Por Francesc Tous. Barcelona se ha convertido últimamente en una
de las capitales europeas de esto que se suele llamar la “nueva evangelización”,
principalmente por haber sido a lo largo del tiempo cuaresmal una de las doce ciudades
participantes en la Misión Metrópolis,
una iniciativa surgida directamente del Pontificio Consejo para la Promoción de
la Nueva Evangelización. En el conjunto de eventos organizados, los jóvenes han
contado con su propio espacio: el 10 de marzo tuvo lugar un acto especialmente pensado
para ellos, con la presencia del arzobispo Martínez Sistach, que dio una
catequesis entorno a la pregunta “¿Quién es Jesús para vosotros?”. Si leéis la
noticia a la que os remite el vínculo anterior, veréis que al final se habla de
una edición especial del evangelio de San Marcos pensada para la ocasión y se
destaca que el arzobispo animó a los jóvenes a ofrecerla a “algún amigo que
esté en búsqueda”. De hecho, el reparto de evangelios de san Marcos fue la
acción estrella de la Misión, o en todo caso la más transversal. Algunos
utilizaron la imaginación para cumplir con el encargo, como por ejemplo los
integrantes del Movimiento Universitario de Estudiantes Cristianos, que el 23
de abril, el día de Sant Jordi, el día que Barcelona se llena de libros y
rosas, repartieron
evangelios acompañados de abrazos y deseos para un mundo mejor.
Más allá de la Misión, en el marco de la cual
se han organizado otras acciones como ésta,
la “nueva evangelización” continúa muy presente en las actividades que se
ofrecen a los jóvenes de la diócesis. Sin ir más lejos, un par de fines de
semana atrás varias diócesis catalanas organizaron un curso llamado “Una luz en
la noche”, impartido por los Sentinelle
del matino. Si echáis un vistazo a la página web de esta iniciativa
italiana, la relación entre el proyecto y la “nueva evangelización” es
explícita. La idea básica del curso propuesto es convertir a los jóvenes
católicos en agentes activos de evangelización allí donde se encuentran los
jóvenes, es decir, en el mundo de la noche.
Dejemos aparcada la “nueva evangelización” por
el momento. En lugar de asistir a este curso, el sábado 5 de mayo dediqué la
mayor parte del día a participar en el I
Fórum Fragmenta. Os estaréis preguntando de qué va esto. La editorial
Fragmenta nació hace cinco años y sus responsables decidieron celebrarlo
organizando una jornada que pusiera en contacto a los lectores con los autores,
y viceversa. En uno de los talleres en los que participé, los editores
revelaron a los asistentes cómo funcionaba la editorial por dentro. Entre otras
muchas historias, los fundadores de Fragmenta explicaron cómo habían dado con
el nombre adecuado para una editorial de sus características. Según sus propias
palabras, Fragmenta publica “libros no religiosos sobre religiones”. Ponen a
disposición de los lectores traducciones de textos clásicos de diversas
tradiciones religiosas y ensayos sobre tema religioso desde una perspectiva aconfesional.
Así pues, el nombre con el que se debía presentar el sello editorial tenía que
evitar connotaciones confesionales. La inspiración les llegó leyendo a Raimon
Panikkar, que no en balde es uno de los autores tótem de la empresa. En La
intuición cosmoteándrica, Panikkar toma una frase prestada del Evangelio de
Juan para encabezar la primera parte del libro: Colligite quae superaverunt
fragmenta, ne pereant (“Recoged los trozos que han sobrado, para que nada se
desperdicie”, Jn 6,12). Dice Panikkar: “Nada se desprecia, nada se deja de
lado. Todo está integrado, asumido, transfigurado... Pensar todos los
fragmentos de nuestro mundo actual para reunirlos en un conjunto no monolítico,
pero sí armónico”. La labor de Fragmenta siempre se ha desarrollado bajo este
signo, bajo la idea de que ninguna tradición puede reclamar para sí el
conocimiento completo de la Realidad, sino que sus intuiciones forman parte de
una unidad más amplia.
Hasta hace poco, Fragmenta sólo publicaba en
catalán. Aunque la comunidad hispanohablante tiene la suerte de contar con
editoriales muy rigurosas y activas en el ámbito en el que se mueve Fragmenta,
creo que es una muy buena noticia para los “castellanolectores” que Fragmenta
se haya decidido a sacar una colección de libros en castellano, que por el
instante se nutre básicamente de las versiones castellanas de libros publicados
anteriormente en catalán. Pero ojo, porque la colección en castellano cuenta
con algunos de los best-sellers de la editorial: Monjas,
de Laia de Ahumada (un libro de conversaciones con veinte monjas, entre las que
se encuentran Teresa Forcades, Lucía Caram o Berta Meneses), El monje
y la psicoanalista, de Marie Balmary (otra conversación: en este caso una
ficción dialogada entre la autora, una psicoanalista, y el monje Marc-François,
hermano de Jacques Lacan), y el más reciente Hacia un
tiempo de síntesis, de Javier Melloni, un autor que empieza a ser ya
imprescindible.
En el diálogo que se estableció entre los
editores y los lectores que antes mencionaba, hubo un momento en el que una
mujer les preguntó si eran conscientes de la responsabilidad que acarreaba una
tarea como la suya, sobre todo si se tenía en cuenta que los jóvenes, en
general, podían sentirse más cómodos en este contexto que en el de los
ambientes más estrictamente confesionales. Y aunque hay que reconocer que, pese
a la diversidad, en la jornada los jóvenes éramos minoría (pero no residual),
yo asentí y pensé: “¡Exacto!”. Exacto, en el espíritu de Fragmenta, que es el
mismo espíritu que el de Panikkar y el de Melloni, hay algo realmente nuevo,
algo joven (como sus editores, que tenían menos de treinta años cuando fundaron
la editorial), algo amplio, vasto, fresco, algo que grita por hacerse presente
y que anuncia una plenitud de contornos inéditos. Y sobre todo hay algo que,
como diría Wilber, no niega ni disocia, sino que integra y trasciende.
A riesgo de confundir peras con manzanas, a
veces me pregunto qué sentido y qué dimensión tiene el adjetivo “nuevo” cuando
en determinados contextos se asocia con el concepto de “evangelización”. De qué
estamos hablando exactamente. Me pregunto si tiene algo que ver con el espíritu
de Fragmenta, con la alegría de comunicar nuestro fragmentum y con el deseo de
abrirse a los que lo complementan. Me pregunto si lo de adaptarse a los nuevos
lenguajes y a los nuevos escenarios va más allá de una mera cirugía estética. Me
pregunto qué plenitud estamos anunciando. Me pregunto todas estas cosas, pero
supongo que cada uno deberá recoger sus respuestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario