viernes, 28 de enero de 2011

El desafío de ser felices

Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Mt, 5,1-12a


Por Redacción AJ.
Hace algunos años, preparando una sesión de trabajo que ahora no viene al caso, me sentí invitada de modo especial a pararme ante las bienaventuranzas, texto que hoy nos ofrece la liturgia. Lo leí y me gustó ¡sonaba precioso!, me parecía que nunca antes hubiera visto ni oído el texto. Lo releí y me descolocó, me llevó durante algunos días a pensar, a rezar, a revisar… Creo que no soy mejor, ni peor. Sí puedo decir que hay claves de lectura de los acontecimientos, de mi vida, que se han reordenado, que me posiciono en lo cotidiano con criterios diferentes. Desde entonces cada vez que me acerco a este pasaje me viene a la cabeza y al corazón una de las afirmaciones que me hacía: es una de las enseñanzas más sorprendentes y más revolucionarias de Jesús junto con el hecho de su muerte y Resurrección. Y se aviva en mí el deseo de reorientarme en la dirección de la felicidad, una felicidad que pasa por los hermanos y que es colectiva, una felicidad que descubro terrena e intrahistórica aunque está preñada de eternidad.
La propuesta de Jesús es revolucionaria y desafiante porque no se rige por los esquemas de la lógica humana con los que nos movemos muchas personas. Mirando al texto tal como lo recoge Mateo, encontramos a Jesús, dispuesto a enseñar en un marco solemne: desde un monte, sentado, junto a los discípulos, rodeado de la multitud. Lo que tiene que enseñar es importante y hay que prestarle atención, por eso se prepara un entorno que lo facilite. También nosotros podemos formar parte de esa multitud que rodeándolo lo escucha. Su enseñanza de hoy es un programa de vida, un camino de felicidad, una invitación a la conversión. Jesús se atreve a proclamar que los pobres de espíritu, los perseguidos por causa de la justicia, los hambrientos y sedientos, los que construyen la paz, los misericordiosos… son felices. Con las bienaventuranzas está describiendo no diferentes personalidades de quienes pueden ser felices, sino los rasgos que configuran al verdadero discípulo, aquel o aquella que ha descubierto la Buena Noticia del reino y desea conducirse en el seguimiento de Jesús por el camino de la felicidad plena. Las bienaventuranzas como punto de partida de las decisiones y también de las acciones.
Jesús hoy nos revela su propio ser y misión, los valores que articulan su enseñanza toda y los valores que configuran su opción de vida. Las bienaventuranzas son el programa de vida que él está viviendo. También nos transmite y nos recuerda el amor y la misericordia de Dios.

miércoles, 26 de enero de 2011

Pon un árbol en tu vida

Por Irene Gregorio. Este año se cumplen 100 años de la Institución Teresiana y, por supuesto, queremos celebrarlo por todo lo alto, con el mismo espíritu emprendedor y la misma ilusión de hace 100 años.
Para conmemorar su centésimo aniversario, el sábado 15 de enero celebramos una misa en la colegiata de San Isidro presidida por el cardenal de Madrid Antonio María Rouco Varela. De esta misa cabe destacar la cantidad de gente que había, venida de todos sitios y no sólo de la Institución. Así mismo, me gustaría agradecer su presencia al estupendo coro que vino del Instituto Veritas, que nos deleitó con unas lindas canciones, cerrando la celebración con un fuerte “Creí, por eso hablé”, cantado con toda la energía y alegría con la que pudieron. Guitarra, violín, flauta y teclado (sin olvidarnos de la directora) acompañaron a aquel coro magnífico que se portó excelentemente durante toda la tarde (ensayo y celebración), a pesar de no tener demasiado espacio y no estar demasiado cómodos.
La ceremonia en general estuvo muy bien. Puede que la sonoridad no fuese especialmente buena, pero creo que a todos sin excepción se nos quedó algo. Oímos una frase del sermón, una petición, observamos un bonito gesto o nos llegó al corazón alguna canción. Siempre se capta algo, y ese algo se te queda para siempre como recuerdo de la misa del centenario.

