lunes, 27 de febrero de 2012

Lo evidente y lo enmarañado


Por Francesc Tous. Hay cosas que parecen escandalosamente evidentes. Hay otras, en cambio, que se presentan como una enojosa maraña. Hay cosas que se nos aparecen diáfanas y cristalinas, y otras que nos sumergen en un profundo desconcierto. Hay, pues, certitudes y quebraderos de cabeza.   

Si nos fijamos en la actual crisis que nos afecta, que más que crisis económica, es una crisis sistémica, hay cosas que parecen evidentes: la injusticia que supone que muchos paguen la avaricia de unos pocos, la deshumanizada y deshumanizante autonomía de estos seres sombríos que llamamos mercados (o mejor: su deshumanizado y deshumanizante imperio), el dramático desajuste entre una economía globalizada y una política localmente desubicada, la constatación de haber dejado que se desarrollase un sistema que ya sólo sirve a su perverso instinto de conservación. Pero una cosa es el diagnóstico y otra el tratamiento, y aunque nos podamos equivocar también en lo primero, es en el resbaloso territorio de la búsqueda y el desarrollo de las soluciones donde se empiezan a complicar las cosas. Empezar haciendo, que decía Poveda; pero, ¿empezar haciendo qué?

Si nos trasladamos a otros territorios las cosas son parecidas. En el mensaje de cuaresma del papa aparecen afirmaciones con las que es fácil sintonizar, como la que recogía hace poco Acit Joven en su muro del facebook (y en el twitter): “Lo que anima a la corrección fraterna nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia”. Esta sentencia se enmarca en una reflexión sobre la caridad, entendida especialmente como la virtud que permite conservar una mirada atenta y viva hacia el hermano, de interesarse por su cuidado y por su bien, y que conlleva la responsabilidad de hacerse cargo y de corregirlo cuando se aparte del camino del bien. En el seno de la comunidad cristiana, la práctica de esta virtud se convierte en una dinámica de acogida mutua y de cuidado recíproco. Hasta aquí no hay mucho que objetar al texto de Benedicto XVI, pero me gustaría saber cuál es el referente que tiene en la cabeza cuando dice: “Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien”. Esta frase, por cierto, es la inmediatamente anterior a la que he citado antes. De acuerdo, existe el bien y el mal, como el papa ha escrito un poco antes. De acuerdo, hay que corregir al hermano y dejarse corregir por él. De acuerdo, no hay que seguir la mentalidad común, que no puede ser identificada con la verdad. Y todo esto mediante la corrección fraterna y no la condena. Muy bien. Pero intentemos cargar todo esto de referentes reales, de contenidos concretos, y todo se volverá mucho menos evidente, y sobre todo, costará mucho más llegar a posturas consensuadas. ¿Las nociones del bien y del mal que predica la Iglesia hoy son o continúan siendo adecuadas?, ¿Acaso no hay mentalidad común en la Iglesia, heredada de una inercia secular? Y quizá lo más importante, ¿es que en la Iglesia observamos realmente un espíritu de corrección fraterna y no de condena?

Cuando a los cristianos se nos pregunta cuál es el núcleo de nuestra fe, simplemente solemos responder: Jesucristo. No creo que haya otra respuesta posible. Todo está en Jesucristo; nosotros mismos, nuestra vida, como dice San Pablo, está escondida en Dios con Cristo. La vida de un creyente consiste en ir dando sentido a esta palabra, en ir dotándola de un significado real y vivo. Y si pocos cristianos, creo, estarían en desacuerdo en resumir así su fe, en cambio el consenso vuelve a desaparecer si se trata de diseñar el proceso de construcción del referente real de nuestra fe. Porque eso sí que es enmarañado, ahí sí que las evidencias no abundan, y a cada cual le corresponde desenredar su madeja, como individuo y como comunidad. Y porque todos tenemos la tentación de acortar el camino, de limitar la expansión del Espíritu, y por tanto todos necesitamos la voz del hermano que nos habla desde territorios que nos resultan ignotos y oscuros. Ya hace unos cuantos años que Teilhard de Chardin decía que la teología de su tiempo estaba escrita sobre la visión del universo de cuatro mil años atrás, no sobre la del universo del espacio ilimitado. Y sugería: “Tratemos de entender cómo habrá que modificar los contornos visibles de Cristo para que su figura siga ahora como en otro tiempo invadiéndolo todo, victoriosamente”. Y no hace tanto, Ken Wilber, el fundador de la llamada teoría integral, se ha referido así a los místicos, incluido Jesucristo: “Cada uno representa una forma de mañana, una forma de nuestro destino que está por venir. Cada uno ha pasado por delante nuestro en la flecha del tiempo, como siempre hicieron los genios, y aunque surgieron en nuestro pasado nos llaman desde el futuro”. Quizá la Iglesia deba recuperar su voz profética, una voz que hable más allá de sí misma y de sus certitudes, y que transporte algo de este Cristo que nos llama desde el futuro. Un Cristo que resplandece en lo evidente pero que necesita emerger poco a poco y secretamente de lo enmarañado. 

