Por Sonia Herrera Sánchez. Hoy 8 de Marzo celebramos como cada año el Día Internacional de la Mujer y con esta jornada conmemoramos la lucha constante de millones de mujeres. La lucha por una igualdad de derechos que nunca acaba de llegar, por la emancipación, por la libertad de andar sin miedo por la calle, por el reconocimiento, por una vida libre de violencia, por el respeto de nuestros Derechos Humanos (porque sí, las mujeres también somos seres humanos); la lucha por el respeto a la diferencia, por la capacidad de escoger (sin que otros elijan por nosotras), por el fin de un sistema patriarcal que nos somete cada vez más veladamente a sus normas y que se reactiva y retroalimenta de mil formas distintas.
Y para que esa lucha llegue a recoger un día todos sus frutos, todavía queda mucho por hacer y mucho que cuestionar. El teólogo de la liberación Leonardo Boff dijo hace ya algunos años una frase que todavía sigue vigente: “Lo que se da en Roma, sobre todo en la curia, es miedo. Miedo a los laicos, mucho miedo a las mujeres, miedo a los pobres y al Tercer Mundo, miedo al pensamiento crítico y libre”. El miedo inmoviliza y como mujeres y hombres creyentes, tenemos el deber de no quedarnos quietos, de debatir, de creer como Jesús creyó en la igualdad y en la libertad, porque él no tuvo miedo de las mujeres; las amó y se rodeó de ellas toda su vida porque sus ojos veían mucho más allá del cuerpo.
Y para que esa lucha llegue a recoger un día todos sus frutos, todavía queda mucho por hacer y mucho que cuestionar. El teólogo de la liberación Leonardo Boff dijo hace ya algunos años una frase que todavía sigue vigente: “Lo que se da en Roma, sobre todo en la curia, es miedo. Miedo a los laicos, mucho miedo a las mujeres, miedo a los pobres y al Tercer Mundo, miedo al pensamiento crítico y libre”. El miedo inmoviliza y como mujeres y hombres creyentes, tenemos el deber de no quedarnos quietos, de debatir, de creer como Jesús creyó en la igualdad y en la libertad, porque él no tuvo miedo de las mujeres; las amó y se rodeó de ellas toda su vida porque sus ojos veían mucho más allá del cuerpo.
Por su parte, el poeta y escritor uruguayo Mario Benedetti se cuestionó lo que muchos prefieren no cuestionarse y se preguntó: ¿Y si Dios fuera mujer? Y esta fue su respuesta:
“Vaya, vaya si Dios fuera mujer es posible que agnósticos y ateos no dijéramos no con la cabeza y dijéramos sí con las entrañas”.
Por todas esas mujeres y hombres que creyeron y por eso hablaron, hoy, día 8 de Marzo, no podemos permanecer en silencio. Ahora es tiempo de seguir luchando por un mundo más justo para todos, un mundo sin sesgos ni añejos pecados, un mundo construido con todas las manos disponibles porque nosotras también somos sal de la tierra y también queremos ver esa luz del mundo que durante siglos ha permanecido apagada para más de la mitad de la población mundial.
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