Por Redacción AJ. En apenas dos días hemos pasado
de celebrar el tiempo de Navidad con la lectura de los textos del Nacimiento de
Jesús y la Adoración de los Magos (¡nadie dijo que fueran reyes!) a celebrar la
fiesta del Bautismo de Cristo. ¿No os sorprende un poco este cambio “tan brusco”?
¿Qué nos dicen estos textos aparentemente tan dispares de Jesús, hijo de María
y de José, el Hijo amado de Dios? ¿Qué dicen a tu vida y a la mía en estos
primeros días de un año nuevo, 2012?
Tanto a los pastores como los
Magos que se pusieron de viaje desde Oriente supieron descubrir algo
extraordinario en lo ordinario de sus tareas, ¿te ha sucedido algo parecido
alguna vez? Los pastores mientras guardaban el rebaño “recibieron” el anuncio
de una gran alegría, la gloria de Dios que se manifiesta en un niño acogido en
un establo. Los Magos en el estudio de las estrellas descubrieron una nada
corriente, su trayectoria les desconcertó y decidieron seguirla para conocerla
mejor y poder explicar ese fenómeno y…
también ellos llegaron ante María y José para encontrarse ¡con un recién nacido!
¿Qué tenía eso de extraordinario? ¿Llenó ese encuentro las expectativas de su
viaje? De los pastores, dice Lucas, que quienes los oían quedaban maravillados;
de los Magos, dice Mateo, que los tesoros que llevaban los ofrecieron sin
reservas y María, su madre, estaba perpleja ante esas reacciones y las guardaba
en su corazón para ver si poco a poco desentrañaba su significado porque, como
nos dice Poveda “es tanto el empeño que Dios nuestro Señor pone en salvarnos
que, así como a los Reyes Magos los llamó valiéndose de un medio tan en armonía
con sus estudios y aficiones, a vosotros, a mí y a todos nos llama utilizando
siempre el mejor recurso, pues que en su mano están todos”. A María ya se lo había dicho también Isabel,
su prima, la que estaba embarazada de Juan.
En esos encuentros hubo “algo” que
hizo que los pastores, los Magos, María, José y los ancianos Simeón y Ana se
preguntasen qué estaba llamado a ser ese niño.
Juan, su primo, que llevaba un
tiempo viviendo en el desierto y bautizando, sabía que llegaría “uno”, el
Enviado de Dios, su Señor… Él se sentía enviado a proclamar la conversión sin
tapujos ni medias tintas, sentía pasión por
Dios y por la humanidad. Juan decía
que no era él el “camino”, él solo lo preparaba… y entre aquellos que se
acercaban a las orillas del Jordán, Juan descubre a Aquel en quien Dios mismo
se complace, el que alegra el corazón de Dios, como rezamos en el salmo del
Domingo de Resurrección. Jesús en el Jordán
tiene la experiencia de sentirse “hijo muy querido” de Dios, no sabemos bien
cómo lo vivió él, pero sí nos dice el texto que Juan es testigo de esa
experiencia, como de otra manera lo fueron los pastores y los Magos, y también
él pone a otros (a Juan y a Andrés sin ir más lejos) sobre la pista del seguimiento
de ese Maestro. Juan lo reconoce Camino,
Verdad y Vida.
De esta forma queremos vivir a
Jesús este año 2012 todos los amigos y miembros de la Institución
Teresiana. También nosotros somos
invitados a pedir en nuestra vida que se realicen algunos signos como sucedió
en la vida de Juan, de los pastores y los Magos; “los signos de la presencia
del Jesús que cura, libera, consuela, crea la hermandad entre los discípulos,
nos descentra de nosotros mismos, nos hace alegres, capaces de jugárnoslo todo,
de hablar, porque creemos” (Loreto Ballester, Mensaje de Año Nuevo 2012).
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