viernes, 24 de febrero de 2012

Convertíos y creed en el evangelio


"En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»" (Mc 1, 12-15)
Por Redacción AJ. Desde este miércoles, la liturgia nos ha invitado a convertirnos, es decir, a volvernos por entero hacia el Dios compasivo y misericordioso, rico en ternura (cf. Joel 2,18-20), es decir, nos proponía darnos la vuelta” hacia él. Es decir, hemos dado inicio a un tiempo para prepararnos y disponernos a seguir a Jesús y a hacer que su Proyecto de amor centre todas nuestras energías. Pero bien sabemos que esto no es fácil, que son muchas las distracciones y tentaciones que tenemos, que los ritmos de vida tan agitados, las distracciones de los “templos del consumo”, los ruidos que nos impiden escuchar, etc. no favorecen que se despliegue y maduren en nosotros/as la confianza, el amor y la esperanza. Ahora bien, también es cierto que podemos pasar de largo, y ni tan siquiera enterarnos que estamos despistados/as y con la atención, la mente y el corazón centrados en “cuidar otros ganados”, que diría Santa Teresa.
De una manera muy breve, Marcos nos informa de que Jesús da inicio a su misión en Galilea. Pero antes siente un impulso irresistible de dejarse conducir al desierto por el Espíritu (“el Espíritu lo empujó al desierto”) y consiente, permaneciendo allí cuarenta días. Acaba de ser bautizado en el Jordán y allí el Espíritu había venido sobre él. Más aún, en ese momento crucial, Jesús recibe una palabra del Padre: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”, en la que retomando el texto de Is 42,1-9 se especifica el modo en el que el Hijo realizará la misión encomendada: como Siervo sufriente. Por eso inmediatamente el Espíritu le conduce al desierto y Jesús responde a esa llamada que, en definitiva, es abrir ahora un espacio de encuentro con su verdad profunda en un tiempo prolongado (cuarenta días), y a discernir.
El desierto es el lugar donde Jesús será tentado y no será la única vez que enfrentará la tentación en relación al modo de ejercer la misión que le fue encomendada (ahí está la llamada crisis galilea que supuso un punto de inflexión en su estrategia de misión, y la oración de Getsemaní).
Antes de salir a los caminos de Galilea a predicar y sanar de toda dolencia, Jesús examinará cómo está vivo en Él el dinamismo del amor, si está dispuesto a entregarse por amor al Proyecto del Amor, o hasta qué punto tiene resistencias para ello. No se nos cuenta qué preguntas se haría Jesús, pero si acudimos al mismo episodio tal y como es narrado en el evangelio de Lucas, por ejemplo, encontramos alguna respuesta. Jesús se habría preguntado por las formas de entender la vocación de elegido y su misión: un mesianismo basado en el poder, la riqueza y la fama, o un mesianismo del siervo.
El evangelista, no obstante, no termina ahí su mensaje, sino que nos comunica algo todavía más importante: Jesús ha vencido a la tentación. Una señal de ello ha podido dejar Marcos en el texto: los animales salvajes estaban con Jesús en el desierto como compañeros, aludiendo probablemente a la paz escatológica, es decir, a la paz definitiva y plena (cf. Is 11,6-8; 65,25). Marcos comunica a sus oyentes, por tanto, que en Jesús se da inicio un tiempo completamente nuevo y definitivo. A partir de este momento Jesús comenzará su camino de entrega, y que se traducirá en optar por formas de estar entre la gente basadas en las dinámicas del compartir, de la gratuidad, del abajamiento y el entrañamiento con los que están en las cunetas sociales, para hacer posible la universalidad del Reino.
El episodio de las tentaciones tiene también un interés exhortativo (parenético), es decir, nos invita a hacernos conscientes de que también nosotros somos tentados, y apartados del camino que conduce a la Mesa Compartida. Y a preguntarnos y examinarnos cómo es nuestro dinamismo existencial-espiritual: ¿Hasta qué punto mi vida está centrada en el dinero o en las ansias de posesión, o por el deseo de apariencia? ¿Hasta qué punto vivo y funciono como si fuera autosuficiente o me bastara a mí mismo? ¿He hecho míos, realmente y en la vida cotidiana, los valores del Evangelio? ¿Vivo la pobreza como no reservarme para mí ni espacios ni tiempos, ni dineros…? ¿Tengo un estilo de vida marcado por el compartir solidario? ¿Es el servicio la tónica de mi vida? ¿Acepto las dificultades y sinsabores de la vida con alegría? ¿Me acojo como soy en verdad y me regalo gratuitamente a los otros sin reclamar ningún derecho? ¿Entiendo la vida como “apropiación”, o voy creyéndome poco a poco que los hilos de mi vida los lleva Dios, y que no soy el principio y fundamento de mi existencia?
La invitación a convertirse y cree en el evangelio que recibimos este miércoles cuando se nos imponía la ceniza, vuelve a repetirse este domingo. Es el tiempo oportuno, tiempo de Dios, porque es él quien actúa y quien con su Amor hace posible para nosotros y nosotras el regalo de la conversión y el sí a su Reino. Pero es tiempo oportuno también para “ponernos a tiro” de Dios, ayudándonos de esas buenas prácticas que desde siempre la Iglesia recomendó a los creyentes: el ayuno que nos lleve a decir “no” al afán de posesión personal, pero también a reivindicar que se acabe con el afán desmedido de lucro que lleva a la pobreza a miles de familias; la limosna como ejercicio de solidaridad que establece vías permanentes de comunión de bienes con los que no tienen; y la oración, donde contemplar el rostro amoroso de Dios dejándonos sorprender por su continua provocación a hacernos uno con Él en el Amor.
Tiempo oportuno, por tanto, para dejarnos visitar por la ternura transformante y provocadora de Dios; y tiempo oportuno para visitar a otros y otras, regalándonos gratuitamente en pequeños gestos que hacen creíble que el Reino de Dios está cerca.

