viernes, 29 de abril de 2011

Un vuelco a la vida

"Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espiritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre." (Jn 20, 19-31)
Por Redacción AJ.
Se trata Tomás de un discípulo que refleja muy bien lo que en muchas ocasiones hemos podido vivir más de uno y más de una. Nos hemos podido quedar, sin embargo, con la idea de que la expresión de Tomás refleja una falta de fe. En ocasiones nos referimos a Tomás como si fuese el “patrón” de los increyentes. No creo que sea así. El texto escrito por el evangelista Juan es un texto rico, donde hay muchos matices en los que nos podemos fijar y en el que nos podemos mirar.

Dicen los expertos que lo contrario de la fe es el miedo, no la incredulidad. Pues bien, los discípulos se encontraban escondidos, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. No sabemos dónde estaba Tomás. Quizás creyera que lo más sensato era no juntarse con el resto, o no… De eso no sabemos mucho. Sí sabemos que el grupo de los discípulos tenían miedo y que juntarse fue la vía para calmar la ansiedad. Ahí, en esas circunstancias, les salió Jesús al paso, a su encuentro, dándoles su paz, la paz que solo Él puede infundir en los corazones, la paz que nos sitúa en un punto radicalmente distinto del que nos encontramos cuando la ansiedad, el miedo, se apoderan de nosotros. ¿Has tenido alguna vez esta experiencia? ¿Has vivido alguna situación en la que el miedo se había colado en tu interior y en la que, de repente, sin saber cómo, has sentido que entendías las circunstancias de una forma distinta? ¿Has tenido claridad, diafanidad, apertura? ¿Has sentido en tu interior que unas palabras resonaban en tu interior animándote, dando a tu corazón paz, quietud, alegría, ánimo?

Solo Jesús puede provocar esta experiencia de forma duradera en el interior, sólo Él, con sus palabras “coloca” a la persona en un punto distinto el “centro de gravedad” interior. Si lo has experimentado, da gracias a Dios por su presencia en ese momento en el que tanto lo necesitabas. Si no lo has experimentado, pídelo, aviva tu deseo… Desde los primeros cristianos, esta presencia “pacificadora”, consoladora, de Jesús, se ha ido repitiendo en la vida de muchos cristianos… Gracias a eso, la fe se ha ido transmitiendo a lo largo de los siglos hasta llegarte a ti… Si lo que llamamos fe fuese simplemente una transmisión de ideas a las que afiliarse, hoy estaríamos en otro punto de la historia…

Lo contrario de la fe es el miedo, decíamos… Tomás volvió al grupo y cuando le contaron lo que había ocurrido, no creyó la palabra de los discípulos… Pero eso no significa que no tuviera fe en Cristo Jesús. Sencillamente el testimonio de los discípulos no cuadraba en su concepción de la realidad, de lo humano y de lo divino… Él necesitaba el encuentro con Jesús, exactamente lo que les había pasado anteriormente al resto de los discípulos. El encuentro con Jesús es lo que da un vuelco a la vida… Esto mismo es lo que nos puede pasar a nosotros… (¡Ojalá nos pase a nosotros!) Hemos recibido la fe de otros, pero hay un momento en la vida en la que eso ya no sirve… No vale lo que nos cuenten otros, no vale lo que nos llega de la experiencia de los primeros cristianos a través del Nuevo Testamento… Necesitamos algo más... ¿Te has sentido así en algún momento? No te preocupes, no es malo, sino todo lo contrario. Estás viviendo lo que antes vivieron tantos otros cristianos; se llama personalización de la fe heredada y, de la mano del Espíritu de Jesús, es una tarea para toda la vida. Esto mismo le pasó a la Samaritana. Cuando volvió a su pueblo y se lo contó a sus vecinos, estos creyeron y fueron a buscar a Jesús. Cuando se encontraron con Él, sus palabras fueron elocuentes: “Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo."

Tomás necesitaba el encuentro con Jesús, como el resto de los discípulos, como el resto de las personas. Lo expresa de una forma un poco rotunda, es verdad: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» Cosas similares podemos decir nosotros… La cuestión es que Jesús sabe lo que Tomás necesita, ve más allá de sus palabras… Comprende la realidad de Tomás, como comprende la mía y la tuya: nuestra psicología, nuestra historia, nuestra forma de ver y entender la realidad…

Jesús vuelve a hacerse presente en medio del grupo cuando está Tomás. Se dirige a él: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Ante la presencia del mismo Jesús Resucitado Tomás no necesita meter la mano ni tocar con su dedo. La sola presencia de Jesús le lleva a confesar desde lo más profundo de su ser: «¡Señor mío y Dios mío!»

