"En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: - «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. » La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan." (Jn 21, 1-19)Por Redacción AJ. Hace un par de meses comentábamos Por ti echaré la red. En aquel texto de Lucas los discípulos estaban desconcertados porque no habían conseguido nada después de una noche de trabajo inútil. En esta ocasión, con Jesús muerto, habiendo las mujeres anunciado que Jesús se les había aparecido, la escena parece repetirse. Sin embargo, la situación vital de los discípulos es distinta, han vuelto al trabajo después del asesinato de Jesús y la invitación a echar la red de nuevo, lejos de llevarles a la añoranza, les lleva a confiar: echan las redes, consiguen una buena redada y "el discípulo que Jesús tanto quería" (otra vez el amor por medio) le reconoce... "Hay cosas que sólo el amor puede conseguir" decía María Zambrano.
Un segundo pasaje viene a la memoria: ésta no era la primera vez que Pedro se tiraba al agua al reconocer a Jesús. Solo que en aquella ocasión (Mt 14, 28) Pedro necesitó que Jesús le pidiera ir y... ya sabemos que le entró el miedo... El Pedro que vemos hoy es otro... Es la presencia del Resucitado la que le hace tirarse sin pensarlo, el Amor por su Maestro... La experiencia primera, aquella de ser llamado, aquella de haberse lanzado pese a que lo racional contradecía el corazón... Pero sobre todo, haberse sentido salvado por su Maestro, su Señor... Son experiencias fundantes que permiten nacer de nuevo, que permiten situarse ante la vida de manera distinta, que permiten arriesgarse aunque la cabeza diga que no es sensato, ni políticamente correcto, ni socialmente aceptado...
Decía Santa Teresa: "Pensaba muchas veces, que no había perdido nada san Pedro en arrojarse en la mar, aunque después temió. Estas primeras determinaciones son gran cosa (...) Siempre la humildad delante, para entender que no han de venir estas fuerzas de las nuestras." (Vida 13, 2). Por Redacción AJ.
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