"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día, muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados."
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»" (Mateo 7, 21-27 )
Por Redacción AJ. El texto de hoy continua siendo parte de los "consejos" que comentábamos la semana pasada. Parece que la liturgia, las lecturas, nos van preparando en este tiempo ordinario el camino hacia la cuaresma. Al fin y al cabo, al decir "tiempo ordinario" se hace eco en mi interior que es ahí, en el tiempo ordinario, en la vida cotidiana, en lo normal y no-extraordinario donde acontece la historia de salvación de cada uno y cada una. Tiempo ordinario que atravesado de Dios es tiempo "extraordinario".
Para aquellos que nos decimos seguidores de Jesús, discípulos suyos, nos suele preocupar "cumplir su voluntad" y nos preguntamos entonces por los modos, los "qués" (qué tengo que hacer, qué tengo que decir, qué tengo que cumplir...). Cuando leí el evangelio hace unos días, para saber qué decir en este comentario me quedé con lo de construir sobre roca... Sin embargo, al releerlo varias veces más, al rezarlo, me he sentido descolocada por estas palabras: "muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí."
Han profetizado en su nombre, en su nombre han echado demonios, y en su nombre han hecho muchos milagros... y resulta que no basta...
En su nombre participamos de la vida de la Iglesia, en su nombre somos parte de un grupo, de una comunidad, en su nombre animamos grupos o damos catequesis o hacemos un voluntariado y... ¿Puede ser que no baste? ¿Qué marca la diferencia para ser conocidos por Jesús o no serlo?
¿Cómo puede ser que todo esto que hacemos en su nombre puede no ser sinónimo de "El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca."? ¿Dónde está el quid? ¿Qué marca la diferencia?
Santa Teresa habla en las terceras moradas de "estas almas tan concertadas". (...) Parecernos ha que las que tenemos hábito de religión y le tomamos de nuestra voluntad y dejamos todas las cosas del mundo y lo que teníamos por El, que ya está todo hecho."
En estas moradas la persona tiene conciencia de encuentro con Jesús, pero no está dicho el sí por completo. Efectivamente puede que la persona se haya comprometido en el seguimiento, como las monjas a las que habla Teresa han tomado hábito y dejado las cosas del mundo y lo que tenían por Él, y puede parecer que ya está todo hecho...
Pero no es así... Teresa dice de estas personas "tan concertadas" (con todo tan colocado) que "no está aún el amor para sacar de razón". Queremos seguir a Jesús, sí, pero queremos seguir llevando las riendas de la vida, de nuestra vida. Hay todavía miedo a dejarle a Él llevar las riendas... Elegimos desde la prudencia...
"No está aún el amor para sacar de razón"... El amor como motor, como motivo profundo para profetizar en su nombre, en su nombre echar demonios, y en su nombre hacer muchos milagros... Amor que tiene su fuente profunda en Dios y que brota a la superficie a través de rostros y personas concretas. Amor que descoloca y no deja que hagamos las cosas desde la prudencia, desde el "yo con esto ya he cumplido"... Amor que no conoce la medida, que no lleva cuenta de lo mucho o poco que he dado, que no dice "hágase tu voluntad, pero ten cuidado con qué pides". No lo decimos así, a lo bruto, pero... nos resistimos tanto... damos tanta autoridad a los que nos "animan" a "ser creyentes pero sin pasarnos"... Parece que de lo que nos examinarán al final de la vida es de cuánto hemos amado...
Para aquellos que nos decimos seguidores de Jesús, discípulos suyos, nos suele preocupar "cumplir su voluntad" y nos preguntamos entonces por los modos, los "qués" (qué tengo que hacer, qué tengo que decir, qué tengo que cumplir...). Cuando leí el evangelio hace unos días, para saber qué decir en este comentario me quedé con lo de construir sobre roca... Sin embargo, al releerlo varias veces más, al rezarlo, me he sentido descolocada por estas palabras: "muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí."
Han profetizado en su nombre, en su nombre han echado demonios, y en su nombre han hecho muchos milagros... y resulta que no basta...
En su nombre participamos de la vida de la Iglesia, en su nombre somos parte de un grupo, de una comunidad, en su nombre animamos grupos o damos catequesis o hacemos un voluntariado y... ¿Puede ser que no baste? ¿Qué marca la diferencia para ser conocidos por Jesús o no serlo?
¿Cómo puede ser que todo esto que hacemos en su nombre puede no ser sinónimo de "El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca."? ¿Dónde está el quid? ¿Qué marca la diferencia?
Santa Teresa habla en las terceras moradas de "estas almas tan concertadas". (...) Parecernos ha que las que tenemos hábito de religión y le tomamos de nuestra voluntad y dejamos todas las cosas del mundo y lo que teníamos por El, que ya está todo hecho."
En estas moradas la persona tiene conciencia de encuentro con Jesús, pero no está dicho el sí por completo. Efectivamente puede que la persona se haya comprometido en el seguimiento, como las monjas a las que habla Teresa han tomado hábito y dejado las cosas del mundo y lo que tenían por Él, y puede parecer que ya está todo hecho...
Pero no es así... Teresa dice de estas personas "tan concertadas" (con todo tan colocado) que "no está aún el amor para sacar de razón". Queremos seguir a Jesús, sí, pero queremos seguir llevando las riendas de la vida, de nuestra vida. Hay todavía miedo a dejarle a Él llevar las riendas... Elegimos desde la prudencia...
"No está aún el amor para sacar de razón"... El amor como motor, como motivo profundo para profetizar en su nombre, en su nombre echar demonios, y en su nombre hacer muchos milagros... Amor que tiene su fuente profunda en Dios y que brota a la superficie a través de rostros y personas concretas. Amor que descoloca y no deja que hagamos las cosas desde la prudencia, desde el "yo con esto ya he cumplido"... Amor que no conoce la medida, que no lleva cuenta de lo mucho o poco que he dado, que no dice "hágase tu voluntad, pero ten cuidado con qué pides". No lo decimos así, a lo bruto, pero... nos resistimos tanto... damos tanta autoridad a los que nos "animan" a "ser creyentes pero sin pasarnos"... Parece que de lo que nos examinarán al final de la vida es de cuánto hemos amado...
"Pues, Señor mío, no os pido otra cosa en esta vida, sino que me beséis con beso de vuestra boca, y que sea de manera que aunque yo me quiera apartar de esta amistad y unión, esté siempre, Señor de mi vida, sujeta mi voluntad a no salir de la vuestra; que no haya cosa que me impida pueda yo decir, Dios mío y gloria mía, con verdad que son mejores tus pechos y más sabrosos que el vino." (Teresa de Jesús, Cantar de los Cantares 3, 15)
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