viernes, 17 de febrero de 2012

Un cambio espectacular

Después de algunos días, entró Jesús de nuevo en Cafarnaún y se corrió la voz de que estaba en casa. Acudieron tantos, que no cabían ni delante de la puerta. Jesús se puso a anunciarles el mensaje. Le llevaron entonces a un paralítico entre cuatro. Pero, como no podían llegar hasta él a causa del gentío, levantaron la techumbre por encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla en que yacía el paralítico. Jesús, viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Unos maestros de la ley que están allí sentados comenzaron a penar para sus adentros: “¿Cómo habla este así? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?”. Jesús, percatándose en seguida de lo que estaban pensando, les dijo: “¿Por qué pensáis eso en vuestro interior? ¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico: ‘Tus pecados son perdonados?; o decirle ¿Levántale, carga con tu camilla y vete? Pues vais a ver que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para personar los pecados”. Entonces se volvió hacia el paralítico y le dijo: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. El paralítico se puso en pie, cargó en seguida con la camilla y salió a la vista de todos, de modo que todos se quedaron maravillados y daban gloria a Dios diciendo: “Nunca hemos visto cosa igual”.
Mc 2, 1-12

Por redacción AJ. Estamos en el último domingo antes de comenzar la Cuaresma, un cambio litúrgico que no puede pasarnos desapercibido. Y el evangelio de este domingo nos sorprende con un cambio espectacular: la curación del paralítico de Cafarnaún. Curación externa e interna. Jesús no solo le endereza la vida y lo libra de la camilla en la que vive postrado, también lo renueva por dentro.
Marcos en el capítulo segundo de su Evangelio presenta cinco escenas en las que intervienen los dirigentes del pueblo para censurar a Jesús. Desde la perspectiva del autor estas “controversias” son preludio de la pasión. En Mc 14,64 Jesús será condenado por blasfemo; estamos en la primera de estas escenas, muy al inicio de la “vida pública” de Jesús y ya es considerado como tal por unos maestros de la ley que presencian la escena.
El texto sitúa la doble curación del paralítico en un ambiente de hogar. Jesús ha vuelto a Cafarnaún y está en casa, seguramente es la casa de Pedro donde ya había curado a la suegra de éste de unas fiebres que la mantenían postrada en cama (1,29-34). La casa está llena a rebosar; son muchos los seguidores. Discípulos, curiosos, “espías”… todos atentos a su enseñanza y todos testigos de lo que ha de ocurrir. El paralítico y los cuatro amigos que lo portan creen en Jesús, por eso se las ingenian para que se de el encuentro. La fe tiene un poder inimaginable, ignora la palabra “imposible”. Ni el gentío, ni la estructura de la casa es obstáculo, cuando lo importante es estar ante Jesús; tampoco hacen falta palabras. Jesús en esta escena no se mueve por la compasión que le genera el paralítico descolgado ante el desde la azotea, sino por “la fe que tenían” los que lo llevan. Es la fe la que abre al paralítico a una vida nueva y a la esperanza del perdón: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Los que se oponen a Jesús en este caso son los escribas –maestros de la ley- que aparecen sentados -¡son los que saben!- pero no discute con ellos sobre el perdón de Dios, sino del modo de ofrecer el perdón y las consecuencias para la persona. Jesús afronta las críticas de los letrados que piensan que no puede perdonar y que blasfema. Muestra la eficacia comprometida de su palabra. Para Él el perdón no es fruto del cumplimiento de la ley sino un don gratuito que Dios concede por amor, y que tiene capacidad transformadora: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.
Con frecuencia también nosotros estamos paralizados por muchas cosas. El pecado y la infidelidad al proyecto de amor para la humanidad nos deja tullidos, pero también el miedo, el desánimo, la tentación de evadirnos ante algún problema nos inmoviliza. También nosotros contamos con amigos que portan nuestra camilla. También nosotros podemos ser amigos que se las ingenian, para llevar a otros ante este Jesús que nos anima a superar las dificultades, y nos dice a cada una, a cada uno: ¡Levántate!

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