jueves, 3 de enero de 2013

Alentando las búsquedas


“Jesús nació en Belén de Judea en tiempo del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: "¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". Al enterarse el rey Herodes se sobresaltó y todo Jerusalén con él; entonces reunió a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos contestaron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta: ´Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo, Israel`". Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran la fecha en que había aparecido la estrella y los envió a Belén, diciéndoles: "Id y  averiguad cuidadosamente qué hay de ese niño, y cuando lo encontréis, avisadme para que yo también vaya a adorarlo”. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarles hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños la advertencia de que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.” (Mt 2, 1-12)
Por Redacción AJ. El Evangelio que la liturgia presenta para el primer domingo del año que, casualmente, coincide con la fiesta de la Epifanía del Señor, es un episodio narrado exclusivamente por el evangelista Mateo: La adoración de los magos; situado dentro de los relatos de la infancia que constituyen una especie de epílogo del primer evangelio. Tras la larga genealogía de Jesús, el evangelista narra el conocido texto de la adoración de los magos, para concluir con la huida a Egipto y la vuelta a Galilea. Es fácil deducir que estos dos capítulos, pensados y bien estructurados tienen una intencionalidad muy clara: mostrar que en Jesús se cumplen, conforme a las Escrituras, las promesas hechas al pueblo de Israel. Que Jesús, nacido de la estirpe de David, es el Mesías.

Mateo escribe su evangelio después del año 70, cerca de los 80 dicen los exegetas, y lo dirige fundamentalmente a gente procedente del judaísmo convertida al cristianismo después de la muerte-resurrección de Jesús, gente, por tanto, del pueblo que no reconoció a Jesús como el Salvador, y que conoce bien la Ley de Moisés y los profetas. Desde aquí se entiende la insistencia de Mateo en poner de relieve que Jesús no solo cumple la Ley sino que la lleva a su plenitud, no circunscribiendo el mensaje de salvación a un pueblo determinado, a un pueblo elegido, sino que su mensaje es universal, se dirige  a todos los pueblos, a todas las naciones, a todos los tiempos.

El relato de la adoración de los magos pertenece a un género literario llamado midrash, utilizado en el Antiguo Testamento para describir el nacimiento de personajes célebres como Moisés, Samuel, etc. Su intención más que destacar la historicidad de los hechos, pone de relieve su significatividad, es decir, la enseñanza que se quiere transmitir. 

Profundizamos  en qué nos dice a nosotros HOY este texto y en cómo puede ayudarnos en nuestras vidas. Para ello, vamos a detenernos en primer lugar en los PERSONAJES principales del texto, en lo que hacen, lo que dicen, como actúan: los magos, el Rey, un niño con su madre… y una Estrella. La función de la estrella es clave en el texto. Es la que atrae a los magos y despierta su interés, los guía, los ilumina y acompaña en el camino, y les conduce a la meta.

1. Unos magos de Oriente. Representa a la gente que busca, está atenta, es capaz de distinguir entre los millones de estrellas que lucen en el firmamento una que brilla con luz especial y que parece indicar algo diferente. Gente capaz de contrastar sus búsquedas, compartir lo que ven en el horizonte, lo que van descubriendo y se arriesgan a ponerse en camino…  no saben cuándo llegarán, ni si tendrán éxito, pero saben qué es lo que los ha puesto en marcha, una llamada irresistible surgida en su interior al mirar la estrella.
  • ¿Qué hay en nosotros de esa actitud de búsqueda?

2. Un rey con nombre propio Herodes conocido por su crueldad. Fiel vasallo del poder del imperio romano al que el pueblo judío está sometido. A este rey que controla todo, le coge desprevenido la visita de los magos y más aún el motivo de la visita. Llama a sus asesores, a los entendidos de la ley judía, quienes para sorpresa suya, confirman lo que dicen los magos: que en una pequeña ciudad de sus territorios, en Belén, nacerá el Pastor de Israel. Desconcertado, lleno de miedo, necesita quedarse sólo para maquinar qué hacer ante quien ya desde ahora vive como rival.
  • ¿Cómo nos situamos ante hechos inesperados de la vida? ¿Descubrimos en nosotros actitudes de cerrazón y miedo ante quien puede quitarnos protagonismo, invadir nuestro espacio, etc.? 

3. El niño con su madre. El niño aunque no es llamado por su nombre tienen la certeza de que es Aquel a quien buscan. La madre es presentada por su nombre, María. 

Y los magos conducidos por la estrella hasta este lugar, entraron en la casa. Necesitaron entrar dentro para que ocurriese lo que dice el texto:
vieron al niño, con María su madre,
y cayendo de rodillas
le adoraron.
ENTRAMOS ACTIVAMENTE EN LA ESCENA

Somos invitados como los magos a entrar en la casa donde habita Dios, esa casa que desde que “puso su tienda entre nosotros” somos nosotros mismos y es el mundo. Todo el mundo y nuestro mundo. También el de hoy, con sus crisis y desajustes, con su enorme complejidad, con sus cerrazones y cegueras. Es ahí en nuestra realidad concreta donde somos llamados a entrar, a aprender a superar los obstáculos y a distinguir las señales, aunque sea de noche, que nos conducen a donde está Dios. Ese Dios que pasa inadvertido, que no deslumbra, que no vive en lujosos palacios, sino que se presenta en la sencillez de una imagen cotidiana, la de un niño con su madre. Es la imagen que habla de vida regalada, recibida  y acogida; de vida por cuidar, alimentar y ayudar a crecer; de vida con sentido, inserta en un plan de justicia y liberador; de vida entregada para todos.

Esta visión nueva de las cosas, de la realidad, e incluso de la imagen que tenemos de Dios, provoca la actitud de postrarse en adoración. En un lenguaje más cercano, significa hacer silencio, dejarse inundar por la presencia callada de la Vida, significa bajar las defensas y las resistencias, y abrirse a la novedad del Misterio.

De esta experiencia de contemplación y encuentro con el niño en brazos de su madre, que nos muestra a un Dios que rompe todos los esquemas, brota el ofrecimiento de lo que se tiene. Oro, incienso, mirra...  Lo mejor de cada uno puesto a los pies del niño, con conciencia de que es insignificante pero que agrada al Señor. Esta experiencia transforma la vida en compromiso de anuncio.

Los magos tras haber encontrado la Luz que señalaba la estrella, Luz de donde dimana toda luz, vuelven a su cotidiano por otro camino, para seguir alentado las búsquedas de quienes de tantos modos, se ponen hoy en camino hacia la Estrella.
  • ¿Dónde me encuentro respecto de los elementos señalados en este punto?
  • ¿Qué es lo que más me cuesta? ¿En qué me siento más fuerte?
  • ¿En qué siento que puedo ayudar o sostener a otros?

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