Es cierto, sin embargo, que Jesús se podía haber aparecido a Tomás estando éste a solas, en su casa. No fue así. Jesús se le apareció estando con el grupo; la confesión de fe de Tomás aconteció igualmente ante el grupo. La vinculación de Tomás con su comunidad, fue también tocada por esta experiencia (personal e intrasferible) de Jesús, ya no podía seguir igual con su vida y su relación con la comunidad. Esta historia se repite una y otra vez en el Nuevo Testamento. y en la historia de la Iglesia. El encuentro con Jesús vivo o resucitado remite a la comunidad. Hablar en público compromete. ¿Y a ti? ¿A qué te lleva el encuentro con Jesús? ¿A quién te lleva? ¿En qué y con quién te compromete?

martes, 26 de abril de 2011

Indignaos Indignez-vous

Por Tusta Aguilar. A propósito del libro de Stéphane Hessel y sus repercusiones quiero centrar el blog de hoy.Según el autor pretende: “despertar las conciencias” ante lo que está pasando y no puedo dejar de recordar esa otra llamada de atención que hacia Pedro Poveda, en 1919, cuando avisaba del peligro de vivir …sin daros cuenta de lo que pasa a vuestro alrededor como no se dan cuenta los que duermen…

Porque ante mucho de lo que pasa ¿podemos no indignarnos? Es decir, como señala J.A. Marina, responder con contundencia por lo que tiene de atentado a la dignidad de las personas.

Stéphan señala algunos motivos de indignación, que podríamos completar y concretar con los que vemos a nuestro alrededor, si permanecemos despiertos:
  • La naturaleza del sistema económico responsable de la actual crisis. “Nunca, afirma, el poder del dinero fue tan inmenso, tan insolente y tan egoísta”.
  • La desigualdad creciente entre los que no tienen casi nada y los que lo poseen todo: “La brecha entre los más pobres y los más ricos jamás ha sido tan profunda; ni tan espoleados el afán de aplastar al prójimo y la avidez por el dinero”.
  • El conflicto israelo-palestino, su “principal indignación” en temas de política internacional. Relata su visita reciente a Gaza, “prisión a cielo abierto para un millón y medio de palestinos”.
  • Los medios masivos de comunicación en manos del poder del dinero, y que “sólo proponen a los ciudadanos el consumo de masas, el desprecio hacia los humildes y hacia la cultura, la amnesia generalizada y una competición a ultranza de todos contra todos”.
La indignación ante la injusticia como motor de protestas y de propuestas la presenta ante los jóvenes con esperanza: A los jóvenes, les digo: ¡mirad alrededor de vosotros, encontraréis temas que justifiquen vuestra indignación –el trato que se da a los inmigrantes, a los indocumentados, a los romanís-!. Encontraréis situaciones concretas que os empujarán a llevar a cabo una acción ciudadana de importancia. ¡Buscad y encontraréis!

Si os interesa en este enlace encontrareis una información más amplia os invito a ver este
vídeo. Merece la pena. ¡En esa esperanza nos encontramos!

sábado, 16 de abril de 2011

Id a Galilea, allí me veréis

Por Redacción AJ. Este Domingo es Domingo de Ramos. Termina el tiempo de Cuaresma y comienza la semana Santa. Los ramos que se bendecirán antes de la celebración, y con los que iniciaremos la procesión para comenzar la Eucaristía, nos recuerdan la entrada de Jesús en Jerusalén. Es un comienzo con aire festivo. Pero poco después, la liturgia nos invita a seguir acompañando a Jesús:

- Acompañarlo en la última cena con los suyos. Un cena que no será como las demás, porque Jesús, que sabe e intuye lo que va a venir, con un gesto denso de significado parte y reparte el pan y el vino, como símbolos de su vida entregada hasta el final.

- Acompañarlo en Getsemaní donde sus discípulos duermen, mientras Él experimenta la soledad, el abandono de los suyos y su propia debilidad.

- Acompañarlo en su silencio, y caminar con él mientras carga con la cruz, después de ser injusta y engañosamente acusado.

- Y, finalmente, acompañarlo en su muerte en cruz.


Ahí terminan las lecturas del Domingo de Ramos: en el silencio del sepulcro donde Jesús es enterrado.

