Por Charo Mármol para Alandar. Hay una primera impresión cuando
conoces a una persona y es a través de su rostro. Un rostro que, a veces, en
las personas mayores, puede aparecer duro, surcado por las heridas que el dolor
y el sufrimiento han ido dejando a través de los años. Por el contrario hay
otras personas que transmiten paz, serenidad. Rostros que hablan de una vida
plena, de años de coherencia, de felicidad, de plenitud… Y este es el rostro de
Regina Goberna, monja benedictina de 77 años.
Mi encuentro con ella fue en
Salamanca en agosto pasado. Se celebraba el XIV Congreso Internacional de la
Asociación Europea de Mujeres Para la Investigación. El tema del congreso
era La teología feminista: escuchar, comprender y responder en un mundo
secular y plural. Y me sorprendió en este ámbito y con este tema encontrarme
con “una monja de clausura o
contemplativa”, término este que ya se encargó de corregirme cuando
conversamos. “De clausura nos molesta
enormemente que nos llamen. No nos gusta porque contemplativa es la que sólo
contempla y nosotras ora et labora. Somos monjas porque monja es aquella que
está dentro de un monasterio”. Pues esta monja entró a los 20 en el
convento. Su familia tuvo una cierta resistencia, pero les dijeron que
tranquilos, que antes de un año estaría en casa, “porque soy muy movida, muy
charlatana” añade... Y ya lleva 57 años de vida conventual.
Tiempos de cambios
Durante estos años ha habido
muchos cambios, aunque ella asegura que “En el fondo para mí no hay cambios,
cuando te coges al Evangelio, al absoluto y a las raíces, las cosas no cambian
tanto, cambian las formulaciones, pero tú eres feliz con todo; externamente ha
habido cambios y yo los celebro”. El convento tenía rejas, pero en cuanto
pudieron las quitaron. Cuando comenzó eran 80 monjas, hoy son 37. Además, hoy
Internet ha entrado en el convento y el convento tiene una preciosa web, www.benedictinescat.com, de la que
ella es la principal autora.
Un día escuchó a un monje de
Montserrat decir: “San Benito no inventó la imprenta pero los benedictinos a
través de la imprenta evangelizaron Europa. Ahora los benedictinos no hemos
inventado Internet pero a través de Internet podemos evangelizar.” Y ella se
dijo “Esto es lo mío” y empezó a pensar en la web. Me cuenta que no sabía
escribir a máquina porque ella es artista y lo suyo es lo manual. Es una de las
creadoras de la artesanía que venden en el convento y que se puede ver en su
web. “Yo trabajo en cerámica, soy la que lleva los diseños. La abadesa y yo
hicimos el estilo y ahora ya rueda sólo. Cada una tiene algo de margen hacia la
izquierda, hacia la derecha. Yo soy más abstracta. Cuando tengo que crear
disfruto creando y cuando tengo que hacer una cosa monótona digo ‘Ay, Señor,
hoy estaremos tú y yo aquí, porque no me pide mucha atención’, pero normalmente
hago creación, porque tenemos muchos encargos”.
Comparte la artesanía con la
oración: “Rezo cinco horas diarias, pero no es aquello de decir oraciones y
salmos y dale que te pego. Es ir conociendo los salmos uno a uno, la Eucaristía
que cada día es nueva, porque el Evangelio siempre es nuevo”.
Y desde 1997 la abadesa le dio la
oportunidad de introducir el ordenador en su vida. Al principio no pensó en
entrar en Internet, sino en utilizarlo para escribir, porque también escribe
libros, pero la abadesa le dijo que, utilizase Internet o no, pagarían lo mismo
porque tenían tarifa plana y entonces comenzó a pensar en la web.
Tenía 66 años cuando le regalaron
un ordenador viejo. Pidió ayuda a las más jóvenes, incluido al chico que hace
de cartero, que fue quién la ayudó en el primer diseño de la web, porque ella
no tenía idea de cómo funcionaba el tema. Me asombro de que pueda hacer una web
tan bien hecha una persona con una cierta edad y ella me dice: “Para Internet
no hay edades ni fronteras… ¿Sabes de qué depende? De la ilusión. Cuando
quieres una cosa todo te es fácil”.
Como a Teresa de Lisieux, el
convento no le sirve para huir del mundo sino que se siente misionera del
mundo. “Escogí ser monja para el mundo, yo no escogí santificarme yo sino
pensando que quería ser misionera y me dije ‘las misiones es convertirte tú,
irte convirtiendo y a medida que tú te conviertas colaborar con los demás,
compartir, pero no de palabra ni de libros, sino compartir la vida’. Me
pidieron que escribiera libros y los he escrito. Cuando rezas el mundo se te
mete dentro. Hace muchos años que lo que pasaba fuera del monasterio lo empecé
a recoger por países, primero pobres y después ricos, porque me dije ¿por qué
tengo que excluir a los ricos? Tengo montañas de carpetas que las tirarán
cuando yo me haya muerto porque no sirven para nada, pero a mí me han servido
para ver las caras de las personas que son mis hermanos: ¿qué pasa en Ruanda?
Estos días estoy con mucha pena porque no sé qué ha pasado con Libia. Somalia
me interesa mucho, pero no ahora sino desde hace años. Y Sudán lo llevo en el
corazón hace tantos años. Lo que pasa me afecta. Es algo propio. Ahora por las
tardes hago la web y a través de Internet me llega todo lo que pasa en el
mundo”.
La mujer en la Iglesia
Y no podemos olvidar que estamos
en un congreso de teología feminista. Le pregunto por lo que opina de la mujer
en la Iglesia. “Estamos en una sociedad patriarcal que nos está usurpando
nuestros puestos. No somos sacerdotes ni ocupamos cargos cuando las mujeres
somos multitud. Basil Hume, monje benedictino y cardenal inglés que murió en
1999, dijo ‘Si sacerdotes y obispos no, al menos démosles (a las mujeres)
cargos en la curia’. Si no nos los dan nos los tenemos que tomar, pero sin
violencia. Rovira Belloso dice sobre las guerras y los cambios dictatoriales
que los cambios que permanecen son los que vienen desde abajo. Yo en esto veo
trazas de cambio. Que cambiemos los de abajo es fundamental.”
Hablamos sobre el convento, sobre
cómo se desarrolla el día, las nuevas vocaciones, la gente más joven y la
pregunto sobre el futuro. “Me parece que seremos muchos menos pero seremos
auténticos. Para mí es muy importante ser auténtico, ir al Evangelio…”
Y acabamos la conversación con
una pregunta cuya respuesta casi ya sabía: ¿Te arrepientes del paso que diste
hace 57 años? Sonríe y contesta: “Ni pensarlo. Al contrario, pienso en la
suerte que he tenido. Hoy quizá soy más consciente que cuando entré. Cuando
profesé no me di cuenta. He ido hacia la felicidad pero en aumento. Dios me la
da. Lo siento. Es mi responsabilidad. Me obliga a ser feliz.”
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