lunes, 28 de noviembre de 2011

¡Bendita locura!


Por Irene Gregorio. Ha pasado ya tiempo desde que finalizó oficialmente la JMJ, y aún me sonrío al recordar aquellos maravillosos días. No es difícil sentir que el Espíritu sigue presente, vivo entre nosotros, en el mundo, como una llama que no se apaga y que sigue prendiendo mechas allá por donde pasa.
Durante esos días vivimos en Madrid algo muy especial. Jóvenes cristianos del mundo entero se reunieron para celebrar, profesar, afianzar y renovar su fe. También hubo quien la reencontró o la descubrió.

Cada persona, un caso; cada persona, un mundo; pero todos con un único centro: Dios.

Algo tenía el ambiente. Algo tenían todas aquellas sonrisas impresas en los rostros de quien te encontrabas por la calle. Algo tenía el sinfín de actividades que había por Madrid, todas ellas con fondo cristiano. Algo tenía el ir en metro y comenzar a hablar con alguien totalmente desconocido y con quien sin embargo sentías que tenías algo en común. Algo tenía aquella universalidad de las alabanzas que se dirigían a Dios en cualquier rincón y a los que se unía gente de todo el mundo. Algo tenía el gran número de peregrinos que circulaban por todo Madrid. Algo tenía esa alegría incontenida, esos bailes, esas canciones.

Algo tenía... algo tenía y ya lo encontré. Era el Espíritu. Ese Espíritu que nos impulsó, nos animó y nos acompañó en estas Jornadas. El mismo que, al finalizar la JMJ, se metió en nuestras maletas y bolsos; se metió en nuestros corazones y nos acompañó hasta nuestros lugares de origen: a nuestros trabajos, colegios y grupos de amigos, para desde allí repartirse por el mundo entero.

Esos días no se olvidan. Son imposibles de olvidar. Demasiado intensos para que pasen de largo. El Espíritu y el mensaje vive en nuestros corazones, y las amistades que hicimos, afianzadas en Cristo, nos recuerdan que no estamos solos y que, firmes en la fe, arraigados y edificados en Cristo, en su amor, es posible cambiar el mundo. Sabemos que esto es sólo la punta del iceberg.
Hay algunos que nos llaman locos. ¡Bendita locura!

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