martes, 21 de febrero de 2012

“Estamos en una sociedad patriarcal que nos está usurpando nuestros puestos”.


Por Charo Mármol para Alandar. Hay una primera impresión cuando conoces a una persona y es a través de su rostro. Un rostro que, a veces, en las personas mayores, puede aparecer duro, surcado por las heridas que el dolor y el sufrimiento han ido dejando a través de los años. Por el contrario hay otras personas que transmiten paz, serenidad. Rostros que hablan de una vida plena, de años de coherencia, de felicidad, de plenitud… Y este es el rostro de Regina Goberna, monja benedictina de 77 años.

Mi encuentro con ella fue en Salamanca en agosto pasado. Se celebraba el XIV Congreso Internacional de la Asociación Europea de Mujeres Para la Investigación. El tema del congreso era La teología feminista: escuchar, comprender y responder en un mundo secular y plural. Y me sorprendió en este ámbito y con este tema encontrarme con “una monja de clausura o contemplativa”, término este que ya se encargó de corregirme cuando conversamos. “De clausura nos molesta enormemente que nos llamen. No nos gusta porque contemplativa es la que sólo contempla y nosotras ora et labora. Somos monjas porque monja es aquella que está dentro de un monasterio”. Pues esta monja entró a los 20 en el convento. Su familia tuvo una cierta resistencia, pero les dijeron que tranquilos, que antes de un año estaría en casa, “porque soy muy movida, muy charlatana” añade... Y ya lleva 57 años de vida conventual.

Tiempos de cambios

Durante estos años ha habido muchos cambios, aunque ella asegura que “En el fondo para mí no hay cambios, cuando te coges al Evangelio, al absoluto y a las raíces, las cosas no cambian tanto, cambian las formulaciones, pero tú eres feliz con todo; externamente ha habido cambios y yo los celebro”. El convento tenía rejas, pero en cuanto pudieron las quitaron. Cuando comenzó eran 80 monjas, hoy son 37. Además, hoy Internet ha entrado en el convento y el convento tiene una preciosa web, www.benedictinescat.com, de la que ella es la principal autora.

