lunes, 10 de enero de 2011

El gusto por aprender

"Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba Bolivia. Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida." (Mario Vargas Llosa, Elogio de la lectura y la ficción, Estocolmo, 7 de diciembre 2010).
Por Tusta Aguilar. Al comenzar a leer este discurso de Vargas Llosa en la recepción del Premio Nóbel de Literatura 2010, recordé inmediatamente a Pedro Poveda y su convicción de que aprender es una de las mejores cosas que nos pueden pasar a los seres humanos. De esta convicción su interés reiterativo de que despertemos el “gusto por aprender” como el mejor regalo que podemos ofrecer a las personas con las que nos encontramos. Sus preguntas "¿Notan que tenéis amor a los libros y al estudio?", "Deseo de estudiar ¿lo despertáis?", expresan lo que, de otra forma, escribía Simone Weil: "La inteligencia solo puede ser guiada por el deseo, de aquí la importancia de estimular el deseo, el gusto por lo que, además, es un derecho."

Creo que todas y todos tenemos experiencias de que hay personas que nos despiertan las ganas de aprender, de indagar, de “caer en la cuenta” ante la cantidad de señales de vida, de ternura, de esperanzas que nos rodean y sobre las que, con demasiada frecuencia, pasamos sin “darnos cuenta”. Son esa gente que siempre encuentra algo para mostrarte, invitarte a conocer, a mirar, despiertan el interés por las personas, por las cosas. Si hay algo nuevo, seguro que les merece la pena acercarse y conocer. Es una suerte pasear, estar, compartir el tiempo y/o el espacio con gente así.

Otras veces vivimos la experiencia de lo contrario, ambientes en los que parece que se cumple aquello de “no hay nada nuevo bajo el sol”, en los que la rutina y la apatía parecen los únicos sentimientos posibles. Ambientes en los que llegamos a pensar, y lo que es peor, a sentir que lo que pasa es “normal”. Cuando lo que pasa (si es el sufrimiento injusto de tanta gente o la negación de los DD. HH.. para muchos) es inadmisible, indignante.

También Max Neef (muy recomendable su libro: Desarrollo a escala humana) nos avisa de que, muchas veces, las “múltiples preocupaciones” nos llevan a una situación de sonambulismo permanente, que me vuelve a recordar aquello de Poveda cuando llama la atención por vivir sin darnos cuenta de lo que pasa vuestro alrededor. Y para mantenernos despiertos un buen estímulo es preguntarnos y preguntar. Ya Heisenberg, (físico alemán del siglo XX) decía: “La ciencia no nos habla de la naturaleza, nos ofrece respuestas a nuestras preguntas sobre la naturaleza. Lo que observamos no es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza a través de nuestros métodos de preguntar”.

Preguntarnos significa ser capaces de poner en cuestión lo que nos rodea, que viene a ser lo mismo que no dar por bueno –o por inevitable- todo lo que pasa, no considerar que lo que se ha hecho siempre es por ello lo mejor. Al menos nos permite plantearnos intentar algo distinto y no caer en “normalizar” lo inadmisible. Una imagen de El Roto lo expresa muy bien:Las preguntas son imprescindibles. Pero, ¿qué preguntamos?, ¿qué hay detrás de nuestras preguntas?
Fuera ya de la órbita comercial de estos días regalarnos raciones grandes de “gusto por aprender” está en nuestras manos, es gratis, ecológico y, además, contagioso. Podemos practicarlo durante todo este año recién estrenado; seguro que seguiremos el siguiente y el siguiente…….¿hasta otros cien? ¡Por supuesto!

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