"Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: - «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» Simón contestó: - «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red." (Lc 5, 1-11)
Por Redacción AJ. Párate unos minutos a pensar en las tareas que tienes entre manos. Repasa tu día, tu semana, en los distintos ámbitos en los que te mueves: tu trabajo, tus estudios, el grupo de Acit Joven que animas, el voluntariado en el que colaboras, tu familia... ¿Qué ves? ¿Qué dejas de ti en esos espacios? ¿Cómo te sientes? ¿Cómo te vives en ellos?
Imagínate que has acabado tu tarea, que estás repasando cómo ha ido el día, arreglando algún enganchón, limpiando algo que se haya quedado "pegado". Jesús pasa al lado y te pide un hueco en tu lugar de trabajo: tu barca. Te pide que te metas un poquito en el ámbito de trabajo habitual y desde allí se pone a hablar a la gente que pasa, a tus compañeros, a tu familia y amigos... ¿Qué les dice? ¿Cómo acoges tú esas palabras dirigidas a otros? ¿Cómo te implican? Párate unos minutos y sitúate como testigo de la escena: Jesús, en tu medio de trabajo habitual, te pide prestada "la barca" y se pone a hablar a aquellos que suelen estar cerca de ti mientras desarrollas tu labor...
Ahora imagínate que Jesús te dirige a ti estas palabras: «Rema mar adentro, y echa las redes para pescar.» Puede que identifiques personas que te dedican tiempo. Puede que te veas a ti mismo/a dedicando tiempo a otros. Es muy probable que te te veas como Simón contestándole: - «Maestro, me he pasado la noche currando y no he conseguido nada; pero, porque tú lo dices, volveré a intentarlo.» Hay tantas veces que trabajamos y no vemos los frutos... Que nuestro ámbito de influencia parece tan pequeño, tan poca cosa... Si trabajamos con jóvenes y adolescentes, puede que en algunos momentos parezca que pertenecemos a universos paralelos...
Pregúntate: ¿Por quién doy lo mejor de mí mismo/a tanto si veo los frutos como si no? ¿Qué me motiva a seguir trabajando? ¿Por quién sigo echando la red? ¿Por quién sigo creyendo que merece la pena ser sal que sala, que sazona, que cauteriza? Pídele a Jesús que se siente en la barca contigo mientras vuelves a tu tarea, a tu lugar de trabajo, de misión y dile "Por ti, echaré hoy la red".
Pedro Poveda comentó en 1935 este texto del evangelio refiriéndose a las vocaciones. "Y pensaba yo y decía a nuestro Señor: Señor, tanta carta como he escrito, tanto como he dicho acerca de la necesidad de vocaciones y no sé si habré conseguido mi propósito."
Hoy, te proponemos este otro texto escrito en 1932 llamado "Venís a la universidad por Dios y para su gloria". Ese "venís a la universidad" estaba dirigido a mujeres que estudiaban para dedicarse a la enseñanza. Hoy seguramente nos lo diría a quienes intentamos realizar nuestras tareas con el deseo de colaborar con el Reino de Dios:
Imagínate que has acabado tu tarea, que estás repasando cómo ha ido el día, arreglando algún enganchón, limpiando algo que se haya quedado "pegado". Jesús pasa al lado y te pide un hueco en tu lugar de trabajo: tu barca. Te pide que te metas un poquito en el ámbito de trabajo habitual y desde allí se pone a hablar a la gente que pasa, a tus compañeros, a tu familia y amigos... ¿Qué les dice? ¿Cómo acoges tú esas palabras dirigidas a otros? ¿Cómo te implican? Párate unos minutos y sitúate como testigo de la escena: Jesús, en tu medio de trabajo habitual, te pide prestada "la barca" y se pone a hablar a aquellos que suelen estar cerca de ti mientras desarrollas tu labor...
Ahora imagínate que Jesús te dirige a ti estas palabras: «Rema mar adentro, y echa las redes para pescar.» Puede que identifiques personas que te dedican tiempo. Puede que te veas a ti mismo/a dedicando tiempo a otros. Es muy probable que te te veas como Simón contestándole: - «Maestro, me he pasado la noche currando y no he conseguido nada; pero, porque tú lo dices, volveré a intentarlo.» Hay tantas veces que trabajamos y no vemos los frutos... Que nuestro ámbito de influencia parece tan pequeño, tan poca cosa... Si trabajamos con jóvenes y adolescentes, puede que en algunos momentos parezca que pertenecemos a universos paralelos...
Pregúntate: ¿Por quién doy lo mejor de mí mismo/a tanto si veo los frutos como si no? ¿Qué me motiva a seguir trabajando? ¿Por quién sigo echando la red? ¿Por quién sigo creyendo que merece la pena ser sal que sala, que sazona, que cauteriza? Pídele a Jesús que se siente en la barca contigo mientras vuelves a tu tarea, a tu lugar de trabajo, de misión y dile "Por ti, echaré hoy la red".
Pedro Poveda comentó en 1935 este texto del evangelio refiriéndose a las vocaciones. "Y pensaba yo y decía a nuestro Señor: Señor, tanta carta como he escrito, tanto como he dicho acerca de la necesidad de vocaciones y no sé si habré conseguido mi propósito."
Hoy, te proponemos este otro texto escrito en 1932 llamado "Venís a la universidad por Dios y para su gloria". Ese "venís a la universidad" estaba dirigido a mujeres que estudiaban para dedicarse a la enseñanza. Hoy seguramente nos lo diría a quienes intentamos realizar nuestras tareas con el deseo de colaborar con el Reino de Dios:
"Os recomiendo que frecuentemente os preguntéis como S. Bernardo. Él se decía: «Bernarde, ad quid venisti», y cada una de vosotras debe preguntarse al salir de casa, al entrar en clase, al salir, al regresar, en el estudio, en vuestras conversaciones, en el recreo, en todas partes, «¿Fulana, a qué viniste?» Así tendréis siempre presente vuestra misión y pediréis en todo momento luces y fuerzas para cumplirla. (...)
Vuestra labor no es de un día, ni de un mes, pero es segura, si por Dios, con Dios, y para Dios la acometéis, y en ella sois perseverantes.
Mientras llega el tiempo de la recolección, hay que ir sepultando trabajos y desvelos, hay que sufrir todo género de inclemencias, hay que vivir de fe y de esperanza, sin precipitaciones, sin afán desmedido, sin decaimientos, sin tristezas. Todo esto procede del amor propio, del exceso de confianza en nuestras fuerzas, de cosa humana. Vosotras sembrad, labrad la tierra, echad sobre ella trabajos, sudores y penas, que Dios nuestro Señor dará el fruto cuando convenga, como le plazca y donde sea su divina voluntad. La recolección no es faena que se os confía."
Vuestra labor no es de un día, ni de un mes, pero es segura, si por Dios, con Dios, y para Dios la acometéis, y en ella sois perseverantes.
Mientras llega el tiempo de la recolección, hay que ir sepultando trabajos y desvelos, hay que sufrir todo género de inclemencias, hay que vivir de fe y de esperanza, sin precipitaciones, sin afán desmedido, sin decaimientos, sin tristezas. Todo esto procede del amor propio, del exceso de confianza en nuestras fuerzas, de cosa humana. Vosotras sembrad, labrad la tierra, echad sobre ella trabajos, sudores y penas, que Dios nuestro Señor dará el fruto cuando convenga, como le plazca y donde sea su divina voluntad. La recolección no es faena que se os confía."
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