Por Oscar Mateos. Somos esclavos de la lógica mediática. No descubro nada nuevo con esta afirmación, pero me da pavor pensar que pocas o ya ninguna página van dedicadas a la activista saharaui Aminatu Haidar. Sus 32 días de huelga de hambre no fueron sólo para denunciar el trato injusto que las autoridades marroquíes y, por cómplices, también las españolas le estaban dispensando. Cada uno de esos 32 días fue para denunciar, para recordarnos, para emplazar a nuestras conciencias a pensar que el pueblo saharaui vive desde hace décadas sumergido en una situación de profunda injusticia. Y fue para denunciar y recordarnos que nosotros, que los diferentes Gobiernos españoles, que la comunidad internacional, poco o nada hemos hecho para que el Sáhara Occidental pueda disfrutar de unos derechos que ya las Naciones Unidas reconocieron a mitad de los setenta.
Me indigna esa “lógica” mediática, esa tiranía de la comunicación que nos invita a entender el mundo como un compendio de dramas. ¿Pero quén puede entender este planeta si cada día nos desayunamos con una tragedia nueva explicada desde la descontextualización y la superficialidad? Aminatu y el pueblo saharaui, como tantas otras situaciones hoy también ancladas en el ostracismo, merecen ser rescatadas cada día. No sólo por una cuestión de justicia, sino porque Aminatu es de aquellas personas que verdaderamente mueven el mundo, de las que se juegan el pellejo por defender derechos y causas justas. La historia se ha escrito a partir de los pueblos y de cada uno de los individuos, estoy de acuerdo. La historia la escribimos entre todos y todas. Pero la historia, y los derechos que hoy hemos logrado –y tantos que quedan, y tantos que estamos perdiendo- son gracias también a personas –a veces con nombres y apellidos inolvidables, otras veces anónimos- que han arriesgado la vida, que se lo han jugado todo. Pienso en tantos mártires que se creyeron lo de dar la vida hasta el final: Romero, Gandhi, Luther King, Ellacuría, Espinal…
No podemos olvidarlos a ellos ni a sus causas. Ese puede ser nuestro compromiso con una manera determinada de mover el mundo.
Me indigna esa “lógica” mediática, esa tiranía de la comunicación que nos invita a entender el mundo como un compendio de dramas. ¿Pero quén puede entender este planeta si cada día nos desayunamos con una tragedia nueva explicada desde la descontextualización y la superficialidad? Aminatu y el pueblo saharaui, como tantas otras situaciones hoy también ancladas en el ostracismo, merecen ser rescatadas cada día. No sólo por una cuestión de justicia, sino porque Aminatu es de aquellas personas que verdaderamente mueven el mundo, de las que se juegan el pellejo por defender derechos y causas justas. La historia se ha escrito a partir de los pueblos y de cada uno de los individuos, estoy de acuerdo. La historia la escribimos entre todos y todas. Pero la historia, y los derechos que hoy hemos logrado –y tantos que quedan, y tantos que estamos perdiendo- son gracias también a personas –a veces con nombres y apellidos inolvidables, otras veces anónimos- que han arriesgado la vida, que se lo han jugado todo. Pienso en tantos mártires que se creyeron lo de dar la vida hasta el final: Romero, Gandhi, Luther King, Ellacuría, Espinal…
No podemos olvidarlos a ellos ni a sus causas. Ese puede ser nuestro compromiso con una manera determinada de mover el mundo.
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