"Jesús compareció ante el gobernador, el cual lo interrogó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Contestó Jesús: Tú lo has dicho. Pero, cuando lo acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no respondía nada. Entonces le dijo Pilato: ¿No oyes de cuántas cosas te acusan? Pero no respondió una palabra, con gran admiración del gobernador. Por la Pascua acostumbraba el gobernador soltar a un prisionero, el que la gente quisiera.T enía entonces un preso famoso llamado [Jesús] Barrabás. Cuando estaban reunidos, les preguntó Pilato: ¿A quién queréis que os suelte? ¿A [Jesús] Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías? Pues le constaba que lo habían entregado por envidia. Estando él sentado en el tribunal, su mujer le envió un recado: No te metas con ese inocente, que esta noche en sueños he sufrido mucho por su causa. Entre tanto los sumos sacerdotes y los senadores persuadieron a la multitud para que pidieran la libertad de Barrabás y la condena de Jesús. El gobernador tomó la palabra: ¿A quién de los dos queréis que os suelte? Contestaron: A Barrabás. Respondió Pilato: ¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías? Contestaron todos: Crucifícalo. Él les dijo: Pero, ¿qué mal ha hecho? Sin embargo ellos seguían gritando: Crucifícalo. Viendo Pilato que no conseguía nada, al contrario, que se estaban amotinando, pidió agua y se lavó las manos ante la gente diciendo: No soy responsable de la muerte de este inocente. Allá vosotros. El pueblo respondió: Nosotros y nuestros hijos cargamos con su muerte. Entonces les soltó a Barrabás, y a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran. Entonces los soldados del gobernador condujeron a Jesús al pretorio y reunieron en torno a él a toda la cohorte. Lo desnudaron, lo envolvieron en un manto escarlata,t renzaron una corona de espinos y se la pusieron en la cabeza, y una caña en su mano diestra. Después, burlándose, se arrodillaban ante él y decían: ¡Salve, rey de los judíos! Le escupían, le quitaban la caña y le pegaban con ella en la cabeza. Terminada la burla, le quitaron el manto y le pusieron sus vestidos. Después lo sacaron para crucificarlo. A la salida encontraron un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a cargar con la cruz. Llegaron a un lugar llamado Gólgota, es decir, Lugar de la Calavera,y le dieron a beber vino mezclado con hiel. Él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron a suertes sus vestidosy se sentaron allí custodiándolo. Encima de la cabeza pusieron un letrero con la causa de la condena: Éste es Jesús, rey de los judíos. Con él estaban crucificados dos asaltantes, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo insultaban moviendo la cabeza y diciendo: El que derriba el templo y lo reconstruye en tres días que se salve; si es Hijo de Dios, que baje de la cruz. A su vez, los sumos sacerdotes con los letrados y senadores se burlaban diciendo: Salvó a otros, y no puede salvarse a sí mismo. Si es rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Se ha fiado en Dios: que lo libre ahora si es que lo ama. Pues ha dicho que es Hijo de Dios. También los asaltantes crucificados con él lo insultaban. A partir de mediodía se oscureció todo el territorio hasta media tarde. A media tarde Jesús gritó con voz potente: Elí, Elí, lema sabactani, o sea: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Algunos de los presentes, al oírlo, comentaban: A Elías llama éste. Enseguida uno de ellos corrió, tomó una esponja empapada en vinagre y con una caña le dio a beber. Los demás dijeron: Espera, a ver si viene Elías a salvarlo. Jesús, lanzando un nuevo grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo, la tierra tembló, las piedras se partieron, los sepulcros se abrieron y muchos cadáveres de santos resucitaron. Y, cuando él resucitó, salieron de los sepulcros y se aparecieron a muchos en la Ciudad Santa. Al ver el terremoto y lo que sucedía, el centurión y la tropa que custodiaban a Jesús decían muy espantados: Realmente éste era Hijo de Dios." (Mt 27, 11-54)

Sólo cabe la contemplación: contemplar la fidelidad de Jesús hasta el final, su confianza en el Padre Dios, su abandono y su entrega. Escuchar sus palabras que nos abren a la esperanza y a la confianza en el Dios que no defrauda.

Mirar al crucificado y, con él y en él, a tantos rostros sufrientes de hermanos nuestros...

Mirar la cabeza inclinada de Jesús en un gesto de abandono y mansedumbre...

Mirar sus brazos abiertos acogiendo el dolor, el pecado del mundo, los miedos y las incertidumbres.

Mirar su costado abierto que derrama la sangre y el agua de la misericordia.

Y permanecer con Él, en el dolor y en la esperanza, como aquellas mujeres al pie de la cruz.
"Pasado el sábado, al despuntar el alba del primer día de la semana, fue María Magdalena con la otra María a examinar el sepulcro. De repente sobrevino un fuerte temblor: Un ángel del Señor bajó del cielo, llegó e hizo rodar la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los de la guardia se echaron a temblar de miedo y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: Vosotras no temáis. Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado como había dicho. Acercaos a ver el lugar donde yacía. Después id corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá por delante a Galilea; allí lo veréis. Éste es mi mensaje. Se alejaron aprisa del sepulcro, llenas de miedo y gozo, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. Jesús les salió al encuentro y les dijo: ¡Salve! Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante él. Jesús les dijo: No temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán." (Mt 28, 1-10)
Madrugaron. Tenían prisa por llegar, por estar cerca de nuevo de Aquel a quien amaban y seguían desde Galilea (cf. Mt 27,55; Mc 15,40-41). Habían recibido de él la salud (cf. Lc 8,1-3; Mc 16,9), se habían sentido reconocidas en su ser, liberadas de sus miedos, fortalecidas y restauradas por su amor, y se habían unido a su grupo como discípulas diligentes y generosas en la diakonía (“servicio” que identifica al mismo Jesús y a quienes le siguen). Madrugaron para verle de nuevo, pero sus ojos estaban cerrados. Buscaban a un muerto, pero en el sepulcro su mirada se transformó y sus ojos se abrieron; su prontitud para ir al encuentro de quien creían muerto, se transformó en diligencia para anunciar al que atravesando la muerte vive para siempre.

