El pasado 10 de mayo Teresa Lozano nos ofrecía una imagen para una mirada contemplativa. Hoy continuamos el comentario con unos apuntes que le han ayudado en esa búsqueda:
Santa Teresa habla de la necesidad de cultivar el deseo inicial de oración y lo llama "determinada determinación". Dice también que a orar se aprende orando, "sin desfallecer". También Teresa advierte de la necesidad de pureza de corazón: "Buscar no los consuelos de Dios, sino el Dios de los consuelos" El orante va a dar su vida, su ser, su "nada" a Dios.
San Juan de la Cruz, en su libro "Llama de amor viva" (III,36) escribe: “ que en cuanto el alma comience a entrar en ese estado sencillo y sereno de la contemplación… nunca deber intentar figurarse cualesquiera meditaciones o agarrarse a consolaciones espirituales.”
Es importante recordar que esta oración, aunque tiene voz desde el Espíritu, nace en lo más hondo de nuestro corazón. WILLIGIS JÄGER Teólogo, benedictino y maestro zen decía recientemente que “El camino para captar esa presencia del Señor (en el mundo) consiste en la oración de contemplación” y que “Tenemos en nuestro interior posibilidades para comprender la realidad de un modo que no puede abordarse con la razón… Se trata de un nuevo nivel de la conciencia… de ser más plenamente humano… (Entrevista concedida en el Ateneo Jovellanos de Gijón ).
Esta dimensión de una mayor conciencia, de algún modo nosotros la podemos “cultivar”: Yo la siento muy vivamente como algo necesario en la sociedad en la que vivimos. Es preliminar a todo lo que hemos visto que es la oración. Es una necesidad básica, fundamental, que nace del propio SER. Es un tiempo que tengo que darme yo, que no excluye ningún aspecto de la vida y contribuye a un plus de humanidad y reorientación como persona. Es como ponerme en pie y SER yo misma Solo desde ahí, sin miedo, a pesar de mi fragilidad SER PARA EL MUNDO Y ABRIRME, SIN ROMPERME, A LA REALIDAD QUE VIVO. En la Psicología humanística se habla muchas veces de la necesidad de darse TIEMPO PARA EL SER. Estaríamos en un primer nivel de interiorización y de búsqueda.
Todos los experimentados en la contemplación, insisten también en decir que esta oración abre nuestra consciencia espiritual a los niveles más profundos de nuestro ser y que la conciencia ordinaria, se va haciendo cada vez más profunda. Se encuentra "envuelta en el misterio de Aquel que, aun oculto, se ha manifestado, algo más".
Creo que tenemos que creer que es posible “acercarnos” a la mística y la contemplación, no como una conquista, que vamos a conseguir o un programa a tener en cuenta, sino cultivando el deseo y sabiendo que puede entrar en nuestro pequeño horizonte personal, porque como también decía la Santa “su Majestad es muy Amigo de ánimas animosas y pobre alma la que hasta en deseos se contenta con poco”. De eso se trata hoy aquí. De saber que esto es posible. La mística es, un camino de oración... Y muchos cristianos llegan a una frontera con su oración verbal dirigida hacia un Dios personal y entonces entran en una nueva forma de oración. Esa oración es una nueva experiencia de lo que llamamos Dios. Es lo que la tradición llama oración contemplativa.
Por eso, algunas escuelas de oración que se basan en Mateo 6,6: La oración en secreto a la que nos invita Jesús, hablan de que la “oración Centrante” (Keating,) nos lleva a la contemplación. La definen como “ver lo sagrado en todo….” y conduce a la ''unión transformadora: experimentar la presencia de Dios constante en cada uno de nosotros, y en el universo”.
Metodológicamente los grandes Maestros de oración de todos los tiempos y en todas las religiones coinciden en decir que para disponernos a la oración de contemplación, podemos servirnos en un principio de la imagen, de los mantras, de la respiración, de “la aplicación de sentidos” (S. Ignacio), de la “Atención”, de la “Advertencia” (S. Juan de la Cruz) y nada o muy poco de la razón.