Al día siguiente, y dado el año importante que es, se aprovechó también para inaugurar la remodelación del Albergue de los Negrales que llevan planeando y construyendo ya mucho tiempo. Fue una mañana increíble. Nos reímos con anécdotas, vimos fotos de las obras, visitamos el albergue... Tras un bonito discurso en el que se hacía especial mención a las familias y a los jóvenes, semilla de un mundo nuevo, futuro del presente, Loreto Ballester, nuestra directora general, se dispuso a cortar la cinta de inauguración que estaba delante de la puerta y, tan cercana como siempre, antes de hacerlo, pidió a niños y jóvenes que se acercaran para ayudarla. Aquello estaba construido por y para ellos, y por ese motivo al cortar la cinta repartió diversos trozos entre todos. Cada uno lleva un pedacito del albergue. Un pedacito de una casa abierta para ellos. Un pedacito de bienvenida. Un pedacito de esperanza. Un pedacito de futuro. Todo esto y mucho más en tan sólo UN pedacito.
Y después llegó la plantada de árboles. ¿Adivináis cuántos se plantaron? ¡100 árboles! ¿Adivináis cuánto se tardó? ¡Poco más de cinco minutos! El secreto: la unión de fuerzas y la ilusión de las muchas personas que allí fueron. Y, por supuesto, el trabajo de las personas que previamente lo habían dejado todo preparado. La alegría, la esperanza, el trabajo, la diversión, la inocencia, la ayuda, el esfuerzo y la colaboración se podían casi palpar. A todos los que no pudisteis ir, allí estuvisteis presentes, no lo dudéis. En cada árbol, en cada pala, en cada montoncito de arena... allí estabais todos, ayudándonos, plantando esos árboles con nosotros. Porque son 100 árboles, son 100 años, e infinitas las semillas. Todos daremos, hemos dado, o damos fruto igual que esos árboles, que en no demasiado tiempo brotarán, y con ellos nuestros esfuerzos, ilusiones y esperanzas; los de todos.
Tras una bonita eucaristía llena de sorpresas que van desde la coral de los agustinos y el órgano que acompañaba, hasta la llamarada y la humareda producida por las velas ofrecidas y que casi hace saltar la alarma de incendios, nos invitaron a una comida como no la recuerdo nunca en la casa. Todos los salones estaban llenos de gente con bandejas de plástico con comida. Literalmente TODOS. No había un huequito libre en el que sentarse. Pero aquello no importaba, si tenías hambre podías picar algo de todo lo que nos ofrecían y, además, como “no sólo de pan vive el hombre”, siempre encontrabas con quien hablar, o un lugar por el que pasear. O sencillamente moverte por entre la gente y observar. Observar en las caras de la gente la alegría del momento, la ilusión del reencuentro, y la excitación de un nuevo comienzo. Un espíritu contagioso. Algunos, aprovechando el buen día que nos acompañó durante el domingo, se salieron a comer fuera, donde calentaba el sol y refrescaba el aire al mismo tiempo, y donde podías escuchar otras cosas que en el bullicio de la vida cotidiana a menudo no escuchamos.
Como ya he dicho, una experiencia increíble que jamás olvidaré. Muchas gracias por este fin de semana. Confío en que a lo largo de este año de celebración abunden por doquier en todo el mundo días como éstos. Un afectuoso saludo a todos.

sábado, 22 de enero de 2011

Identificación con Cristo

"Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir. Hermanos, me he enterado por los de Cloe que hay discordias entre vosotros. Y por eso os hablo así, porque andáis divididos, diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo. »

¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pablo? Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo." (1 Cor 1, 10-13.17)

Por Redacción AJ. Si bien habitualmente comentamos el evangelio, hoy nos vamos a fijar en la segunda lectura, de la primera carta de Pablo a los Corintios. Al leerla no pude evitar pensar en Pedro Poveda y sus textos "La Obra es Jesucristo" (1917, época de la aprobación diocesana de la Institución Teresiana) y "Porque nadie puede poner otro cimiento que el que ha sido puesto, que es Jesucristo" (1920).