Un día escuchó a un monje de Montserrat decir: “San Benito no inventó la imprenta pero los benedictinos a través de la imprenta evangelizaron Europa. Ahora los benedictinos no hemos inventado Internet pero a través de Internet podemos evangelizar.” Y ella se dijo “Esto es lo mío” y empezó a pensar en la web. Me cuenta que no sabía escribir a máquina porque ella es artista y lo suyo es lo manual. Es una de las creadoras de la artesanía que venden en el convento y que se puede ver en su web. “Yo trabajo en cerámica, soy la que lleva los diseños. La abadesa y yo hicimos el estilo y ahora ya rueda sólo. Cada una tiene algo de margen hacia la izquierda, hacia la derecha. Yo soy más abstracta. Cuando tengo que crear disfruto creando y cuando tengo que hacer una cosa monótona digo ‘Ay, Señor, hoy estaremos tú y yo aquí, porque no me pide mucha atención’, pero normalmente hago creación, porque tenemos muchos encargos”.

Comparte la artesanía con la oración: “Rezo cinco horas diarias, pero no es aquello de decir oraciones y salmos y dale que te pego. Es ir conociendo los salmos uno a uno, la Eucaristía que cada día es nueva, porque el Evangelio siempre es nuevo”.

Y desde 1997 la abadesa le dio la oportunidad de introducir el ordenador en su vida. Al principio no pensó en entrar en Internet, sino en utilizarlo para escribir, porque también escribe libros, pero la abadesa le dijo que, utilizase Internet o no, pagarían lo mismo porque tenían tarifa plana y entonces comenzó a pensar en la web.

Tenía 66 años cuando le regalaron un ordenador viejo. Pidió ayuda a las más jóvenes, incluido al chico que hace de cartero, que fue quién la ayudó en el primer diseño de la web, porque ella no tenía idea de cómo funcionaba el tema. Me asombro de que pueda hacer una web tan bien hecha una persona con una cierta edad y ella me dice: “Para Internet no hay edades ni fronteras… ¿Sabes de qué depende? De la ilusión. Cuando quieres una cosa todo te es fácil”.

Como a Teresa de Lisieux, el convento no le sirve para huir del mundo sino que se siente misionera del mundo. “Escogí ser monja para el mundo, yo no escogí santificarme yo sino pensando que quería ser misionera y me dije ‘las misiones es convertirte tú, irte convirtiendo y a medida que tú te conviertas colaborar con los demás, compartir, pero no de palabra ni de libros, sino compartir la vida’. Me pidieron que escribiera libros y los he escrito. Cuando rezas el mundo se te mete dentro. Hace muchos años que lo que pasaba fuera del monasterio lo empecé a recoger por países, primero pobres y después ricos, porque me dije ¿por qué tengo que excluir a los ricos? Tengo montañas de carpetas que las tirarán cuando yo me haya muerto porque no sirven para nada, pero a mí me han servido para ver las caras de las personas que son mis hermanos: ¿qué pasa en Ruanda? Estos días estoy con mucha pena porque no sé qué ha pasado con Libia. Somalia me interesa mucho, pero no ahora sino desde hace años. Y Sudán lo llevo en el corazón hace tantos años. Lo que pasa me afecta. Es algo propio. Ahora por las tardes hago la web y a través de Internet me llega todo lo que pasa en el mundo”.

La mujer en la Iglesia

Y no podemos olvidar que estamos en un congreso de teología feminista. Le pregunto por lo que opina de la mujer en la Iglesia. “Estamos en una sociedad patriarcal que nos está usurpando nuestros puestos. No somos sacerdotes ni ocupamos cargos cuando las mujeres somos multitud. Basil Hume, monje benedictino y cardenal inglés que murió en 1999, dijo ‘Si sacerdotes y obispos no, al menos démosles (a las mujeres) cargos en la curia’. Si no nos los dan nos los tenemos que tomar, pero sin violencia. Rovira Belloso dice sobre las guerras y los cambios dictatoriales que los cambios que permanecen son los que vienen desde abajo. Yo en esto veo trazas de cambio. Que cambiemos los de abajo es fundamental.”

