martes, 21 de febrero de 2012

“Estamos en una sociedad patriarcal que nos está usurpando nuestros puestos”.


Por Charo Mármol para Alandar. Hay una primera impresión cuando conoces a una persona y es a través de su rostro. Un rostro que, a veces, en las personas mayores, puede aparecer duro, surcado por las heridas que el dolor y el sufrimiento han ido dejando a través de los años. Por el contrario hay otras personas que transmiten paz, serenidad. Rostros que hablan de una vida plena, de años de coherencia, de felicidad, de plenitud… Y este es el rostro de Regina Goberna, monja benedictina de 77 años.

Mi encuentro con ella fue en Salamanca en agosto pasado. Se celebraba el XIV Congreso Internacional de la Asociación Europea de Mujeres Para la Investigación. El tema del congreso era La teología feminista: escuchar, comprender y responder en un mundo secular y plural. Y me sorprendió en este ámbito y con este tema encontrarme con “una monja de clausura o contemplativa”, término este que ya se encargó de corregirme cuando conversamos. “De clausura nos molesta enormemente que nos llamen. No nos gusta porque contemplativa es la que sólo contempla y nosotras ora et labora. Somos monjas porque monja es aquella que está dentro de un monasterio”. Pues esta monja entró a los 20 en el convento. Su familia tuvo una cierta resistencia, pero les dijeron que tranquilos, que antes de un año estaría en casa, “porque soy muy movida, muy charlatana” añade... Y ya lleva 57 años de vida conventual.

Tiempos de cambios

Durante estos años ha habido muchos cambios, aunque ella asegura que “En el fondo para mí no hay cambios, cuando te coges al Evangelio, al absoluto y a las raíces, las cosas no cambian tanto, cambian las formulaciones, pero tú eres feliz con todo; externamente ha habido cambios y yo los celebro”. El convento tenía rejas, pero en cuanto pudieron las quitaron. Cuando comenzó eran 80 monjas, hoy son 37. Además, hoy Internet ha entrado en el convento y el convento tiene una preciosa web, www.benedictinescat.com, de la que ella es la principal autora.

Un día escuchó a un monje de Montserrat decir: “San Benito no inventó la imprenta pero los benedictinos a través de la imprenta evangelizaron Europa. Ahora los benedictinos no hemos inventado Internet pero a través de Internet podemos evangelizar.” Y ella se dijo “Esto es lo mío” y empezó a pensar en la web. Me cuenta que no sabía escribir a máquina porque ella es artista y lo suyo es lo manual. Es una de las creadoras de la artesanía que venden en el convento y que se puede ver en su web. “Yo trabajo en cerámica, soy la que lleva los diseños. La abadesa y yo hicimos el estilo y ahora ya rueda sólo. Cada una tiene algo de margen hacia la izquierda, hacia la derecha. Yo soy más abstracta. Cuando tengo que crear disfruto creando y cuando tengo que hacer una cosa monótona digo ‘Ay, Señor, hoy estaremos tú y yo aquí, porque no me pide mucha atención’, pero normalmente hago creación, porque tenemos muchos encargos”.

Comparte la artesanía con la oración: “Rezo cinco horas diarias, pero no es aquello de decir oraciones y salmos y dale que te pego. Es ir conociendo los salmos uno a uno, la Eucaristía que cada día es nueva, porque el Evangelio siempre es nuevo”.

Y desde 1997 la abadesa le dio la oportunidad de introducir el ordenador en su vida. Al principio no pensó en entrar en Internet, sino en utilizarlo para escribir, porque también escribe libros, pero la abadesa le dijo que, utilizase Internet o no, pagarían lo mismo porque tenían tarifa plana y entonces comenzó a pensar en la web.

Tenía 66 años cuando le regalaron un ordenador viejo. Pidió ayuda a las más jóvenes, incluido al chico que hace de cartero, que fue quién la ayudó en el primer diseño de la web, porque ella no tenía idea de cómo funcionaba el tema. Me asombro de que pueda hacer una web tan bien hecha una persona con una cierta edad y ella me dice: “Para Internet no hay edades ni fronteras… ¿Sabes de qué depende? De la ilusión. Cuando quieres una cosa todo te es fácil”.

Como a Teresa de Lisieux, el convento no le sirve para huir del mundo sino que se siente misionera del mundo. “Escogí ser monja para el mundo, yo no escogí santificarme yo sino pensando que quería ser misionera y me dije ‘las misiones es convertirte tú, irte convirtiendo y a medida que tú te conviertas colaborar con los demás, compartir, pero no de palabra ni de libros, sino compartir la vida’. Me pidieron que escribiera libros y los he escrito. Cuando rezas el mundo se te mete dentro. Hace muchos años que lo que pasaba fuera del monasterio lo empecé a recoger por países, primero pobres y después ricos, porque me dije ¿por qué tengo que excluir a los ricos? Tengo montañas de carpetas que las tirarán cuando yo me haya muerto porque no sirven para nada, pero a mí me han servido para ver las caras de las personas que son mis hermanos: ¿qué pasa en Ruanda? Estos días estoy con mucha pena porque no sé qué ha pasado con Libia. Somalia me interesa mucho, pero no ahora sino desde hace años. Y Sudán lo llevo en el corazón hace tantos años. Lo que pasa me afecta. Es algo propio. Ahora por las tardes hago la web y a través de Internet me llega todo lo que pasa en el mundo”.

La mujer en la Iglesia

Y no podemos olvidar que estamos en un congreso de teología feminista. Le pregunto por lo que opina de la mujer en la Iglesia. “Estamos en una sociedad patriarcal que nos está usurpando nuestros puestos. No somos sacerdotes ni ocupamos cargos cuando las mujeres somos multitud. Basil Hume, monje benedictino y cardenal inglés que murió en 1999, dijo ‘Si sacerdotes y obispos no, al menos démosles (a las mujeres) cargos en la curia’. Si no nos los dan nos los tenemos que tomar, pero sin violencia. Rovira Belloso dice sobre las guerras y los cambios dictatoriales que los cambios que permanecen son los que vienen desde abajo. Yo en esto veo trazas de cambio. Que cambiemos los de abajo es fundamental.”

Hablamos sobre el convento, sobre cómo se desarrolla el día, las nuevas vocaciones, la gente más joven y la pregunto sobre el futuro. “Me parece que seremos muchos menos pero seremos auténticos. Para mí es muy importante ser auténtico, ir al Evangelio…”

Y acabamos la conversación con una pregunta cuya respuesta casi ya sabía: ¿Te arrepientes del paso que diste hace 57 años? Sonríe y contesta: “Ni pensarlo. Al contrario, pienso en la suerte que he tenido. Hoy quizá soy más consciente que cuando entré. Cuando profesé no me di cuenta. He ido hacia la felicidad pero en aumento. Dios me la da. Lo siento. Es mi responsabilidad. Me obliga a ser feliz.”

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