Hoy se nos invita a hacer también nosotros un itinerario de la muerte a la vida. ¡Cuántas veces en el entramado diario nos encontramos buscando a un “muerto”, aferrados/as a distintas muertes!

¿Qué pérdidas tenemos aún sin elaborar? ¿Qué desalientos, debilidades, traiciones… siguen teniendo la última palabra que “dirige”, a veces casi sin hacernos conscientes, la propia vida o la de los otros? ¿Qué nos está impidiendo, en último término, encontrarnos con el Cristo resucitado, con el Dios que habita en nuestro corazón y en el corazón de todos los hombres y mujeres?

Acompañemos a María de Magdala y a María de Santiago y dejemos que se nos cambie la mirada, que se nos caldee el corazón, que la tristeza se transforme en alegría, que brote de lo más profundo de nuestro ser un cántico nuevo, porque el Resucitado “asentó mis pies sobre roca y aseguró mis pasos, puso en mi boca un cántico nuevo”, cuando ya me adentraba en la oscuridad, en la soledad que mata, en el silencio que niega la palabra (cf. Sal 40,3-4).


Pero, ¿cómo abrirse a la experiencia de la Vida en la vida? ¿Cómo trascender el sufrimiento, el dolor y la muerte, reconociendo y acogiendo las huellas de vida? ¿Qué ha de movilizarse en nuestro interior y en nuestro entorno para reconocer al Resucitado en el Traspasado por amor? Son varias las pistas que nos da el texto:

1º) Madrugaron. Aún las sombras de la noche no habían desaparecido, pero ellas estaban ya listas para salir. Es la diligencia del amor que las mueve a ir cuanto antes junto al que aman. Lo creen muerto, pero algo/alguien por dentro las empuja a mostrarle una vez más su amor. En medio de la tristeza de la muerte, el amor las hace salir de ellas, las empuja hacia la Vida, y las pone en disposición de abrirse a la alteridad.

2ª) ¡Qué necesario es aprender a ver en profundidad! Así nos lo cuenta Mateo que subraya la acción de ver en su relato: ellas fueron a ver (v.1); el ángel les dijo: “venid a ver” (v.6) y les anuncia que le verán en Galilea (v.7); Jesús las sale al encuentro y les repite que el grupo que ha hecho camino con él le verá en Galilea (v.10). Sin embargo el texto distingue el ver de ellas al principio, con aquel el ángel y Jesús utilizarán (cambian los verbos, primero theoreô y luego horaô). Ellas, atrapadas todavía por la muerte, van simplemente a observar, pero la experiencia de revelación que tienen, primero en el sepulcro, y sobre todo luego, en el encuentro con el mismo Jesús, cambia su mirada. Ahora ven, hacen la experiencia de encuentro con la Quien es la Vida: Cristo resucitado.

3º) Acoger la palabra de consuelo y aliento que llega. “No temáis” les dice el ángel y luego les repite Jesús, es decir, ¡experimentad la realidad de un modo nuevo!; dejad atrás los miedos y abríos a la experiencia del encuentro con el TÚ que es capaz de mostraros lo que realmente es lo importante en vuestras vidas: su proyecto de amor. Y ellas consintieron en “ser confortadas” y acogieron la invitación a descifrar los signos que se les ofrecían en esa mañana de duelo. La certeza de que el Crucificado ha resucitado y el encuentro con él que confirma su confianza transforma sus existencias una vez más.

La invitación a no temer no es una promesa que pasa por alto lo que acontece, sino que transforma la realidad desde dentro. En realidad, el ángel y luego Jesús, les comunican a las mujeres –y a todos nosotros/as con ellas- la certeza de que realmente el grano de trigo que muere da mucho fruto (cf. Jn 12,24).

4º) La diligencia de las mujeres vuelve a mostrarse cuando acogiendo la provocación a no temer y con la certeza de que Él vive, “partieron a toda prisa” (v.8). Las embargaba el temor que acompaña todo encuentro con el Misterio. Su miedo no es el de los soldados (v.4), que asisten a un hecho prodigioso que no comprenden, sino el temor de quien se sabe “tocado” por el Misterio que las lleva más allá de ellas mismas, y las conduce al encuentro con el Amor de Dios, cuya sabiduría trasciende la suya, la supera y las provoca a adentrarse en un nuevo itinerario vital.

5º) Dejar que la alegría embargue todo el ser, porque la alegría aviva y mueve, en primer lugar, el deseo, abriendo a todo hombre y toda mujer a una experiencia nueva en el aquí y ahora que les toca vivir. Y al despertarse el deseo, que puede estar adormecido, se MOVILIZAN todas las energías de la persona, posibilitándose un nuevo crecimiento. Y eso les pasa a estas mujeres que “corrieron a dar la noticia a sus discípulos” (v.8).

