viernes, 19 de noviembre de 2010

Crucifijos vivientes

"En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.» Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.» Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» Pero el otro lo increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»

Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»" (Lc 23, 35-43)
Por Redacción AJ. Va acabando el año litúrgico para comenzar un nuevo de mano del Adviento que está a la vuelta de la esquina. Y acaba con lecturas como la de este domingo que nos sitúan en la clave de que la vida de Jesús se entiende desde el final: su muerte (muerte de cruz, lo peor en esa época) y su Resurrección (superando el poder de la muerte y del mal).

Dedica un rato a pensar qué te sugiere esta imagen que se nos ofrece. Un Jesús muerto de la peor manera posible en esos tiempos, con dos "malhechores" por compañeros al final de su vida, con burlas y provocaciones del tipo "líbrate a ti mismo, ya que eres tan estupendo..." ¿Cómo afecta esta imagen a la imagen de Dios con la que te relacionas cada día?

Quizás te resulte inevitable preguntarte: ¿por qué muere Jesús? ¿Por qué lo matan? ¿Qué Dios es éste que se muestra en la cruz? De hecho estas mismas preguntas son las que a algunos nos llevan a creer en Jesús y las que a la vez alejan a otros. Quizás el diálogo entre los dos crucificados con Jesús no sea tan del pasado... ¿Te pasa a ti con la gente de tu alrededor? ¿Te pasa a ti en tu interior, en ese diálogo que a veces se da entre el creyente y el increyente que todos llevamos dentro?

Parece que la muerte de Jesús implica un Dios ajeno o indiferente a su sufrimiento y eso es fácil que provoque rechazo. Escuché una vez decir a Jon Sobrino que Jesús muere porque el [ser humano] muere y porque el [ser humano] mata, es decir: Dios es víctima, no autor. ¿Y por qué lo matan?, podríamos seguir. Pues hay autores que sugieren que a Jesús lo mataron por sus comidas, es decir, por la gente con la que se sentó a compartir la mesa: prostitutas, pecadores, publicanos... lo peorcito, diríamos hoy... ¿Con quién te sientas a comer? ¿Quiénes pueblan tu mundo de relaciones?

Muerte de cruz: a la que nos hemos acostumbrado y que muchos llevamos colgada del cuello como signo (expresión) de nuestra fe y que lamentablemente otros llevan como adorno chic. Esta cruz que fue burla y tortura de un hombre que había pasado haciendo el bien y que había mostrado un rostro de Dios liberador, sanador, regazo permanente e inamovible pese a nuestras incoherencias o pecados (entendiendo como pecado aquello que nos impide ser vehículo del amor de Dios). Esta cruz que en aquella época era lo equivalente a la actual silla eléctrica o la inyección letal. Esta cruz que tiene poco que ver con un Dios "Todopoderoso" o "Brazo-aniquilador" al que a veces invocamos en situaciones complicadas de nuestra vida...

Los que creemos en Jesús creemos en este Jesús: el que se sentó a comer con la gente que a los ojos de los demás eran pecadores, pero que tenían el corazón en condiciones de recibir la Buena Noticia (el "evangelio") de que el Reino de Dios, Dios mismo, está cerca, que le importa nuestro bien, el bien de los que sufren el bien de los que permiten que las riquezas y el poder les apolillen o endurezcan el corazón. El Dios que "hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos", que quiere la salvación de los unos y de los otros. Salvación que consiste en descubrir que lo único que cuenta es cuánto hemos amado.

Creemos en un Jesús que atravesó una muerte denigrante por permanecer fiel a lo que había descubierto: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor."

¿Cómo afecta a tu vida creer en este Jesús que "fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; subió al cielo, y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso"? ¿Qué entiendes por "Dios Todopoderoso" y por tanto, cómo te relacionas con Él? ¿Qué esperas de Él en tu vida tocada por la fe?

Acabamos con unas palabras de Pedro Poveda escritas en 1926, poco después de la aprobación pontificia de la Institución Teresiana en 1924:
"Os he dicho ya que [el miembro de la Institución Teresiana] no tiene otra fortaleza que la que le viene del crucifijo, que es su armadura, la armadura de Dios; que el crucifijo es el único tesoro, la única propiedad que por diversos títulos, legítimamente posee. Pero ahora os digo más: que [el miembro de la Institución Teresiana] no debe contentarse con sólo eso, sino que debe aspirar a transformarse en crucifijo, es decir, ser un crucifijo viviente. (...) ¿Y cómo l[el miembro de la Institución Teresiana] será un crucifijo viviente? Estudiando, conociendo, amando, imitando al crucifijo, y de esta manera pensará, sentirá, obrará como Cristo. ¿Qué sucede a una persona que trata o vive mucho tiempo con otra? Pues que insensiblemente copia sus gestos, modales, porte, hasta el timbre de voz; esto en cuanto a lo exterior, que si la ama, llega a sentir, pensar y amar lo que ella, porque el amor pide semejanza entre los que se aman."
Si quieres profundizar en este tema te sugerimos la lectura del capítulo "Oye Dios, ¿por qué sufrimos?" del libro "Teología para universitarios" de Luis González Carvajal y el artículo de Ignacio Ellacuría "¿Por qué muere Jesús y por qué lo matan?" y "El crucifijo en la Institución" en "Amigos fuertes de Dios", pg 165.

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