Teresa de Jesús siempre decía que para esta oración de contemplación se requiere soledad y silencio: Hay que empezar por crear soledad. "Así lo hacía El siempre que oraba", Soledad para entender "con Quién estamos". Silencio del cuerpo y de la mente para buscar a Dios en nuestro interior. “Las cosas que suceden en el alma son como algo que sucede en las profundidades del mar. Arriba en el mar hay turbulencia, pero mientras más se baja, hay total y absoluto silencio”. El deseo de buscar silencio y soledad es un síntoma de que estamos llegando a la verdadera oración, y tiene ya en sí mismo un efecto transformante que en cierto modo “verifica” la verdad de nuestra oración.
Todos los Maestros también coinciden en decir que la contemplación nunca se consigue por nuestro esfuerzo, o voluntad. Es un don, que Dios da cuando, como y a quien quiere. Sta. Teresa tiene muy claro, "que no se puede merecer", aunque también dice: “pero sí sabemos que a Dios se le gana con la humildad” . “Por eso es bueno reconocerse "nada" ante Dios … pues lo somos” …”Dios es libre de dar su don”.
De ahí que para algunos Maestros lo primero que nos urge es vivir nuestra pobreza radical: Cristina Kaufmann, Carmelita Descalza, en su escrito “La contemplación en el claustro” lo describe muy acertadamente: “Lo primero que me urge es vivir mi pobreza radical ante Dios, conocida a través de la contemplación, cada vez más profundamente, dejarme poseer por El y que El disponga de mí; La solidaridad con los pobres de este mundo tiene que pasar por Cristo. Dejarnos identificar con El; por El nos acercaremos verdaderamente a los pobres y percibiremos la revelación que nos hacen de Dios. La contemplación en el Claustro es una escuela en la que se aprende a ser sin tener y a vivir sin aparentar”.
Y Teresa de Ávila dice que la Oración de Contemplación requiere una entrega total y abandono, a sus planes: "ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor" . No imponer a Dios nuestra propia voluntad. "Su Majestad sabe mejor lo que nos conviene; no hay para qué aconsejarle lo que ha de dar”… "Entregar nuestra libertad para que El pueda hacer en nosotros según Su Voluntad”.
Ese reconocimiento de la pequeñez que es la verdad sobre nosotros mismos, es una actitud que además de atraer el don de Dios, nos lleva a la alabanza. También nos lleva al sentimiento de confianza y filiación, de la sencillez de hacerse niño. Nos sabemos capaces de poder recibir en la oración la Sabiduría que viene de Dios. Si no fuera así, no sería justo creer en el Dios que “siempre está deseando como dice Sta. Teresa darnos más mercedes que las que le pedimos”. El mismo Jesús dice: "Yo te alabo, Padre, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así te pareció bien" (Mt 11, 25). Hacerse niño es creer y confiar en Dios nuestro Padre.
Hay muchos otros efectos vinculados a la contemplación que el mundo de hoy nos reclama: La relación fraterna, la verdad de uno mismo, la solidaridad y la amistad, la naturaleza como imagen de Dios. Cito, por la evidencia de su testimonio a dos mujeres Cristina Kaufman y Teresa de Jesús, separadas por más de medio siglo de existencia en el Carmelo:
"Este efecto transformante creador de una NUEVA VIDA, la del Resucitado, se verifica y nace en la oración de entrega, y está sellada con la palabra y la vida de los místicos y verdaderos orantes: Aunque nos parezca osadía, bueno será releer sus palabras de ánimo y disponernos en lo que esté de nuestra parte, confiando sobre todo, en el Don de Dios. "Por Teresa Lozano. Con esta finalidad os ofrezco algunos apuntes que a mí me han servido para “situarme” ante la realidad desde una nueva dimensión. Una mirada contemplativa a uno mismo, al mundo y a la historia no se improvisa. Requiere un aprendizaje.
Santa Teresa habla de la necesidad de cultivar el deseo inicial de oración y lo llama "determinada determinación". Dice también que a orar se aprende orando, "sin desfallecer". También Teresa advierte de la necesidad de pureza de corazón: "Buscar no los consuelos de Dios, sino el Dios de los consuelos" El orante va a dar su vida, su ser, su "nada" a Dios.
San Juan de la Cruz, en su libro "Llama de amor viva" (III,36) escribe: “ que en cuanto el alma comience a entrar en ese estado sencillo y sereno de la contemplación… nunca deber intentar figurarse cualesquiera meditaciones o agarrarse a consolaciones espirituales.”