6º) Dejarse encontrar en el camino de la vida por el Resucitado, consentir a la experiencia de ser hallados por su ternura, adorarle en el espesor de la historia, en la ambigüedad de los acontecimientos, en la soledad de la oración, en el camino de vuelta hacia los amigos que esperan entristecidos porque creen que ha muerto. Pero, es importante, no tratar de retenerle (“se asieron a sus pies”, v.9), como si fuera algo que nos pertenece, sino escuchar su palabra de ir a narrar que vive, de ir a compartir que le han visto vivo y que les espera en Galilea. María de Magdala y la otra María (la de Santiago), fueron recompensadas en su amor siendo las primeras testigos de que, tal y como Jesús les había dicho (cf. Mt 26,32) había resucitado, y fueron enviadas a anunciarlo.

6º) Escuchar la Palabra que invita a entrar de nuevo en la historia cotidiana y descubrir al Resucitado en cada palabra que brota generando esperanza, en cada gesto que cambia el llanto en alegría, en cada presencia que rompe la soledad, en cada herida curada, en cada mano que ayuda a levantarse, en cada abrazo solidario, en cada brecha de libertad y justicia abierta…. ¿Cuáles son tus historias de resurrección? ¿Dónde estás dispuesto/a a hacer el encuentro con el Resucitado? ¿Con quiénes te animarás a compartir que vive en medio de nosotros, que es posible descubrirle mirando en profundidad porque camina a nuestro lado?

jueves, 14 de abril de 2011

Para los jóvenes en la Pascua: Con Jesús, una nueva forma de vida

Mensaje de Loreto Ballester, Directora General de la Institución Teresiana, a los jóvenes de la IT (León (Guanajuato, México), 8 de abril de 2011).
Para los jóvenes en la Pascua:
Con Jesús, una nueva forma de vida
A los jóvenes, y a todos los que en estos días nos acercamos a Jesús que entrega la vida, muere y ha resucitado para estar vivo para siempre, mi saludo.

En estos días, en México D.F. me he encontrado con jóvenes que conocen a Pedro Poveda. También aquí en León me he encontrado con Laura, Claudia, Elena, Guillermo, Karina, Erica, que con otros jóvenes forman parte de un grupo de la Institución Teresiana y en la Pascua irán a misiones, a compartir en lugares de población rural.

Este grupo ha elegido como nombre:
Una nueva forma de vida
que descubren en Jesús y genera compromiso.
Ellos así lo expresan:
“Una nueva forma de vida es una manera diferente de caminar con Jesús, reflejarnos en El para poder enfrentar la vida de una manera en la que por amor a nosotros mismos y a nuestro prójimo enfrentamos juntos un nuevo reto para transformar nuestras vidas, nuestras familias, nuestra comunidad y nuestra sociedad. Teniendo la esperanza de poder transformar un México mejor en el que pueda haber igualdad y libertad de expresión.”
Con muchos jóvenes que con Jesús se comprometen por el bien de otros, con jóvenes del mundo que sufren las guerras, el hambre, las exclusiones, con todos aquellos a quienes les preocupa la violencia, la falta de trabajo y de posibilidades de educación, estos días buscaremos, en la oración y el compartir la fe, aprender de Él, como Maestro.

Dios nos necesita para el bien del mundo y también a nosotros, como a la Virgen cuando Dios le pidió que con toda su vida colaborara con Él, se nos dice hoy:
"No temas, para Dios nada es imposible"
y aquí en México la Virgen de Guadalupe dijo a Juan Diego:
"Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón. ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?, ¿no estás bajo mi sombra?, ¿no soy yo tu salud?, ¿no estás por ventura en mi regazo?, ¿qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa."
Nosotros, aprendiendo de Jesús, ayudados por María y con otros muchos jóvenes, seguimos comprometidos a un nuevo estilo de vida. ¡Estamos contentos!, ¡que se nos note! Un abrazo, Loreto Ballester.

viernes, 8 de abril de 2011

Es tiempo de salir afuera


Las hermanas le mandaron recado a Jesús diciendo: “Señor, al que tu amas está enfermo”. Jesús al oírlo dijo: “Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba. Solo entonces dijo a sus discípulos: “Vamos otra vez a Judea”. […] Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. […]


Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Sé que resucitará en la resurrección en el último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.


[…] y preguntó: ¿Dónde lo habéis enterrado?”. Le contestaron: “Señor, ven a verlo”.


Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: “¡Cómo lo quería!”. Pero algunos dijeron: “Y uno que ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?”. Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la timba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús: “Quitad la losa”. “Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días”. Jesús le replicó: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?”.


Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, par que crean que tú me has enviado”. Y dicho esto, gritó con voz potente: “Lázaro, sal afuera”. El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desatadlo y dejadlo andar”.


Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en el. Jn 11, 3-45


Por Redacción AJ. Estamos en la recta final de la Cuaresma En este tiempo de preparación para la Pascua hemos tenido la oportunidad de tocar nuestra limitación, de nombrar los lazos que nos atan acompañando a Jesús en el desierto; y de contemplarlo en el Tabor; hemos podido calmar nuestra sed bebiendo del agua que nos ofrecía cuando acompañábamos a la Samaritana; y superar las cegueras que nos paralizan acogiéndolo como luz del mundo. En el evangelio de este domingo 5º que nos anticipa el misterio pascual, Jesús nos ofrece, como a Lázaro, vida en abundancia y la oportunidad de dejarnos desatar de toda atadura que nos impida salir afuera.


