrarse con los hombres y mujeres como amigo fiel, como Señor de la historia, como Padre que cuida de sus hijos, prepara ahora el encuentro definitivo y pleno con los hombres. Su presencia y su palabra, de nuevo, serán desconcertantes: Dios no se hace presente desde el poder, desde la violencia o desde la imposición, sino en la sencillez, en la vulnerabilidad y fragilidad de un niño que es Dios-con-nosotros. Sólo aquellos dispuestos a romper con determinadas imágenes de Dios, sólo quienes sean capaces de acoger esta novedad y dejarse sorprender por ella, serán capaces de descubrirle.
El evangelista Lucas, nos presenta a María como la primera en recibir este anuncio desconcertante. Ella significa y realiza lo que en este Adviento celebramos: que Dios viene a nosotros, nace en nosotros y entre nosotros cuando nos abrimos a su presencia.

Os invitamos este domingo a escuchar este evangelio contemplando el icono de Rupnik (haciendo click puedes visualizarlo mejor). No se trata de mirar con curiosidad, ni con avidez, ni como miraría un historiador o un crítico de arte… queremos mirar con sencillez, dejándonos afectar por lo que vemos, abiertos a la posibilidad de que este cuadro nos “enganche”, nos diga algo.

En el centro del icono esta María. A su lado el ángel, cerca de ella, dirigiéndole una palabra que Ella acoge. María aparece sobre un gran pergamino que simboliza al pueblo judío,  que tanta importancia le daba a la Escritura ¿Por qué? Posiblemente para expresar que María no es alguien ajeno o extraño a nosotros, que María es “de los nuestros”: una mujer judía, que escucha la Palabra de Dios, desde su pueblo y con su pueblo, plenamente inserta en la historia que le tocó vivir. Ahí se hace presente el ángel, y ahí María recibe el anuncio. Ella aparece recogida, silenciosa, atenta a lo que ocurre en su interior, a lo profundo que habita en ella. Nos podemos fijar en que el artista presenta a María con los ojos cerrados. Como en el evangelio, también en el icono María está escuchando, abierta a la Palabra. En sus manos, sostiene una madeja roja, símbolo de algo que se va tejiendo, que va creciendo en sus entrañas a medida que escucha, recibe y acoge el anuncio. Fijémonos en su postura ¿de qué nos habla?

En estos tiempo, las promesas de alegría y de felicidad se multiplican, pero pocas veces nos sentimos invitados al silencio, a mirar en lo profundo, a descubrir la fuente de la verdadera alegría dentro y no fuera de nosotros. Vivimos llenos de cosas, creemos que la felicidad se compra o se vende, pero nos cuesta conectar con el deseo profundo de nuestro corazón. Y precisamente, ahí, en el centro, es donde Dios nos quiere alcanzar. Si le dejamos.
Lo mismo ocurre con los miedos y temores, pequeños o grandes, que a menudo nos paralizan o nos bloquean. A veces tenemos miedo al vacío, a encontrarnos solos y solas ante nosotros mismos. Queremos sentirnos fuertes y seguros, y buscamos la seguridad que da el poder, el ser o tener más...
¿Qué actitudes deberíamos cultivar hoy para recibir, de parte de Dios, un anuncio que nos habla de alegría, de no temer y de confiar porque El está con nosotros?

- Adviento es oportunidad de acoger y celebrar la Buena Noticia de que  Dios quiere habitar entre nosotros y en el interior de cada uno de nosotros.

- Adviento es oportunidad de mirar dentro para descubrirnos habitados por el Dios de la Vida.

- Adviento es oportunidad de descubrir lo bueno y lo nuevo que se va tejiendo dentro de nosotros y entre  nosotros, a veces sin que nos demos cuenta.


María, Virgen del silencio,
enséñanos a escuchar la Palabra,
que, día a día, está cerca de nosotros.
Enséñanos a distinguir la única Palabra
entre las numerosas palabras vacías.


María, Virgen del "sí",
enséñanos la apertura y disponibilidad,
contra todo miedo que nos bloquea.
Enséñanos la fe,
que brilla en la oscuridad del misterio,
y que responde: "Hágase".
Enséñanos a creer
que nada es imposible para Dios.

María, Virgen de la Vida,
forma en nosotros el Fruto de tu vientre, Jesús,
para que la Palabra se haga Vida
también en nosotros,
y para que podamos convertirnos
en mensajeros de la esperanza para otros.

1 comentario:

  1. Me ha encantado el comentario y el icono. Lo he escogido como mi felicitación de Navidad. Gracias por este esfuerzo y Feliz Navidad. Pilar

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