martes, 28 de junio de 2011

Tráfico de niños en la RDC bajo la impunidad total

Por Maribel Sancho, Coordinadora del Proyecto Bana ya Poveda (R. D. Congo). Se constata cada vez más en Kinshasa, capital de la R.D.C. un fenómeno social que nadie parece considerar en toda su gravedad y peligro: Se trata del tráfico de niños.

Este fenómeno, hace unos años, inimaginable, está tomando unas proporciones alarmantes sin que la opinión pública ni las autoridades reaccionen y se den cuenta de las consecuencias que está teniendo en muchos niños y familias congoleñas. Podría pensarse que estamos delante de una novela policiaca, si no fuera porque se trata de un hecho real.

Escribo en tanto que responsable del Proyecto Bana ya Poveda, una acción socioeducativa para la reunificación familiar y social de menores en ruptura familiar y para garantizar sus derechos.

Los telespectadores en Kinshasa pudieron ver en el mes de octubre pasado, a través del programa ‘Kin makambo’ (problema en Kinshasa), de la cadena televisiva privada Molière TV, como la policía nacional metía la mano sobre una red mafiosa de tráfico de menores.

Mientras los padres de Tshikapa, ciudad diamantífera de Kasai Occidental, buscan y lloran la desaparición de sus hijos, gracias a esta captura, facilitada por algunas estructuras que operan en el terreno para la salvaguarda y protección de los derechos de los menores, se puso en conocimiento de las autoridades que una gran red con base en Tshikapa traficaba con menores que conducían a Kikwit y a Kinshasa y los utilizaban para toda clase de fines ilícitos.

Con gran decepción y asombro, unos días después, su cabecilla, el Sr. Sakor Ntumba Mulumba era puesto en libertad.

Después de secuestrar a los menores, los entrenan en el robo intimidándoles con toda clase de amenazas y torturas si no vuelven por la noche con el botín que se les impone. Son alojados en condiciones infrahumanas y, vigilados durante el día en los puestos donde los depositan, recibiendo continuamente consigna gestuales, para el éxito de las operaciones, por parte de los adultos que los vigilan.

En este mes de junio, a través de algunos menores acogidos en el Centro Bana ya Poveda, victimas de este trafico, pudimos saber que el tal señor Sakor Ntumba Mulumba seguía actuando impunemente y puestos en confianza, ofrecieron la dirección donde poder arrestarlo. Alertada la policía se detuvo por segunda vez al presunto traficante. Dos días después de su detención, la misma policía alertó de que a altos niveles había tentativa de corrupción y que deberíamos presionar para que no fuera liberado.

Este es el motivo de mi denuncia. A pesar de escribir inmediatamente al Ministro de la Justicia y de Derechos humanos de la RDC; al Presidente de UNICEF; al de SAVE the CHILDREN; a REEJER (Red de educadores de niños y jóvenes de la calle); al Presidente del tribunal de menores de la RDC alertando de esta tentativa de corrupción, la indiferencia fue total. El jueves 23 de junio de nuevo el señor Sakor Ntumba fue puesto en libertad a pesar de habernos amenazado verbalmente delante de la policía de que una vez liberado nos haría daño. Dos de los niños que fueron interrogados por el juez de menores victimas del presunto traficante, y confiados a un Centro abierto por el mismo juez, desaparecieron el mismo día de su liberación.

La gran cuestión que nos podríamos preguntar es la de saber, cómo ciertas ONG internacionales que dicen luchar por la defensa de los menores, se permiten el lujo de celebrar la jornada internacional del niño africano el 17 de junio pasado en los salones VIP de un lujoso hotel de Kinshasa, en presencia de las autoridades del país y vuelven la espalda a esta realidad, en lugar de interpelarles, sobre esta pesadilla que pesa sobre muchas familias y niños congoleños. Prefieren no resultar incómodos y mas cuando se espera el mana financiero que la Banca Mundial promete, entidad que también estaba presente en el acto.

También podríamos preguntar ¿qué entiende el Señor Ministro de la Educación primaria, secundaria y profesional, cuando declara la quincena del 16 al 30 de junio “quincena consagrada a los derechos del niño africano”?

Y para colmo de nuestra indignación y asombro, recientemente se había reunido una comisión mixta de UNICEF, O.I.M., SAVE THE CHILDREN, REEJER y representantes del Estado congoleño para elaborar unas estrategias de lucha contra el tráfico de menores. Palabras y discursos no faltan; leyes tampoco. Lo que falta es su aplicación y que la tan traída y llevada “tolerancia cero” ante los casos de corrupción, trafico de influencia e impunidad, cesen.


viernes, 24 de junio de 2011

Para la vida del mundo


En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: -«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.» Disputaban los judíos entre sí: -«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: -«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.» Juan 6, 51-58


Por Redacción AJ. El capítulo 6 en el que se enmarca el evangelio de este domingo de la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo es de los textos más densos a nivel teológico de todo el evangelio de Juan, y nos evoca dos relatos del AT: la multiplicación de los panes realizada por Eliseo (2 Re 4, 42-44) y el episodio del desierto cuando Moisés alimenta al pueblo (Nm 11, 13 y 22). El capítulo está articulado en cuatro partes: Jesús manifiesta su poder a la multitud con la multiplicación de los panes (vv.1-15); Jesús caminando sobre las aguas, manifiesta su poder a los discípulos (vv.16-21); El discurso del pan de vida, donde revela su identidad (vv.22-59) y por último, la crisis de los discípulos ante las palabras del maestro (vv.60-71).

El fragmento del evangelio recoge el final del discurso de Jesús localizado en la sinagoga de Cafarnaún, y encajaría perfectamente en el contexto de la última cena. Es Jesús mismo quien se da en comida y bebida y la respuesta de la persona es comer su carne y beber su sangre.

El pan vivo que ha bajado del cielo, como el antiguo maná, también Jesús ha venido de Dios. Es el don de Dios para el hambre de los hombres, para la hambruna de sentido. Quien lo come vivirá para siempre. En Jesús se nos garantiza una vida sin ocaso. Es pan para la vida del mundo. El pan del Señor nos alimenta y nos alienta, nos despierta a la vida y abre nuestros ojos a la fraternidad.

Para nosotros, la Eucaristía no es algo opcional, ¡es vital! Sin la Eucaristía no puedo tener Vida. “si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. La Eucaristía nos comunica la energía para que podamos vivir nuestra vida cotidiana de una manera nueva. Es la experiencia privilegiada para alimentar nuestro seguimiento a Jesús y nuestro trabajo para abrir caminos al Reino.

Y más, cada vez que se participamos en la Eucaristía se establece entre el creyente y Cristo una relación de intimidad igual a la que existe entre Jesús y el Padre. “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.

Es un día para alabar al Señor por el don tan grande de su presencia entre nosotros. Pero esta fiesta del Corpus nos recuerda también el don y la responsabilidad del amor fraterno, por eso celebramos el día de la caridad. Desde muy antiguo la Iglesia ha construido puentes, ha fundado y atendido hospitales, centros educativos, hogares para emigrantes, refugiados, desplazados… En el jubileo del 2000, Juan Pablo II hablaba de que era la hora de una nueva imaginación de la caridad para promover la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con quienes sufren.

Quizás sea momento para revisar cómo vivimos la celebración de la Eucaristía y cómo orientamos nuestro compromiso cristiano.

lunes, 13 de junio de 2011

La Cruz y el Dios de lo escondido

Por Pablo Sánchez, militante de Acit Joven. La Cruz de los Jóvenes que el Papa Juan Pablo II nos regaló para "llevarla por el mundo como un símbolo del amor de Cristo a la humanidad, y anunciar a todos que sólo en la muerte y resurrección de Cristo podemos encontrar salvación y redención” ha visitado mi ciudad, Linares, en su recorrido por todo el país antes de la JMJ que se celebrará en Madrid en agosto. He tenido la oportunidad de participar en esta acogida como representante del reducido grupo de AJ de mi ciudad.

Hoy, sólo una cosa se me ha aparecido completamente real. Tras los ornamentados estandartes de las cofradías, tras la elaborada casulla del Obispo, tras las jaculatorias a la Virgen y a los santos, la humilde cruz de madera llevada por manos jóvenes, manos como las mías, me ha hecho darme cuenta de que en lo sencillo es donde mejor vemos a Dios. Yo hoy lo he visto en los rasguños de la madera, en los bordes gastados y el barniz descolorido, en la inscripción de la placa de bronce que, tras pasar por manos todo el mundo, aparece ennegrecida. Se me ha aparecido en el rostro reflexivo y estoico de la Virgen bizantina con el Niño que acompaña a la cruz. En lo pequeño, en lo escondido, en lo sencillo, es ahí donde Dios se me revela de una manera asombrosamente evidente.

En la Eucaristía, la monición de entrada preparada por la IT, recordaba a Pedro Poveda, santo que "en lo escondido de una vida cotidiana, siguió al Señor con amor, esforzándose en ser fiel en lo pequeño, en lo invisible a los ojos humanos, pero visible a los ojos de Dios". Estas palabras, que casi memoricé la tarde anterior para que mi lengua no fuera por un camino diferente a aquello que había de leer, han resonado en mí con fuerza mientras seguía a la cruz rodeado de jóvenes, adolescentes y niños.

Deseé que todos los que allí nos encontrábamos, que todos aquellos que han recibido estos días la Cruz en sus ciudades y todos los que la recibirán estos meses supiéramos realmente lo que entraña el hecho de que sea una cruz tan sencilla, casi austera. Que no hacen falta ni oro ni incienso, ni mantos bordados ni flores para que Él se haga presente. Y yo lo he visto en un arañazo y un barniz desvaído. Qué poco hace falta para sentirse cerca de Dios.

viernes, 10 de junio de 2011

Vivir en un continuo Pentecostés

Por Redacción AJ. Hace ya muchos años el papa Pablo VI dijo que la Iglesia entera necesita vivir en un continuo Pentecostés y quizá este momento histórico pone aún más de relieve la necesidad que tenemos de suplicar: ¡Ven Espíritu y renuévanos por dentro, transfórmanos y transforma las estructuras sociales y económicas, sigue suscitando jóvenes y mayores que sean capaces de indignarse y comprometerse en la transformación de la historia injusta e insolidaria en una nueva creación, alienta las «semillas del Reino» que dan testimonio de ti en medio de tantas mujeres y varones en búsqueda!

Este domingo el evangelio nos presenta la donación del Espíritu de una manera bellísima que nos recuerda al comienzo del Génesis, cuando Dios, creando al ser humano, “insufló su aliento de vida” en él (cf. Gen 2,7). Estando reunidos los discípulos después de la muerte de Jesús, el Resucitado se hace presente en medio de su miedo y de su estar todavía centrados en sí mismos/as y les dice: “Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo…” (Jn 20,22).

No se puede, sin embargo, leer este pasaje sin ponerlo en estrecha relación con otro del evangelio de Juan, en concreto, Jn 19,30, donde se narra la muerte de Jesús y se dice “inclinando el cabeza, entregó el Espíritu”. En la teología del cuarto evangelio, la donación del Espíritu queda vinculada, por tanto, a dos acontecimientos centrales y estrechamente vinculados: la muerte y la resurrección de Jesús. Es decir, es a partir del momento en el que Jesús ha entregado todo su amor hasta el extremo, cuando el Espíritu se nos regala como compañero de camino que permanecerá con los creyentes cada día y siempre. Él será guía y consolador, y quien ha de recordarnos todo lo de Jesús y enseñarnos todo.

Al regalarnos su Espíritu, Cristo nos invita a beber el agua viva que brota de sus entrañas (Jn 7,38-39), porque ahora, con la muerte y resurrección de Jesús, ya se nos ha revelado la plenitud del amor y se nos ha dado por completo. Del costado atravesado, del que fluyen sangre y agua, surge y se nutre la vida y comunión de la comunidad eclesial, porque son sus entrañas de amor las que se nos entregan. De sus entrañas brotan torrentes de vida (cf. Jn 7,38-39) que nos reúnen como familia de hermanas/os, pro-vocados a vivir en la propia carne la experiencia de la Pascua, la experiencia de entregar la vida cada día por amor, como pan partido y sangre derramada. Por lo tanto, la Iglesia tiene su origen en el amor regalado de Dios; vive de ese amor consintiendo cada día a él, agradeciéndolo, y expresándolo como comunión fraterna que es originada, nutrida y vivificada por el Espíritu.

Ahora ya están sus discípulos/as –también nosotros- en condiciones de comprender toda la verdad, esa que desde el principio del Evangelio se les había anunciado, pero que ellos no acababan de comprender: “Aquel día conoceréis que yo estoy en el Padre y vosotros en mí y yo en vosotros” (Jn 14,20). Hasta este momento, nos ha venido diciendo el evangelio, que los discípulos y discípulas de Jesús no podían “soportar” la plenitud de su amor (Jn 16,12). Parece algo extraño y, sin embargo, no lo es. El amor como entrega completa de la vida, como gratuidad que se ofrece una y otra vez sin condiciones y siempre, el hecho de que muriendo se vive, o dándose se enriquece, o que el abajamiento es la clave de la comunión… son paradojas que seguramente si entramos un poco en nuestro interior nos damos cuenta de que también a nosotros/as nos cuesta entender y más aún vivir en las relaciones y actuaciones de cada día.

De hecho, dice el evangelio que los discípulos estaban encerrados y con mucho miedo. Aún estaban lejos de Jesús y de su Buena Noticia. Pero entonces, el Resucitado (que no es sino el Crucificado: “les mostró las manos y el costado”, (Jn 20,20) se presenta en medio de ellos y les dona el Espíritu. Ahora el Espíritu ya no está sólo “junto a” ellos, sino “en” ellos (cf. Jn 14,17). A partir de este momento, permanecerá en sus corazones y les recordará la Palabra de Vida de Jesús. Habitando en lo más profundo de su ser, abre para cada creyente a una vida relacional, que no puede entenderse sino referida siempre a Dios, de quien se recibe la existencia, y cuya presencia/ausencia se deja sentir en personas y comunidades creyentes de tantas maneras.

El Espíritu habita en el interior de cada uno/a y quien se abre a su presencia vive una experiencia de plenitud que se comunica en su manera de relacionarse, de amar, de comprometerse, de ser, en definitiva. El regalo del Espíritu que habita en nuestro interior, nos da la posibilidad de reconocerle en todas las cosas y en nosotros mismos, algo que de otra manera es del todo imposible. Y cuando esta experiencia acontece, nuestro ser adquiere consistencia, se reconoce en su hermosura y dignidad, aprecia y valora la huella de Dios en él, el germen incorruptible que nos habita (Sab 12,1), el valor intangible de toda vida humana en la “desnudez de su rostro”, porque todos y todas somos imagen de Dios (Gen 1,27), nos embarga de alegría y de asombro, que nos hace arrodillarnos y adorar al Dios que tanto nos ama.

El evangelio de este domingo incide, además, en un fruto de la vida en el Espíritu: la paz. ¡Cuántas resonancias bíblicas y cómo se entrelazan con las aspiraciones, deseos, esperanzas, luces y sombras de los hombres y mujeres de hoy!

Ya desde el Antiguo Testamento, la paz, el shalom hebreo, significa una vida integrada e integradora, una experiencia de estar en armonía con uno mismo/a, con quienes se vive y con toda la creación, con Dios. El Resucitado llega hasta sus discípulos y discípulas regalándoles una paz que produce en ellos además una gran alegría. La paz del Resucitado hace posible una armonía que ensancha en el ser humano la capacidad de confiar, de amar y de esperar, que nos estructura como personas. Es decir la vida en el Espíritu consiste en dejar que la gracia, el amor de Dios, actúe en nosotras/os todas sus posibilidades y también todas sus exigencias.

La vida en el Espíritu supone una nueva forma de existencia que lleva a recrear la mirada y la capacidad de escuchar y de amar, de establecer relaciones sanas y sanadoras con quienes se nos regala hacer el camino de la vida, de ofrecerse y regalarse gratuitamente, de abrirse a la alteridad sin miedo y sin prejuicios.