Es importante recordar que esta oración, aunque tiene voz desde el Espíritu, nace en lo más hondo de nuestro corazón. WILLIGIS JÄGER Teólogo, benedictino y maestro zen decía recientemente que “El camino para captar esa presencia del Señor (en el mundo) consiste en la oración de contemplación” y que “Tenemos en nuestro interior posibilidades para comprender la realidad de un modo que no puede abordarse con la razón… Se trata de un nuevo nivel de la conciencia… de ser más plenamente humano… (Entrevista concedida en el Ateneo Jovellanos de Gijón ).
Esta dimensión de una mayor conciencia, de algún modo nosotros la podemos “cultivar”: Yo la siento muy vivamente como algo necesario en la sociedad en la que vivimos. Es preliminar a todo lo que hemos visto que es la oración. Es una necesidad básica, fundamental, que nace del propio SER. Es un tiempo que tengo que darme yo, que no excluye ningún aspecto de la vida y contribuye a un plus de humanidad y reorientación como persona. Es como ponerme en pie y SER yo misma Solo desde ahí, sin miedo, a pesar de mi fragilidad SER PARA EL MUNDO Y ABRIRME, SIN ROMPERME, A LA REALIDAD QUE VIVO. En la Psicología humanística se habla muchas veces de la necesidad de darse TIEMPO PARA EL SER. Estaríamos en un primer nivel de interiorización y de búsqueda.
Todos los experimentados en la contemplación, insisten también en decir que esta oración abre nuestra consciencia espiritual a los niveles más profundos de nuestro ser y que la conciencia ordinaria, se va haciendo cada vez más profunda. Se encuentra "envuelta en el misterio de Aquel que, aun oculto, se ha manifestado, algo más".
Creo que tenemos que creer que es posible “acercarnos” a la mística y la contemplación, no como una conquista, que vamos a conseguir o un programa a tener en cuenta, sino cultivando el deseo y sabiendo que puede entrar en nuestro pequeño horizonte personal, porque como también decía la Santa “su Majestad es muy Amigo de ánimas animosas y pobre alma la que hasta en deseos se contenta con poco”. De eso se trata hoy aquí. De saber que esto es posible. La mística es, un camino de oración... Y muchos cristianos llegan a una frontera con su oración verbal dirigida hacia un Dios personal y entonces entran en una nueva forma de oración. Esa oración es una nueva experiencia de lo que llamamos Dios. Es lo que la tradición llama oración contemplativa.
Por eso, algunas escuelas de oración que se basan en Mateo 6,6: La oración en secreto a la que nos invita Jesús, hablan de que la “oración Centrante” (Keating,) nos lleva a la contemplación. La definen como “ver lo sagrado en todo….” y conduce a la ''unión transformadora: experimentar la presencia de Dios constante en cada uno de nosotros, y en el universo”.
Metodológicamente los grandes Maestros de oración de todos los tiempos y en todas las religiones coinciden en decir que para disponernos a la oración de contemplación, podemos servirnos en un principio de la imagen, de los mantras, de la respiración, de “la aplicación de sentidos” (S. Ignacio), de la “Atención”, de la “Advertencia” (S. Juan de la Cruz) y nada o muy poco de la razón.
Teresa de Jesús siempre decía que para esta oración de contemplación se requiere soledad y silencio: Hay que empezar por crear soledad. "Así lo hacía El siempre que oraba", Soledad para entender "con Quién estamos". Silencio del cuerpo y de la mente para buscar a Dios en nuestro interior. “Las cosas que suceden en el alma son como algo que sucede en las profundidades del mar. Arriba en el mar hay turbulencia, pero mientras más se baja, hay total y absoluto silencio”. El deseo de buscar silencio y soledad es un síntoma de que estamos llegando a la verdadera oración, y tiene ya en sí mismo un efecto transformante que en cierto modo “verifica” la verdad de nuestra oración.
Todos los Maestros también coinciden en decir que la contemplación nunca se consigue por nuestro esfuerzo, o voluntad. Es un don, que Dios da cuando, como y a quien quiere. Sta. Teresa tiene muy claro, "que no se puede merecer", aunque también dice: “pero sí sabemos que a Dios se le gana con la humildad” . “Por eso es bueno reconocerse "nada" ante Dios … pues lo somos” …”Dios es libre de dar su don”.
