Por Samuel Medina. El pasado domingo, como otros muchos, estuve en el Centro
Almar (sede de la Institución Teresiana en Málaga). Allí puede respirarse la
vida del Movimiento, con varias salas decoradas con carteles y murales en los
que los miembros de los distintos grupos desde Convocatoria hasta Militancia
han ido plasmando sus inquietudes.
Me llamó la atención entre los demás, uno hecho por jóvenes
de Iniciación. Decía: “¿Por qué no se nos
ve a los cristianos?” Y sobre ese
titular, decenas de respuestas iban llenando el espacio hasta casi tener que
escribir unos sobres otros. Las respuestas eran las esperadas: “No está bien visto”, “La gente nos clasifica
como raros”, “No somos valientes”, etc. Me dio qué pensar sobre la imagen que damos
los cristianos en los entornos allá por donde vamos, en colegios, institutos,
universidades, lugares de trabajo y de ocio… Y sobre el concepto que en la
sociedad se tiene de nosotros. Creo que una vez que dejan atrás la idea de que
los cristianos son los que están bautizados, la gente suele definirnos como
personas que creen en Dios y que van a misa. No merece la pena señalar que es
una definición extremadamente pobre, pero creo que puede asemejarse bastante a
lo que la media puede decir.
Tengo la suerte de tratar con jóvenes universitarios bien
formados que no se declaran creyentes. Con ellos he dialogado pausadamente
sobre lo que piensan que es ser Cristiano y las respuestas no son muy
diferentes a las que acabo de anunciar. Nada de extrañar. Al fin y al cabo
hablan por lo que han visto u oído, por lo que otros creyentes le han contado.
Como mucho, pueden admitir que son personas que se rigen por ciertos valores,
nada distintos a los que cualquier persona con una buena ética podría defender.
Sin embargo, sí me han sorprendido las respuestas que otros
jóvenes declarados cristianos han dado sobre lo que supone serlo. Creo que se
aproximan mucho a los tópicos que estamos acostumbrados a oír, muy similares a
los que diría cualquiera: “Personas que creemos en Dios”, “Que seguimos a
Jesús”, “que tenemos una serie de valores definidos por la persona de Cristo”, etc.
Esto me hace pensar que no transmitimos bien lo que somos.
Es normal que no se nos vea. Ser cristiano no implica sólo estar bautizado,
haber recibido la eucaristía o estar confirmado… Ni siquiera declararse
simpatizante o seguidor de Jesús. Ser cristiano es mucho más: Es tener una
relación personal con Jesús. Una relación completamente real, como la que
podemos tener con un amigo/a o con nuestra pareja. Una profunda amistad que
ronda el enamoramiento, la entrega absoluta, la sensación de que todo pasa a un
segundo plano sin Él. Jesús es alguien (¡no algo!, como dice José
Antonio Pagola) vivo, muy vivo que atraviesa nuestra propia naturaleza para
impregnar nuestra vida de una sensación de serena felicidad que sólo Dios puede
proporcionar.
Conocer bien a Jesús y no seguirlo es imposible. Y seguirlo
y no amarlo, más imposible aún. Entiendo por tanto, que el ser Cristiano pasa
por dejarse guiar por Él. Por ceder las riendas de nuestra vida y nuestra
voluntad en quien sabemos nos ama. Por entender que la auténtica felicidad,
proviene de confiar en Dios, de dejarse llevar por Él y vivir profundamente
orientados a Él…
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