La vida en el Espíritu implica ahondar y ensanchar la capacidad de trenzar la esperanza tejiendo los hilos de la historia con los hilos de Dios, sabiendo articular paciencia y resistencia, transformación radical y cotidianidad secuencial, búsqueda humilde y compartida, palabra y silencio, sufrimiento y posibilidad siempre abierta, miradas que traspasan los horizontes y construcción colectiva.

Y significa finalmente crecer en confianza, desarrollar la capacidad de vivirse con la seguridad de saberse sostenido y alentado al crecimiento, seguro del amor incondicional que lleva a establecer un vínculo decisivo con Dios y con los demás hombres y mujeres, como hermanos en el Hermano. La gracia hará posible el despliegue de la confianza en uno/a mismo/a, en los otros/as y en el mundo, en el sentido que tiene toda vida. El Espíritu que nos habita “nos ensancha”, alarga todas nuestras posibilidades llevándolas a plenitud, hasta participar de la vida misma de Dios.

Y el fruto de todo ello es la alegría que llena el corazón, que es capaz de fortalecerse en medio de las circunstancias adversas, que se expande porque tiene la certeza de que el Espíritu es luz y fuerza que dinamiza desde dentro con la fuerza de su amor.

lunes, 6 de junio de 2011

Próxima estación: ¡esperanza!

Por Samuel Medina. Esperanza es la palabra que me brota cuando me dejo inundar por el actual momento social que estamos viviendo. Son muchos los años que la sociedad va dejándose llevar por las normas comúnmente establecidas, una serie de actuaciones cotidianas que día a día y de manera “inofensiva”, van produciendo un efecto perversamente adormecedor en nuestras vidas. Los últimos acontecimientos, han prendido la sensación de que la Sociedad llevaba mucho tiempo aletargada, dormida, incómoda, sin saber muy bien por qué ha llegado hasta ahí. Los tiempos de bonanza económica, no hicieron más que desviar la mirada, fijar la atención en la piel, donde las operaciones de estética intentaban disimular las arrugas que iban surgiendo en el interior. En 2007, empezó a hablarse de las famosas hipotecas subprime, y en 2008, casi por arte de magia, la crisis había llegado a nuestro país… De pronto, nos despertamos un día con la sensación de que nos hallamos inmersos en una de las depresiones más profundas del último siglo, con efectos devastadores que han producido 5 millones de parados y un malestar inmenso entre los ciudadanos. Sin embargo, creo que la crisis sólo fue el último empujón a una sociedad hastiada, cansada, desesperanzada por la falta de valores y el abuso que se hace del ciudadano de a pie.

El malestar comienza a surgir con el descrédito que sufre la denominada “clase política”. Los partidos han llegado a ser dirigidos por auténticos seres cuya prioridad es su propia supervivencia. Su savia nueva, entra por vía de sus militantes: personas fieles que suelen provenir de las organizaciones juveniles del mismo y que ansían ascender los máximos escalones posibles. Esta militancia, (al igual que ocurre en otros ámbitos: sindicatos, movimientos religiosos, asociacionismo, etc.) se ha visto reducida drásticamente en las últimas décadas. Ni los partidos buscan a las bases ni las bases buscan a los partidos… se trata de una vocación completamente desacreditada, una clase ajena al pueblo, a la que se culpa de todos los males, junto a las grandes transnacionales (poder económico). Sin embargo, creo que en esta situación es deber de todos hacer un acto de autocrítica para preguntarse: ¿Qué he hecho yo para evitar esta situación? ¿Qué razón tengo yo para quejarme de que determinadas decisiones políticas sean completamente injustas? ¿Puedo exigir, cuando lo único que hice fue introducir un voto en una urna hace 4 años? Es como si un padre se quejara del bajo nivel educativo de su hijo cuando su única involucración fue matricularlo en el colegio.

Desde el poder económico, nos vienen regalando consumo, (hace tiempo, que vengo fijándome cómo las compañías telefónicas vienen ofreciendo renovar el móvil y cambiar el mismo al menos una vez al año… sin preguntar antes si esto es o no necesario, por poner tan sólo un ejemplo), ocio, diversión… y nuestra vida se reduce a trabajar/estudiar y consumir ocio. Cuando nos hallamos enganchados a nuestras “necesidades creadas”, sostenidas artificialmente por los organismos financieros, de la noche al día, nos encontramos con que las reglas del juego han cambiado, y ahora se ha cortado el grifo. La situación de injusticia no hace más que crecer.

