“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»” (Jn 14, 1-12)Por Redacción AJ. Impresiona la contundencia de las palabras “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre”. Resuena el Cristocentrismo de Pedro Poveda, quien tenía clarísimo que Jesús debía ser la referencia absoluta de los miembros de la Institución Teresiana: “La Obra es Jesucristo. Él es el inspirador, el sostén, la vida, el modelo, la teoría, la práctica, el sistema, el método, el procedimiento, la regla, las constituciones, todo, en suma.” (Amigos Fuertes de Dios, pg. 89). Son numerosos los textos de Pedro Poveda en los que expresa que la vida de un cristiano/a verdadero/a tiene como referencia la vida de Jesús. No hay otro camino…
No resulta fácil pasar de una fe heredada a una fe personalizada. Corremos el riesgo de pensar que seguir a Jesús es solamente adherirnos a una serie de ideas y consignas, o cumplir unos preceptos y obligaciones. Corremos el riesgo de perdernos a la persona, de no adentrarnos en la relación personal con Cristo Crucificado y Resucitado, presente en nuestras vidas. Corremos el riesgo de pensar que esta relación se da y cultiva únicamente en momentos de oasis en los que nos alejamos de la realidad, ajenos a los que nos rodean…
El paso a la fe personalizada es toda una aventura en la que se nos invita a descubrir, con todas sus consecuencias, al Dios de la vida habitando en nuestro interior y en el interior del prójimo. En Acit Joven, proponemos a los jóvenes una espiritualidad de encarnación en la que Jesús es la referencia primera, con un estilo: el de los primeros cristianos. Cuando hablamos de espiritualidad no nos estamos refiriendo a algo alejado de la vida real y sus afanes, algo a cultivar en momentos de oasis, sino a algo que tiene que ver con la vida del espíritu de cada uno, con aquello que constituye lo más hondo del propio ser. La espiritualidad tiene que ver con lo que configura las motivaciones últimas, los deseos e ideales, la pasión y la mística por la que se vive y se trabaja. La espiritualidad, que se transparenta y se contagia casi sin querer, es lo que vamos dejando como huella y como impronta en lo que vivimos, decimos y hacemos.
Cuando hablamos de espiritualidad cristiana estamos hablando de que el seguimiento de Jesús atraviese todo eso. Hablamos de vida y de compromiso, de valores y de proyectos impregnados, atravesados por el seguimiento de Jesús y los valores del evangelio. Y hablar de espiritualidad (cristiana) de encarnación está indicando el modo, el cómo y el desde dónde vivir este seguimiento: encarnados, entrañados, mezclados en la sociedad que nos toca vivir, compartiendo con nuestros contemporáneos búsquedas, certezas e interrogantes. La realidad cambia, pero nuestra propuesta consiste, precisamente, en acompañar a los jóvenes en su realidad y ayudarles a hacer una lectura creyente de los acontecimientos que les rodean. Les proponemos una espiritualidad que les ayuda a entender la realidad y la vida cotidiana como espacios de salvación y de oportunidad, como espacios en los que son llamados a crecer como personas y como creyentes. Desde Acit Joven, bebiendo de la espiritualidad de la Institución Teresiana, les invitamos a contemplar la realidad, con una mirada positiva y fecunda a la vez que crítica y responsable; realidad en la que es posible escuchar la llamada a ser instrumentos de Dios, en la que habita la presencia sanadora y transformadora del Espíritu de Jesús.
“Juntos andemos, Señor; por donde fuereis, tengo de ir; por donde pasaréis, tengo de pasar”, decía Santa Teresa en Camino de Perfección (26, 6) y cantamos en muchas ocasiones en Acit Joven, en la Institución Teresiana. Pidamos a Dios que nos vaya dando la luz para caminar con Él, y comprender un poco mejor la Verdad, y tengamos Vida en abundancia.
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