lunes, 24 de octubre de 2011

El fin de ETA

Por Francesc Tous, militante de Acit Joven. El pasado jueves todos recibimos con alegría una noticia que, no por menos anunciada, era menos deseada. El final del terrorismo de ETA es una de esas noticias esperadas durante décadas y décadas. En el caso de mi generación se podría decir que durante toda una vida, puesto que nunca habíamos vivido en una España en la que ETA no existiera. Los que fuimos niños a finales de los 80 y principios de los 90 conservamos muchos recuerdos de infancia relacionados con los crímenes de ETA. El 19 de junio de 1987 yo era aún demasiado pequeño para ser consciente de lo que había sucedido en el Hipercor de avenida Meridiana, pero sobre todo a través del relato de mis abuelos, que ese día tuvieron que aparcar el coche en la avenida Diagonal, totalmente colapsada a causa de los controles policiales, ponernos a mi hermana y a mí en el cochecito, e ir a pie hasta San Justo, me he podido imaginar muchas veces el clima que se debió respirar ese día en Barcelona. Ese atroz atentado ha dejado una marca indeleble en la ciudad, especialmente en los habitantes de la zona, algunos de los cuales han sido alumnos del colegio Arrels de la IT, que está a dos pasos del Hipercor. Uno de ellos, Toni Castro, que también debe haber tenido que reconstruir su recuerdo a partir de los relatos de sus familiares, poco después de conocer la noticia hizo una foto del Hipercor y la colgó en el muro de su facebook para homenajear a las víctimas que perecieron ese día.
El recuerdo de las víctimas y la pena que producen tantos años de violencia absurda y delirante han sido los dos sentimientos mayoritarios que han acompañado a la alegría provocada por el comunicado de ETA, y más aún después de constatar que, pese a la renuncia al uso de la fuerza, la banda armada continúa encerrada en su propia burbuja ideológica en la que son ellos las únicas víctimas del conflicto. Aún así, mucho más importante que lo que puedan pensar y decir los últimos cabecillas del terror, es caer en la cuenta que el nuevo y esperanzador escenario que se abre a partir de ahora en Euskadi es fruto de un largo proceso en el que han participado amplios sectores de la sociedad vasca, también de la española y ciertas instancias internacionales. El éxito es compartido, y creo que ahora más que nunca es muy importante evitar ciertas interpretaciones excluyentes: el final de ETA ni es sólo patrimonio de la lucha policial y judicial contra la banda, que hay que reconocer que ha sido efectiva y que ha acorralado a los terroristas y a sus defensores, ni ha sido debido únicamente a la participación de los mediadores internacionales, ni tampoco es obra exclusiva del giro radical y del cambio de estrategia que ha protagonizado la izquierda abertzale en los últimos meses, el cual ya hacía tiempo que se venía cuajando. Cada cual puede poner el énfasis donde considere adecuado, pero sin estos y otros factores el fin de la violencia quizá no habría llegado.
En un documental realizado por Gorka Espiau y producido por Televisió de Catalunya, Pierre Hazan, especialista en procesos de reconciliación, decía que después de largos períodos de violencia o de confrontación, es necesario construir, poco a poco, un relato común “que ayude a llenar el hueco creado entre grupos opuestos”. Para llevar a término este objetivo, parece absolutamente imprescindible no sólo tener una voluntad genérica de dialogar, sino también ser capaz de reconocer el dolor causado al otro e, incluso más importante, tomar en cuenta a los adversarios y reconocerlos como iguales en el proceso de (re)construcción de la paz. Es evidente que a la izquierda abertzale le queda aún mucho camino por recorrer en este sentido, pero sería injusto no valorar los pasos que ya ha dado y los incipientes señales que indican que poco a poco se va haciendo cargo del daño físico, moral y emocional que ETA ha causado a la sociedad vasca. En el otro lado del tablero, el fin del terrorismo tendría que conllevar un cambio de actitud de los sectores más antinacionalistas, tanto vascos como españoles, para con la izquierda abertzale y el espacio político que ella ocupa, sin el cual la política vasca anda absolutamente coja. Si la Batasuna post-ETA continua profundizando su compromiso real con la democracia y con la paz, no hay razón para excluirla del debate político y del juego democrático. La construcción de un relato común y consensuado no tiene por qué implicar la aceptación de las estructuras estatales vigentes.
En todo caso, hay muchas señales esperanzadoras: hoy mismo he leído unas declaraciones de Txelui Moreno, portavoz de la izquierda abertzale, en que valoraba muy positivamente la actitud mostrada por Mariano Rajoy después del comunicado de ETA, el cual ciertamente ha actuado de una manera mucho más responsable y moderada que la mayoría de sus compañeros de filas. Hace tiempo que se llevan a cabo programas de reconciliación entre víctimas y victimarios, con resultados muy interesantes. Y podríamos añadir otros ejemplos que auguran a Euskadi un futuro alejado de la violencia y la extorsión.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario