Por Redacción AJ. Tenemos muchos motivos para alegrarnos y felicitarnos mútuamente: Jesús fue resucitado de entre los muertos por Dios Padre (Abbá), vive entre nosotros y actúa en nuestra vida. Nada habría sido igual, nada sería igual...
Me gustaría comentaros algunas breves ideas que me han quedado de la vivencia de estos días. Ojalá se pudieran complementar con las vuestras a través de los comentarios...
- Dios nos ama mucho, ama incondicionalmente, ama siempre... Su amor no depende de lo bien que nos portemos, de lo buenos ciudadanos o cristianos que seamos... Él ama siempre... "El Amor no dice: basta". ¿Entonces qué pasa con quienes hacen el mal? Que no pueden disfrutar de la experiencia de vivir desde el amor, en el amor, para el amor... Y eso es un infierno... ¿Le da igual a Dios? No puede darle igual, como no le daba igual al padre bueno saber que su hijo estaba viviendo de mala manera lejos del hogar... Se duele... mientras espera que el hijo, la hija, se dé cuenta de las consecuencias de sus acciones, se arrepienta, intente reparar el daño hecho y regrese al regazo...
"Dios es amor: quien conserva el amor permanece con Dios y Dios con él. El amor llegará en nosotros a su perfección si somos en el mundo lo que él fue y esperamos confiados el día del juicio. En el amor no cabe el temor, antes bien, el amor desaloja el temor. Pues el temor se refiere al castigo, y quien teme no ha alcanzado un amor perfecto. Nosotros amamos porque él nos amó primero." (1 Jn 4, 16)
- Parafraseando a Pedro Belderrain, un buen amigo de Acit Joven, "no ha habido, no hay, ni habrá una sola persona en la historia por la que no haya muerto Jesús". Permaneció fiel a su mensaje, a su denuncia, a su amor a Dios Padre, aunque le llevara a una muerte tan horrible y humillante, por todos y cada uno. Lo cual te incluye a ti personalmente.
"Si el amor que me tenéis,
Dios mio, es como el que os tengo,
decidme: ¿en qué me detengo?
o Vos, ¿en qué os detenéis?
- Alma, ¿qué quieres de Mí?
- Dios mio, no más que verte.
- ¿Y qué temes más de ti?
- Lo que más temo es perderte."
(Sta Teresa)
- Las mujeres que fueron al día siguiente con los aromas que habían preparado para acondicionar adecuadamente el cuerpo de Jesús, lo hicieron pese al miedo a los romanos y al estamento religioso. Se arriesgaron por amor, por el profundo amor que sentían hacia Jesús... El mismo amor que lleva a tantos padres y madres a enfrentarse a los gobiernos para denunciar las opresiones contra sus hijos. El amor que deja el miedo en un segundo plano... Estas mujeres fueron al sepulcro al día siguiente porque amaban mucho a Jesús...
"Grábame como un sello en tu brazo, como un sello en tu corazón, porque es fuerte el amor como la muerte, es cruel la pasión como el abismo; es centella de fuego, llamarada divina; las aguas torrenciales no podrán apagar el amor ni anegarlo los ríos." (Cantares 8, 6)
- Maria Magdalena amó mucho y fue un puntal en la comunidad de los primeros en los años que siguieron a la muerte de Jesús. Dejemos de recordarla como la prostituta convertida (idea transmitida y sostenida por el machismo a lo largo de los siglos) y veamos en ella la fidelidad y el amor encarnados. Que los hombres pensaran que lo que les contaba del sepulcro vacío eran delirios, me hace pensar en lo poco que han cambiado las cosas en la Iglesia y la sociedad en 2.000 años. Rompamos esa tendencia...
- Estamos aquí gracias a la experiencia de fe en Cristo resucitado de miles y miles de cristianos que nos han precedido y nos han ido transmitiendo la alegría de la resurrección en sus vidas. Alegría profunda, que ayuda a superar las dificultades, que infunde esperanza, que libera del miedo... Pertenecemos a esa cadena de creyentes, de la cual somos un eslabón, llamado a continuar la cadena hacia el futuro... En la letanía de los Santos de la Vigilia de Resurrección nombramos a algunos de ellos y les pedimos su intercesión... Es cierto que a lo largo de la historia también ha habido/hay muchos contraejemplos. El Espíritu de Jesús es más grande que los errores cometidos por el ser humano, a veces en su nombre. Al contemplarlos, pidamos la conversión necesaria para ser hijos/as de la luz, hijos/as del amor, y que nuestra vida lo refleje. Somos Iglesia, somos pueblo sacerdotal, y nuestra vida también conforma la vida de la Iglesia.
Hace años fui a una charla que se titulaba "¿Qué le pide un laico a la Iglesia?". El ponente, laico, empezó diciendo: "como laico y, por tanto, miembro de la Iglesia, no le puedo pedir a la Iglesia nada que no me pida a mí mismo". Hoy, viendo la realidad que sale en los medios de comunicación, me repito esto mismo...
- El tiempo de Pascua dura 50 días, más que los 40 de Cuaresma, como clara expresión de que la Alegría de la Resurrección es mayor que todas las penas. Alegría que no es mero alboroto exterior, superficial y momentáneo, sino que nace de lo profundo, de la experiencia de saberse amada/o y salvada/o y de encontrar en el corazón la presencia de Dios siempre fiel.
"Una reflexión sobre estas palabras de David: Diste alegría en mi corazón. San Agustín las comenta diciendo que el real Profeta nos enseña dónde debemos buscar la alegría, que es dentro de nosotros: en el corazón. Se me ocurre esta reflexión, porque viviendo tan en medio de las gentes, tan llena de asuntos, tan rodeada de impresiones diversas, ofrece alguna dificultad mantenerse alegre, haciendo abstracción de todo lo que nos puede quitar esa alegría que debemos procurar sea imperturbable. Y el remedio es eficaz. Porque si la alegría se funda en lo de afuera, vendrá y marchará según los acontecimientos, pero si se hace radicar en el corazón, y éste se amuralla bien, no habrá peligo. Cuando lo de afuera nos mueva a tristeza, echemos la mirada hacia dentro, a lo más secreto del alma, y encontraremos la alegría." (P. Poveda, Cartas a Josefa Segovia, 1925)
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