Hablamos sobre el convento, sobre cómo se desarrolla el día, las nuevas vocaciones, la gente más joven y la pregunto sobre el futuro. “Me parece que seremos muchos menos pero seremos auténticos. Para mí es muy importante ser auténtico, ir al Evangelio…”

Y acabamos la conversación con una pregunta cuya respuesta casi ya sabía: ¿Te arrepientes del paso que diste hace 57 años? Sonríe y contesta: “Ni pensarlo. Al contrario, pienso en la suerte que he tenido. Hoy quizá soy más consciente que cuando entré. Cuando profesé no me di cuenta. He ido hacia la felicidad pero en aumento. Dios me la da. Lo siento. Es mi responsabilidad. Me obliga a ser feliz.”

viernes, 17 de febrero de 2012

Un cambio espectacular

Después de algunos días, entró Jesús de nuevo en Cafarnaún y se corrió la voz de que estaba en casa. Acudieron tantos, que no cabían ni delante de la puerta. Jesús se puso a anunciarles el mensaje. Le llevaron entonces a un paralítico entre cuatro. Pero, como no podían llegar hasta él a causa del gentío, levantaron la techumbre por encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla en que yacía el paralítico. Jesús, viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Unos maestros de la ley que están allí sentados comenzaron a penar para sus adentros: “¿Cómo habla este así? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?”. Jesús, percatándose en seguida de lo que estaban pensando, les dijo: “¿Por qué pensáis eso en vuestro interior? ¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico: ‘Tus pecados son perdonados?; o decirle ¿Levántale, carga con tu camilla y vete? Pues vais a ver que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para personar los pecados”. Entonces se volvió hacia el paralítico y le dijo: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. El paralítico se puso en pie, cargó en seguida con la camilla y salió a la vista de todos, de modo que todos se quedaron maravillados y daban gloria a Dios diciendo: “Nunca hemos visto cosa igual”.
Mc 2, 1-12

Por redacción AJ. Estamos en el último domingo antes de comenzar la Cuaresma, un cambio litúrgico que no puede pasarnos desapercibido. Y el evangelio de este domingo nos sorprende con un cambio espectacular: la curación del paralítico de Cafarnaún. Curación externa e interna. Jesús no solo le endereza la vida y lo libra de la camilla en la que vive postrado, también lo renueva por dentro.
Marcos en el capítulo segundo de su Evangelio presenta cinco escenas en las que intervienen los dirigentes del pueblo para censurar a Jesús. Desde la perspectiva del autor estas “controversias” son preludio de la pasión. En Mc 14,64 Jesús será condenado por blasfemo; estamos en la primera de estas escenas, muy al inicio de la “vida pública” de Jesús y ya es considerado como tal por unos maestros de la ley que presencian la escena.
El texto sitúa la doble curación del paralítico en un ambiente de hogar. Jesús ha vuelto a Cafarnaún y está en casa, seguramente es la casa de Pedro donde ya había curado a la suegra de éste de unas fiebres que la mantenían postrada en cama (1,29-34). La casa está llena a rebosar; son muchos los seguidores. Discípulos, curiosos, “espías”… todos atentos a su enseñanza y todos testigos de lo que ha de ocurrir. El paralítico y los cuatro amigos que lo portan creen en Jesús, por eso se las ingenian para que se de el encuentro. La fe tiene un poder inimaginable, ignora la palabra “imposible”. Ni el gentío, ni la estructura de la casa es obstáculo, cuando lo importante es estar ante Jesús; tampoco hacen falta palabras. Jesús en esta escena no se mueve por la compasión que le genera el paralítico descolgado ante el desde la azotea, sino por “la fe que tenían” los que lo llevan. Es la fe la que abre al paralítico a una vida nueva y a la esperanza del perdón: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Los que se oponen a Jesús en este caso son los escribas –maestros de la ley- que aparecen sentados -¡son los que saben!- pero no discute con ellos sobre el perdón de Dios, sino del modo de ofrecer el perdón y las consecuencias para la persona. Jesús afronta las críticas de los letrados que piensan que no puede perdonar y que blasfema. Muestra la eficacia comprometida de su palabra. Para Él el perdón no es fruto del cumplimiento de la ley sino un don gratuito que Dios concede por amor, y que tiene capacidad transformadora: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.
Con frecuencia también nosotros estamos paralizados por muchas cosas. El pecado y la infidelidad al proyecto de amor para la humanidad nos deja tullidos, pero también el miedo, el desánimo, la tentación de evadirnos ante algún problema nos inmoviliza. También nosotros contamos con amigos que portan nuestra camilla. También nosotros podemos ser amigos que se las ingenian, para llevar a otros ante este Jesús que nos anima a superar las dificultades, y nos dice a cada una, a cada uno: ¡Levántate!

lunes, 13 de febrero de 2012

El pan nuestro de cada día


Por Ximo Bosch. Ando yo con la manía últimamente de revisar lo que digo.  Me explico. Yo creo que todos hemos experimentado la sensación, en alguna ocasión de especial aburrimiento, de repetirnos una palabra cualquiera un número indefinido de veces, preguntándonos por el origen de su significado. De repetir tanto una palabra cualquiera, resulta que  pierde su significado y acaba pareciendo absurda y arbitraria.

No debería pasar algo así con la oración, ¿no? Y es por eso que revisando los acontecimientos de estos días, que no dejan de sucederse como una cascada de malas nuevas, me repito en mi oración diaria la frase “danos hoy nuestro pan de cada día”. Y resulta que, de repetirla, en lugar de perder significado, lo va ganando. Al principio, me venía pareciendo un ruego, una súplica a un padre de algo que resulta propio de su voluntad. Luego, viendo (insisto, los tiempos que corren), pasa a ser una especie de reclamo; algo así como un “que pasa contigo, ¿nos vas a dar el pan o qué?”. Finalmente, ese pan nuestro de cada día acaba por convertirse en un susurro pidiendo fuerzas para hacer lo justo, lo necesario, para que todos y cada uno de nuestros hermanos puedan ganarse el pan suyo/nuestro de cada día con sus méritos, con sus esfuerzos, con sus sueños.

Y es que el trabajo ha pasado de ser un medio para contribuir al bien común, a ser una fuerza contabilizable en una cadena de sucesos, de ser un hecho consustancial al género humano a ser una variable en la estadística y cotidiana dictadura de los mercado, definitivamente el pan nuestro de cada día ya no se obtiene con el esfuerzo de cada uno, sino con la benevolencia de los poderosos. Esto es grave porque sitúa al trabajador, como siervo agradecido que no sabe que el pan que come no se lo debe a la buena voluntad de otro más opulento, sino que le corresponde por derecho.

Leyendo la próxima reforma laboral y el acuerdo por el empleo (que ya han firmado los sindicatos mayoritarios), el puesto de trabajo ha dejado de ser un derecho, para ser un privilegio que hay que ganarse con buena conducta, bajo salario y alta productividad.

Y esto me lleva a pensar en mis compañeros de trabajo de la enseñanza. ¿Se puede trasladar esta filosofía en la que uno debe ganarse el pan por proximidad al empresario, al mundo de la enseñanza y en concreto al mundo de la enseñanza en centros de ideario católico? No debería ser así, ¿no?

Me viene a la imaginación una situación esperpéntica. Imagino a los apóstoles repartiendo panes y peces diciendo algo así como “¿Quieres pan? Pues apúntate al grupo de cantos, allí junto al olivo. ¿Te apetece este pez? Uy, no, que tú no eres de los nuestros, quita, quita. Hombre, yo quisiera darte de comer pero es que claro ¿tú, de qué apóstol eres?, ¿dónde se te ha visto a ti practicando el culto?”

No hace mucho, tenía con un compañero jesuita esta discusión. ¿Ha de estar el pan nuestro de cada día supeditado a la identificación del trabajador con la posición del empresario? En cualquier sector productivo diríamos que semejante afirmación es una barbaridad. ¿Y en enseñanza? ¿Es posible la conciliación entre el derecho al libre pensamiento y los fines de la institución que ampara la actividad?

No es una pregunta sencilla, ni retórica. No tengo clara yo la respuesta. Pero sí tengo una seguridad cercana a lo absoluto: es mucho más fácil responder a preguntas de este tipo si la respuesta no depende de una sola persona. Es mucho mejor el consenso al que se llega con el mayor número de personas implicadas. Mi convencimiento personal es que los centros educativos que se construyen bajo la participación efectiva de la comunidad educativa, tienen más posibilidad de acertar en su política empresarial.

Pues eso, a seguir rezando, “perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden...” Jo, si es que no me dejan descansar.

domingo, 12 de febrero de 2012

Extendió la mano y lo tocó...

"En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Por Redacción A.J. Tener lepra en tiempos de Jesús, suponía mucho más que sufrir una enfermedad más o menos grave (pues con este término se designaban muchas afecciones de la piel).  La primera lectura de este domingo  nos acerca al contexto de la mentalidad judía para comprender y contemplar con hondura el gesto de Jesús en el Evangelio:

“El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: "¡Impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento.»”.

Las prescripciones del libro del Levítico ilustran bien la soledad (“vivirá solo”), la exclusión  y la marginación (“tendrá su morada fuera del campamento”) que iban aparejadas a la enfermedad. Exclusión y marginación a la vez social y religiosa, pues en esta mentalidad, y dado que la enfermedad era interpretada como una maldición divina, un castigo o una consecuencia del pecado de la persona enferma, ser leproso era ser tenido también por pecador e impuro.