Al menos tenemos una reacción en las concentraciones que están teniendo lugar en las plazas de las principales ciudades del país. Un halo de aire freso ha surgido, y nosotros no podemos dejarlo pasar. El Movimiento 15-M triunfa porque pone palabras al sentir mayoritario de indignación, porque define perfectamente lo que muchos ciudadanos sentimos y deseamos. Porque se subleva contra la Oligarquía fijada por los poderes Económico, Político y Financiero. Porque nos negamos a que sean estos los que fijen las reglas del juego, en esta partida en la que son muchos los perdedores y muy pocos los triunfadores. Goza de gran autoridad moral, porque surge de las bases, de manera horizontal y espontánea, desvinculándose de esas reglas a las que nos estaban obligando a jugar.

No podemos dejar pasar este tren… hemos de agarrarnos con fuerza y correr y empujar para que no se escape… cuesta mucho activar la maquinaria, y ahora es nuestra labor alimentar las calderas y construir más vagones en los que acoger la desesperanza y llevarlas hasta la siguiente estación: ¡Tenemos la suerte de vivir un cambio de época! Los acomodados, los que ostentan el poder político, económico y financiero, tratan de caricaturizar, hacer creer a los medios establecidos que esto no es más que un calentón juvenil, un pequeño revolcón producido por la crisis económica… algo que solucionar cuando el paro comience a decrecer y el PIB a engordar…

Sin embargo, nuestra reflexión creo que debe ir más allá del simple compromiso político: pienso, cada vez más, que Nuestro ser Cristiano no se basa en acudir a las Iglesias o adherirse a la doctrina que se fija desde el Vaticano, sino en intentar bajar el “Paraíso” a la Tierra, en luchar por implantar condiciones más justas para que cada persona pueda desarrollar al máximo sus potencialidades, para que la verdadera explosión de sentir a Dios en el día a día sea una realidad… La persona que siente a Dios, no puede permanecer impasible. “Creer bien y enmudecer, no es posible”, decía el Padre Poveda. Por tanto, si sentimos que esa es la punta de lanza que dirige nuestras vidas, si luchamos por difundir esa Buena Nueva que hace poco acabamos de rememorar, no podemos, por coherencia, quedarnos de brazos cruzados… Como el Espíritu que en Pentecostés, hizo “hablar la misma lengua” a gente de diversa procedencia, muchos cristianos sentimos la necesidad de gritar ese sentimiento común de Indignación e Injusticia que lleva años fraguándose. Ya sea movidos por una orientación religiosa o por propia conciencia de ciudadanía, no podemos dejar pasar este tren cuya próxima estación parece estar cargada de ESPERANZA. Citando al profeta Isaías, me atrevo a decir: "Algo nuevo esta brotando, ¿no lo notáis?" (Is 43,18).

viernes, 3 de junio de 2011

No hagamos torres sin fundamento

"En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» (Mt 28, 16-20)
Por Redacción AJ. Nos ofrece la liturgia a los católicos el final del evangelio de Mateo. Puede resultar un ejercicio interesante detenerse a considerar cómo comienza y acaba cada evangelista la Buena Noticia. Hoy tenemos ante nosotros el final del evangelio de Mateo. Comienza presentando a Jesús como el mesías prometido en el Antiguo Testamento, entroncado con David, hijo de Abrahán. Acaba con una misión y una promesa: "yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". La semana pasada hablábamos en nuestro comentario de ese "no os dejaré huérfanos, volveré", por lo que no nos vamos a parar hoy en el firme compromiso (y todo lo que implica) de Jesús con cada uno de los seres humanos que ha existido, existe y existirá sobre la faz de la tierra. "Yo estoy con vosotros" no deja lugar a dudas, ni a condiciones. Esta promesa es para todos, creyentes y no creyentes, cercanos y lejanos: yo estoy contigo, vivas lo que vivas, para que puedas vivir...

