martes, 10 de mayo de 2011

Imagen y Apuntes para una mirada contemplativa (I)

Por Teresa Lozano. Hoy me he situado ante el blog, como una oportunidad de comunicación distinta. Decimos que una imagen vale más que mil palabras y así he querido yo ROMPER LAS COMPUERTAS que mantienen encerrado como “propiedad privada” algo que quizá ya tampoco me pertenece. Es sencillamente poner ante vuestros ojos un hayedo en tiempo de otoño, en un atardecer de un día sereno.(*)


Sería incorrecto explicar un cuadro - al que ni siquiera he querido dar hoy un nombre - pero en este caso aún lo sería mucho más. Sólo he pretendido con él, establecer un diálogo, con aquellos a quienes sencillamente les pueda servir la imagen, para introducirse más allá de lo que aparece en ella, traspasando al terreno de lo invisible, desde lo más profundo de nosotros mismos.

Estamos viviendo un tiempo Pascual. SABEMOS QUE CRISTO, EL RESUCITADO, VIVE y ha vencido a la muerte. Vivir el presente, ahora significa SABER que aquí está Dios.

Pero, ¿cómo puede ser esto así? ¿Cómo des-velar la presencia, nosotros hombres y mujeres del mundo de hoy y reconocer en este mundo a Cristo vencedor de la VIDA y de la muerte? En un momento como el que vivimos, de prisas en lo cotidiano, de priorización de lo inmediato, seducidos por la fuerza de unos acontecimientos que nos sobrepasan, llevados y con-movidos por las grandes convulsiones que azotan nuestro mundo, de con-sentir cómo se imponen situaciones tan graves, inevitable y vertiginosamente… En un momento, tan doloroso, como esperanzador, del despertar de Movimientos sociales legítimos y democráticos… Nos parece muy difícil, casi imposible, ver que Dios esta aquí. A veces, nos invade el sentimiento de impotencia y pesimismo y es como si nos faltara el aliento para respirar tan hondo como lo necesitamos.

Vivimos un momento en el que la historia se convierte en misterio... "Sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no solo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo... El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rom 8, 22-23.26).

Necesitamos dejarnos llevar por la fuerza del Espíritu, para contemplar este mundo que vivimos, desde la mirada de Dios, y des-velar su PRESENCIA, en este momento y en esta historia. Sí, la contemplación, como gracia y regalo de Dios, “los gemidos” del corazón, pueden abrir nuestros ojos para descubrirle VIVO, y "escuchando su voz" acoger el "sentido" de la historia y de nuestra propia existencia. Esta es la Resurrección y la nueva VIDA a la que estamos llamados.

Por la oración, como dicen los grandes Maestros, vamos aprendiendo a llegar hasta el corazón del mundo, y a reconocer en él la Presencia de Dios. Pero esto supone un progresivo aprendizaje que brota de un “encuentro": La pre¬sencia del Espíritu y el poder de su amor va generando en nosotros un movimiento de transformación. “El punto de llegada de todo este aprendizaje orante es el ejercicio esperanzado de "vivir en el mundo la presencia del Espíritu desde su apasionado amor por quienes viven en él". (“La oración con el sentimiento de una presencia” Fernando Manresa, SJ.)

No es mi deseo sublimar, ni mucho menos huir de la realidad, al citar estos textos que no tienen réplica. Solamente pretendía - y no es poco- situarme ante la PALABRA para establecer el diálogo con esa realidad que nos desborda y nos sorprende. Ver que Jesús camina a nuestro lado y nos va enseñando en las Escrituras, “que esto tenía que ocurrir”. Sí, necesitamos saber también que nos trae la paz, necesitamos sentir el gozo y alegría cuando se nos “aparece”, se nos “deja ver”. Aunque nos suene extraño, hay - aun en lo más doloroso - “situaciones de revelación” en este tiempo que vivimos. Por eso necesitamos orar para entrar en Dios, para ir “penetrando en la densidad de lo sensible y de lo histórico, para que, por contraste y en confrontación con ello, "aparezca" -brillante por su presencia o gimiente por su ausencia- el Espíritu de Aquel que sólo es alcanzable en la medida en que transfigura las cosas con las que tratamos y los acontecimientos que vivirnos. (“La oración con el sentimiento de una presencia” Fernando Manresa, SJ.)

Esta es la razón por la cual, por ejemplo, el "Cántico Espiritual" o el "Cántico de las criaturas" testifican no sólo los "ojos nuevos" de quienes así han "visto" al mundo, sino también la verdad última de las cosas del mundo y de los aconte¬cimientos de la historia, desvelada en una situación de revelación.

De otra parte, la oración en nosotros va polarizándonos más y más en torno a los "gemidos del Espíritu" en toda la creación. “Poco a poco, vamos siendo remitidos a aquellos lugares en donde -por contraste- el Espíritu vive "gimiendo", prisionero y atenazado”. …“De esta forma nuestra historia personal va siendo acrecentada por la donación y el servicio ("comunión")” (Fernando Manresa).

Este efecto transformante creador de una NUEVA VIDA, la del Resucitado, se verifica y nace en la oración de entrega, y está sellada con la palabra y la vida de los místicos y verdaderos orantes: Aunque nos parezca osadía, bueno será releer sus palabras de ánimo y disponernos en lo que esté de nuestra parte, confiando sobre todo, en el Don de Dios.

(*) Teresa ha pintado el cuadro que comenta.

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