Así pues, el hombre que se acerca a Jesús no sólo se siente enfermo: está apartado, es un excluido, un rechazado de la sociedad. Hay todo un sistema social y religioso que lo condena a vivir en los márgenes, a ser considerado y considerarse maldito.
Su gesto de acercamiento a Jesús es expresivo de un atrevimiento lleno de confianza: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. No suplica sólo curación, quiere sentirse limpio:  limpio de la soledad,  del abandono y la exclusión, de todo aquello que en él experimenta como manchado o sucio.
El evangelio nos dice que Jesús “sintió lástima”, y que esta compasión se materializa en un gesto fuerte: no rehúye el contacto con la piel de aquel hombre, alarga la mano y lo toca. Como otras veces, Jesús transgrede la Ley que, en nombre de Dios, margina y excluye, y con este gesto con el que traspasa la frontera de lo puro e impuro, declara que nada queda fuera del amor sanador y salvador de Dios: «Quiero: queda limpio».
Así, aquel hombre no sólo es curado de su enfermedad, sino que queda restablecido en su dignidad. Recupera su capacidad de reconocerse y ser reconocido por los demás. Por eso Jesús, aunque le pide silencio, le envía al sacerdote “para que conste” su reinclusión en la comunidad.
Sin embargo, a pesar de la llamada a la discreción, este hombre, sin necesidad de templo y sacerdotes, no puede dejar de anunciar la experiencia de liberación que ha tenido, convirtiéndose así en mediación para que otros se acerquen a Jesús.

El evangelio, este domingo, nos invita a preguntarnos por quiénes son hoy los “leprosos” de nuestra sociedad, quiénes viven hoy en los márgenes, quiénes son considerados “impuros” o “malditos”. Nos invita a caer en la cuenta de  cuáles son hoy las “lepras” (políticas, sociales, ideológicas, culturales…) que marginan y excluyen, que condenan a la soledad, que consideramos imperdonables. Y nos cuestiona acerca de la calidad de nuestra compasión, de nuestra apertura y audacia para  “tocar” la piel del otro, para dejarnos afectar, para correr el riesgo de traspasar las fronteras que impiden el encuentro con el mal visto y excluido.

Y, por último, el evangelio nos invita también a reconocer qué necesita, en nosotros, ser sanado  y “tocado” por Jesús, y a presentarnos ante Él como este hombre del evangelio, desde la confianza en su amor y su acogida incondicionales.

lunes, 6 de febrero de 2012

Cinco razones para ver... La fuente de las mujeres (Radu Mihaileanu, 2011)


1. Quinto largometraje del director rumano, cuya filmografïa ha sido reconocida y premiada en festivales como Sundance (El tren de la vida, 1999), Premios César del Cine Francés (Vete y Vive, 2005) y los Globos de Oro (El Concierto, 2009).
2. Película en la que destaca la interpretación magistral de la famosa actriz, cantante y bailarina argelina Baya Bouzar “Biyouna” en el papel de Viejo Fusil, así como de Hiam Abbass, actriz de origen palestino a la que hemos podido ver en películas como The Visitor, Los limoneros o Amreeka, encarnando esta vez el amargo personaje de Fátima.
3. La fuente de las mujeres está inspirada en un hecho real sucedido en 2001 en Turquía y, metafóricamente, en la comedia griega de Aristófanes, Lisístrata. La película muestra cómo las mujeres de un pequeño pueblo del norte de África, deciden ser dueñas de sus destinos: inician una huelga de sexo que se prolongará hasta que los hombres no accedan a canalizar el agua hasta el pueblo. En palabras de R. Mihailaeanu, una llamada al amor por parte de un grupo de mujeres que está diciendo a sus hombres: Amadnos y miradnos, porque el amor empieza en una mirada.
4. La cinta nos muestra el entramado entre religión (Islam) y cultura en un ámbito rural, donde despierta entre las mujeres la conciencia de poder transformar la realidad: sólo la unión les dará fuerza para luchar por una causa común que les llevará a mejorar sus condiciones de vida.
5. Interesante  los rostros del Islam que se nos presentan (el encuentro de Leila y las mujeres con el imán en la mezquita o la expulsión del pueblo del hijo de Viejo Rifle nos devuelve una imagen – tristemente - demasiado poco realista para aquel contexto) y los rasgos de los personajes principales (la paciencia de Sami, la fortaleza de Leila, la utopía de Loubna, la dureza de Fátima,…) Tiene algunos contrastes y puntos de ironía, reconocibles en el tipo de humor de El concierto. Si bien en algunos momentos peca de excesivamente costumbrista, hay que reconocer el acierto en la elección de la localización y en la presentación de las tradiciones, como los cantos populares, las fiestas o el hammam.

