lunes, 28 de febrero de 2011

De dioses y hombres

Por Teresa Lozano. Estos días, he visto en la película de Xavier Beauvois “De dioses y hombres” uno de los mejores testimonios de que Dios está entre nosotros y no puedo menos de contároslo.

La historia es conocida, se basa, en un hecho real: En la noche del 26 de marzo de 1996, siete monjes cistercienses del monasterio de Tibhirine, en el Atlas argelino, fueron secuestrados por el Grupo Islámico Armado (GIA). El 31 de mayo, el ejército argelino halló las cabezas cortadas (nunca los cuerpos) de los siete monjes.

Estos hombres, dejaron su familia y su tierra para hacer del lema benedictino de la oración y el trabajo un testimonio de presencia y un servicio de fraternidad a sus vecinos musulmanes. En el sencillo monasterio del Atlas, en Tibhirine, hicieron realidad el ideal cristiano y monástico de la hospitalidad universal.

La historia está contada por un hombre que se considera agnóstico, pero también profundamente contemplativo (“puedo estar cinco horas sin moverme ante un bello paisaje”). En nombre de algunos es un "ateo místico". Si no habéis tenido ocasión de ver el film os lo recomiendo muy especialmente.
  • Me parece una película excelente. Aunque me faltan elementos para juzgar sobre la calidad artística de la fotografía, el montaje, la interpretación o la banda sonora, desde el principio al fin una se siente inmersa inevitablemente en un mundo de extraordinaria belleza y bondad, porque a través del silencio, del canto gregoriano, del ambiente de sencillez en que discurre la vida de estos monjes, el realizador alcanza unos límites hondos de interioridad y emoción.
  • Es también una película para reflexionar y aclarar conceptos, porque consigue transmitir un mensaje conciliador y a la vez nos lleva a profundizar sobre cosas de este mundo que nos toca vivir. “Somos orantes en medio de un pueblo de orante”, solía decir Christian, el prior del monasterio. Pero en ningún caso pretende el Director, entiendo yo, elaborar una película moral y oportunista sobre un hecho que sigue estando de actualidad.
En el momento en que son sacados del convento los monjes, uno de ellos, dice: “Es una pena que por gente como esta se tenga que juzgar a un pueblo entero”. Una expresión muy interesante que confirma el mensaje de conciliación. La película no acusa a unos exculpando a otros, no divide el mundo entre buenos y malos, no llama al odio, el castigo, la venganza. No enmascara el fanatismo, la violencia, o la crueldad. No toma partido por ninguna hipótesis sobre la autoría del asesinato, porque eso no es fundamental para el mensaje que quiere transmitir La película, nos conduce más allá, al Misterio, a creer en la bondad y en la belleza, porque en la noche también hay luz.
  • Lo que es evidente es que SE NOS HACE PRESENTE DIOS como algo tan real e insustituible que para un cristiano no caben otras lecturas en el relato de Xavier Beauvois. Contemplando las imágenes, sentimos la bondad de los monjes en la bondad de las gentes musulmanas. Hasta nos adentramos en la bondad herida que existe en las armas de los terroristas. Siempre puede haber una mirada, un bálsamo, una palabra de bondad cuando no queden medicinas para curar, aunque el corazón esté lleno de dudas y heridas. En el miedo y el horror es posible la paz del corazón. Es el amor del que Pablo nos habla: “todo lo cree, todo lo espera lo acepta todo, lo perdona todo” y hasta cura también al terrorista.
En un momento determinado, cuando la vida de los monjes corre peligro, no se nos oculta la duda, el miedo y la herida, pero Dios está ahí: deciden quedarse con sus hermanos musulmanes, en un acto de fe y esperanza en la humanidad - Sacramento del Misterio de Dios Encarnado en el corazón de la vida - Serán esa débil rama que sostiene al pobre pajarillo en desamparo.

Ese Dios, que los monjes nos presentan en la sencillez de la vida que discurre en TIBHIRINE es desde mi punto de vista, al Dios que se refiere decía Benedicto XVI en su viaje a Munich: "Éste es el Dios que necesitamos. No faltamos al respeto a las demás religiones y culturas si confesamos en voz alta y sin medios términos a aquel Dios que opuso su sufrimiento a la violencia, que ante el mal y su poder eleva su misericordia como límite y superación”.

