"En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: - «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: - «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: - «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: - «Ninguno, Señor.» Jesús dijo: - «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»" (Jn 8, 1-11)
Por Redacción AJ. El texto de este domingo es tan conocido que la contestación de Jesús "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra" es frecuentemente utilizada en la vida cotidiana. Son varios los aspectos en los que nos podríamos fijar, porque el pasaje es muy rico. Para quien quiera meditar sobre la sociedad patriarcal que dominaba entonces y sigue dominando hoy día, os remito al comentario de J. A. Pagola en Eclesalia ("Revolución ignorada").
Me fijaré hoy en la actitud de Jesús antes, durante y después de la interpelación a propósito de la mujer adúltera. Le traen la mujer, dispuestos a lapidarla, con ganas de provocarlo, de ponerle a prueba y Jesús ¿qué hace? Se pone a dibujar en el suelo (hoy diríamos que no entra al trapo). Ante su insistencia se levanta, contesta y, al hacerlo, sitúa a los acusadores ante su propia verdad, ante su propia historia de vida que, como la de todos los allí y aquí presentes, no está libre de fallos, de pecado, de responsabilidad. Una vez ha situado a cada uno ante su propia verdad, Jesús no se queda de pie interpelante, retador, desafiante... No... La verdad no necesita ser gritada ni defendida con violencia... Se agacha y se pone a dibujar de nuevo en el suelo. Sencillamente, ayuda a que cada uno de los acusadores, al mirar su realidad, asuma la responsabilidad de sus actos pasados. El relato nos cuenta que al hacerlo, se fueron uno a uno.
Cuando rezo con este texto no puedo evitar ver una historia de Salvación para todos y cada uno de los que forman parte en este pasaje: la mujer y los acusadores. Las palabras que Jesús dirige a la mujer adúltera son de Salvación, de sanación, de recuperación. La interpelación a los acusadores también fue ocasión de Salvación para ellos. Habían caído en el juicio, en la hipocresía... y las palabras de Jesús les llevaron a su interior, a su verdad... La actitud no provocadora de Jesús les ofreció una salida, reconocer su verdad y acoger la de la mujer sin condenarla... Quiero creer que más de uno se fue de allí cambiado...
Me fijaré hoy en la actitud de Jesús antes, durante y después de la interpelación a propósito de la mujer adúltera. Le traen la mujer, dispuestos a lapidarla, con ganas de provocarlo, de ponerle a prueba y Jesús ¿qué hace? Se pone a dibujar en el suelo (hoy diríamos que no entra al trapo). Ante su insistencia se levanta, contesta y, al hacerlo, sitúa a los acusadores ante su propia verdad, ante su propia historia de vida que, como la de todos los allí y aquí presentes, no está libre de fallos, de pecado, de responsabilidad. Una vez ha situado a cada uno ante su propia verdad, Jesús no se queda de pie interpelante, retador, desafiante... No... La verdad no necesita ser gritada ni defendida con violencia... Se agacha y se pone a dibujar de nuevo en el suelo. Sencillamente, ayuda a que cada uno de los acusadores, al mirar su realidad, asuma la responsabilidad de sus actos pasados. El relato nos cuenta que al hacerlo, se fueron uno a uno.
Cuando rezo con este texto no puedo evitar ver una historia de Salvación para todos y cada uno de los que forman parte en este pasaje: la mujer y los acusadores. Las palabras que Jesús dirige a la mujer adúltera son de Salvación, de sanación, de recuperación. La interpelación a los acusadores también fue ocasión de Salvación para ellos. Habían caído en el juicio, en la hipocresía... y las palabras de Jesús les llevaron a su interior, a su verdad... La actitud no provocadora de Jesús les ofreció una salida, reconocer su verdad y acoger la de la mujer sin condenarla... Quiero creer que más de uno se fue de allí cambiado...
- Lee con calma el texto, deja que las palabras y las actitudes resuenen en tu interior.
- Dedica unos minutos a hacer memoria de los regalos de Dios que has tenido a lo largo del día, de la semana... Dale gracias a Dios por tanto bien recibido...
- Piensa en las ocasiones en las que podías haber respondido desde el amor y no lo has hecho... ¿Cuándo has actuado desde el egoísmo, el juicio a los otros, el afán de poder o el deseo de utilizar al prójimo?
- Relee el texto. ¿Hay algún personaje en el evangelio con el que te identifiques? Al mirar a tu historia vivida, ¿ante qué verdad te sitúa Jesús? Contémplale dibujando en el suelo, sin juzgarte, dándote tiempo, dándote la oportunidad de mirar tu propia verdad... Cuéntasela, como quien habla con su mejor amigo...
- Pídele a Dios la gracia, el regalo, de poder responder al Amor con amor... Con su ayuda y tu deseo de vivir desde el amor, la historia de tu vida puede ser historia de Salvación.
- Escucha las palabras de Jesús dichas también hoy para ti: "Yo tampoco te condeno". Date tiempo para disfrutar del regalo de sentirse acogido/a de forma incondicional, porque así es su Amor: incondicional.
- Anda y no peques más... Entendiendo como pecado la acción de no vivir desde el amor en respuesta a tanto Amor recibido, aquello que nos separa de la Vida... Te anima a poner los medios para disfrutar de su Amor y vivir en correspondencia a tanto bien recibido... ¿A qué conversión te sientes llamado/a hoy?
Escuché con atención este evangelio el domingo, conocía al sacerdote y aunque me parece un "cura excepcional" , me he vuelto a emocionar de nuevo al leer la forma en q se ha comentado aquí. Gracias por fortalecer la fe en Dios y la confianza en los demás y sobre todo recordarnos que Jesús, por muchas veces q nos equivoquemos "tampoco nos condena".
ResponderEliminarGracias y enhorabuena por este blog, vuestras reflexiones son geniales!!.