lunes, 26 de diciembre de 2011

Navidad 2011


Por María Llamedo. Kinshasha, República Democrática del Congo. Estamos en el tercer domingo de adviento, a dos semanas para Navidad. Me pregunto cómo se presentará la Navidad en nuestro querido Congo. Será bastante diferente a lo que hasta ahora estaba acostumbrada: correr para buscar regalos,  comer y beber hasta hartarme, visitar familiares y amigos.

Nuestro ambiente está marcado por una “victoria” electoral falsa e injusta y por un presidente electo por el pueblo que no gobernará porque la comunidad internacional se opone. Esa comunidad internacional que quiere seguir como hasta ahora, sacando (o mejor saqueando) diamantes, oro, coltán y demás riquezas que existen en nuestro subsuelo mientras mira con complicidad cómo cada vez son más los niños echados a la calle, cómo las familias no llegan a poder escolarizar a sus niños, cómo la gente sobre la que han tiroteado estos días se muere desangrada en la calle porque no hay recursos sanitarios y los pocos que hay sólo están al alcance de los que tienen recursos económicos holgados, menos de un 20% de la población del país.

Pienso en el nacimiento de Jesús y pienso que “no había lugar para su familia en la posada”.

En los medios de comunicación europeos nada se dice de los cientos de congoleños que son muertos, sólo se hacen eco si muere algún soldado, algún cooperante o algún misionero europeo, pero nada de nuestros hermanos congoleños, y es que para ellos tampoco hay sitio en la posada lujosa y egoísta de nuestro mundo. Pienso en todos aquellos a los que se les ha prohibido llevar el duelo de sus familiares, a los que no se les ha permitido ver ni siquiera el cuerpo sin vida de sus seres queridos para que la muerte no sea oficial y los datos que lleguen al exterior sean que “han muerto una treintena…” Pienso en todos aquellos que a partir de ahora no tardarán en dejar el país y adentrarse en travesías por el desierto y que probablemente morirán antes de llegar a la costa española, o si llegan serán interceptados por la policía, o condenados a vender CDs por la calle cuidando bien que las fuerzas de seguridad no les atrapen, o en las mujeres que serán obligadas a prostituirse.

Pienso en los niños que llevan días temblando escuchando los tiros. En las mujeres que han sido violadas. Porque aquí la estrategia militar es esta: entrar en la casa, robar lo poco que tienen, comer lo poco que hay, violar a las mujeres y marchar cantando y alabando al Dios de la guerra.

Pienso en los que seguirán muriendo de malaria, de SIDA, de polio, de cólera y de otras enfermedades mientras se destinan millones y millones a investigar en estética en Europa y nos cambiamos el tamaño de la nariz o de las tetas según nuestro gusto o según aquel al que queramos impresionar con un cuerpo 10.

Pienso en los niños que nacerán estos días, sin tanto test, sin tanta prueba, sin tantos regalos, sin tantos juguetes, cremitas, pañales, colonias… y sin un futuro claro. Pienso que muchos de ellos no llegarán a los cinco años. Pienso en el dolor de esas madres y en su deseo, la mayoría de las veces frustrado, de darles buena vida a sus hijos.

Pienso que sí, que es cierto que aquí Jesús también viene, pero ¿cuándo vendrán su bondad, justicia, su paz, su ternura?

Pienso en las celebraciones litúrgicas pomposas para recibir a nuestro Niño y quiero pensar que en medio de todo eso, le podamos mirar. Y le podamos ver.

Que lo miremos en todos aquellos para los que no hay sitio en la posada de nuestro mundo: en los que piden un poquito de lo que nos sobra a la puerta de nuestros templos, en los parados, en los inmigrantes, en las mujeres prostituidas, en los alcohólicos, en los toxicómanos, en los enfermos, en los ancianos, en las minorías marginadas… Y si queréis, echad una vista también a nuestro querido Congo, a este pueblo pleno de esperanza y continuamente masacrado. Eso es lo que deseo para esta navidad, que lo veáis en vuestra posada.

Un gran abrazo y Feliz Renacer,

María.

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