viernes, 30 de marzo de 2012

Presencia com-padecida


“Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, Y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. (…) Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»” (Marcos 15, 1-39)

Por Redacción AJ. Con el Domingo de Ramos nos asomamos a la Semana Santa y con ello a lo que hemos de vivir y celebrar en este tiempo: la Pasión del Señor. Una experiencia de entrega total desde la que se entiende la vida entera de Jesús. Solo después de la muerte y resurrección de Cristo los discípulos pudieron entender su vida. Solo después de contemplar cómo fue asesinado, con la sentencia más ignominiosa de entonces, la cruz, puede entenderse el shock del que tuvieron que salir sus discípulos y Jesús mismo, me atrevo a decir.

Pablo nos resume así en su carta a los Filipenses la lectura de la vida de Jesús (2ª lectura del domingo de Ramos): 
“Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.”
La vida de una persona se puede leer y entender mirando hacia atrás. No hablan de nosotros las intenciones, las declaraciones de lo que vamos a hacer, sino lo que hemos vivido en la vida, lo que hemos hecho verdad con nuestras acciones (y omisiones) y nuestros gestos.

Desde hace unas semanas tengo muy presente a Monseñor Oscar Romero. Tener por delante el encuentro de Militantes y el tema de qué significa ser  Iglesia hoy, me invitaban a dar muchas gracias por su vida, como por la de Pedro Poveda. Oscar Romero, que era un buen hombre, obispo (y por lo tanto con un recorrido de fe en su vida, no era un recién bautizado), tuvo la gracia de dejarse convertir, de nuevo, por la realidad y por Dios en ella. Un amigo le había regalado un par de zapatos el día de su nombramiento para que pudiera caminar y ver la realidad del pueblo. Desde la compasión con la gente sencilla recibió la gracia de tener el valor suficiente para denunciar el daño que sus hermanos del ejército estaban haciendo a tanta y tanta gente humilde, sencilla y oprimida. Dios estaba en el origen de ese valor, no tengo duda de ello ("La gracia precede siempre al movimiento o al esfuerzo del ser humano" dice Simone Pacot en su libro "¡Vuelve a la vida!"). Te invito a que puedas escuchar el final de su última homilía el quinto domingo de Cuaresma de hace 32 años. Unos días después le asesinaron.

Hay mucha otra gente que entrega su vida (de golpe o a poquitos) de forma callada, sin salir en las noticias. Tengo muy presente estos días a un amigo de una amiga mía. Iba de viaje de trabajo camino de casa y vio un accidente. Paró, se puso su chaleco reflectante y se acercó al coche accidentado. Mientras preguntaba cómo estaban a los del interior del vehículo, otro coche impactó con ellos, llevándosele por delante. Ha perdido una pierna y están luchando por conseguir salvarle la que le queda. Ayer le contaba a mi amiga que él había sido criado en un colegio católico y que aunque últimamente no era practicante, sí sentía que aquella educación le había marcado. Cuando vio el accidente no dudó en ir a ayudar. Hoy, unas semanas después dice que no se arrepiente de haberlo hecho, aunque le duele que los del vehículo accidentado no se hayan interesado por él. Pido por él como por tanta otra gente que están asediados por el dolor, la injusticia, el paro, la enfermedad. la violencia, el miedo. Y me pregunto, ¿cómo vivirán la Semana Santa? ¿Cómo mirarán al Crucificado desde su realidad? Porque no tengo duda de cómo les mira el Crucificado a ellos…

En su libro “Ventanas que dan a Dios”, José Antonio García dedica un capítulo al dolor: “Dolor del mundo, dolor de Dios”. En él dice: “La afirmación de J. Moltmann de que toda teología que pretenda ser cristiana ha de comenzar por el Calvario, es decir, por la Cruz de Jesucristo, puede parecer exagerada, pero encierra una gran verdad. Es ahí, en la figura del Crucificado, donde se nos revela quién es Dios realmente y quién no es; hasta qué punto el Dios de Jesucristo es y se comporta de un modo distinto de cómo el ser humano piensa y desea instintivamente que debería ser y comportarse. (…) Reconozcámoslo: lo primero que hace brotar en nosotros el dolor y el sufrimiento humano –el nuestro o el de los demás- no es precisamente la adoración a Dios, sino la duda sobre él. (…) Eso es lo que afirma la fe cristiana. Dios estaba en la cruz de Jesucristo sufriendo de alguna manera su mismo sufrimiento… Dios estaba con él sosteniendo su fe y su esperanza para no desfallecieran… Dios estaba con él recibiendo su muerte y resucitándolo de entre los muertos. Y dado que Jesús muere y es resucitado como el Primero de muchos hermanos, Dios está con todos ellos, en su sufrimiento y en su muerte, como estuvo en Jesús. Sin duda alguna, este modo de no estar y de estar de Dios en el Crucificado nos fuerza a modificar la imagen que tenemos de él. (…) Así es como se transforma, de roca del ateísmo, en lugar teológico del encuentro con Dios, en ventana hacia su Ser más verdadero y hacia su Presencia com-padecida.”

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