sábado, 22 de enero de 2011

Identificación con Cristo

"Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir. Hermanos, me he enterado por los de Cloe que hay discordias entre vosotros. Y por eso os hablo así, porque andáis divididos, diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo. »

¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pablo? Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo." (1 Cor 1, 10-13.17)

Por Redacción AJ. Si bien habitualmente comentamos el evangelio, hoy nos vamos a fijar en la segunda lectura, de la primera carta de Pablo a los Corintios. Al leerla no pude evitar pensar en Pedro Poveda y sus textos "La Obra es Jesucristo" (1917, época de la aprobación diocesana de la Institución Teresiana) y "Porque nadie puede poner otro cimiento que el que ha sido puesto, que es Jesucristo" (1920).

En este momento, en el que celebramos el comienzo del año centenario de la Institución Teresiana, en el que se destaca la visión profética de Pedro Poveda, la mucha vida generada por miembros de la Institución Teresiana a lo largo de estos cien años de vida, no puedo evitar recordar que las palabras de Pedro Poveda fueron claras al respecto. Jesucristo es la razón, el motor, el horizonte de la Institución Teresiana. A través de estos textos Pedro Poveda quiso expresar su sentir respecto de ciertas actitudes personalistas (se le daba un protagonismo y un realce con el que no se identificaba). A lo largo de nuestra vida nos hemos encontrado y nos encontraremos con mucha gente de la que Dios se ha servido y se servirá para que podamos crecer en la fe. Instrumentos, sí, pero instrumentos nada más. El camino de maduración en la fe, si lo es, nos llevará a poder decir "Jesucristo es el Señor", con alegría, con gestos que lo transparenten, con una vida que muestre que el seguimiento de Jesús es llamada para todos a la radicalidad que nace del bautismo. Afortunadamente Dios se sirve de personas cuya sensibilidad nos ayuda a encontrar nuestra vocación, el camino para encontrar nuestro hueco en la Iglesia, allí donde podamos desplegar todo el potencial que encierra el don de la vocación que hemos recibido. Este despliegue pasa por reconocer en Jesucristo el camino, la verdad y la vida.
"Muchas veces se dijo, la Obra es el Padre, y hasta no faltaron personalidades que así lo expresaron en presencia mía, quizá sin sentirlo, quizá sintiéndolo. Pues yo os digo que la Obra no es el Padre... La Obra es Jesucristo. Él es el inspirador, el sostén, la vida, el modelo, la teoría, la práctica, el sistema, el método, el procedimiento, la regla, las constituciones, todo en suma. (..) siendo Jesucristo nuestro modelo y nuestro amor, los miembros de nuestra familia tendrán idéntica conformación espiritual y vivirán unidos en Cristo y por Cristo, en el cual todos debemos amarnos. (...) habéis de poner singular empeño en conocer bien la vida de Jesucristo. (...) Aprended a ser humildes como Jesús; como Jesús prudentes, fuertes, pacientes, bondadosos, compasivos, caritativos." (Pedro Poveda, 1917)
"Sabemos, porque se nos dijo muchas veces, que la Obra es de Jesucristo, porque El es el inspirador, el sostén, el principio, el fin, el medio, todo en suma.
Pero la consideración presente va encaminada a algo más, a dejar sentado, como expresó san Pablo a los corintios, que nadie, por más autoridad que tenga, por más ciencia que posea, por más virtud de que esté adornado, nadie puede, ni podrá jamás poner otro cimiento, otro fundamento, que el puesto desde el principio, que es Jesucristo. Esta es nuestra Obra, ésta la doctrina que hemos profesado, y bajo ningún pretexto debemos admitir elementos humanos, en lo que en Cristo, por Cristo y para Cristo se fundó. Y la perfección de la Obra está en la identificación con Cristo, y su firmeza en descansar en Cristo, y su vida en participar de la de Cristo." (Pedro Poveda, 1920)

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