Por Eloísa Montero. Las cifras de parados de los que hablamos en estos meses son por lo menos indignantes. Más de un millón de familias tienen a todos sus miembros en paro. En algunas comunidades de España la cifra de paro supera el 30% (una de cada 3 personas en edad activa sin poder trabajar). El 40% de los jóvenes menores de 25 años sin posibilidad de encontrar una vía de incorporación al mundo laboral. Adultos que ven acercarse los 50 con pavor a ser despedidos. ¿Quién querrá contratar a alguien de mi edad?, suelen decir. El panorama se complica cuando pensamos, como decíamos en nuestro comentario del 27 de febrero, que el dinero que "ha desaparecido" de unos bolsillos, de los de los que están en paro, de los que están teniendo serias dificultades para llegar a final de mes, "ha aparecido" en otros bolsillos, los de los que sí puden comprarse un coche de lujo, los que se permiten hacer EREs en sus empresas pese a haber obtenido beneficios en años anteriores. ¿Cómo se pueden reducir impuestos a herencias a la vez que se planifican recortes en la sanidad? ¿Qué está pasando?
No puedo evitar que me vengan a la mente dos textos del evangelio. El primero, el que da título a este comentario:
No puedo evitar que me vengan a la mente dos textos del evangelio. El primero, el que da título a este comentario:
"Al desembarcar, vio un gran gentío y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas. Como se hacía tarde, los discípulos fueron a decirle: El lugar es despoblado y la hora está avanzada, despídelos para que vayan a los campos y a las aldeas vecinas a comprar algo para comer. Él les respondió: Dadles vosotros de comer." (Mc 6, 34)
Al copiar el texto me quedo ahí, en dadles vosotros de comer, porque no puedo evitar preguntarme qué estoy haciendo yo para ayudar en esta situación, qué puedo hacer. Lo voy a dejar sin escribir, perdonadme, porque la sensación es que es todo tan difícil... y sin embargo siento que se tiene que poder hacer algo. ¡Indignaos! era la invitación del comentario de la semana pasada. En su libro dice Hessel que al perder la capacidad de indignarnos perdemos uno de los componentes esenciales que forman al ser humano: "la facultad de indignación y el compromiso que la sigue". Sí, estoy indignada. Ahora estoy buscando la forma de canalizar el compromiso que le sigue.
Os decía que había un segundo texto del evangelio que resuena en mi interior:
Os decía que había un segundo texto del evangelio que resuena en mi interior:
"Proclama mi alma la grandeza del Señor (...) Porque el Poderoso ha hecho proezas, su nombre es sagrado. Su misericordia con sus fieles continúa de generación en generación. Su poder se ejerce con su brazo, desbarata a los soberbios en sus planes, derriba del trono a los potentados y ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos." Lc 1, 46-52)Se da en mí una mezcla de sentimientos: por un lado deseo que este texto se haga verdad, por lo de ver ensalzar a los humildes, pero también, y mucho, por ver caer a los potentados y poderosos. Por otro lado, tengo que hacer el esfuerzo de recordarme a mí misma que creo firmemente que este texto habla de oportunidad de salvación para unos y otros, no de castigo y de revancha. Desde ahí, elijo alimentar en mi interior la parte que desea la conversión del que acumula, del que especula y juega con los puestos de trabajo de otros, como si nada. "Un poco de patriotismo" pedía el presidente de Coca-Cola a propósito del ERE de Telefónica. "Un poco de misericordia y de compasión" tampoco estarían mal. ¡Juegan con la vida de personas!, señores. El fin no justifica los medios y los beneficios no pueden ser a costa de cualquier práctica.
Ambos textos citados se me unen en mi interior como fuerte llamada: "Dadles vosotros de comer y ayudad a los potentados a encontrar la salvación", tan lejana de endurecer el corazón y adorar al dios dinero.
Os invito a continuar esta reflexión con el texto publicado por Eclesalia con motivo del 1 de mayo: "Por la dignidad del trabajo". Quizás entre unos y otros podamos encontrar vías para canalizar nuestro compromiso, el que sigue a la indignación.
Creo que somos la primera generación que no quiere crecer... No por los motivos que tenía Peter Pan, sino por el miedo y la incertidumbre..
ResponderEliminarUn post estupendo para poner la ayención en lo importante: las personas y su dignidad que se ayuda con un trabajo que también lo sea. Especialmente me ha gustado y ayudado esta reflexión:
ResponderEliminar"se me unen en mi interior como fuerte llamada: "Dadles vosotros de comer y ayudad a los potentados a encontrar la salvación", tan lejana de endurecer el corazón y adorar al dios dinero."
Seguiremos buscando y haciendo eso poco que cada uno puede.
Esther G.