En este momento, en el que celebramos el comienzo del año centenario de la Institución Teresiana, en el que se destaca la visión profética de Pedro Poveda, la mucha vida generada por miembros de la Institución Teresiana a lo largo de estos cien años de vida, no puedo evitar recordar que las palabras de Pedro Poveda fueron claras al respecto. Jesucristo es la razón, el motor, el horizonte de la Institución Teresiana. A través de estos textos Pedro Poveda quiso expresar su sentir respecto de ciertas actitudes personalistas (se le daba un protagonismo y un realce con el que no se identificaba). A lo largo de nuestra vida nos hemos encontrado y nos encontraremos con mucha gente de la que Dios se ha servido y se servirá para que podamos crecer en la fe. Instrumentos, sí, pero instrumentos nada más. El camino de maduración en la fe, si lo es, nos llevará a poder decir "Jesucristo es el Señor", con alegría, con gestos que lo transparenten, con una vida que muestre que el seguimiento de Jesús es llamada para todos a la radicalidad que nace del bautismo. Afortunadamente Dios se sirve de personas cuya sensibilidad nos ayuda a encontrar nuestra vocación, el camino para encontrar nuestro hueco en la Iglesia, allí donde podamos desplegar todo el potencial que encierra el don de la vocación que hemos recibido. Este despliegue pasa por reconocer en Jesucristo el camino, la verdad y la vida.
"Muchas veces se dijo, la Obra es el Padre, y hasta no faltaron personalidades que así lo expresaron en presencia mía, quizá sin sentirlo, quizá sintiéndolo. Pues yo os digo que la Obra no es el Padre... La Obra es Jesucristo. Él es el inspirador, el sostén, la vida, el modelo, la teoría, la práctica, el sistema, el método, el procedimiento, la regla, las constituciones, todo en suma. (..) siendo Jesucristo nuestro modelo y nuestro amor, los miembros de nuestra familia tendrán idéntica conformación espiritual y vivirán unidos en Cristo y por Cristo, en el cual todos debemos amarnos. (...) habéis de poner singular empeño en conocer bien la vida de Jesucristo. (...) Aprended a ser humildes como Jesús; como Jesús prudentes, fuertes, pacientes, bondadosos, compasivos, caritativos." (Pedro Poveda, 1917)
"Sabemos, porque se nos dijo muchas veces, que la Obra es de Jesucristo, porque El es el inspirador, el sostén, el principio, el fin, el medio, todo en suma.
Pero la consideración presente va encaminada a algo más, a dejar sentado, como expresó san Pablo a los corintios, que nadie, por más autoridad que tenga, por más ciencia que posea, por más virtud de que esté adornado, nadie puede, ni podrá jamás poner otro cimiento, otro fundamento, que el puesto desde el principio, que es Jesucristo. Esta es nuestra Obra, ésta la doctrina que hemos profesado, y bajo ningún pretexto debemos admitir elementos humanos, en lo que en Cristo, por Cristo y para Cristo se fundó. Y la perfección de la Obra está en la identificación con Cristo, y su firmeza en descansar en Cristo, y su vida en participar de la de Cristo." (Pedro Poveda, 1920)

domingo, 16 de enero de 2011

Compartir la riqueza que somos

Por Gloria San Román, voluntaria de InteRed. Este 2011 que empezamos es el año Europeo del Voluntariado. Hace unos días, me pidieron en InteRed, la ONGD de la Institución Teresiana con la que colaboro como voluntaria, que contestase a tres sencillas preguntas, desde mi identidad de voluntaria. Es cierto que para hacer voluntariado no basta solo la buena voluntad. Es necesario someterse a una formación continua, para que nuestra intervención sea realmente de calidad, como las personas se merecen. Desde esta perspectiva, aunque ahora no veáis inmediatamente la posibilidad de comprometeros en un voluntariado, ya podéis ir poniendo el cimiento para cuando llegue el día. Todos necesitamos formarnos y superarnos continuamente para ser capaces de ofrecer a los demás la gran riqueza que llevamos dentro. Sí, solo la buena voluntad no es suficiente. Ojalá lo que comparto hoy con vosotros pueda daros alguna pista de avance en vuestro crecimiento.