Decíamos que el texto de hoy presenta una misión: "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado." Hacer discípulos (de Jesús) procedentes de todos los pueblos, y condición, y estado... Sin juzgar ni excluir... Todos estamos invitados a ser discípulos de Jesús.

Ofrece el evangelio de hoy dos medios:
  1. Bautizando en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Bautismo que viene acompañado de una llamada a la radicalidad en el seguimiento que tampoco distingue entre procedencias o estados de vida. Todos somos llamados a ser otro Cristo. Sabemos que el hecho de haber sido bautizados de pequeños no nos quita la tarea de preguntarnos y actualizar a qué estamos siendo llamados; no nos quita de plantearnos alguna vez en la vida (o muchas) a quién elijo seguir, a qué profundo sentido de vida me invita el seguimiento de Jesús; no nos quita hacer una opción personal o renovarla o recrearla.
  2. Enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y la pregunta que hoy me surge es: si nos sentáramos alrededor de una mesa a pensar juntos, ¿qué mandatos identificaríamos como aquellos a los que esta frase alude? ¿Qué hemos de guardar que nos haya sido mandado por Jesús?
Párate unos instantes antes de seguir leyendo. Si tuvieras que decir qué dos o tres mandatos son los que tengo/tendría que guardar, ¿cuáles serían?

Yo también me he hecho esta pregunta. ¿Qué nos enseñó Jesús que es esencial para ser sus discípulos? El primero que me viene al corazón y la mente es el siguiente: el amor a Dios y al prójimo. Quizás haya otros mandatos que debamos cumplir, pero se derivan tantas consecuencias de éste...
"Un letrado que escuchó la discusión y al ver lo acertado de la respuesta, se acercó y le preguntó: ¿Cuál es el precepto más importante? Jesús respondió: El más importante es: Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo. Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás al prójimo como a ti mismo. No hay precepto mayor que éstos." (Mc 12, 28-30)
"Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado: amaos así unos a otros." (Jn 13, 34).
En realidad de ahí se deriva toda la serie de medios, vías y propuestas que nos ofrece la Iglesia para poder vivir el seguimiento de Jesús.

"Permaneced en mi amor"
es una invitación muy fuerte al vínculo, con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, que es fruto de esa unión. Vínculo que lleva al prójimo como expresión del vínculo con Dios; vínculo que busca la justicia ("Buscad, ante todo el reinado [de Dios] y su justicia, y lo demás os lo darán por añadidura" Mt 6, 33), vínculo que nos ofrece una espiritualidad de ojos abiertos sensible a la realidad de los que sufren. También decía Juan en su primera carta (1 Jn, 3) que no es posible amar a Dios a quien no vemos si no amamos a los que están a nuestro lado, a quien sí vemos... La exigencia es fuerte, porque este Dios que hace brillar el sol sobre justos e injustos nos invita a permanecer en su amor, a amar como Él nos ha amado: "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen." (Mt 5, 43)

Cada día tenemos muchas oportunidades de experimentar que Jesús está a nuestro lado, fiel, para ayudarnos a ir un poco más allá en el arte de aprender a amar. Cada uno desde su sensibilidad, desde el don recibido, desde la llamada profunda, desde el carisma que le impulsa... Todos somos llamados a hacer las cosas de cada día, las ordinarias y las extraordinarias, desde el amor. No es fácil, es verdad, pero es a esto a lo que creo que somos llamados cuando somos invitados a seguirle.

A veces se nos llena la boca (a mí la primera) con frases como "seguir a Jesús" pero se me desinfla el ánimo cuando tropiezo con la dificultad en las relaciones, o me instalo en mi comodidad ajena a la difícil realidad que sufre la mayor parte de la población del planeta. Pienso en cosas por hacer, más que en cómo hacer y desde dónde vivir aquello que quiero hacer. En las séptimas moradas, Santa Teresa insiste en recordarme, en recordarnos:
"En fin, hermanas mías, con lo que concluyo es que no hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen, y como hagamos lo que pudiéremos, hará su Majestad que vamos pudiendo cada día más y más (...)" (7 M, 4)