Por María Llamedo, Kinshasha.
"Nuestra confianza está en Jesús, y nuestro lema es repetir con S. Pablo: Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? La obra de apostolado que pretendemos realizar, ha de ser idéntica a la que inauguraron los primeros cristianos, y los medios, los que aquellos pusieron en práctica, aunque seamos tenidos por locos y atraigamos sobre nosotros el odio del mundo." (Pedro Poveda)
Una chica muy maja que coordina el Movimiento me ha liado
para escribir en nuestro blog y la verdad es que no sabía muy bien sobre qué
escribir. Ella me propone que de la realidad de aquí vista desde allí o de la
de allí vista desde aquí. Y no es nada fácil porque aquí la realidad es tan
inabarcable como el país. Y para una jovencita blanca como yo siempre será
difícil conocerla, si no imposible; presiento que aunque se me regale una larga
vida aquí, nunca la conoceré, hay cosas que nos quedan siempre lejos, muy
lejos, aunque una intente meter mucho la nariz.
Y por eso de meter “las narices” donde no se me llama, y sí,
a veces también donde sí, el pasado 16 de febrero participé en la marcha
organizada por los cristianos católicos en Kinshasa. Cada 16 de febrero se
conmemora el asesinato de varios mártires cristianos que hace veinte años
marcharon contra el régimen de Mobutu.
Y este año, se volvió a salir a la calle. Exigiendo la
dimisión de la CENI (comisión que organizó las elecciones), el respeto de los
derechos humanos y la justicia y el desarrollo de una autoridad no violenta.
¡Inocentes nosotros!
Salimos pronto de casa porque imaginábamos que iban a
blindar Kinshasa y si no, no llegaríamos al lugar de encuentro, la Parroquia de
Saint Joseph.
La noche antes el gobernador de la ciudad, algo así como el
alcalde, había prohibido la marcha; entonces nos dimos reunión en la parroquia
que antes mencioné para juntarnos a rezar. Como decía blindaron todas las
parroquias de Kinshasa. Nosotras cuatro logramos llegar porque salimos muy
pronto. Cuando llegamos la parroquia estaba rodeada por seis tanques, cuatro
camiones de agua caliente, y numerosos jeeps llenos de militares, una centena
aproximadamente.
Cuando llegamos estaríamos unos veinte, la mayoría mujeres,
madres, algún chico joven, tres sacerdotes y algo más tarde llegó un grupo de
una parroquia que logró driblar a todos los militares saliendo de uno en uno
por diferentes lugares, como cuando José y María escaparon de Herodes… O como
cuando los magos no sabían cómo llegar y siguieron la estrella de Belén… Otros
muchos fueron detenidos en el transporte público por llevar simplemente
un rosario, una biblia o cualquier otro distintivo católico.
Una vez allí estábamos en la gruta de Mama María, orando a
la congoleña, danzando y cantando en ronda. Solo teníamos rosarios, biblias,
crucifijos y una pancarta que decía “No al fraude electoral”. De pronto vimos
que todos los militares bajaban de los vehículos y tanques y rodeaban la verja
del jardín parroquial en el que estábamos, se aproximaban… Y nosotros seguimos
cantando “Tokobemela yo eee, maman María” (Cantaremos para ti, Mama María).
Entre nosotros nos regalábamos miradas cómplices, que luego nos comunicamos lo
que queríamos decir en ellas. En algunas miradas podía verse cierto miedo, pero
un miedo unido a la determinación, estábamos preparados para todo. Y en ese
momento empezaron a dispararnos balas y gases lacrimógenos, como cuando
disparas animales que están encerrados en una jaula. Cuando fuimos a refugiarnos
a la parroquia, nos dimos cuenta de que el párroco la había encerrado a cal y
canto. Probablemente ahora ya tenga una gran casa en un buen barrio de Kinshasa
o un coche de lujo. Nos fuimos contra un muro; seguíamos sin ningún tipo de
protección y entonces, volvieron a disparar. Volvimos a correr, no veíamos
nada, no podíamos respirar. Un gran número de personas llegaron hasta el porche
de la curia y se refugiaron allí. En la fuga, vimos a una de las nuestras en el
suelo, tenía un fuerte golpe que se había hecho contra un muro y entonces allí
nos quedamos con ella. Nosotras cuatro, un chico joven que decidió quedarse con
nosotras, una mujer miembros de “Voz de los sin voz” y otro señor. Cada uno en
una columna diferente, con la espalda contra ella. En un silencio incomodísimo
que sólo se rompía por oraciones. He de confesar que el rezo del rosario
siempre me pareció un poco aburrido, eso de repetir cincuenta veces la misma
cosa a la misma persona me parecía un horror… Pero reconozco que cada palabra
se llenaba de sentido: “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte, amén”. Y es ahora cuando he entendido que verdaderamente la
oración es nuestra única fuerza, es sin duda lo que nos ha salvado, no lo dudo.
La fe, en momentos como éste, crece, ¡vaya si crece! Y las ganas de seguir
comprometiéndose en este mundo en el que se nos ha llamado no se acaban.
Finalmente, logramos también llegar a la curia y allí,
después de trámites con la ONU y con la Embajada de España, logramos salir en dos
grupos. Fuimos al hospital y luego vinimos a casa.
Y es ahora cuando empezamos a digerir la cosa y cuando nos
reafirmamos en que estábamos donde teníamos que estar. Que nos la hemos
jugado es cierto, ¿pero para qué estamos si no en esta vida? ¿De qué sirve
estar en un lugar sin reaccionar, sin participar activamente? ¿Qué quería decir
Pedro Poveda con eso de “hasta que Cristo sea formado en vosotros”? ¿Y eso de
“si hay que morir, se muere; pero se muere en la batalla, con honra y con
gloria, con Cristo, en nombre de Cristo, y para gloria de Cristo”? ¿Quién puede
morir por Cristo sin morir por sus pequeños, sin morir por la justicia?
Bueno el caso es que estamos bien, que no ha habido muertos
en lo que podía haber sido una masacre.
Y lo que sacamos de todo esto es que Dios Padre nos protege,
está con nosotros, no nos deja, no nos suelta.
Sé que este blog es leído por muchos jóvenes de AJ, y todos
sabemos la confianza que Pedro Poveda ponía sobre nosotros. Y he pensado mucho
en nosotros jóvenes, en que lo que se nos pide no es sólo colgar artículos
reivindicativos con nuestros aparatitos tecnológicos. Además se nos pide ser
los protagonistas de esta sociedad, se nos pide orar esta realidad, se nos pide
participar más que hablar, allí donde estemos, en la realidad en la que nos
toque vivir. Así que nada, ¡a ello! Si Dios es por nosotros, ¿quién contra
nosotros?
Un fuerte abrazo,
María Llamedo Iglesias
Kinshasa (República “Democrática” del Congo)
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