1.¿Cuál fue la motivación para hacerte voluntaria?
¿Mi motivación? Yo creo que viene de muy abajo, es decir de mi familia. Somos 11 hermanos y el tema del compartir estuvo muy presente en nuestra educación. Aún recuerdo cuando mi padre hacía montones muy desiguales de caramelos y uno de nosotros, iba diciendo a ciegas para quién era cada montón. Paradójicamente no salías beneficiado si te tocaba el más grande pues entonces lo natural era repartir con los que habían sido menos afortunados. Este y muchos otros gestos, nos ayudaron a ser sensibles a los otros, a los que tenían menos. Ya en la Facultad, un grupo de compañeros movilizamos a casi toda la clase para hacer lo que entonces se nos ocurrió: íbamos a un centro de personas discapacitadas para acompañar y hacer todo tipo de actividades junto a ellas.

Después ya ha sido una constante en mi vida compaginar la vida profesional con el voluntariado. Creo que la desigualdad de oportunidades entre las personas nunca me ha dejado indiferente. Sé que si he podido estudiar ha sido gracias a las ayudas que he recibido de muchas personas a todos los niveles. Desde esta perspectiva el voluntariado lo siento no como un plus de generosidad, sino como algo de justicia. Durante más de 20 años he vivido en un barrio periférico de Madrid colaborando con las Asociaciones que allí trabajan. También tuve la oportunidad de vivir 7 años en la Amazonía Peruana aportando mi granito de arena en la consolidación de un Programa de Educación Bilingüe e Intercultural, que hoy ya es llevado totalmente, por los nativos de la zona: Los Kichuas del Alto Napo.

Mi balance de estas experiencias, es que siempre me han ayudado más que lo que yo haya podido aportar. ¿He aprendido todo lo que estas personas me han ofrecido? Ojalá fuera así, siento que aquí, en este primer mundo, tan opulento, a pesar de la crisis, fácilmente nos olvidamos de que existen personas mucho más desfavorecidas que nosotros. Al olvidarnos de estas personas, olvidamos también el testimonio de valores humanos muy importantes que viven: su sentido de la solidaridad hasta extremos que nosotros nunca hubiésemos imaginado; su resistencia y esperanza ante las dificultades; su capacidad de vivir alegre y dignamente con poquísimas necesidades y otros muchos valores que aún hoy, con una pasmosa naturalidad, conservan. En esto encuentro una motivación más para seguir en el voluntariado. Personalmente me ayuda y sé que junto con ellos, también nosotros podemos ayudarles.

Por último, y no es ni mucho menos lo menos importante: mi ser voluntaria está muy fundamentado en la experiencia creyente. La figura de Jesús de Nazaret que con una coherencia radical pasó su vida haciendo el bien especialmente a los más desfavorecidos, me motiva definitivamente a seguir colaborando sencilla pero esperanzadamente en su tarea de construir aquí el Reino de Dios: que todos los hombres y mujeres del mundo vivan con dignidad y plenamente.