En este mismo sentido se expresa José Arregui comentando la película: “Esta es la humanidad verdadera, más allá de la dominación, la vanidad y la codicia. Esta es la religión verdadera más allá de la verdad, de la ley y del miedo. Oh sí, Dios es Eso, es Ahí, ese Fondo o ese Rostro de ternura en que todos podemos descansar. Dios es ese silencio que estalla en palabras y melodías. Dios es esa penumbra en que todo se ilumina. Dios es esa conversación tan natural entre el anciano y entrañable monje médico y la sencilla muchacha musulmana que le habla de sus amores, sentados ambos contra el muro del monasterio al sol de la tarde. Dios es esa naturalidad, esa franqueza, esa humildad. Dios es esa Humanidad”.
  • A este encuentro con el Dios encarnado, nos lleva la película, desde unas perspectivas tan sensiblemente humanas que no es posible sustraerse en modo alguno, a la Transcendencia:

- Si el terrorismo convierte en miedo lo que toca, en la decisión de permanecer con los hermanos musulmanes, la fe y el heroísmo juegan en el mismo terreno. La expresión de los rostros en el film, pone en escena los sentimientos de esos hombres de Dios que al vencer el miedo, descubren que su fortaleza crece cada día.

- Ante el futuro amenazador que se avecina, precisamente es la voz de una mujer quien los interpela en lo más hondo: «Nosotros somos los pájaros y vosotros sois la rama. Si os vais, ¿dónde nos apoyaremos?» y optan por quedarse.

- Una y otra vez la duda: ¿huir o aceptar el destino que Dios ha escogido para ellos? La oración de iluminación y el diálogo se impone. La fraternidad les sostiene firmes, unidos en sus convicciones, pese a que estas les deparen un final trágico. Es inolvidable el fuerte dramatismo de la escena de la votación final.

- Y como consecuencia la comunión y la entrega final: Es evidente la alusión “cristiana” en la imagen de la última cena de Jesús con sus discípulos, con una profusión de primeros planos cortos, de modo elocuente y hondamente conmovedor. Todos han decidido quedarse y darse. En realidad, la vida la habían entregado ya al aceptar su vocación y la fidelidad a la llamada del Señor no admite revisiones.

- Es, en este momento final, donde se juega la verdad y la coherencia de toda su vida y donde se hace más evidente el testimonio. Su vida es un servicio de amor hasta el final como el de Jesús, y el testimonio se verifica de manera especial en el martirio. Son las dos caras de una misma realidad. "El martirio puede parecer una locura, como puede parecerlo hacerse monje... pero tú ya habías entregado tu vida a Jesús", le dice el prior a uno de los que dudan.

- Este final nos conmueve a la vez que nos llena de misterio. Se cumple así lo de: “Si el grano de trigo no muere…” Es así como Dios ha querido tomar posesión de la historia, hundiéndose en ella como semilla. Muriéndose (como la vida de estos monjes), para después resucitar.
  • Un apunte final al relato que hace Xavier Beauvois en “De Dioses y hombres”: Entiendo que el Director ha encontrado el tono preciso para presentarnos el drama y su profundo mensaje. Lo valoro más especialmente cuando al final del film vemos a los monjes, ya secuestrados, ascender por la montaña como mártires que están entrando en la gloria. Un proceso en coherencia con lo que a mí me ha trasmitido la película desde el principio hasta el final: Austeridad y belleza en la forma y en el fondo.
En definitiva esta historia real, así contada, me sugiere una palabra, para mí hoy plenamente actual, de Pedro Poveda: “Es cosa admirable la proporción que existe entre el valor del espíritu y la aparente sencillez y hasta vulgaridad.” Muchas veces he pensado que esto hoy es decisivo “para que el mundo crea” y puede tener que ver con un modo de ser y ofrecer en testimonio sencillo. la transcendencia de una vida entregada al Reino.

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