sábado, 15 de mayo de 2010

Conocimiento profundo

Por Redacción AJ. Hoy no puedo evitar leer las tres lecturas como un conjunto. Es habitual que haya una relación entre las lecturas y solemos decantarnos por comentar el evangelio. Este fin de semana, sin embargo, se me unen irremediablemente.

Lucas, autor tanto del evangelio como del libro de los Hechos de los apóstoles, escribe para Teófilo (¿también para ti y para mí, que estamos dedicando un rato de nuestro tiempo a leerle?) con el propósito de que "conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido" (Lc 1, 4).
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.» Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios." (Lc 24, 46-53)
El final del evangelio (de la Buena Noticia que es para nosotros la vida, muerte y resurrección de Jesús) marca el comienzo de los Hechos de los Apóstoles (de los primeros cristianos), es decir, de la comprensión de lo que había ocurrido y de cómo afectaba esto a sus vidas (y a la tuya, y a la mía). Pasaron de creer que era el Mesías esperado a verlo morir de la peor manera imaginable (injuriante, escandalosa, vergonzosa). De vivir la desesperación a aprender a reconocerlo presente en sus vidas "de otra manera". De creer que la instauración de su Reino era inminente a sospechar que a lo mejor habría que "esperar un poco..." Lo que está muy claro es que los primeros cristianos, los que estuvieron al lado de Jesús, los que comieron con Él, los que se cansaron caminando y yendo de un pueblo a otro... los que discutían quién se sentaría a su derecha y querían castigar a los que hacían curaciones en su nombre sin ir con ellos... los que se encerraron por miedo mientras algunas mujeres se fueron a ungir su cuerpo... Éstos, que lo conocieron en persona, tuvieron que hacer un proceso para entender qué había pasado. A lo largo de los evangelios hay multitud de situaciones en las que Jesús les tiene que explicar las cosas. La etapa de las apariciones de Jesús Resucitado son especialmente significativas en este sentido. El comienzo de los Hechos de los Apóstoles nos muestra muy claramente que incluso después de las experiencias de reconocer a Cristo Resucitado presente en sus vidas, sus expectativas continuaban necesitando ser "resituadas". Si había que convertirse al judaismo o no (circuncisión o no) para ser "cristianos" ("otro Cristo"), si la Buena Noticia era solo para los judíos o también para los paganos y tantas otras cuestiones a las que tuvieron que dar respuesta.
"Ellos lo rodearon preguntándole: - «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: - «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»"
Somos así, no podemos evitarlo... Y con esto, afortunadamente, contaba (y cuenta) Dios... En nuestra época, 2.000 años después, ¿qué aprendizaje tenemos que hacer? Quizás nos hayamos "instalado demasiado" en lo que los primeros tuvieron que entender: que la vuelta del Señor no iba ser inminente y que, por tanto, tenían por delante la tarea de aprender a vivir sin Él (pero con Él) siendo fieles a lo que habían recibido en primera persona o por otros... ¿Qué tenemos que "re-aprender" nosotros/as? ¿Cuántas veces funcionamos como si en realidad lo de que Jesús va a volver no fuera cierto? ¿Qué relación personal tenemos con Jesús, con Dios Padre, más allá de unas ideas a las que me uno, unos requisitos que intento cumplir, un estilo de vida que procuro cuidar? ¿Cómo me doy espacios en mi vida que me puedan ayudar a vivir lo que solo se puede vivir (y para lo que no valen los libros o lo que otros me cuenten)? ¿Participo de experiencias de esas que dicen "que ayudan" a vivir y alimentar la fe: celebración de la eucaristía, oración, compartir la fe con otros, celebración de la Pascua, ejercicios espirituales, voluntariado, etc., etc.? ¿Qué leo que me pueda ayudar a poner en palabras lo que vivo en el fondo de mi ser y que muchas veces ni yo mismo/a comprendo? ¿Con quién hablo y de qué hablo?

Es aquí donde no puedo evitar leer la segunda lectura (carta de Pablo a los Efesios) y sentir que Pablo nos escribe a ti y a mí:
"Por lo cual, yo, al conocer tu fe en Jesús, el Señor, y el amor a todos los creyentes, no ceso de dar gracias por ti recordándote en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, te conceda espíritu de sabiduría que te revele un conocimiento profundo de Él; que ilumine los ojos de tu corazón, para que conozcas cuál es la esperanza de su llamada, cuál la riqueza de la gloria de su herencia otorgada a su pueblo y cuál la excelsa grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes." (Adapt. Ef 1, 15-19)

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