Los capítulos 11 y 12 del Evangelio de Juan son el pórtico a la segunda parte de su obra (caps 13-20) en los que narra la Última Cena, la Pasión y la Resurrección. Es el momento de pereparnos para acoger la Vida que Dios nos aporta y celebrar la Pascua con toda su plenitud.


En este texto tocamos la humanidad de Jesús. Es el amigo de Lázaro y de Marta y María sus hermanas, Juan lo va a repetir en diferentes momentos de la narración. Es el hombre libre que decide volver a Judea a sabiendas de que los judíos ya habían intentado apedrearle. Ante el sepulcro llora la muerte del amigo. Y tocamos su ser Hijo. Tiene el poder de volver a la vida a Lázaro. En el diálogo con Marta revela claramente su identidad de Hijo de Dios: “Yo soy la resurrección y la vida”, “El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”, “Todo el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.


Es muy interesante la conversación entre Jesús y Marta. El amigo se da a conocer como Señor y Mesías, y Marta lo reconoce como el Hijo de Dios, y así lo expresa (v.27). Ella no ha necesitado ver ningún signo, ha escuchado, ha dialogado con él y ha creído. Concluye el texto que muchos judíos que había acudido a consolar a María, cuando vieron lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Creyeron porque vieron.


Mirando a la Pascua desde este pórtico me brotan preguntas que comparto: ¿Se notará que hemos dejado que el Resucitado nos comunique su energía, su novedad, su libertad, su vida? ¿O continuaremos igual de inmóviles, conformistas, instalados? ¿Hemos llegado a descubrir la fuente donde saciar nuestra sed? ¿Dejamos iluminar nuestra ceguera por quien es la Luz? Si estamos bajo la losa, como Lázaro, ¿estamos en disposición de escuchar la fuerte voz del Señor: “sal afuera”?

martes, 5 de abril de 2011

Reflexiones desde una cultura multicultural

Por Irma Carballo (Chicago).

1.AFRO–AMERICANO, LATINO–AMERICANO, ANGLO–AMERICANO, ASIÁTICO–AMERICANO… Y YO, ¿QUIÉN SOY?

Esta pregunta que todos y todas estamos llamados y llamadas a respondernos en algún momento de nuestra vida, se vuelve muchas veces, un reto aún más difícil para los y las jóvenes que viven en EE.UU.

Algunos llegaron con sus padres o después de ellos. En este caso es una búsqueda conjunta en una nueva realidad, intentando adaptarse, dejando y soltando elementos de la propia cultura y apropiándose otros de la nueva con mayor o menor dificultad.

Otros nacieron ya aquí y aunque para ellos esta es su cultura, su lengua, su lugar, en casa viven otra cultura, otro lenguaje, otros símbolos y significados de la vida que conforman una historia de la que ellos no han formado nunca parte.

En ambos casos, si regresan a su país son considerados extranjeros, diferentes, americanos, desertores de su cultura. Son extranjeros allí y también lo son aquí. Y, a veces, son extranjeros hasta dentro de sus propias familias.

Intentar averiguar cuál es su verdadera identidad, ser fiel a sí mismos, se va logrando en la construcción, muchas veces conjunta con sus iguales, de una tercera cultura; la que viven, la que tienen, la que son y construyen en el día a día, desde sus raíces y en la tierra en la que viven.


2.COMPROMETIDOS CON SU FE, CON SU HISTORIA Y CON SU COMUNIDAD

En medio de esa búsqueda que les toca vivir, hay algo que viven con mucha fuerza y es su fe y su compromiso personal con la comunidad, con la sociedad y con aquello que conjuntamente queremos construir.

Cuidan el bien común y por ser común, aquí no hay polaco, filipino, africano, latino, anglo,… sino jóvenes que tienen algo en común y lo ponen al servicio.

Jóvenes que se implican en sus parroquias, que se forman como laicos y laicas para poder ofrecer distintos ministerios en sus comunidades parroquiales, que comparten la palabra, que aportan de distintos modos, que cuidan el servicio comunitario, lo buscan, lo piden.

Jóvenes que convocan a toda su comunidad, familias, miembros de las escuelas,… y les ofrecen lo mejor de sí mismos, sus bailes, su rap, su “break – dance”, su música. Cada uno pone lo mejor de sí, y desde su propia cultura, en la comida, en el espectáculo, en los momentos de compartir.

Todo, para un bien común, para algo que les dé recursos como jóvenes iglesia y poderla seguir construyendo, para ofrecer otro lenguaje y espacio a quienes viven en bandas y desde el uso de armas, para compartir con los miembros de su comunidad quiénes son y quiénes quieren ser.

