Por María Conde. No puedo decir adiós a este día sin antes pararme y
reflexionar, recordar todo lo vivido estos tres días tan intensos. Recordar
todo lo vivido, desde el minuto cero.
En este momento pienso en todos vosotros y lágrimas vuelven
a mis ojos; recuerdo a cada uno tal y como sois y a esa gran piña que formamos
donde tan cómoda me siento. Gracias por todo lo que ofrecéis, gracias por dar
cada uno la mejor versión de sí mismo.
Gracias a la Comisión Nacional saliente por los cuatro años
de alegrías que nos han dado y por todo lo que han trabajado para que esto
siguiese adelante. Gracias a todos los militantes que nos hemos podido
encontrar este fin de semana porque habéis dado todos vuestros granitos de
arena para hacer de cada momento uno único e irrepetible.
En estos días de vivencias hemos seguido creciendo como
personas, madurando en nuestra fe. Resaltar las cartas de Pedro Poveda donde
todos o la gran mayoría nos vimos tan identificados y sentimos una llamada a
evangelizar y hacernos notar en este mundo en el que nos ha tocado vivir.
Destacar el trabajo del documento del Sínodo de los Obispos donde nos unimos
más a la Iglesia.
Pero no todo han sido trabajos y documentos, también están
los ratos de descanso, las comidas, los ratos de las noches y la velada.
Momentos donde las risas nunca faltaron, donde se veía esa unión de grupo.
Momentos de presentación en la primera noche donde descubrimos todos los que
eran hermanos y se demostró quien tenía más reflejo jugando al pistolero. Los
ratos de guitarra con Adriana que ponía banda sonora a esta Asamblea.
Y la eucaristía, tan cercana, tan nuestra. Era temprano pero
nadie se perdió, estábamos todos pendientes. Momento de la PAZ donde el revuelo
llego a la cripta y nadie se quería quedar sin darla a otro. Las guitarras que
animaron y nos hicieron cantar a todos.
Agradeceros ahora, la confianza depositada en mi, aunque
TODOS somos el Movimiento y gracias a vosotros esto es lo que es, UNA MAREA DE
GENTE.
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