De ahí que para algunos Maestros lo primero que nos urge es vivir nuestra pobreza radical: Cristina Kaufmann, Carmelita Descalza, en su escrito “La contemplación en el claustro” lo describe muy acertadamente: “Lo primero que me urge es vivir mi pobreza radical ante Dios, conocida a través de la contemplación, cada vez más profundamente, dejarme poseer por El y que El disponga de mí; La solidaridad con los pobres de este mundo tiene que pasar por Cristo. Dejarnos identificar con El; por El nos acercaremos verdaderamente a los pobres y percibiremos la revelación que nos hacen de Dios. La contemplación en el Claustro es una escuela en la que se aprende a ser sin tener y a vivir sin aparentar”.
Y Teresa de Ávila dice que la Oración de Contemplación requiere una entrega total y abandono, a sus planes: "ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor" . No imponer a Dios nuestra propia voluntad. "Su Majestad sabe mejor lo que nos conviene; no hay para qué aconsejarle lo que ha de dar”… "Entregar nuestra libertad para que El pueda hacer en nosotros según Su Voluntad”.
Ese reconocimiento de la pequeñez que es la verdad sobre nosotros mismos, es una actitud que además de atraer el don de Dios, nos lleva a la alabanza. También nos lleva al sentimiento de confianza y filiación, de la sencillez de hacerse niño. Nos sabemos capaces de poder recibir en la oración la Sabiduría que viene de Dios. Si no fuera así, no sería justo creer en el Dios que “siempre está deseando como dice Sta. Teresa darnos más mercedes que las que le pedimos”. El mismo Jesús dice: "Yo te alabo, Padre, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así te pareció bien" (Mt 11, 25). Hacerse niño es creer y confiar en Dios nuestro Padre.
Hay muchos otros efectos vinculados a la contemplación que el mundo de hoy nos reclama: La relación fraterna, la verdad de uno mismo, la solidaridad y la amistad, la naturaleza como imagen de Dios. Cito, por la evidencia de su testimonio a dos mujeres Cristina Kaufman y Teresa de Jesús, separadas por más de medio siglo de existencia en el Carmelo:
“El vivir y convivir se realiza desde la experiencia esencial de convivir con Dios. De ahí un respeto, una veneración, una gratitud peculiar al tratar con los hermanos, una capacidad de silencio reverente ante el misterio del otro, una generosidad ante la libertad del otro y admiración por la forma de estar presente Dios en el otro. Al mismo tiempo, es una ocasión de absoluta verdad en la propia vida.” (“La contemplación en el claustro” ) Cristina KaufmannMás llanamente Teresa de Jesús dice a este propósito con toda sencillez y claridad:
"...porque poco me aprovecha estarme muy recogida a solas, haciendo actos con nuestro Señor, proponiendo y prometiendo de hacer maravillas por su servicio, si en saliendo de allí, que se ofrece la ocasión, lo hago todo al revés". (Moradas 7, cap. 4,7)Finalmente y de nuevo Cristina, nos invita a “sentir” la contemplación porque ésta:
“La contemplación y la amistad son dos dones divinos que tocan lo más profundo del ser humano, que convergen en lo más hondo, allí donde todo está abierto hacia el Otro, donde nace la esperanza y el anhelo del Tú para poder ser plenamente yo. La contemplación es la amistad con Dios. La amistad entre los hombres, si es auténtica, es participación de la contemplación divina”. Cristina Kaufmann
"Cuanto más santas, dirá Teresa de Jesús, más conversables". (Camino, cap. 41,7)
“afina la sensibilidad por la presencia silenciosa y solitaria de todas las cosas. El cielo, los pájaros, las plantas, las piedras, la tierra, las flores, el mar, las nubes, la lluvia y el sol, los animales, el día y la noche, el frío y el calor, el viento y la tormenta, son presencias que simbolizan nuestra soledad, nuestro propio silencio, y a la vez les damos sentido en solidaridad con ellos ante el Creador. La contemplación debería despertar en nosotros un respeto grande ante la creación, una veneración que no es ecologismo de moda, sino que tiene que ver con aquella transparencia que tienen todas las cosas para quien ha sido mirado por Dios y mira con los ojos de Dios”.Sería tener la experiencia de la realidad cósmica.
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