Por Blanca Arce. Un saludo a todas las personas del Blog de Acit Joven, movimiento al que yo también pertenecí hace unos años y llevo en el corazón. Mi nombre es Blanca Arce, miembro de la Instituión Teresiana, y desde hace un año y medio vivo en Guatemala. La tierra del maíz y de la cultura maya… una tierra fértil en donde cada día descubro muchas cosas buenas. Trabajo en un Proyecto Socioeducativo con niños y niñas en una zona urbano-marginal llamada Chinautla.
Son ellos y ellas los que me han enseñando a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, esas pequeñas cosas que se vuelven tesoros: El abrazo de cada mañana, la sonrisa siempre atenta en busca de alguien que los mire y esas miradas que hablan de esperanza, de que hay otro mundo… y está en este. Tierra guatemalteca profundamente conectada con la naturaleza, culturas indígenas que entre volcanes y lagos enseñan un modo de vivir, de compartir, de orar, que es diferente pero abren nuevos horizontes y me enseñan que lo mío no es lo único.
La realidad es fuerte y la injusticia al “tocar” tanta desigualdad es realmente dolorosa, pero con todo, sientes que el corazón se ensancha y muchas veces se “encoge” pero ante todo permanece DESPIERTO ante tantos signos de VIDA. El impacto con lo desconocido y con lo diferente te posiciona siempre en actitud de humildad y en actitud de escucha, me pregunto muchas veces: ¿de qué me habla esta tierra?
Supongo que me habla de “acallar” tantas cosas que creía importantes para escuchar pequeñas y grandes vidas que en medio de dolor, de pobreza, y de violencia luchan por vivir, por llegar cada día a clase con una sonrisa, con nuevas ilusiones por aprender, con nuevos retos que superar, con olor a frijoles y tortillas de maíz que recuerdan la fertilidad de la tierra y la fertilidad de sus vidas. Guatemala también me hace profundizar en la experiencia creyente, en el seguimiento de un Jesús que se encarna en tantas realidades que miro y escucho cada día, en tantos rostros que se acercan y reflejan que en medio de tantas dificultades, Dios sigue cuidando a su pueblo. Es difícil expresar en palabras la experiencia que supone “salir de la tierra” para entrar en otra… tan solo expresar el deseo de “descalzarme”, pues la tierra que piso cada día, es tierra sagrada.
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