2.¿Por qué elegiste InteRed?
En septiembre de 2008, nueve profesores de Instituto, tuvimos la oportunidad de participar en un viaje de diez días a Marruecos. Se trataba de un convenio entre el Ayuntamiento y una determinada ONGD (Organización no Gubernamental de Desarrollo). Visitamos fundamentalmente los lugares donde estaban trabajando o habían trabajado, quedé muy decepcionada.
Lo que yo pude percibir fue un modo de trabajar, desde mi punto de vista muy cuestionable. Volví determinada a buscar una ONGD que me diese garantía de seriedad en el modo de proceder en el terreno: desde el diagnóstico hasta consolidar la apropiación del proyecto por parte de los mismos beneficiarios. Buscaba una ONGD que garantizará la preparación y competencia de los recursos humanos, que fuera celosa de la transparencia en la administración de los recursos económicos… fue entonces cuando me acerqué a InteRed, quería conocerla de cerca y aquí estoy. Aunque mi expectativa y exigencia eran altas la verdad es que no me ha decepcionado.
¿Qué he encontrado en InteRed? Una ONGD con una excelente cualificación. He tenido ocasión de verificar de cerca la calidad y seriedad del trabajo que se realiza, la transparencia en el modo de invertir los recursos, avalada por una auditoría económica externa anual; el compromiso y la formación del personal contratado y por último, el modo de trabajar con los beneficiarios capacitándolos para llegar a ser ellos mismo los protagonistas de su propio desarrollo.
3.¿Cómo animarías a otras personas a ejercer el voluntariado?
A muchas personas les diría que aún contando con obligaciones cotidianas, hagan lo posible por sacar tiempo para ofrecerse a colaborar en un voluntariado. Cada uno de nosotros/as con la preparación y experiencia que nos ha dado nuestro recorrido vital y la capacitación que en la ONGD se nos proporciona, podemos aportar nuestro granito de arena para que los bienes de todo tipo se repartan más igualitariamente entre todas las personas. No podemos caer en la trampa de que lo importante es mirar solo a nuestro entorno inmediato. Cada vez es más necesario hablar en términos de “aldea global”, y en el contexto económico que estamos viviendo, se nos exige, como nunca, una mirada amplia y solidaria a todas las situaciones donde hay hombres y mujeres luchando por acceder, al menos básicamente, a los Derechos Humanos.
También les diría que el voluntariado, es una ocasión única de enriquecimiento personal y comunitario, en el mejor sentido. El dar sin esperar nada a cambio, potencia en cada persona lo mejor de si misma y a la larga puede generar la “cultura de la gratuidad”. Es decir: frente a un contexto social donde predomina el individualismo, y la globalización está impulsada por el neoliberalismo; el voluntariado precisamente por lo que tiene de contracultural, puede ser un lugar de reserva donde, en tiempo de crisis de valores, se mantenga vivo todo aquello que es lo más específicamente humano.

viernes, 14 de enero de 2011

Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu...

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Ése es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»


De Redacción A.J. Durante esta semana que acaba de terminar muchos de nosotros hemos retomado el ritmo de la vida cotidiana: retomamos el tiempo “de lo de siempre”, de la rutina, del tiempo pautado, de clases, de estudio, de trabajo, de las responsabilidades asumidas, y volvemos a tener un año por delante. El evangelio de este domingo es una buena puerta de entrada a este "tiempo ordinario".

En el texto, Jesús ya no es un niño -ha crecido y es mayor- y Juan Bautista da testimonio de lo que ve en Él: Jesús es quien perdona, quien está lleno del Espíritu de Dios, quien da y regala ese Espíritu. Juan da testimonio de que él lo ha visto, y por eso puede decir que Jesús es el Hijo de Dios, el que nos trae la buena nueva de la salvación.
Este evangelio aviva en nosotros el deseo de seguir descubriendo a Jesús, aviva el deseo de poder decir, como Juan, que también nosotros “lo hemos visto”: ¿cómo vive, cómo mira, cómo actúa, con quién se encuentra este Jesús que es conducido siempre por el Espíritu de Dios?

Se abre ante nosotros un año más para seguirle, para preguntarle aquello de “Maestro ¿dónde vives?”, un año más para escuchar la respuesta que nos sigue dirigiendo a cada uno de nosotros “Venid y lo veréis”. Un año más para dejarnos llenar por el Espíritu de Jesús, ése que está en lo profundo de nuestro ser y que nos habita.