3. ¿SUEÑO AMERICANO?

Cada día en EE.UU. son detenidos 33.000 inmigrantes y 1.100 son deportados.

Cada estado alberga múltiples culturas, países, realidades, de quienes llegan a USA buscando un sueño, una vida mejor, un cambio, un trabajo, algo por insignificante que sea que les devuelva la dignidad que no pueden ya encontrar en su propio país.

No quieren vivir ilegales, no quieren vivir escondidos, atemorizados, sin reconocimiento como personas, sin trabajo… quieren construir sociedad, quieren aportar, quieren superarse, quieren trabajar con otros y otras, quieren estar legalmente, tener papeles, ser documentados y reconocidos como ciudadanos.

Sin embargo, los trámites y la cuantía económica del proceso hacen que no sea una opción posible y viable en la mayoría de los casos. Y entonces, ¿qué hacemos?, ¿a dónde vamos?, ¿cómo continuamos? Ya no hay dinero para regresar de nuevo, apenas si tenemos para continuar aquí.

Hay quienes piensan que la fuerza debería ponerse en los lugares de donde vienen, explicarles, acompañarles, hablarles con claridad de la realidad que les espera. Otros, por el contrario, abren sus puertas, oran hasta que pase la ley de inmigración, acompañan cada viernes en los aeropuertos a las familias y personas que van a ser deportadas y acompañan a quienes se quedan sin saber si les volverán a ver.

Pero no es una realidad en este momento exclusiva de EE.UU. Y me pregunto, como jóvenes, ¿cuál es nuestra postura ante esta realidad inmigrante en la ciudad – país que vivimos? ¿Cuál es mi respuesta como joven de la Institución Teresiana?

viernes, 1 de abril de 2011

Una cosa me consta, que yo era ciego y ahora veo

"Al pasar vio un hombre ciego de nacimiento. Los discípulos le preguntaron: Rabí, ¿quién pecó para que naciera ciego? ¿Él o sus padres? Jesús contestó: Ni él pecó ni sus padres; ha sucedido para que se revele en él la acción de Dios. Mientras es de día, tenéis que trabajar en las obras del que me envió. Llegará la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo barro con la saliva, se lo puso en los ojos y le dijo: Ve a lavarte en la alberca de Siloé -que significa enviado-. Fue, se lavó y volvió con vista. Los vecinos y los que antes lo habían visto pidiendo limosna comentaban: ¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna? Unos decían: Es él. Otros decían: No es, sino que se le parece. Él respondía: Soy yo. Así que le preguntaron: ¿Cómo se te abrieron los ojos? Contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo que fuera a lavarme a la fuente de Siloé. Fui, me lavé y recobré la vista. Le preguntaron: ¿Dónde está él? Responde: No sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego -era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos-. Los fariseos le preguntaron otra vez cómo había recobrado la vista. Les respondió: Me aplicó barro a los ojos, me lavé, y ahora veo. Algunos fariseos le dijeron: Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no observa el sábado. Otros decían: ¿Cómo puede un pecador hacer tales señales? Y estaban divididos. Preguntaron de nuevo al ciego: Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos? Contestó: Que es profeta. Los judíos no acababan de creer que había sido ciego y había recobrado la vista; así que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve? Contestaron sus padres: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; cómo es que ahora ve, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Preguntadle a él, que tiene edad y puede dar razón de sí. Sus padres dijeron esto por temor a los judíos; porque los judíos ya habían decidido que quien lo confesara como Mesías sería expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron los padres que tenía edad y que le preguntaran a él. Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da gloria a Dios. A nosotros nos consta que aquél es un pecador. Les contestó: Si es pecador, no lo sé; una cosa me consta, que yo era ciego y ahora veo. Le preguntaron de nuevo: ¿Cómo te abrió los ojos? Les contestó: Ya os lo he dicho y no me creísteis; ¿para qué queréis oírlo de nuevo? ¿No será que queréis haceros discípulos suyos? Lo insultaron diciendo: ¡Discípulo de él lo serás tú!, nosotros somos discípulos de Moisés. De Moisés nos consta que le habló Dios; en cuanto a ése, no sabemos de dónde viene. Les replicó: Eso es lo extraño, que vosotros no sabéis de dónde viene y a mí me abrió los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que escucha al que es piadoso y hace su voluntad. Jamás se oyó contar que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ese hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada. Le contestaron: Tú naciste lleno de pecado, ¿y quieres darnos lecciones? Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado y, cuando lo encontró, le dijo: ¿Crees en el Hijo del Hombre? Contestó: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: Lo has visto: es el que está hablando contigo. Respondió: Creo, Señor. Y se postró ante él." (Jn 9, 1-38)
Por redacción AJ. El texto que aquí aparece es la versión completa del texto que Juan recoge entre los versículos 1 y 38 del capítulo 9. Puede que en la eucaristía hayan leído la versión corta; hemos decidido recoger el texto entero porque son muchos los matices que desaparecerían.