viernes, 3 de febrero de 2012

Se acercó


"En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar." (Mc 1, 29-39)
Por Redacción AJ. Siempre decimos que al rezar con un texto del evangelio conviene leerlo con un poco más de amplitud de lo que nos es ofrecido. En el ciclo litúrgico vamos leyendo el evangelio por trozos y a veces corremos el riesgo de olvidarnos que tienen una continuidad. 

El texto de hoy es del comienzo del evangelio de Marcos y viene precedido por esta secuencia de hechos: Juan predica en el desierto y bautiza en el Jordán; Jesús tiene una experiencia fundante (que le transforma totalmente y en la que se siente impulsado a anunciar la Buena Noticia de que el Reino de Dios está próximo); Jesús invita a unos pescadores a seguirle y formar una comunidad itinerante que le acompañe en la misión a la que se siente enviado; van a Cafarnaún donde están una semana (¿conociéndose y compartiendo?), se acercan a la sinagoga en sábado (lugar oficial de reunión y culto en su religión judía) para enseñar de una forma nueva (la que da el conocimiento interno de Dios y su Amor) y rompe el sábado sanando; de ahí se van a la casa de Pedro y Andrés donde vuelve a romper el sábado (texto de hoy) sanando. Ese atardecer lo romperá muchas veces más curando a todos los que se agolpaban en su puerta. Al amanecer se retirará a rezar y después de discernir lo acontecido decide continuar por otros pueblos “pues a eso he venido”.

La escena de hoy está, por tanto, inmersa en el proceso de discernimiento y elección de la vocación y misión de Jesús. Casi me atrevería a decir que es llave, porque marca el “cómo” vivir la misión a la que se siente movido.
· Al acabar ese sábado habrá quedado claro su programa: ha venido para anunciar sanando que el Reino de Dios está con los que sufren, aunque sea en sábado. Más adelante le pedirán cuentas y dará razones: “el sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado” (Mc 2, 27).
· Tiene claro que el lugar oficial (la sinagoga) no es el único lugar donde anunciar la Buena Nueva, aunque también.
· Las casas de los creyentes, sus comunidades, son (también) lugar de sanación, de Buena Noticia, de testimonio, de servicio. 
· La liberación es para todo aquel que esté dispuesto a escuchar su propuesta de Vida. Se siente movido a estar siempre en camino, siempre atento a cubrir las necesidades (no así las expectativas) de aquellos que necesitan una palabra de aliento y un gesto de amor.
“Se acercó… la cogió de la mano (la tocó)…” Jesús se acerca a esta mujer y muestra su preocupación por lo que le pasa. Ante la angustia, la necesidad, el miedo, la enfermedad, Jesús se acerca, se aproxima siempre. Se hace amigo y médico. Coge de la mano, toca, se implica. Párate y mira tu necesidad, piensa de qué quieres que te cure el Señor. Pídele al Señor que toque esa herida, esa parte frágil que tanto te cuesta acoger.

“La levantó…” Jesús te invita hoy a ponerte en pie, a no dejarte encorvar o tumbar por las dificultades, por el dolor, por la angustia. Tu dolor no le es indiferente. El Señor te coge de la mano para que no te quedes paralizado o paralizada por la dificultad. Tú eres más que eso. Eres valioso, valiosa, por ser tú. Eres especial a sus ojos, eres su criatura. Eres también todo lo que entregas en el servicio a los demás, o lo que podrías entregar. Eres posibilidad, capacidad de Dios. Pídele a Jesús que te ayude a levantarte en aquello que te tumba, que te duele. Preséntale al Señor tu ser débil y frágil y pídele que lo haga posible.

“Se puso a servirles…” Todo encuentro profundo con Jesús lleva al servicio fraterno. Agradecida y transformada, la suegra de Pedro pasa a servir a los hermanos.  ¿A qué te invita Jesús? ¿A qué te sientes movido o movida, cuando escuchas que te dice “estás sanado, estás sanada”?  Pídele que te abra los ojos ante tantas situaciones que necesitan de tu cercanía, que te ayude a estar atento o atenta a las necesidades de los que te rodean, que te ayude a implicarte en esta realidad tan necesitada.