Como decíamos, este evangelio es una buena puerta de entrada a este tiempo en el que iniciamos un año nuevo. Además de invitarnos a seguir descubriendo a Jesús, nos recuerda en este recién estrenado "año nuevo" de dónde nos puede venir la auténtica novedad: del Espíritu que nos da una mirada nueva, que nos renueva, nos re-crea… El Espíritu que es como el aliento de Dios en nosotros y que nos capacita para ser, para mirar, para vivir al estilo de Jesús.

lunes, 10 de enero de 2011

El gusto por aprender

"Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba Bolivia. Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida." (Mario Vargas Llosa, Elogio de la lectura y la ficción, Estocolmo, 7 de diciembre 2010).
Por Tusta Aguilar. Al comenzar a leer este discurso de Vargas Llosa en la recepción del Premio Nóbel de Literatura 2010, recordé inmediatamente a Pedro Poveda y su convicción de que aprender es una de las mejores cosas que nos pueden pasar a los seres humanos. De esta convicción su interés reiterativo de que despertemos el “gusto por aprender” como el mejor regalo que podemos ofrecer a las personas con las que nos encontramos. Sus preguntas "¿Notan que tenéis amor a los libros y al estudio?", "Deseo de estudiar ¿lo despertáis?", expresan lo que, de otra forma, escribía Simone Weil: "La inteligencia solo puede ser guiada por el deseo, de aquí la importancia de estimular el deseo, el gusto por lo que, además, es un derecho."

Creo que todas y todos tenemos experiencias de que hay personas que nos despiertan las ganas de aprender, de indagar, de “caer en la cuenta” ante la cantidad de señales de vida, de ternura, de esperanzas que nos rodean y sobre las que, con demasiada frecuencia, pasamos sin “darnos cuenta”. Son esa gente que siempre encuentra algo para mostrarte, invitarte a conocer, a mirar, despiertan el interés por las personas, por las cosas. Si hay algo nuevo, seguro que les merece la pena acercarse y conocer. Es una suerte pasear, estar, compartir el tiempo y/o el espacio con gente así.

Otras veces vivimos la experiencia de lo contrario, ambientes en los que parece que se cumple aquello de “no hay nada nuevo bajo el sol”, en los que la rutina y la apatía parecen los únicos sentimientos posibles. Ambientes en los que llegamos a pensar, y lo que es peor, a sentir que lo que pasa es “normal”. Cuando lo que pasa (si es el sufrimiento injusto de tanta gente o la negación de los DD. HH.. para muchos) es inadmisible, indignante.

También Max Neef (muy recomendable su libro: Desarrollo a escala humana) nos avisa de que, muchas veces, las “múltiples preocupaciones” nos llevan a una situación de sonambulismo permanente, que me vuelve a recordar aquello de Poveda cuando llama la atención por vivir sin darnos cuenta de lo que pasa vuestro alrededor. Y para mantenernos despiertos un buen estímulo es preguntarnos y preguntar. Ya Heisenberg, (físico alemán del siglo XX) decía: “La ciencia no nos habla de la naturaleza, nos ofrece respuestas a nuestras preguntas sobre la naturaleza. Lo que observamos no es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza a través de nuestros métodos de preguntar”.

Preguntarnos significa ser capaces de poner en cuestión lo que nos rodea, que viene a ser lo mismo que no dar por bueno –o por inevitable- todo lo que pasa, no considerar que lo que se ha hecho siempre es por ello lo mejor. Al menos nos permite plantearnos intentar algo distinto y no caer en “normalizar” lo inadmisible. Una imagen de El Roto lo expresa muy bien:Las preguntas son imprescindibles. Pero, ¿qué preguntamos?, ¿qué hay detrás de nuestras preguntas?
Fuera ya de la órbita comercial de estos días regalarnos raciones grandes de “gusto por aprender” está en nuestras manos, es gratis, ecológico y, además, contagioso. Podemos practicarlo durante todo este año recién estrenado; seguro que seguiremos el siguiente y el siguiente…….¿hasta otros cien? ¡Por supuesto!