Hoy vamos a resaltar algunos de los aspectos que en él aparecen, sin pretender agotarlo.
  • El ciego era un ciego de nacimiento y la escena comienza con una discusión entre los discípulos: ¿quién pecó? ¿él o sus padres? La enfermedad se entendía como un castigo por haber hecho algo malo. La contestación de Jesús les descoloca: ninguno de ellos. ¿Cuántas veces leemos algún acontecimiento desde esta clave: "algo malo habrán hecho", "Dios nos da lo que nos merecemos", "ya le castigará Dios"... Esa imagen de Dios justiciero que castiga con males a quien peca... que nos ha ido llegando de generación en generación y que persiste en el trasfondo de nuestra cultura heredada a pesar de que el mensaje de Jesús es claro: Dios es misericordia y su Reino se puede reconocer porque "los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y los pobres reciben la Buena Noticia" (Mt 11, 2-11).
  • Siendo sábado se pone a hacer barro (en otras ocasiones ya se había metido en líos Jesús por sanar en Sábado solo tocando o hablando, en esta ocasión, además, hace barro, rompiendo más claramente el Sábado). Jesús, como buen judío, sabe que eso va a ser utilizado en su contra, que están esperando cualquier ocasión para poder argumentar, pero esto no le para, porque lo importante es la persona, el ciego, y el Reino de Dios: que pueda ver. Jesús toca, saltándose las normas de pureza. "Su gesto es intencionado. No está pensando solo en la curación del enfermo; está haciendo una llamada a toda la sociedad. Está llegando el reino de Dios. Hay que construir la vida de otra manera: los impuros pueden ser tocados; los excluidos han de ser acogidos. Los enfermos no han de ser mirados con miedo, sino con compasión. Como los mira Dios" (J.A. Pagola en "Jesús. Aproximación histórica", pg. 168). ¿Cómo te situas antes los "impuros"? ¿Cómo les miras? ¿Cómo les tocas? Hoy a casi nadie se le ocurre pensar que un cáncer es castigo por haber hecho algo malo, pero... ¿el SIDA?, ¿el alcoholismo?, ¿vivir en la calle?
  • Los fariseos, convencidos como están de que Jesús es un pecador, no saben cómo colocar las piezas. No cuadran. Están divididos. Buscan a unos y a otros para preguntarles qué ha pasado, cómo ha sido... Buscan, pero no buscan la verdad... buscan palabras que les confirmen en lo que ellos piensan... y cuando no las encuentran, lo intentan de nuevo... En realidad solo están intentando justificar lo que ya tienen decidido: quitarse de en medio a Jesús. El mismo ciego, ante su insistencia les pone en evidencia "¿No será que queréis haceros discípulos suyos?" Cuesta tanto liberarse de las ideas establecidas y arraigadas en nuestro interior... Y Dios empeñado en rompernos la imagen que de Él nos hacemos (inevitablemente), y nosotros/as empeñados en cuadrar los acontecimientos, las llamadas que sentimos, en nuestro esquema para que nada se nos descoloque, para poder seguir con nuestra vida, para que la conversión a la que somos llamados no incomode demasiado...
  • Decir lo que ha pasado, reconocer el paso de Dios por nuestra vida, los cambios que provoca ser tocados por él, complica la vida... Los padres del ciego "se quitan el muerto de encima" remitiendo al hijo, que es mayor de edad, para que lo explique él solito... El miedo a ser echados de la sinagoga... el miedo a ser excluidos... "Creer bien y enmudecer no es posible" decía Pedro Poveda. ¿Reconozco que Dios se ha hecho presente en mi vida, que me ha tocado y ahora veo? ¿Reconozco que mi vida no puede seguir igual, que el regalo de ver incluye contemplar la belleza pero también no quedar impasible ante la injusticia?
  • Cuando Jesús se entera de que el ciego ha sido expulsado de la sinagoga (con todo lo que eso significaba en esa época), va a buscarlo. Habla con él como la semana pasada hablaba con la Samaritana. De nuevo el encuentro marca un antes y un después... En este texto vemos la evolución del ciego respecto de Jesús. Al principio se refiere a Jesús diciendo "ese hombre". Cuando le interrogan el relato de lo que ha pasado solo le puede llevar a reconocer que es "un profeta". Después de todo lo acontecido, del mal trago de ser expulsado, Jesús sale de nuevo a su encuentro y el ciego solo puede decir: "Creo, Señor". Para llegar a este momento, a esta declaración, ha sido necesario el recorrido previo.
  • "Algo así debió ser la Paz del Resucitado para los discípulos: una experiencia de transformación de las bases en que tiende a apoyarse el yo, enfermo de sí mismo. A partir de entonces, y como fruto de ese don, ya no les será necesario apoyarse en las compulsiones del miedo y de sus destructivos procesos. Llevarán al Resucitado dentro como Presencia, al lado como Compañero y delante como Señor. Ese será su tesoro, el nuevo fundamento de su ser y de su paz". (J. A. García en Sal Terrae, 1994, "Paz, misión, espíritu...").