viernes, 6 de mayo de 2011

Quédate

"Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: ‘¿Qué conversación es ésa que traéis mientras váis de camino?’. Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: ‘¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?’. El les preguntó: ‘¿Qué?’.

Ellos le contestaron: ‘Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron’.
Entonces Jesús les dijo: ‘¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?’. Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir ante; pero ellos le apremiaron diciendo: ‘Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caía’. Y entró para quedarse con ellos. Entado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: ‘¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?’. Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: ‘Es verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón’. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan
." (Lc 24, 13-35
)

Por Redacción AJ. En la página evangélica de hoy, Lucas nos cuenta una de las apariciones del Resucitado. Es la experiencia pascual la que ilumina una escena que podemos articular en tres cuadros:

• En el primero (vv. 13-21), tenemos a los protagonistas en camino, discutiendo, desconsolados, tristes, huyen para dejar atrás el fracaso del que han sido testigos. Esperaban otro desenlace. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel…. Un Mesías sufriente no entra en sus cálculos. Abandonar Jerusalén es abandonar la fe y la esperanza.
• En el segundo (vv. 25-27), la respuesta de Jesús que hace un lectura del acontecimiento pascual a partir de las Escrituras. Con la explicación de Jesús, el pesimismo comienza a diluirse. Y se despierta la esperanza, ¿no ardía nuestro corazón…? –recordarán-. Pero todavía no están preparados para dar el alto de la fe.
• En el último cuadro (vv.28-35) los discípulos se sienten atraídos por Jesús y le piden que se quede porque está anocheciendo. Jesús acepta la invitación y acto seguido lo reconocen en el gesto de partir el pan. Y en el momento sienten la urgencia de comunicar a los demás su experiencia de fe en Cristo Resucitado y regresan a Jerusalén, con los suyos. Ya no importan la noche.
Los de Emaús somos cada una, cada uno. Esta escena, colocada por Lucas en el domingo de resurrección, es también el proceso de la fe que estamos haciendo cada uno, cada una. Un recorrido que nos lleva a descubrir que el Resucitado está presente en la vida; descubrir que, de hecho, ya estaba aquí antes, cuando no lo reconocíamos. Un proceso que realizamos a través de alguien que te acompaña en el camino, a través de la escucha de la Palabra que ilumina la vida compartida, a través de los gestos-acciones-sacramentos, y a través del testimonio compartido en la reunión de los que ya han vivido de cerca esta experiencia.
Jesús Resucitado se nos hace encontradizo en casa, y en la calle, en clase, en el trabajo, en la oración y también cuando andamos distraídos. ¿Reconocemos a Jesús en la Iglesia, en la Palabra, en la Eucaristía, en el forastero? ¿Lo invitamos a que se quede con nosotros? ¿Compartimos con otros nuestro encuentro con el Resucitado?

No hay comentarios:

Publicar un comentario