Por Pilar Fernández Padierna y Sofía Militantes de Acit Joven en León. "¿No arde nuestro corazón? Ese lema fue el que nos guió a lo largo del encuentro de militantes celebrado en Los Negrales los días 12-13 de marzo. Para todos fue un lugar de reencuentro y caras desconocidas provenientes de toda España (Madrid, Málaga, Barcelona, Valencia, Valladolid, Mallorca, Córdoba… e incluso Dublín). En total éramos 38 personas reunidas.
Viajando en el tren de ida hacia los Negrales, me invadía la incertidumbre de qué iba a encontrar allí, pero de una cosa estaba segura: sería único, irrepetible, inolvidable. Y, afortunadamente, así fue.
Nada más llegar allí me sentí como en casa, en familia; pero también me vinieron viejos recuerdos de estancias atrás, en otras épocas y ambientes. En recepción me embriagó un olor asociado al lugar: la lavanda, esa flor que purifica el espíritu y baña el ambiente de paz y serenidad.
Cuán fue mi sorpresa cuando nos dijeron que íbamos a los nuevos pabellones, pues creía que dormiríamos en el nuevo alberge recién inaugurado. Y lo primero que pensé nada más verlo fue: ¡Esto es como un hotel! Allí el placer de encontrarte con viejos amigos y ver gente nueva me daba seguridad. Lo mejor del viernes fue la noche, donde rompimos el hielo mediante algún que otro juego de lo más amistoso.
Paseando por la zona y reflexionando acerca del camino de Emaús hubo un texto que me impactó y que comparto con vosotros:
“Enséñame a esperar contra toda esperanza, a saber que los hombres somos injustos, y pese a ello seguir luchando por la justicia. A saber que somos egoístas y aún así seguir luchando por el amor. A ver que el mundo no tiene arreglo y por eso dar la vida para arreglarlo.”
Mi compañera me dio una enorme lección: a veces nuestras preocupaciones son insignificantes cuando conocemos otras personas con verdaderos problemas. Somos egoístas en un mundo egoísta, que no se para a pensar que no todo es YO, sino los demás. “Podrá decir que ama, pero no saber amar, porque amar es ser capaz de arriesgar por otro”. Juntos en la capilla, ante Pedro Poveda, pusimos en común nuestras vivencias personales.
Ya por la tarde, en pequeños grupos, discutíamos sobre qué es la identidad y el compromiso. Pablo dio en el clavo. Al parecer en la sociedad hay dos tipos de personas: las que son ensalada, es decir, la zanahoria es la zanahoria, el tomate es el tomate, la lechuga es la lechuga…Y las que son puré, todas juntas pero sin tener personalidad propia. La conclusión a la que llegamos es que tenemos que ser una ensalada aliñada, tener identidad personal y a la vez compartir como grupo. Esto es Acit Joven. siempre habrá alguien dispuesto a tender la mano en cualquier momento bueno o malo. Fúndete, pero reconócete.
Por la noche tuvimos cine: “La casa de mi vida”, una de esas películas que recomiendo, ya que nos hace reflexionar si merece la pena vivir sin vivir o vivir la vida al máximo y ser feliz. En definitiva, la “casa” que vamos construyendo a lo largo de nuestras vidas es un reflejo de nosotros mismos.
El domingo, nada más levantarme, me embargó un sentimiento de tristeza porque ya todo estaba acabando, pero me propuse aprovechar al máximo el día que tenía por delante. Fue una mañana para acercarnos a la realidad e intentar transformarla, a través de una vivencia personal y a la vez muy actual: ¿qué hacer cuando cuestionan nuestra fe? ¿Cómo actuar ante esta situación? Lo que me llevé de ese momento es que no hay que avergonzarse de lo que somos, hay que tener las ideas muy claras ante una sociedad que se empeña en atacarnos sólo para sentirse por encima de nosotros. Es cierto que nuestra sociedad actual tiene una visión estereotipada de los jóvenes cristianos, pero eso no impide que vivamos nuestra fe abiertamente.
Fue un encuentro acogedor pero breve. Hemos compartido y nos hemos reencontrado con otros y con nosotros mismos.
No quiero acabar sin dar las gracias a todos los militantes por hacerme sentir que no estoy sola en esto, que hay más gente ahí fuera que comparte mis ideales y mis creencias; estando con vosotros me siento como dentro de una gran familia, en la cual no me podría sentir más cómoda. Con vosotros el tiempo pasa demasiado rápido. No me gustaría despedirme sin felicitar a la Institución Teresiana por el enorme esfuerzo de haber mantenido esa llama que Pedro Poveda en su día encendió, hace ya 100 años en Covadonga. Desde ese momento en que Poveda creyó, ¿cuántas personas hacemos realidad sus sueños?
Por todo ello gracias… porque ya estoy deseando que volvamos a vivir más encuentros como este. Y aquellos que todavía no lo habéis descubierto… ánimo, porque merece la pena vivirlo.
Gracias :)
ResponderEliminar