lunes, 10 de mayo de 2010

Sobre la Caritas in Veritate

Por Oscar Mateos. Tenía pendiente hacía semanas leer la primera encíclica social de Benedicto XVI, Caritas in Veritate. Debo reconocer que su lectura me ha sorprendido. Había leído análisis generales sobre la doctrina social de la Iglesia, desde la Rerum Novarum de Leon XIII hasta la Populorum Progessio de Pablo VI. Había leído y oído decir que, en general, la doctrina social de la iglesia no era nada tibia, que decía las cosas por su nombre, y que planteaba cuestiones de fondo a la hora de analizar la pobreza, la injusticia y las desigualdades sociales.
La Caritas in Veritate, no cabe duda (recomiendo su lectura), sigue en esa línea, incluso yendo más allá que el discurso más tenue de las encíclicas sociales de la etapa de Juan Pablo II. Recojo aquí alguna de sus perlas:
“Hace tiempo que la economía forma parte del conjunto de los ámbitos en que se manifiestan los efectos perniciosos del pecado”.
“Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica”.
“La economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene sólo referencias egoístas”.
“Toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral”.
“La vida económica (…) necesita leyes justas y formas de redistribución guiadas por la política, además de obras caracterizadas por el espíritu del don”.
“La victoria sobre el subdesarrollo requiere (…) una apertura progresiva en el contexto mundial a formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión”.
La crítica al modelo capitalista neoliberal es flagrante. Tal y como la encíclica viene a reconocer, la crisis económica actual es fruto de una dinámica impulsada por el capitalismo en el que los ricos se han hecho más ricos, a costa de una masa con peores condiciones laborales y salariales, llevando a una situación de mayor empobrecimiento mundial.

La iglesia-jerarquía debería tener entre manos (sé que, en general, no lo perciben así) una “patata caliente”: la obligación moral de salir también en manifestación para denunciar las dinámicas perversas de nuestro sistema, para defender a las víctimas de un modelo económico excluyente (las “estructuras injustas y de pecado”) que privilegia a una minoría.

¿Por qué la doctrina social de la iglesia en la praxis no tiene el mismo rango que la doctrina moral?
Seguramente, alguien a nivel institucional se justificaría diciendo que la iglesia ya está presente en muchas realidades de dolor e injusticia, y es cierto. Es indiscutible el papel incondicional que muchas personas de iglesia (la Iglesia-pueblo) desempeñan en situaciones límite. Ahora bien, la Iglesia debería ser punta de lanza no en una dinámica meramente asistencialista sino verdaderamente en una dinámica que permitiera transformar esas “estructuras de pecado” que generan dolor, injusticia y sufrimiento. Esa misiva sólo será posible planteando alternativas reales al modelo económico actual. Y por favor, que nadie se confunda, no estamos hablando de comunismo, sino de alternativas (que existen) que pongan la igualdad y la solidaridad en el centro. Alternativas que, como ya señalaba el filósofo cristiano Emmanuel Mounier hace varias décadas, aspiren a proponer una economía al servicio del hombre (y no al revés), un ideal de sencillez de vida y primen el trabajo sobre el capital, erradicando el reinado de la especulación en el que estamos inmersos y que tanto daño nos ha hecho. Pincha aquí para leer la Caritas in Veritate.

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